Seto estaba nervioso. Todo eso parecía una historia de Halloween con vampiros y cazadores. ¿Estaría perdiendo la cordura?
Su teléfono sonó.
No irás a contestar ahora—le reprochó Kiryu y él de puras ganas de fastidiarle atendió sin mirar quien era porque veía el perfil del que conducía.
¡Hermano! ¿Te encuentras bien?—fue la preocupada pregunta que Mokuba declaró del otro lado del aparato.
¿Mokuba?—preguntó sorprendido el castaño.
¡Intenté ubicarte en el hotel pero me dijeron que desde ayer nadie te ha visto—le informó el otro. Entonces Kaiba recordó que con tantas idas y venidas no se había acordado de llamarlo.
Disculpa Mokuba. Es que aquí se han complicado las cosas—le respondió él.
¿Estás bien?—preguntó casi alarmado el pelinegro.
No es nada grave. No te preocupes. Pronto terminaré con esto y te contaré todo—le dijo el ojos azules a su ototo.
¡Bien hermano! ¡Ten cuidado!—le pidió el otro Kaiba.
¡Lo haré! ¡Nos hablamos!—dijo el CEO y cortó.
Es muy comprensiva tu pareja—dijo sonriente Zero.
No era mi pareja, idiota. Era mi hermano—dijo Seto satisfecho con poder apretarle las clavijas.
¡Muy bien! ¡Aquí es!—dijo el ojos violetas frenando. El castaño miró hacia el parabrisas pues estuvo guardando su celular.
Era una casa grande y antigua. Estaba rodeada de una valla metálica y una reja. Parecía impenetrable.
¿Estás seguro?—preguntó el empresario no muy alegre por la idea de tener que entrar en semejante lugar después de lo vivido.
Seguro—le respondió el otro mostrándole la pantalla de su cel donde estaba un punto titilante sobre lo que vendría a ser la propiedad y un punto fijo en frente que vendrían a ser ellos.
¡Maldita sea!—exclamó cierto ojos azules.
Sebastian sacó por el espacio entre sus dedos sendos cuchillos de vajilla costosa y los arrojó contra su oponente de manera muy singular.
Kuran pudo evadirlos pero por muy poco. De veras nunca esperó tal cosa. Aunque como siempre no se arredró. Ambos se vieron en una lucha sin cuartel de saltos, lanzamiento de puñales y evasiones que el rubio y el pelinegro chico miraban uno con ansiedad y el otro con diversión.
Esto será digno de verse—dijo el menor, sostenía en una de sus manos una veretta con la que apuntaba a su rehén.
¿No tienes miedo por tu sirviente?—preguntó Joey al ver el reflejo de locura en los ojos del otro.
¿Por Sebastian? No podría dañarlo ni en mil años—aseguró el otro con tanta confianza que hizo que el ojos mieles fijara su vista en el otro pelinegro con atención.
Estaba rasguñado y no muy contento. Se preguntaba “¿Por qué rayos se había metido en eso?” cuando su visión se vio atrapada por lo que se mostraba por una ventana.
Kiryuu se acercó también y vieron como un tipo le arrojaba a otro cuchillos y ambos saltaban con una agilidad propia de un saltamontes.
¿Qué…?—trató de preguntar el castaño.
Son dos vampiros peleando por el derecho—dijo el peliplateado.
¿Derecho a que?—preguntó el ojos azules.
A Joey—respondió el ojivioleta.
Kaname era ante todo un maestro estratega y todo maestro estratega estudia a su oponente mientras les cede los primeros movimientos, evitando ser destruido mientras.
El castaño observó la fluidez de los movimientos de Sebastian, su fuerza, su velocidad y así pudo elaborar la mejor estrategia en concordancia con dichas habilidades.
Además el otro no podía contar con sus propias habilidades ya que habían permanecido ocultas por mucho tiempo y casi todos los que las vieran ya se habían vuelto polvo.
Michaelis se paró en una mesa justo después de lanzar otra tanda interminable de cuchillos que de nuevo el Kuran logró evadir.
Entonces fue el momento.
La mesa se partió y mientras caía Sebastian las maderas de la mesa se elevaron y se suspendieron en el aire apuntando al pelinegro.
Hace mucho tiempo que nadie me molestaba así—dijo Kaname con su mano levantada en dirección al otro—Debo aceptar que eres bastante bueno, pero eso nunca ha sido suficiente ante mí—dijo el vampiro mientras en el aire temblaban las estacas de madera y después de un segundo de espera sus ojos borgoña brillaron con más intensidad y su mano bajó mientras las estacas se lanzaron de todas direcciones hacia su objetivo que quedó como una almohadilla de alfileres.
De los labios de Joey escapó una exclamación mientras Seto fuera daba un paso atrás, ambos horrorizados.
Dentro Sebastian caía como un muñeco desinflado mientras la dura mirada de Kaname le desdeñaba para mirar a quien fuera su amo.
El rubio también le miró.
Los de fuera solo podían ver a los que luchaban. No sabían que había alguien más en la habitación pero se dieron cuenta de que lo había cuando miró hacia el otro lado y pensaron al unísono en que Joseph Wheeler también estaba ahí. Con cuidado abrieron la ventana que les quedaba en frente.
Kuran Kaname y Ciel Phantomhive se miraron a los ojos. El vampiro con toda la seguridad de haber ganado la partida.
De pronto los cuatro ojos vieron extenderse una macabra sonrisa por el rostro del más joven.
Espero que no creas que has vencido a Sebastian—dijo el pelinegro con el parche en su ojo izquierdo.