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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

En el capítulo de hoy: Las secuelas del amor. 

CAPITULO 13


¿Esto es una locura?


 


Despertó con el acompasado movimiento del pecho de Aomine bajo su cabeza, sintiendo la tibieza de dormir a su lado. Despertó sabiendo que él lo extasiaba, que él era la perfección.


Kise sonrió a la vez que abría los ojos con pereza y se estiraba en la cama, sin poder alejarse del cuerpo del moreno que dormía apacible bajo él. Con movimientos sigilosos, se deslizó hacia arriba, hasta quedar a la altura del rostro del otro muchacho y apoyando su rostro en la palma de su mano, se dedicó a mirarlo en detalle, mientras enredaba sus dedos en pequeñas hebras de su cabello azulado y entonces, él despertó.


—¿Qué haces? —preguntó llevándose una mano a la cara.


—Nada, sólo te miraba —Kise no podía dejar de sonreír.


—Pues deja de hacerlo, es tétrico —el moreno habló con voz grave e impersonal.


—Creí que después de lo que pasó anoche, tu actitud conmigo cambiaría un poco, Aominecchi —Kise arrugó el ceño y se dio la vuelta en la cama, quedando de espaldas al moreno.


Aomine sonrió en silencio y abrazó al rubio por detrás, comenzando a besarle con delicadeza el hombro, bajando lento hasta llegar al cuello y subir luego hasta el lóbulo de la oreja, donde se entretuvo realizando insinuantes movimientos circulares con la lengua.


—¿Estás bien? ¿Estás muy adolorido? —susurró al oído del rubio.


—Estoy bien.


—Genial… porque ahora se viene el segundo tiempo.


—¿Eh? —Kise lo miró inocente.


Aomine sonrió de lado con sensualidad, su mirada azul profunda se veía lujuriosa y se posaba con intensidad sobre los dorados ojos de Kise. Se acercó a su boca y comenzó a besarlo con posesividad mientras lo embestía suave, apoyando el peso de su cuerpo en sus codos, evitando así aplastar al rubio.


Kise se dio la vuelta, quedando boca arriba y rodeó con uno de sus brazos el cuello de Aomine y su otra mano bajó con lentitud por su pecho hasta alcanzar el miembro de su compañero que se encontraba completamente duro. Con movimientos lentos y firmes, comenzó a masturbarlo, haciendo que su mano se deslizara por toda la extensión de aquel palpitante trozo de carne, mientras su otra mano se enredaba con fuerza en el azulino cabello. Todo aquello provocó que su propio miembro comenzara a erguirse rápidamente, excitado por las sensaciones que lo invadían y las que él provocaba en el moreno.


—…ahh… —un suave y casi inaudible gemido salió de la boca de Aomine.


Sólo hasta ese momento, Kise se dio cuenta que el moreno era increíblemente silencioso a la hora del sexo, muy a diferencia suya, que no podía contener ni disimular sus emociones. No pudo evitar sentirse inseguro, una inseguridad que lo paralizó. Era probable que debido a su inexperiencia, no estuviera haciendo las cosas bien y no le estuviera entregando el suficiente placer. Él tenía muy claro que para Aomine esa no había sido la primera vez, que él tenía muchas experiencias previas. Tal vez se había acostado con personas que eran capaces de entregarle mayor placer que él, con gente que no se dejaba llevar por el pudor y que daba rienda suelta a sus más profundos deseos ¿Y si Aomine se terminaba aburriendo de él?


—¿Qué ocurre? —Aomine se despegó de su boca y lo miró preocupado, notando que la excitación del rubio había bajado sobremanera.


—Nada —Kise se veía incómodo.


—No hagas eso, dime qué es lo que te pasa —el moreno se alejó un poco y lo miró serio, con el ceño levemente arrugado—. Si queremos que esto funcioné debemos confiar el uno en el otro.


—Sólo me siento inseguro —Kise admitió con voz baja, evadiendo la potente mirada azulina.


—¿Inseguro? ¿Por qué? —arrugó más el ceño, sin poder comprender el significado de las palabras del rubio, parecía avergonzado.


—¡Es que no quiero aburrirte! Por ser un idiota inexperto… No sé si estoy haciendo las cosas bien —su voz se oyó angustiada.


Al oír estas palabras, la expresión facial de Aomine se relajó por completo y comenzó a reír divertido, frente a la mirada atónita e indignada del rubio, que había hablado muy serio y jamás esperó que se rieran de él en su cara.


—¡Dios! Deja de ser tan lindo.


—Estoy hablando en serio, Aominecchi —Kise respondió decidido—. Yo quiero darte tanto placer como tú me lo das a mí, pero no creo lograrlo.


—Kise… tú me fascinas, me encantas, me has hechizado, me estás volviendo loco. ¿Qué más quieres que te diga? ¿Es que acaso no ves todo lo que provocas en mí?


Kise parpadeó un par de veces, mirándolo asombrado. No podía creer del todo que él le gustara tanto al otro muchacho ¿No sería esto otro sueño absurdo? No, no lo era. Al sentir los labios de Aomine de nuevo en su boca, besándolo con pasión, y la calidez de su piel contra la suya, se dio cuenta que todo era muy real.


El moreno pasó las manos por debajo de su cuerpo, incorporándolo sobre la cama y con un movimiento rápido, lo volteó, dejándolo de rodillas y afirmando las manos contra la pared. La bronceada mano se deslizó ascendentemente desde el vientre hasta llegar a su mentón, obligándolo a girar el cuello para poder continuar besándolo, mientras la otra mano se afirmaba con fuerza de su cadera.


De pronto, la mano que afirmaba su mentón, bajó para dirigirse a su entrada. No hubo necesidad de lubricar los dedos, pues el interior de Kise se encontraba húmedo aún, debido a que restos del semen del moreno todavía permanecía dentro de él. Aomine sintió que su excitación crecía cada vez más, se sentía arder.


—Eres exquisito —susurró contra su oído mientras lamía y tiraba el lóbulo de su oreja—. No puedo esperar a estar dentro de ti.


Kise giró un poco más la cabeza para mirar al moreno a la cara. Sonreía de lado insinuantemente y su mirada dorada se veía ardiente. Aomine se sintió hipnotizado por esa mirada y por segundos olvidó todo lo demás, queriendo perderse por siempre en la dorada inmensidad de esos ojos.


—Yo no puedo esperar a sentirte dentro —la voz de Kise lo devolvió a este mundo.


Aomine se mordió el labio inferior con sensualidad y tomando su pene con la mano, lo ubicó en la entrada del rubio. Con un movimiento lento, se abrió paso en su interior. Aunque lo había dilatado con anterioridad, Kise seguía siendo muy estrecho y la penetración se le hizo exquisitamente difícil. Sentía cómo se iba abriendo espacio a través del cuerpo del otro muchacho y cómo éste se resistía, cerrándose sobre ese rígido trozo de carne. Fue tanto el placer que le produjo, que dejó escapar un gemido grave.


El cuerpo de Kise se tensó visiblemente, demarcando los músculos de su cuerpo, mientras sus manos se afirmaban con fuerza en la pared y dejaba que su frente descansara en la misma fría superficie. Aomine comenzó a moverse lento primero, impulsándose dentro y fuera, pero fue incrementando el ritmo paulatinamente, a medida que sus propios deseos le pedían más y más.


—…nggh… —Kise gimió bajo, acostumbrándose a ese dulce dolor.


Cuando por fin se hubo acostumbrado y comenzó a gozar con cada embestida que el otro muchacho realizaba, echó sus caderas hacia a atrás y abrió un poco más más piernas, facilitando la penetración. Aomine se afirmó con una de sus manos a la pared, incrementando el ritmo, y con la otra se dedicó a masajear lentamente el pene del rubio, hundiendo la nariz en las suaves hebras doradas, aspirando el exquisito olor que emanaba de él y jadeando bajo.


—…mmh… ha…ha…ha… —con cada estocada, el moreno gemía casi inaudible.


El rubio aun apoyaba la frente contra la pared, tratando de enfriar así el ardor que sentía en el rostro, sintiendo cómo el moreno llegaba hasta su próstata, haciéndolo alcanzar el cielo. Disfrutaba de cada una de las embestidas y anhelaba aún más la siguiente, pues ya sabía la dulce sensación que le brindaba.


—…nggh… ahh… —Kise gemía con fuerza, sintiéndose desfallecer.


Aomine notó cuando la respiración de Kise se volvió más irregular que de costumbre y su cuerpo comenzó a temblar ligero, su ano se estrechó aún más, indicándole indudablemente que el rubio estaba a punto de acabar. Él incrementó el ritmo de su mano, cerrándose fuerte sobre el pene del otro y subiendo una de sus piernas para darse mayor impulso, quedando arrodillado sólo con la izquierda, incrementó el ritmo de la penetración también.


—…ahh…


Kise cerró los ojos con fuerza y se separó de la pared, dejándose caer sobre el pecho de Aomine y echó la cabeza hacia atrás, corriéndose en la mano del moreno. Éste, al sentir el inmenso placer del profundo gemido del rubio que le había erizado la piel y al sentirse más apretado aun, comenzó a acabar también. Llevó su mano libre a la barbilla de Kise y lo sujetó con fuerza, para morderle el cuello al mismo tiempo que sentía el semen salir de su pene en espasmódicas explosiones.


—¡AH! —un fuerte quejido salió de la boca del rubio y se separó abruptamente del moreno.


Kise se llevó una mano al cuello y notando el tibio líquido, la quitó de la herida para comprobar que sus dedos estaban ensangrentados. Se dio la vuelta indignado hacia Aomine y le preguntó con tono incrédulo:


—¿Me mordiste? —el moreno se limitaba a mirarlo divertido—. ¡Subnormal! ¡Me mordiste!


—Es una marca personal —Aomine lo tomó de la nuca y lo acercó a su rostro, besándolo con urgencia—. Ahora todos sabrán que tienes dueño.


—¿Una marca? ¡Me vas a dejar una marca! Eres un idiota —se separó enfadado con el ceño fruncido mientras se llevaba la mano nuevamente a la herida.  


—Quisiera ver la cara del estúpido de tu senpai cuando la vea —Aomine lo miraba fijo.


—Estás loco… —eso no fue ninguna pregunta, sino una firme declaración.


—Sí… por ti.


Aomine lo tomó con fuerza y lo besó otra vez, con lentitud, acariciando con sus labios y su lengua, los labios contrarios. Se desapegó de la suave boca de Kise y besó delicadamente la herida, lamiendo hasta la última gota de sangre. Sentía el salino y mineral gusto de la sangre en su boca y le pareció exquisito. Nunca se había sentido así por nadie antes. Nunca se había sentido tan atraído hasta por el más ínfimo detalle de alguien ¿Acaso este era el principio del resto de su vida? ¿Acaso todo lo relacionado con Kise le parecía una maravilla?


Tal vez era verdad que había perdido completamente la razón… Pero eso no le importó.


—Te amo, Kise.

Notas finales:

Gracias por leer. 


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