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Corazón Delator por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Cuando todo parecía ser miel sobre hojuelas, un nuevo conflicto aparece. 

 CAPITULO 14


 ¿Cómo lo explico?


 


Kise se miraba la horrible marca que tenía en el cuello en el espejo con gesto adolorido. Cerró los ojos y suspiró resignado. No tenía idea de cómo poder ocultar aquella herida, ni mucho menos cómo empezar a explicarla cuando alguien inevitablemente le preguntara.


Abrió un cajón inferior del blanco mueble del baño y sacó el botiquín. Aunque sabía que le dolería, tomó un algodón y empapándolo en alcohol se limpió la herida. Un tenue jadeo salió de su boca, realmente ardía. Luego de limpiarla bien, se puso una bendita y se amarró la bufanda gris de hilo que combinaba a la perfección con su uniforme. Con eso estaba seguro de pasar desapercibido la mayor parte del tiempo, pero no podía andar todo el día con la bufanda, inevitablemente en los entrenamientos se la tendría que quitar y ahí sería el momento de explicarlo todo. Ni siquiera quería pensar qué pasaría cuando tenga que hacer su próxima sesión fotográfica.


Suspiró pesado otra vez y un puchero inconsciente se instaló en su boca. El mordisco no era lo peor, tenía otro problema aún más urgente. No estaba seguro de poder ir al colegio ¡Ni siquiera estaba seguro de poder asistir a los entrenamientos!


Cuando se trató de levantar de la cama para ir a la ducha, hace más de media hora atrás, se dio cuenta que algo no andaba bien en su cuerpo y no lo podría ocultar, apenas podía cerrar las piernas para caminar y se sentía completamente adolorido ¿Todos los amantes serían como Aomine? ¿Todo el mundo se sentiría así de resentido la primera vez?  Se sentía completamente expuesto, como si llevara escrito en la frente me desvirginaron anoche.


—¿Qué es lo que tanto te preocupa? —Aomine lo miraba serio desde la puerta del baño.


—Uno no sale del closet todos los días, Aominecchi —Kise lo miró a través del espejo—. ¿Acaso debo recordarte el tiempo que demoraste tú en decírmelo?


Aunque sabía que el rubio tenía razón, su orgullo le impedía darle completamente la razón. Pero además, había otro asunto que lo inquietaba.


—¿Seguro que es sólo eso?


—¿Y qué más va a ser? —Kise se giró y alzó una ceja, escéptico.


—Tal vez simplemente no quieres que tu senpai se entere —el moreno respondió con la misma seriedad, mirándolo imperturbable—. ¿Te gusta?


Kise sonrió alegremente y caminó hacia él, abrazándolo por el cuello y dándole pequeños piquitos en la boca mientras hablaba.


—Tú eres el único idiota que me gusta.


—Si algún día descubro que me eres infiel… te voy a matar, Kise —lo tomó posesivamente por la cintura y lo besó hasta extraerle todo el aliento— Tú eres mío… sólo mío.


—Eso es verdad, yo soy tuyo… Pero ¿Tú eres mío? —los ojos de Kise se vieron tristes de un momento a otro.


—En cuerpo y alma —respondió firme.


Kise sujetó entre sus manos la cabeza de Aomine y se volvieron a besar, mientras el moreno le estrechaba la cintura, apegándolo a su cuerpo, sin poder evitar que sus manos se colaran por debajo de la camisa para recorrer libremente aquella suave piel. Kise, al sentir las manos del otro muchacho en su piel, se separó súbitamente cruzando los brazos sobre su pecho a modo de escudo.


—Debemos irnos al colegio o llegaremos tarde.


—De hecho, ya vamos tarde —Aomine se le acercó de nuevo y le dio un último y corto beso en los labios— Te voy a dejar, así llegarás a tiempo.


Kise asintió con la cabeza y ambos muchacho salieron del departamento tomados de la mano recogiendo sus bolsos. El ascensor iba lleno de gente, pero no se molestaron en ocultarse y sin soltarse de las manos, bajaron hasta los estacionamientos.


Aomine caminaba adelante, rápido, tirando suave de la mano que llevaba a Kise con dedos entrelazados, pero notando el perezoso caminar del rubio se dio la vuelta para mirarlo extrañado.


—¿Qué ocurre? ¿No quieres ir al colegio?


—No es eso —Kise dejó de caminar y miraba con expresión suplicante al moreno—. ¿Podrías caminar más lento?


—¿Por qué?


—¡Porque no puedo caminar más rápido!


—¡¿Por qué?!


—¡Por tu culpa idiota! —ahora Kise gritó abiertamente, agotándosele la poca paciencia que le quedaba.


—Oh… —Aomine sonrió con sutileza y su mirada se enterneció, se acercó a Kise y lo besó con delicadeza—. Lo siento, ¿te sientes muy mal? —preguntó preocupado.


—No tan mal —Kise apenas pudo responder, pues Aomine aún seguía besándolo.


—Tal vez no deberías ir. Podríamos quedarnos aquí, yo te cuidaré hasta que estés completamente recuperado —propuso entre beso y beso.


—Suena tentador, pero no creo que lo cumplas.


—Va a ser un suplicio, pero por ti haría lo que fuera —lo besó una última vez y tomando el bolso del hombro del rubio se cruzó ambos para cargar a Kise al estilo nupcial y lo llevó otra vez hasta el departamento.


Una vez dentro. Aomine preparó el desayuno que no habían alcanzado a tomar previamente, debido a lo tarde que se habían levantado y decidieron irse a la cama de nuevo, pues tenían muchas energías que recuperar.


Kise le entregó una camiseta suelta azul y un pantalón de buzo al moreno mientras que él se puso un clásico pijamas a cuadros azul. Aunque Aomine era un poco más alto y corpulento que Kise, la ropa le entró perfectamente. El rubio había decretado que ese día el uso de pijama era obligatorio, para evitar así cualquier tentación. Se metieron en la cama de Kise, que era más espaciosa y lentamente se quedaron dormidos acostados frente a frente.


Era pasado el mediodía cuando el timbre del departamento sonó dos veces seguidas. Kise no se percató del ruido, sólo se dio la vuelta en la cama, acomodándose en posición fetal y siguiendo profundamente dormido. Aomine en cambio, se despertó de inmediato, pero no se levantó. En realidad no podía despegar la vista del rubio, se veía tan frágil y delicado, parecía estar realmente exhausto. Pero cuando el timbre sonó una segunda vez, no le quedó más alternativa que deslizarse sigiloso de la cama para ir a atender.


Mientras caminaba hacia a la puerta, Aomine planeaba la forma más dolorosa de matar al vil e inoportuno visitante, pero al abrir la puerta, la expresión perfecta del más puro desprecio se fijó en su rostro.


—Kasamatsu —comentó con voz frívola.


—Aomine —por el tono de voz del mayor se pudo constatar que el desprecio era mutuo.


—Pero qué sorpresa —Aomine habló sarcástico y no se movió de la puerta, impidiéndole el paso al capitán de Kaijo—. ¿Se puede saber qué haces aquí?


—Qué coincidencia, porque eso es justamente lo que a mí me gustaría saber —Kasamatsu no se dejó intimidar por el más alto y le respondió con el mismo sarcasmo—. ¿Qué haces aquí?


—Eso no es asunto tuyo —el moreno miró al más bajo arrogantemente, con un gesto de fastidio tatuado en el rostro.


—Pues lo que yo hago aquí tampoco es asunto tuyo —el de ojos celestes respondió con autoridad.


Aomine no dijo nada, no podía creer la desfachatez del mayor. Ahora había confirmado por completo todas sus sospechas: Kasamatsu estaba interesado en Kise, en su Kise.


—¿Dónde está Kise? Fue a él a quien vine a ver no a ti —lo interrogó decidido.


—¿Para qué lo quieres? —preguntó con apatía.


—Hoy día no fue a clases y él no suele faltar. Estoy preocupado por él.


—Tu preocupación es innecesaria —la voz de Aomine ahora no se oía tan tranquila, la evidente actitud del mayor lo empezaba a desesperar—. Te aviso que él está descansando ahora y no puede atenderte.   


—¿Descansando? ¿Por qué? ¿Le pasó algo? —Kasamatsu se veía realmente preocupado y no se molestaba en ocultarlo.


—Está bien, sólo está dormido —ahora la voz de Aomine se oía abiertamente molesta.


Kasamatsu frunció el ceño y en un movimiento rápido, se coló dentro del departamento y se dirigió hacia la habitación del rubio. Había venido a esa casa con un propósito y no pensaba marcharse sin cumplirlo ¡No se iba a dejar detener por nadie!


—Un momento ¿Qué haces? —Aomine lo sostuvo por el brazo y lo obligó a girarse.


—No confío en ti —con un movimiento fuerte, se liberó del agarre del más alto y continuó hasta la habitación de Kise.  


Al abrir la puerta, pudo ver al rubio durmiendo apaciblemente en su cama. Kasamatsu se acercó con paso suave hasta él, quería ver su rostro de cerca, constatar que no le había pasado nada. A él le costaba confiar en el As de Touou y al darse cuenta de la ausencia del rubio en el colegio, de inmediato la figura del moreno se le vino a la mente, presentía que él tenía algo que ver con la ausencia de su titular más joven, era sólo un presentimiento, pero ese tipo realmente le ponía los nervios de punta. Por eso, no lo pensó dos veces y derechamente se escapó del colegio aprovechando la hora de almuerzo ¡Necesitaba asegurarse que nada malo le había ocurrido a Kise!


Pero ahora, al ver al rubio ahí, durmiendo tranquilo, los nervios se le crisparon más aun ¿Por qué se veía tan feliz? ¿Por qué había faltado si estaba bien? ¿Por qué ese tipo continuaba viviendo en su casa? Un millón de imágenes se le vinieron a la mente, pero trató de borrarlas enseguida. No quería pensar que todo lo que se estaba imaginando era cierto.


Hasta que sus ojos repararon en un pequeño y casi imperceptible detalle: por la forma en que estaban dispuestas las cobijas, era evidente que alguien más estaba durmiendo en esa cama… Y ese alguien no podía ser otro más que Aomine.


—Ya lo viste, ahora te puedes ir —Aomine habló en voz baja para no despertar al rubio.


Kasamatsu fijó sus enormes ojos celestes sobre el moreno que se encontraba con los brazos cruzados sobre el pecho, recostado contra una de las paredes de la habitación en una pose de completa autosuficiencia. Hasta el momento había permanecido en silencio, sin hacerle ninguna interrupción, por lo que no había reparado en su presencia.


Sin dejar de llevar el ceño visiblemente arrugado en una expresión de malestar, Kasamatsu salió de la habitación y se dirigió hasta la salida, consternado con lo que acababa de descubrir. Kise y Aomine estaba juntos… Su Kise salía con alguien… Con alguien que no era él.


Interrumpió sus pensamientos al oír la grave voz de Aomine a sus espaldas.


—No tienes que preocuparte más por él. Ese es ahora mi privilegio.


Sin tomarse la molestia de girarse a verle la cara, Kasamatsu respondió con palabras filosas.


—No pienses que has ganado. Esto no es el basketball donde eres invencible.


—¡Bastardo! Si te acercas a Kise, te mato —Aomine masculló con rabia.


—Eso está por verse —Kasamatsu respondió con apatía y sin decir otra palabra, salió del departamento. 

Notas finales:

Gracias por leer. 


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