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Hermosos y malditos por Kitana

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Era media tarde, hacía calor. Desde la ventana Shaka contemplaba la calle esperando poder ver a Ikky cuando éste doblara la esquina para dirigirse al portón del viejo edificio donde vivían. El hermoso rubio contemplaba con impaciencia aquella esquina, con el corazón deteniéndose cada vez que observaba a algún joven moreno, pero al descubrir que no era Ikky simplemente se decepcionaba y volvía a sentarse en aquella silla algo incómoda en la que estaba sentado. Sus bellísimos ojos azules se clavaban en cuanta cabellera oscura se cruzaba en su campo visual simplemente para evocar los masculinos rasgos del joven que empezaba a volverse la brújula de su existencia. Se encontraba solo en casa, Shun había tenido que quedarse después de clases y Shaina se encontraba en su nuevo empleo. Encogió las piernas hasta poder apoyar sobre las rodillas su delicada barbilla, bajó el rostro y cerró los ojos, pensando en ese joven, en Ikky, ¿qué podía pensar sino en la forma que tenía de tratarle el mayor de los hermanos Kido? No era como ningún otro que hubiera conocido, quizá la única persona que le había tratado de esa manera había sido Radamanthys... no pudo evitar que un suave suspiro escapara de la nívea garganta inundando la habitación con su melancolía.

Absorto en el repaso mental de la imagen de Ikky, no se percató que los ojos oscuros del muchacho le contemplaban desde la acera de enfrente. A Ikky le pareció aún más hermoso sentado cual ángel caído en aquella silla que de sobra sabía él era incómoda. Se preguntó cuanto tiempo resistiría sin caer perdido de amor a los pies de ese bellísimo ángel que había caído justo en su hogar al haber sido abandonado aunque involuntariamente por su familia. Sonrió sin querer al evocar el cálido mirar de su ángel, porque él ya le consideraba su ángel, ¿acaso lo amaba? ¿acaso había otra forma de denominar ese profundo deseo de mirarse en los bellos zafiros que anidaban en ese rostro casi renacentista? No podían ser sino celos esa infame angustia cada vez que alguien le miraba con intenciones románticas, no quedaba más que reconocerlo, lo amaba, pero... ¿alguien como él se fijaría en alguien como yo?, se preguntaba Ikky mientras no dejaba de mirar a su ángel.  Shaka finalmente se percató de su presencia, agitó su delicada manita en un efusivo saludo y dejó la silla para asomar medio cuerpo por aquel balcón, su lugar favorito del pequeño departamento de los Kido. Ikky contempló la bella figura de dorados cabellos sonreírle desde las alturas y se sintió afortunado, al menos significaba algo en la vida de ese hermoso ser.

Shaka se sintió desfallecer de ansías mientras escuchaba los pasos de Ikky ascender por la escalera en dirección a donde él le esperaba.  Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no echarse a los brazos del moreno que le sonreía desde la puerta.  Para Ikky aquellos labios entreabiertos parecían la senda al cielo sin tener que pasar por la muerte, la sencilla imagen de Shaka usando unos jeans y una camiseta algo deslavada era simplemente perfecta a sus ojos.

- Hola. - se atrevió a decir Ikky.

- Hola. - murmuró Shaka sin tener la menor idea de donde poner las manos o que decir a continuación. Por suerte, Ikky se dio cuenta de su inquietud y se decidió a hablar.

- ¿Sabes? Estaba pensando que como Shaina no tuvo tiempo de cocinar sería bueno que fuéramos a comer a algún sitio. ¿Te parece buena idea? - Shaka le miraba sonrojado, no atino sino a negar con la cabeza. - ¿No quieres? - dijo Ikky con cierta desilusión.

- No, no es eso... es que como llegué temprano se me ocurrió preparar algo, no soy muy bueno en la cocina, pero hago lo mejor que puedo, ¿quieres probar? - dijo el rubio algo sonrojado. Ikky sonrió y se acercó a él.

- Gracias Shaka, no debiste molestarte. - la sonrisa de Shaka se ensanchó y no abandonó ese bello rostro ni un momento.

Terminaron de comer, mientras Ikky veía televisión, Shaka se encargaba de terminar con sus tareas, le había tomado más tiempo del necesario, simplemente no podía concentrarse en el cálculo diferencial teniendo a Ikky tan cerca.

Casi gritó cuando la mano de Ikky fue a tocar la suya. Levantó el rostro para encontrarse con los profundos ojos azul oscuro de su anfitrión.

- ¿Terminaste? - Shaka solo asintió en silencio. - En ese caso, ¿te gustaría ir a dar un paseo? Hace calor, podríamos aprovechar y comprar ese libro que me dijiste que necesitabas con urgencia. - dijo el mayor haciendo derroche de galantería, misma que no pasó desapercibida para el rubio.

- Esta bien... solo que creo que tendré que cambiarme, no puedo salir con esta ropa.

- Así estás muy bien. - dijo Ikky ocasionando que Shaka se sonrojara de nuevo.

- De todos modos... creo que al menos debo ponerme zapatos, ¿no crees? - dijo Shaka señalando sus piececitos descalzos. Ikky rió bajito, no lo había notado, aunque pensándolo bien, era una costumbre de su ángel pasearse descalzo por la casa.  Shaka se hizo al fon con un par de tenis y en cuanto tuvo las agujetas atadas,  abandonaron el pequeño departamento.

Llegaron al parque finalmente, se sentaron juntos en una banca protegidos de los rayos del sol por un frondoso árbol.

- Debo suponer que tus padres aún no han sido localizados, ¿verdad? - dijo Ikky, comenzaba a preocuparse demasiado, le agradaba en demasía que Shaka fuera huésped de su casa, pero sabía que el muchacho estaba sufriendo.

- No... tío Krishnamurti ha intentado localizarlos, pero según parece están en una excavación en una zona bastante apartada y no hay modo de comunicarse con ellos, por suerte él y Kunti volverán pronto, su bebé nació la semana pasada; es otro niño.- dijo Shaka con una hermosa sonrisa en sus labios.

- Supongo que en cuanto vuelvan nos dejarás. - dijo Ikky sin poder ocultar el dolor que aquello le producía.

- Ellos son buenas personas, son mi familia pero... no quisiera irme... tal vez si hablara con papá, podría convencerlo de que me permita vivir con ustedes. - la mirada ilusionada en los ojos azules de Shaka se esfumó al recordar que no solo se trataba de su deseo en aquella ocasión. - Por supuesto que solo si ustedes quieren... yo podría dar un poco de dinero para pagar la renta... - dijo bastante apenado.

- Sabes que ese no es problema, tampoco yo quiero que te vayas... te extrañaría.

- ¿De verdad?

- De verdad. - dijo Ikky tomándole la mano. Shaka sintió que el corazón se le saldría del pecho, aquello era demasiado bueno para ser verdad. Ikky por su parte se dijo que no podía esperar más, que tenía que arriesgarse, así al menos sí el rubio se resistía a sus pretensiones, le quedaría el consuelo de al menos haberlo intentado. Lentamente acercó su rostro al de ese bellísimo ser que entreabrió los labios al verle tan cerca. Los labios se unieron en un casto beso cargado de dulzura y ansiedad, un beso que ninguno de los dos había imaginado que podía recibir o aún dar. 

- Ikky... - murmuró el rubio al romper el beso, sin pensarlo llevó sus manos al rostro moreno del otro y se miró en esos ojos azul oscuro que le hacían perder todo asomo de la racionalidad que había sido su guía desde que abandonara Londres. Al mirarse en esos ojos sentía que podía dejar de representar la farsa que había montado al pisar Grecia y poder ser el mismo de antes, el que solía sonreír solo con ver un rojizo atardecer, el que gozaba del trinar de los pájaros sin que nada ni  nadie le importara.

- Yo... lamento si esto te ha ofendido... - dijo Ikky sujetando las manos de Shaka como si temiera que el hermoso rubio se desvaneciera frente a él. - Pero... sencillamente ya no puedo más... Shaka... te me has metido en el corazón, en cada neurona, en cada célula de mi aporreado cuerpo, estás en mi alma Shaka y no puedo dejar de decírtelo... sé que no soy la gran cosa, que solo soy un tipo que se gana la vida literalmente a golpes, que jamás fui a la universidad, que no hago bien otra cosa más que golpear... pero te amo... esa es la verdad y yo solo quería que lo supieras. - dijo Ikky apartando el rostro para no mirar la reacción del hermoso hindú. Shaka se había quedado sin habla después de ese beso que había ansiado desde tiempo atrás, no había imaginado que la declaración de Ikky sería esa, más bien supuso que el mayor diría que aquello no era sino un error que no debía repetirse, después de todo, él sabía de lo que había ocurrido en el Ateniense.

- Ikky... - repitió el rubio con lágrimas en los ojos, no tuvo palabras para confirmarle que le pasaba lo mismo, que lo amaba y que no creía ser digno de alguien como él. Se arrojó en los brazos del pelinegro en un esfuerzo por decirle sin palabras que también lo amaba. Ikky le abrazó con fuerza, quizá él no era el mejor del mundo, quizá había cientos mejores que él en el mundo, pero nada ni nadie le haría más feliz de lo que él podría hacerlo.

Volvieron al departamento tomados de las manos. Al entrar, seguían riendo y sus manos continuaban entrelazadas.

Shun ya se encontraba en casa para esos momentos, el pequeño pelirrojo fingió no darse cuenta de nada y simplemente fue a refugiarse a la habitación que compartía con Shaka para darles privacidad.

-¿Crees que se haya dado cuenta? - dijo Ikky, Shaka simplemente se encogió de hombros, no le importaba si Shun se había dado cuenta o no, en ese momento no le importaba nada que no fuera estar junto a ese hermoso chico de aspecto algo salvaje.

La semana transcurrió ente la felicidad de la nueva pareja y sus intentos fallidos por ocultar el resto de los habitantes del departamento. Aquella mañana de viernes Shun se levantó un poco tarde, Shaina estaba lista para irse a trabajar, ambos rieron al ver como Ikky fingía leer el periódico después de haberle robado un beso a Shaka.

- ¿Viste? - dijo la chica pelirroja.

- Si, pero no les digas nada, ellos creen que todavía no sabemos nada. - dijo Shun sonriendo.

Como cada mañana, Ikky acompañó al colegio a Shun y Shaka, Shaina fue a trabajar y el mayor se dirigió al gimnasio a entrenar como todos los días, solo que, como desde  hacía untar de días, sonreía como jamás se le había visto sonreír, sus compañeros del gimnasio estaban de lo más extrañados por la nueva actitud del siempre hosco Ikky.

Ikky se dirigió al vestidor como cada mañana, se sorprendió enormemente al encontrarse ahí con Seiya "Pegaso" Tamiya, un buen amigo y anterior contrincante por el título que ahora él ostentaba.

-¡Ikky, mi amigo!- le dijo Seiya sonriendo, no se veía muy bien.

- ¡Seiya! - dijo Ikky con una sonrisa tan grande como la de su amigo. - Pero ¿qué haces aquí? Se suponía que dejabas esto y volvías a la escuela.

- Si... ese era el plan, pero ya sabes, uno pone, Dios dispone y llega un maldito bruto que choca con tu autobús y todo se descompone. - dijo Seiya con lágrimas asomándose en sus ojos color chocolate.

- ¿Qué pasó?

- Seika... mi hermana murió... y yo me he quedado solo con Shiryu, y él, él está ciego de por vida. - dijo Seiya sin poder reprimir más ese llanto que llevaba meses atenazándole el pecho y que no había podido dejar salir frente a nadie. - Mi hermanita esta muerta y mi hermano mayor ha quedado ciego para siempre, no es que yo deseara volver, he tenido que hacerlo, debemos un montón de dinero todavía de las cuentas del hospital de Seika y Shiryu.

- Hablaré con Guilty, él te conseguirá una buena pelea y verás que pronto pagas tus deudas.

- Nos hemos quedado sin nada... no tenemos en que caernos muertos. - dijo Seiya con una sonrisa irónica en los labios.

- Vamos pony, esto no te vencerá, ni a ti ni a esa lagartija de pacotilla que es tu hermano.

- Tienes razón... sí no se dejó vencer en el ring no se dejará vencer por esa maldita ceguera; además el médico ha dicho que con una operación él podrá volver a ver. - dijo Seiya recobrando el ánimo.

- En ese caso, viejo tienes que entrenarte y bajar de peso, la vida escolar te ha puesto gordo.

- ¡JA! Te crees mucho porque ya eres campeón welter, pero ya verás, en cuanto este listo te voy a quitar ese cinturón.

- Eso habrá que verlo, burrito. - dijo Ikky en tono de cariñosa burla. Aquella mañana entrenaron juntos, Seiya estaba más animado y cuando Ikky le propuso que lo acompañara a recoger a Shun y Shaka en el colegio, no puso objeción, necesitaba distraerse, hacía días que Shiryu no lo admitía en su presencia y eso le dolía. Además de que le pareció que sería divertido fastidiar un poco a Shun, el chico le agradaba, pero siempre se habían llevado de esa forma, no recordaba cuanto tiempo había pasado desde la última vez que se vieran, pero hacía un buen tiempo de aquello.

Arribaron al colegio a bordo del auto de Ikky, solo entonces fue que Seiya reparó en que el Fénix estaba mucho más hablador y amable que de costumbre. Bajaron del auto, esperaron muy cerca de la puerta a que aparecieran Shun  y Shaka.

No pasó desapercibido para Seiya que los ojos de Ikky brillaron de una manera muy especial cuando vio aparecer a esa belleza rubia que le saludó sonriendo mientras agitaba una mano diminuta y blanca como una paloma.  Detrás de ese espectacular rubio vio a un hermoso chico que más bien le pareció una aparición, era demasiado hermoso... demasiado perfecto para ser real.

- Allá vienen. - dijo Ikky con una enorme sonrisa de satisfacción.  Shaka llegó hasta ellos prácticamente corriendo, el rubio se rió al pensar que seguramente su madre y Kunti de haberlo visto le reprenderían, ese no era el mejor comportamiento para un efebo.

- Hola. - dijo el rubio, Seiya se impresionó, era muy hermoso, pero no tanto como el chico pelirrojo que venía directo hacia ellos con una sonrisa dulce dibujándose en esos perfectos labios.

- Hola Shaka, ¿qué tal tu día?- dijo Ikky tomando a mochila de los hombros del rubio.

- Te extrañé.- dijo el rubio bajito mientras un precioso sonrojo se apoderaba de sus perfectas mejillas. Seiya no podía apartar los ojos de la bellísima criatura pelirroja que estaba justo frente a él sonriéndole con ternura.

- Hola Seiya. - dijo el chico.

- ¿Tú me conoces?

- Pero claro que te conoce tonto, es Shun, ¿no lo reconoces?

- La verdad... no, esta muy cambiado. - dijo Seiya muy apenado y sin poder quitar sus ojos de Shun.

- Basta ya de tonterías y vamonos a casa, me muero de hambre. - dijo Ikky con una sonrisa. Los cuatro chicos  caminaron hasta el auto de Ikky y se acomodaron lo mejor que pudieron, Seiya fue adelante con Ikky mientras que los chicos se sentaron atrás. Seiya aún no se reponía de la impresión que le había causado volver a ver a Shun.

Cuando llegaron al departamento de los chicos, Shun y Shaka se encargaron de preparar algo para comer. Seiya estaba impresionado con Shun, hasta se había olvidado de sus intenciones de fastidiarlo como solía hacer cuando eran niños e iban juntos a ver los entrenamientos de sus hermanos mayores.

Se sentaron a la mesa entre risas y recuerdos de los viejos tiempos, Shaka estaba maravillado con las anécdotas que los chicos tenían de Ikky, cada una más graciosa que la anterior.

- ... Y entonces cuando el hombre aquel le dijo, "¿a quién le dices cara de perro?" Ikky simplemente gritó, "¡A usted!", lo pateó de nuevo y echó a correr con Shiryu. - dijo Seiya para luego reírse a carcajadas. - Shiryu y tú siempre fueron buenos amigos... - dijo Seiya. - Tal vez le haría bien hablar contigo. - dijo el castaño entristeciendo repentinamente.

- Cuando te lleve a casa hablaré con él. - dijo Ikky en tono consolador. Seiya lo miró con la esperanza dibujada en esos ojos cafés, Shun se preguntó ¿qué había sido del muchacho fastidioso y pendenciero que solía ser Seiya? Según parecía, había tenido que madurar de golpe. No sabía de lo sucedido con Seika, ni la razón por la que Seiya no la había mencionado ni una vez, solo había dicho que Shiryu y él vivían juntos de nuevo. Frenó su curiosidad creyendo que no sería correcto molestarle de esa forma pues sospechaba que había algo doloroso detrás del cambio en la personalidad de Seiya.

Ikky se encargó de llevar a Seiya de vuelta a casa, entraron en el algo desordenado departamento que los hermanos Tamiya compartían y entonces se escuchó una voz algo pastosa.

- ¿Quién demonios está ahí? ¿Seiya? ¿Con quién vienes? - no le tomó mucho a Ikky reconocer aquella voz, era Shiryu, el hermano mayor de Seiya y el que fuera su mejor amigo de la infancia. Lo vio salir de una de las habitaciones, su aspecto era francamente deplorable, sucio, con la larga cabellera negra despeinada,  sin afeitarse, una venda bastante maltratada y sucia le cubría los ojos. - ¿Quién es?

- Soy yo Shiryu, Ikky. - dijo el moreno con una serenidad aplastante. Shiryu giró el rostro hacia donde se encontraba Ikky, el gesto confundido pronto se torno en uno violento.

- ¡Lárgate de aquí! Nadie te ha pedido que vengas a burlarte de mi Fénix.

- No vine a burlarme, solo vine a saber de ti, eres mi amigo. -una amarga sonrisa se dibujó en los labios de Shiryu.

- ¿Tú y yo amigos? ¡No me hagas reír! - dijo Shiryu sarcástico. - ¿Te llamas mi amigo aún después de lo que sucedió entre nosotros Ikky? - dijo el pelinegro aproximándose con paso titubeante, era obvio su estado de ebriedad. - ¡Tú! ¡Tú maldito infeliz! - gritó escupiendo furia y rencor con cada palabra.

- Shiryu, siempre has sido mi amigo, tú lo sabes, aún después de aquello... - dijo Ikky bastante apenado.

- Ikky... - susurró el joven sintiéndose desfallecer de dolor. Se dejó caer en un sillón cercano, ya conocía a la perfección la disposición de los muebles en el pequeño y desordenado departamento. - Hemos sido solo un par de idiotas, he tenido que quedarme ciego para poder darme cuenta de ello. - Shiryu dejó escapar una risa un tanto extraña. Seiya se limitaba a contemplar la catarsis por la que atravesaba su hermano sin comprender, sin saber siquiera a que se refería. - Tú dijiste que siempre seríamos amigos... lo prometiste.

-  Y estoy aquí en honor a esa promesa. - dijo Ikky.

- Debí saberlo, eres tan leal como un maldito perro. - dijo Shiryu con una sonrisa algo cruel.

- Y tú sigues siendo tal desconfiado como un gato.

- ¡Ja! Eso es lo único que me ha mantenido vivo... ¿Qué quieres Fénix?

- No quiero nada, solo vine a saludar.

- ¿Y a comprobar que de verdad me quede ciego?

- Eso no es mi problema.

- Cierto. Somos amigos, no siameses. - ambos rieron con la antigua broma. Shiryu parecía más calmado, más él. Conversaron largo rato. Seiya recobró el buen ánimo al escuchar a su hermano reír de nuevo. Shiryu no había reído desde el accidente y eso le tenía preocupado. 

Seiya les dejó solos. Ikky se había sentado a unos centímetros de su viejo amigo.

- Hueles a sándalo. - dijo el pelinegro girando su rostro hacía Ikky. - ¿Alguien que conozca?

- No. Es amigo de Shun.

- Te siguen gustando los pequeños. - dijo Shiryu con una sonrisa. - Al menos esta vez no es de mi familia. - dijo Shiryu con ironía.

- Deja de recordar eso o me entraran ganas de golpearte por ser tan cabeza dura.

- Si, es cierto, fui un idiota... de haber sabido que las cosas iban a terminar como terminaron jamás te habría pedido que te alejaras de ella. - dijo Shiryu con tristeza.

- No tiene caso pensar en el pasado... además, ahora estamos bien, ¿no?

- Si, es cierto, amigo. - dijo Shiryu con una sonrisa sincera.

- Dime algo... ella, ¿sufrió?- dijo Ikky.

- No... murió instantáneamente, se sacrificó para que a Seiya no le pasara nada... los encontré abrazados... ella ya estaba muerta. - dijo Shiryu sin poder ocultar su tristeza.

- Lo lamento Shiryu, de verdad lo lamento; no sabes lo que hubiera dado por estar con ustedes en esos momentos.

- Lo sé, eres mi mejor amigo, a pesar de todas mis estupideces te preocupas por mí.

- Creo que es hora de irme, sabes que no me gusta que Shun esté solo en casa.

- Bien, dale saludos de mi parte.

- Lo haré, ¿me despides del burrito?

- Por supuesto. - dijo Shiryu riendo, se abrazaron como en los viejos tiempos, en un gesto rudo pero cariñoso, Ikky sonreía, estaba recuperando a su amigo, a su mejor amigo. Shiryu tenía otros pensamientos... ansiaba recuperarlo, al menos como amigo, era obvio que ya había alguien más en su vida y esta vez no iba a permitirse arruinar las cosas.


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