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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Capítulo VII

 

 

Si no vas a luchar por lo que amas,

Entonces no llores por lo que pierdes.

 

 

Ese martes en Seirin había sido el día más convulsionado del que Kagami tenga memoria.

Su salida de ayer con Kise por Shibuya, no había pasado tan inadvertida como ellos habrían querido y las numerosas fanáticas del modelo parecían estar en todas partes, pues sus fotografías publicadas en internet habían comenzado a aparecer desde esa misma tarde y al cabo de unas horas se habían esparcido como pólvora encendida por todas las redes sociales. Lo que cuestionó seriamente la información entregada en la página oficial de Kise, donde se desmentía toda la publicación de la revista Hanako.

Como les explicara Yui la tarde anterior, esa misma noche se publicó una declaración oficial donde se aclaraba que entre Ryouta Kise y Taiga Kagami no existía ninguna relación amorosa. Se reconocía que ambos jóvenes gozaban de una reciente amistad, dada principalmente por la práctica de un deporte común, ya que como la mayoría de las fanáticas del modelo sabían, Kise era un gran jugador de basketball. Además se aclaraba que ambos jóvenes vivían en sus respectivos hogares y se concluía con un llamado al periodismo serio y responsable.

Lamentablemente, toda esta intachable declaración ahora no parecía más que un chiste y había perdido completamente su peso, ya que esta mañana se había encendido la mecha del conflicto y diversos programas de farándula transmitían la información de la revista Hanako sumada a las numerosas fotografías dadas a conocer por las fans en contraria posición a lo que afirmaban los representantes del modelo.

El principal problema con estas últimas fotografías era que a diferencia de las primeras, éstas eran incuestionables. Ya no era posible alegar alteración del material gráfico o del contexto, ni mucho menos sostener que se trataba de una relación de simple amistad propiciada por el basketball: ambos jóvenes caminaban tomados de la mano por las calles de Shibuya. La relación amorosa entre ambos parecía más clara que nunca.

Si bien los medios de comunicación discutían en torno a la relación homosexual que parecía mantener el famoso modelo, en las redes sociales, el ambiente era diferente: Las fanáticas posteaban emocionadas lo que para ellas era la hermosa pareja del momento y la gran mayoría respaldaba las elecciones del modelo, destacando que lo más importante era su felicidad.

Como resultado, ahora la credibilidad del modelo y su equipo de trabajo estaba por el suelo y Kagami pareció sufrir los problemas de su momentánea fama.

Para él todo comenzó cuando encendió la TV esta mañana, principalmente para hacer algo de ruido dentro de su departamento mientras tomaba desayuno, pues desde la cocina americana donde se había sentado y tomaba una taza de café caliente, no alcanzaba a ver la pantalla, debido al ángulo en que ésta se encontraba. Pero al instante de escuchar su nombre junto al de Kise, se dirigió maquinalmente hasta el living y se dejó caer sobre el sillón con el entrecejo levantado, la boca ligeramente abierta y la mente completamente en blanco.

Eso era tan inesperado e irreal para él que aún no lo podía procesar del todo.

Hasta el hambre se le quitó en ese instante y no supo con exactitud cuánto tiempo permaneció sentado en la misma posición sin mover un solo músculo, como si de una estatua se tratara. Hasta que revivió del letargo en el que se sumergió al pensar que no tardaría en recibir la llamada de un histérico Kise. Y ahora en vez de mirar la TV expectante, permaneció inamovible mirando su celular, esperando la llamada del rubio que nunca llegó.

Habría permanecido todo el día mirando aquel objeto en espera de esa llamada, si no fuera porque se dio cuenta de lo tarde que era, así que Kagami sólo pudo ponerse de pie sin recuperarse aun del shock recibido y salir a toda carrera rumbo a la Preparatoria.

Al llegar finalmente a Seirin pudo darse cuenta que él no había sido el único en amanecer con semejante notición. De hecho, todo el mundo parecía saber y dar por hecho que él efectivamente salía con Ryouta Kise. Kagami se sintió incapaz de sostener el peso de las miradas de prácticamente todo el alumnado en su persona e hizo ingreso al colegio con la mirada baja y el ceño apretado en un claro gesto de molestia.

Pese a lo absurdo que resultaba todo esto para el pelirrojo, durante todo el día había tenido que soportar la mirada fija en su persona, fotografías, indirectas e incluso abiertas preguntas sobre su relación con el famoso modelo. Él había evadido todos estos acercamientos y durante todo el día había tratado de pasar lo más inadvertido posible, prácticamente escondiéndose en su propio colegio, evadiendo a sus propios compañeros e ignorando a sus propios amigos.

Ahora, terminando de ducharse luego del entrenamiento de la tarde, lo único que quería era regresar a su departamento y dejar de oír por un instante sobre Kise.

O tal vez lo que quería era dejar de pensar en él.

No habían vuelto a hablar desde la noche anterior en que el rubio se había marchado indignado de su departamento. En ese instante, no había tenido el valor para seguirlo, o simplemente no había querido hacerlo y ahora le extrañaba que Kise no lo hubiera llamado aún, debido a todo el revuelo que se había armado en la televisión nacional por aquellas fotos ¿Sería acaso que Kise no se había enterado? ¿Qué debía hacer él? ¿Debía ir a verlo?

Estaba confundido, no sabía lo que quería, ni sabía qué pensar del modelo.

Le parecía que sus sentimientos por Aomine eran innegables y por lo mismo no se explicaba por qué lo había besado. Un contacto que aún le hacía hormiguear los labios pero que lo volvía todo confuso. Hasta la insinuación de Kuroko ayer, al leer la publicación de la revista Hanako, se le hacía plausible: que todo esto no sea más que un plan de Kise para sacarle celos a Aomine.

Él no estaba acostumbrado a toda esta duda en su mente y corazón. Él se caracterizaba por ser alguien lúcido, con sus objetivos claros, con su corazón en paz. Pero ahora todo parecía ser un torbellino de emociones.

Kagami suspiró hondamente y cerró la llave de la regadera, caminando hacia los vestidores con una expresión perdida que nublaba su siempre intensa mirada rojiza.

—Kagami, ¿estás bien? —Hyuga apagó la regadera y miró de reojo a su titular de primer año con cierto grado de preocupación.

—Hn —Kagami le pasó por el lado, llevaba una toalla a la cintura y con otra más pequeña se secaba el cabello.

Los demás presentes en ese camarín, sólo miraron su atlética figura en silencio, conscientes de que la misma preocupación los invadía a todos. La duda de la tarde anterior no se había disipado y las preguntas no se habían aclarado. Por el contrario, ahora todo se volvía más confuso aún ¿Kagami de verdad salía con Kise? Pero si eso era verdad ¿Por qué se veía ahora tan… triste? ¿Y cómo estaba manejando toda la atención mediática que de la noche a la mañana cayó sobre él?

Hyuga entró a los vestidores también con una toalla colgada a las caderas, mirando directamente a Kagami que se había puesto el pantalón y ahora se amarraba las zapatillas y se ponía de pie para ponerse la camisa. Lo miró detenidamente, estudiando cada uno de sus movimientos. Kagami tenía una delicadeza especial, que contrastaba con tu aspecto tosco. Sus grandes manos pasaron los botones por los ojales con maestría, sin un solo movimiento torpe y se acomodó el cuello de la camisa con suavidad, dando un aspecto cuidado a su persona. El pelirrojo terminó de cambiarse y acomodó sus ropas sudadas en el bolso de entrenamiento, listo para salir.

Pero antes de que pudiera hacerlo, su capitán lo interrumpió.

—Kagami… Si tienes algún problema no dudes en contárnoslo —le sonrió sutil cuando el pelirrojo se volteó para verlo sorprendido—. Podemos ayudarte.

—Gracias, pero no tengo ningún problema —respondió seriamente cruzándose el bolso por los hombros y comenzado a caminar a la salida.

—¿Y a qué se debe entonces esa cara tan larga? —Izuki le cerró el paso.

—Yo… —dudó unos instantes— ¡Yo no tengo ninguna cara larga!

—¿Y es verdad que sales con Kise? —Koganei se le acercó por detrás y le preguntó con un toque de picardía en la voz.

—¡Senpai! —Kagami se dio la vuelta para verlo espantado.

—Creo que todos queremos saberlo, Kagami-kun —Kuroko lo miraba con seriedad, pero en su voz se detectaba la impaciencia por oír la respuesta.

—Es verdad ¡De aquí no te vas sin antes decírnoslo! —Izuki se unió al espontaneo juego que se había formado en el camarín llamado: molestemos a Kagami.

El pelirrojo frunció el ceño evidentemente molesto, pero evitó comentar al respecto y evadiendo la presencia de su superior en la puerta, salió del camarín con paso rápido y seguro. Sin embargo, fue alcanzado de inmediato por casi todo el equipo de titulares, quienes aún no parecían rendirse ante la curiosidad que sentían.

Caminaron junto a él haciéndole una pregunta tras otra, incansablemente. Pero él se negó a salir del mutismo en el que se encontraba y se limitó a seguir caminando decidido hacia la salida del gimnasio.

Su decisión y seguridad pareció tambalear de un momento a otro, al cruzar la puerta que daba a los jardines de la Preparatoria y encontrarse frente a frente con la alta y delgada figura de Kise. Y al verlo aparecer ahí, con su silueta enmarcada por los rayos del atardecer a sus espaldas, sacando destellos en sus cabellos dorados, le pareció estar viendo a una criatura tierna, preciosa y deslumbrante… Tanto, que permaneció inmóvil sin poder apartar la vista de él.

Kagami, recuperándose de la impresión inicial, caminó tres pasos en dirección al rubio que mantenía una expresión seria en su rostro siempre sonriente y le lanzaba una mirada distante. Sintió los murmullos de sus compañeros de equipo a sus espaldas, quienes se habían quedado inmóviles al constatar la presencia del modelo ahí y ahora daban por seguro aquel romance.

—Kise… —trató de preguntar algo, pero las palabras murieron en su garganta antes de salir de su boca.

Kise no se molestó en mirar al pelirrojo, caminó en dirección al peliceleste y le habló con voz calmada pero fría.

—Vine a hablar contigo, Kurokocchi.

—Está bien. Sígueme Kise-kun —el peliceleste caminó en dirección a los jardines de la escuela y fue seguido por el rubio.

Kagami tuvo que darse la vuelta para ver a los dos integrantes de la “Generación de los Milagros” alejarse con caminar tranquilo, pero firme. La duda que había sentido todo el día, ahora sólo se podía multiplicar ¿Qué había venido a hacer Kise aquí? ¿Por qué había ido a hablar con Kuroko? ¿Por qué no le había dicho nada a él? ¿Por qué lo había ignorado?

En ese instante, Kagami se dio cuenta que esa indiferencia del modelo, le había dolido más de lo que le habría gustado admitir y le demostró que su corazón no estaba tan dudoso como él creía… Más bien parecía estar muy convencido de lo que sentía por aquel rubio.

—Oye Kagami… ¿Qué significa esto? —Izuki se le acercó y le habló tomándolo del hombro con la vista fija en él.

—Si… ¿Por qué tu novio se fue con Kuroko? —Koganei preguntó mirando a los dos muchachos que segundos atrás se habían perdido de su vista.

—¡Él no es mi novio!

—¡Pero y las fotos! —Koganei exclamó levantando las manos.

—¡No lo sé!... No sé nada… todo es tan confuso, pero… él no es mi novio —admitió pasándose una mano por la cabeza con frustración.

Hyuga y Riko permanecieron en el umbral de la puerta mirando fijamente la actitud de la estrella del equipo, no comentaron nada al respecto, pero les pareció obvio que en esta última declaración del pelirrojo se escondía una pena de la que ni él mismo era completamente consciente.

Kagami se movió como por instinto, en busca de Kise y Kuroko, sin darse la molestia de responder a las preguntas que los miembros de su equipo aún seguían haciéndole. Llegó a la esquina del gimnasio donde habían doblado ambos chicos y pudo verlos de pie bajo un enorme árbol de cerezo, que debido a la estación del año, extendía sus verdes hojas como un paraguas arbóreo sobre las cabezas de los basquetbolistas. 

Permaneció inmóvil recostándose sobre la pared del gimnasio. No alcanzaba a oír lo que decían, sólo podía verlos mirándose cara a cara con expresiones calmadas, pero desafiantes. No tenía idea de lo que estaba pasando ahí, él creía que los dos chicos eran amigos, pero por la escena que contemplaba ahora, más bien parecían enemigos jurados.

 

Kuroko miró con seriedad a Kise por millonésima vez. Lo había llevado hasta allá, pero el rubio no había mencionado palabra alguna, sólo se limitaba a mirarlo fijamente con una expresión indescifrable en los ojos dorados, como si estuviera estudiándolo.

Cansado del silencio, lo encaró

—¿Qué quieres Kise-kun? —sólo recibió silencio de parte del rubio, por lo que volvió a hablar con voz monótona— La verdad es que me sorprendió esta visita… Imaginé que venías a buscar a Kagami-kun, ya que ahora salen juntos.

—¿Por qué me odias tanto Kurokocchi? —preguntó directamente.

El peliceleste no se sorprendió con la pregunta, endureció su mirada y le habló con molestia

—¿Y todavía me lo preguntas?

—¿Esto es por Aominecchi?

Kuroko lo miró con sus ojos celestes y fríos, pero decididos.

—Si todavía tienes dudas, entonces eres más tonto de lo que pareces.

—¡No puedo creer que me digas eso! A pesar de tener todas las razones para odiarte, yo siempre te he tratado con respeto y siempre te he considerado un amigo.

—¿Que tú tienes razones para odiarme? ¡Por favor! Tú llegaste de la nada y me quitaste a Aomine sin siquiera importarte que él salía conmigo ¿Y aun así me vienes a preguntar por qué te odio? Pues entérate, te odio desde el día en que llegaste a nuestras vidas para separarme de la única persona a la que verdaderamente amo —el peliceleste pareció perder la calma que siempre le acompañaba y elevó la voz, tanto que incluso Kagami, ubicado a metros de distancia, oyó claramente lo que dijo.

—¡Yo todo este tiempo creí que éramos amigos! —Kise lo miró incrédulo.

—Sólo te soportaba porque Akashi así lo exigió. Él no quería y no permitiría que el basketball de nuestro equipo se viera afectado… ¿No te das cuenta? Tú y yo nunca podremos ser amigos.

—Kurokocchi…

—Una vida entera me parece insuficiente para odiarte —pronunció cada palabra con una calma perfecta.

Kise no respondió, se sintió aturdido por la crueldad de sus palabras.

Desvió la mirada, se sentía incapaz de soportar la potente mirada celeste que lo miraba con odio… ahora lo sabía sin ninguna duda: Kuroko lo odiaba a muerte. Y él había sido tan ingenuo e infantil de pensar que ambos podían ser amigos a pesar de haber compartido por un año y siente meses al mismo hombre. Pero no lo podía evitar, él era así, lo quería todo perfecto: el colegio adecuado, el equipo más competitivo y victorioso, el novio perfecto, los amigos incondicionales. Lo anhelaba tanto… que se había negado a ver la evidente verdad.

Kise estaba tan impactado, que no sintió los fuertes pasos a sus espaldas que se encaminaban directo hacia él y sólo fue consciente de la llegada de alguien más hasta que sintió esa mano posarse en su cintura, se giró rápidamente para ver a Kagami mirando fijamente al otro miembro de Seirin. Kuroko sonrió sutilmente y relajó su expresión facial para mirar a su compañero de equipo.

—Hacen una pareja muy linda… se lo comentaré a Aomine-kun cuando lo vea —en su voz había un evidente tono de burla.

—¡Déjanos en paz! —Kagami habló firme.

Kuroko los miró de arriba abajo a ambos con una frívola mirada de apatía y se marchó, dejándolos solos e inmóviles con las miradas fijas en un punto distante en el horizonte.  

—¡Suéltame! —Kise se alejó del agarre del pelirrojo— ¿Por qué estás aquí? Yo no necesito que tú me defiendas.

—Yo… —Kagami parpadeó sorprendido.

—¡Estoy harto que todo el mundo crea que soy débil! —Kise no parecía hablar directamente de él, más bien parecía estar hablando en general.

—Yo no creo eso Kise. Es sólo que me sorprendió la actitud de Kuroko… Yo no sabía que…

—¿Qué él se acostaba con Aomine? —Kise habló sin mirarlo, dejando que su mirada se perdiera en los rayos del sol que comenzaba a esconderse entre los edificios— Pues sí, esa es la verdad. Por eso él y yo terminamos.

Kagami lo miró en silencio: había una rabia y una tristeza palpable en el tono de su voz. Ahora entendía muchas cosas. Para empezar, ahora entendía la hostilidad en los comentarios de Kuroko cada vez que hablaba del rubio. Pero también pudo entender por qué Aomine y Kise habían terminado y al ver el dolor en su rostro ahora, comprendió que aunque su relación haya concluido, los sentimientos de Kise hacia Aomine seguían intactos.

Y esta constatación le causó dolor.

Kise se pasó ambas manos por el cabello y se despejó la frente para volver a fijar su atención en él. Su rostro se veía cansado y sus ojos estaban cristalinos y enrojecidos, probablemente conteniendo las lágrimas.

—Kagamicchi… yo… lo siento. Nunca quise causarte problemas, pero tal parece que eso es lo único que traigo… Yo no sé qué hacer, con todo esto, con lo que está saliendo en televisión. Pero de alguna manera lo voy a solucionar —el rubio se acomodó el bolso en el hombro y comenzó a caminar hacia la salida.

—¡Kise espera! —le gritó para detenerlo, pero sus palabras fueron infructuosas.

—Adiós Kagamicchi.

 

*          *          *

 

Satsuki se acercó con cautela al cuerpo del moreno que descansaba de espaldas en el duro suelo de la azotea de la Preparatoria Touou. Sus brazos cruzados debajo de la cabeza le servían de almohada y su mirada azulina estaba fija en el cielo que a esa hora era cubierto por solitarias, blancas y esponjosas nubes.

—Te saltaste los entrenamientos otra vez Dai-chan ¿Cuándo va a ser el día en que te dediques seriamente al basketball?

Silencio e inmovilidad.

Satsuki pestañeó un par de veces viendo que su estrategia había sido completamente infructuosa. El moreno parecía estar tan absorto del mundo que no le dirigió la palabra ni siquiera para recordarle, como hacía siempre, lo molesta que le resultaba su insistencia. Parecía ser que Aomine se encontraba perdido en los abismos sin fondo de la nostalgia.

Ella había visto desde la mañana las imágenes y las noticias sobre Kise. Había monitoreado a cada instante a su amigo, buscando algún indicio que le dejara ver su reacción, la que le resultaba completamente imprevisible. Había presumido ver una expresión de ira incontenible en su rostro, oír el amargo toque de indignación en su voz e incluso vislumbrar la sed de venganza en su mirada. Pero Daiki parecía estar todo, menos enojado. Por el contrario, parecía verse melancólico.

—¿Te sientes bien? —volvió a insistir pero nuevamente no obtuvo respuesta.

Esta vez, al borde de la desesperación y la impotencia, Satsuki se sentó delicadamente cerca de la cabeza del moreno, sus piernas estaban dobladas hacia el costado derecho y acarició con suavidad los cabellos de su amigo. Su mirada adquirió una expresión de ternura que sólo guardaba para él.

—No me hagas esto Dai-chan ¡Háblame! ¿Si yo no puedo escucharte, quién más lo hará?

El cargado tinte de súplica que adquirieron sus palabras pareció conmover por fin al estático y distante muchacho, quien ladeando levemente el cuello para fijar su mirada en ella, le respondió con voz grave y monótona.

—Todo este tiempo he sido un tonto… ¿Por qué creí en sus palabras? ¿Cómo pude creerle si yo mismo soy testigo de alcance de sus mentiras?

—¿De qué estás hablando? —la chica lo miró confusa, parecía que el tema de conversación fuera un enigma para ella, algo que escapaba a su aguda comprensión.

—De Kise… por supuesto que de Kise… Todo se relaciona con él. Todo tiene que ver con él.

Los ojos de Satsuki se achicaron tratando de comprender las palabras del otro.

—Yo lo he visto mentirle en la cara a su familia, con esa expresión inocente en el rostro sonriente, diciéndoles “sólo somos amigos”… Y por supuesto, ellas le creyeron ¡Hasta yo le creí sus mentiras! Ahora la verdad es más que obvia… Él sale con Kagami.

—Dai-chan… Yo no sé qué pensar. Por una parte veo la televisión y todo lo que sale ahí me parece completamente real… Pero me cuesta creerlo de Ki-chan.

—¡Tú no lo conoces realmente! Nadie lo conoce como yo… Su retorcida infantilidad… Su vengativa inocencia.

Ella arrugó el ceño sin comprender las palabras del chico, sintió que divagaba, como si se encontrara en un estado próximo a la locura, describiendo a una persona que sólo existía en su imaginación, porque claramente esa descripción no se correspondía con el Kise que ella conocía.

—Se enredó con Kagami para provocarme… Eso es seguro.

Satusuki ya había oído demasiado y decidió intervenir. Habló con autoridad en su voz calmada.

—Tal vez llegó el momento en que ustedes se digan adiós… Antes de que terminen destruyéndose mutuamente.

—¡No! —Aomine se incorporó de golpe, sobresaltando a la pelirrosa.

—Pero… tú mismo lo dijiste… que nunca más volverías a ver a Ki-chan.

—¡Eso no fue más que una mentira!... una mentira a mí mismo.

—Dai-chan… —susurró preocupada.

Éste se puso de pie haciendo caso omiso a las palabras de la pelirrosa y recogiendo sus cosas, se alejó caminando tambaleante hacia la salida. Parecía encontrarse en un estado casi febril, producto de una incertidumbre que le carcomía el alma ¿Kise mentía? ¿Kise le había mentido a él? ¿Sus palabras, su amor, todo había sido una mentira?

Todo este tiempo él había sido inconsciente de la fuerza que le daba ese amor. Era como si el amor de Kise fuera lo único cierto y tangible en su vida. Pero incluso ahora, cuando se sentía como una hoja suelta en el viento, sin rumbo ni destino, era incapaz de comprender cuándo significaba para él el sólo recuerdo del rubio.

No lo quería admitir abiertamente, pero se sentía confundido y herido. Ayer mismo había visto que Kise había cambiado el retrato de ambos, evidenciando con claridad que el rubio ya no pensaba en él y que pretendía borrarlo completamente de su vida ¡Y ahora esas fotos! Esas fotos que parecían mostrar una verdad innegable.

Parecía más obvio que nunca que Kise había decidido reemplazarlo por Kagami y al ser consciente de esto se dio cuenta, tal vez demasiado tarde, que para él era algo imposible de aceptar.

Caminando sin ningún cuidado, pero con una meta firmemente fija en su mente reflejada en la fuerza de su mirada, llegó al departamento de Kise.

Dudó unos segundos antes de decidirse a tocar el timbre. Era consciente que con todo el revuelo generado ahora por la noticia de una relación amorosa entre el modelo y el joven deportista, lo más probable era que Yui se encontrara ahora junto a su hermano. No tenía ganas de discutir con la rubia, los encuentros con ella siempre eran difíciles y agotadores y además, él quería conversar en privado con Kise, lo que con la presencia de la chica ahí sería virtualmente imposible.

Sin embargo, su necesidad de una explicación era mayor a cualquier duda que pudiera tener.

Tocó el timbre una vez. Esperó lo que le parecieron minutos de agonía sin sentir ni la más mínima respuesta al otro lado de la puerta e insistió impacientemente, ejerciendo presión con el dedo índice sobre el botón del timbre por varios segundos, hasta sentir los acelerados pasos dentro del departamento.

La puerta fue abierta hasta atrás en un movimiento rápido y desprevenido que reveló a los ojos de Aomine toda la esbelta figura del rubio. Él lo repasó con la mirada en segundos, detallando sus pies descalzos, sus largas y delgadas piernas desnudas hasta las rodillas, desde donde eran cubiertas por un short blanco holgado, muy parecido a los que usaba en los entrenamientos, y su camiseta verde agua sin mangas dejaba al descubierto los contorneados músculos de sus hombros y bíceps.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó hoscamente.

Fue en ese instante, cuando Aomine dirigió sus ojos al rostro níveo del rubio, y recién ahí notó el gesto de dolor que compungía su faz. Sus ojos dorados se veían acuosos y a pesar de lo fuerte de su mirada y sus palabras, se veía indefenso.

—Lo mínimo que merezco es una explicación.

Las palabras y la expresión suelta del moreno ingresando al living, no le dejaron ver a Kise lo afectado que se sentía. Tanto por la abrupta noticia del amorío de su casi novio, como por verlo ahora así de frágil.

—Que tú quieres, ¿qué? —Kise lo siguió hasta el living mirándolo con incredulidad.

—Todo este tiempo has estado saliendo con Kagami —Aomine se giró abruptamente, sobresaltando al anfitrión—, y ayer pudiste mentirme en mi cara sin siquiera arrugarte para ello.

—Yo no… —empezó a hablar, pero sus palabras fueron cortadas por el grito del otro muchacho.

—¡Mientes! Lo único que haces es mentir.

Kise abrió los ojos con sorpresa. No entendía lo que realmente estaba pasando y francamente le resultaba increíble de creer. Tal vez Aomine finalmente se había vuelto irremediablemente loco, de otro modo no se explicaba cómo tenía la osadía de irrumpir en su casa a decirle todo eso.

—Yo he sido testigo todo este tiempo de tus mentiras… He visto la facilidad con que le mientes a tu familia completa —Aomine continuó.

Kise sacudió la cabeza consternado ante la situación. Aunque deliberadamente evitó decirle la verdad con respecto a Kagami y gritó indignado.

—¡Ya cállate!... Cómo tienes cara para decirme algo así… Tú que sólo me engañaste durante todo el tiempo que estuvimos juntos ¿Y aun así te crees con derecho a reclamarme?

—Yo nunca te mentí Kise… Tú siempre supiste que yo mantenía relaciones con otras personas.

—¿Y crees que eso te excusa?

—¡No vine aquí para hablar de mí! Vine aquí para escuchar la verdad… ¿Estás saliendo con Kagami? —en su pregunta había algo de súplica.

Kise desvió la mirada y guardó silencio. Se sentía tan confundido con el actuar de Aomine, como si no supiera qué esperar de él. Su reacción había sido completamente inesperada, pero a la vez le parecía que en sus reclamos sólo había frases previstas y maqueteadas, sin un ápice de sinceridad.

¿Por qué esa desesperación ahora por saber de él? ¿Por qué lo buscaba con tanta insistencia? ¿Cuándo empezó a interesarse por lo que él hacía? Aomine nunca había sido así mientras fueron novios, parecía no prestarle atención, no interesarse en él en lo más mínimo ¿Por qué tanta insistencia ahora?

Kise pensó que lo más probable era que toda su exagerada reacción se debía a que se sentía intimidado por Kagami, por ese chico pelirrojo que no sólo era su más fuerte rival en el basketball sino ahora también en el amor. Estaba seguro que los claros celos que demostraba el moreno, no se debían más que a su orgullo herido.

Se dirigió con pasos gráciles hasta el amplio sillón con forma de L y se dejó caer con suavidad, llevando la cabeza hacia atrás y dejando a la vista su largo cuello níveo. Aomine tuvo que reconocer que en sus movimientos había cierta cualidad felina y sensual, y que la indiferencia que le mostraba le resultaba la más exquisita de las invitaciones.

Se acercó a él y se dejó caer con una pierna arrollada sobre el sillón, mirando fijamente el perfil del rubio que tenía la mirada dorada inmutable, fija hacia el frente.

—¿Estás saliendo o no con Kagami? —volvió a preguntar.

Esta pregunta pareció indignar al rubio que luchaba por mantenerse sereno, pues se giró para mirarlo con desprecio y responderle con voz fría y cortante.

—¡Ya basta! ¿Qué es lo que viniste a hacer aquí?

—¿Es que aún no te das cuenta? —susurró con voz ronca acercándosele más.

Kise lo recorrió con la mirada. El moreno se veía serio. Había un toque de vanidad en su mirada azul profunda, seria e imperturbable. Pero de un momento a otro, sus labios se estiraron formando una sonrisa y su rostro adquirió una expresión arrogante. Kise llevó su mirada a aquellos labios burlones donde siempre parecía haber una promesa de felicidad eterna escondida y sintió repulsión.

Repulsión de sí mismo por su debilidad… por caer siempre atrapado en las falsas promesas de esos labios.  

Desvió la mirada y trató de ponerse de pie, pero su cuerpo fue sostenido con fuerza y en el abrupto jalón, cayó de espaldas en el sillón con el peso del cuerpo de Aomine, que se dejaba caer sobre él, aprisionándolo. Le puso una mano en el pecho y lo empujó con todas sus fuerzas, logrando levantarlo por unos segundos, pero el moreno lo tomó por la muñeca y le inmovilizó ambas manos por sobre la cabeza. Kise se removió bajo el cuerpo del más alto, tratando en vano de liberarse, mientras veía con temor que Aomine acortaba la distancia entre ambos, rozándole con la suave nariz el rostro y acariciándole la piel con su cálido aliento.

—¡Para!... No… ¡Detente! —pidió enfadado.

El rubio ladeo el rostro hacia la izquierda evitando el contacto con Aomine, pero este gesto sólo logró dejar expuesto el cuello, donde el moreno hundió la cabeza y se dedicó a aspirar su aroma. Kise había temido que el otro lo besara, lo temía por cuanto dudaba de su fuerza de voluntad para rechazarlo. Pero en lugar de un beso, Aomine sólo le había mostrado una sutil y delicada caricia. Gesto que descolocó aún más al rubio.

—¿Por qué insistes en usar ese shampoo de miel? —preguntó con el rostro aún escondido en el cuello del rubio.   

—Porque me cuida adecuadamente el cabell… ¡¿Qué rayos te pasa?! ¿Por qué me haces estas preguntas tan ridículas?

—Me encanta ese olor… me encanta tú olor —Aomine alzó la cabeza para mirarlo sonriente, directamente a los ojos—. Me recuerda a sol y dulzura… exacto como tú…

—Eres un maldito pervertido —susurró descolocado por las palabras del moreno.

El aludido bajó su mirada directo a los labios entreabiertos de Kise y acercó lentamente su boca a ellos. Los acarició primero, reconociendo nuevamente la boca ajena que ahora le parecía que hace siglos no probaba, para luego adentrarse a explorar con movimientos lentos de su lengua, toda la caliente cavidad oral del rubio. Soltó el agarre que mantenía en sus muñecas para tomarle la cabeza con firmeza, pero al segundo de hacerlo se arrepintió: Kise puso ambas manos en sus hombros y lo alejó de sus labios, rompiendo el beso.

—Quítate… —exigió mirándolo con una expresión que a Aomine le pareció ilegible.

Pero éste, volvió a besarlo nuevamente, con mayor pasión esta vez. Succionando y recorriendo con fuerza los labios contrarios y exigiendo con el ímpetu de su beso, que el deseo de devorarse en medio de ese contacto sea mutuo. Pero Kise volvió a apartarse.

—¡Para! —pidió ladeando la cabeza y alejando lo más posible su boca de la del moreno.

Aomine, incapaz de detenerse aun cuando el otro muchacho así lo exigiera, pues se sentía perdido nuevamente en el elixir de esos labios que había olvidado, dirigió su boca a la delicada y blanca piel del cuello del rubio. Lo besó suavemente un par de veces, para morderlo con suavidad después, haciendo que los labios de Kise dejaran escapar un gemido largo y grave.

—¿En serio quieres que pare? —preguntó con los labios aun rozándole la piel.

Silencio.

—Respóndeme Kise… ¿Quieres que pare?

—No… —admitió en un susurró.

Y como si esta renuencia a alejarlo hubiera sido la última traba de su consciencia, Kise se entregó completamente a las sensaciones que le provocaba el moreno. Recorrió con sus manos los masculinos y anchos hombros de Aomine y se abrazó a su cuello, ahora él buscando la boca contraria.

—¿Estás saliendo con Kagami o no? —Aomine rompió el beso, pero le susurró con sus labios posados aún sobre los de Kise.

—¡No! —respondió volviéndolo a besar.

Aomine ya no necesitó más respuestas, se apoyó en su antebrazo izquierdo para no aplastar al rubio y la mano derecha la introdujo bajo su camiseta, acariciando la suave piel de su costado, delineándole con la palma abierta las caderas y la cintura estrecha. Esta acción pareció provocar una sensación demasiado intensa en Kise, quien como respuesta, arqueó la espalda haciendo que ambos vientres chocaran y dejó que sus labios liberaran un gemido grave que murió en la boca del moreno.

Su cuerpo se movió instintivamente, abriendo una pierna para dejar que el moreno se acomodara entre ellas y éste reaccionó a su vez, moviendo con suavidad y lentitud las caderas para rozar la entrepierna del rubio. Kise se sobresaltó de pronto, al sentir el contacto de un objeto duro que vibraba contra la parte interior de su muslo.

—Hay algo que te vibra —comentó divertido rompiendo el beso, mientras que Aomine rio bajo y le mordió sensualmente la comisura de los labios

—Es mi teléfono, tonto.

—¿No vas a contestar?

—No es importante —el moreno no paró de repartirle suaves besos en el mentón y la mandíbula.

—¿Cómo sabes que no es importante si ni has visto de quién es la llamada?

—Porque no hay nadie más importante que tú —Aomine alzó la cabeza y lo miró seriamente a los ojos.

Kise sólo pudo sonreír con sus palabras, le acarició el rostro con ambas manos y levantó la cabeza para unir sus bocas nuevamente. Aomine como un gesto simbólico, sacó el celular del bolsillo delantero de su pantalón y lo arrojó lejos, haciendo que éste revotara en la alfombra y se volvió a perder en la suave y dulce boca de su rubio… De su sol.

Kise volvió a gemir bajo su cuerpo y hundió los dedos en su espalda a través de la tela de la camisa. Aomine se quejó en respuesta y usando ambas manos, le sacó la camiseta y en un movimiento arrebatado la tiró lejos, al igual que hiciera antes con su propio teléfono.

—No… ¿Qué… haces? —Kise moduló apenas, con la boca contraria sobre la suya.

—Kise… quiero hacerte el amor.

—¡Estás loco! —el rubio se separó abruptamente de la boca del otro— Yui llegará en cualquier momento.

Aomine puso los ojos en blanco y dejó escapar un suspiro de su boca. A regañadientes se levantó del sillón, dejando al rubio en libertad de movimiento. Éste se puso de pie y caminó hacia su camiseta con la intensión de vestirse, pero antes de llegar a ella fue atrapado por los brazos de Aomine que se cerraron sobre su pecho. Kise lo sintió abrazarse a su torso desnudo y besarlo en el cuello, así que ladeó la cabeza dejándose besar.

Llevó la mirada hacia los grandes ventanales que, debido a que afuera ya había anochecido, reflejaban las altas figuras de ambos como si de un espejo se tratara. Sonrió tímidamente y alzó las manos para aferrarse con ellas a los brazos de Aomine, cerrando los ojos y entregándose completamente a él… Otra vez.

Kise lo supo en ese instante: cualquier amor que pudiera llegar a experimentar algún día, sería sólo un pálido reflejo de su amor por Aomine.

—Creo que debo ir al baño… —el moreno suspiró hondamente en su cuello— No creo estar “presentable” para cuando llegue tu hermana.

Kise rio con su comentario, entendiendo claramente a lo que se refería Aomine. Recogió su camiseta justo en el momento en que éste se adentraba por el pasillo y le lanzaba una sonrisa a la distancia para perderse de su vista. Estaba vistiéndose nuevamente cuando sintió el teléfono vibrar en el piso y sólo hasta ese momento reparó en su existencia.

Lo recogió y lo desbloqueó en un instante, él conocía a la perfección el patrón que usaba Aomine en su Smartphone, así que supo de inmediato que tenía un mensaje vía WhatsApp. Seleccionó el ícono y el mensaje se abrió, era de Kuroko.

Anoche lo pasé muy bien, Aomine-kun. Estaré encantado de repetirlo todas las veces que quieras.

Kise sintió que su estómago se encogía y su pulso se aceleraba peligrosamente. Dejó caer ambas manos a su costado y apretó el celular con fuerza ¿Cómo había podido ser tan tonto? ¿Por qué había pensado que esta vez las cosas serían diferentes? ¿Por qué volvía a tropezar una y otra vez con la misma piedra? ¿Por qué no aprendía nunca la lección?

Aomine regresó al living y lo encontró cabizbajo, dándole la espalda y con el cuerpo temblando levemente. Se preocupó al instante y se acercó a él a la carrera, pero antes de poder tocarlo, la pregunta de Kise lo inmovilizó.

—¿Anoche estuviste con Kuroko?

Aomine arrugó el ceño y ladeó la cabeza a la expectativa, dirigió su mirada seria a la mano derecha del rubio, donde aún sostenía su teléfono. No estaba seguro de qué era lo que había visto o leído Kise, pero era claro que se había molestado.

—¡Respóndeme! ¿Anoche estuviste con Kuroko? —preguntó dándose la vuelta, dejando ver sus ojos cristalinos por las lágrimas.

—No es lo que crees, Kise —le respondió con palabras medidas—. Sólo estuvimos conversando ¡Te lo juro!

Kise negó con la cabeza y cerró los ojos, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Su labio inferior temblaba visiblemente al igual que sus manos.

—¿Por qué? ¿Por qué termino creyendo siempre en tus mentiras? —preguntó para sí mismo.

—Kise escúchame… ¡No es lo que estás pensando!

—¡Cállate! ¡No quiero escucharte más! ¡No quiero verte más! —le arrojó el teléfono al cuerpo con fuerza y Aomine lo atrapó antes de que callera al suelo— Lárgate de mi casa ¡Lárgate!

—¡No hagas esto Kise! Tienes que creerme —pidió en una súplica.

—Cuando llegaste me pediste que te dijera la verdad, esta es la verdad: No tengo claro lo que siento por ti. Por más que he intentado olvidarte, aun no lo consigo. Tu amor fue una llama que dejó cicatrices en mi corazón… Pero si de una cosa estoy seguro, es que yo ya no quiero nada contigo Aomine y te voy a olvidar aunque sea lo último que haga en la vida.

Aomine no respondió. Nunca pensó que le dolería tanto oír su nombre normalmente pronunciado en esos labios. Nunca pensó que las cosas podrían cambiar tanto de un momento a otro. Estaban tan cerca, ya había dado por hecho la reconciliación ¡Hasta había decido cambiar por Kise! Se había dado cuenta que él era al único a quien amaba y que no necesitaba de nadie más que de él… Y ahora todo se había derrumbado.

—¡Lárgate! —Kise empujó el cuerpo del moreno con todas sus fuerzas— ¡No quiero volver a verte!

El rostro de Aomine se retorció en una expresión de dolor y dejó que el rubio lo guiara a empujones hasta la puerta. Trató que acariciar nuevamente las manos de Kise que hacían presión sobre su pecho, pero éste esquivó su tacto y con un último empujón lo sacó fuera del departamento.

Kise cerró la puerta con todas sus fuerzas, logrando que ésta se azotara en el marco. Golpeó con ambas manos la fría superficie, apoyando la frente en ella y dejó que su cuerpo se deslizara hasta el suelo, llorando… Sin saber que al otro lado de aquel trozo de madera, Aomine hacía lo mismo.

 

 

Notas finales:

Besos!!!


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