Kuran se sentía realmente mal. Supo que no le ganaría a su nuevo enemigo en tal estado por lo que tomó una decisión terminante.
Levantó su mano y con el poder que le quedaba hizo lo único que se le ocurrió.
Ciel abrió la boca para emitir su orden final a Sebastian cuando la casa comenzó a temblar. La mampostería comenzó a despegarse del techo y la araña a revolotear. Después vinieron los ruidos de cosas tintineando.
¡Bo chan! Debemos salir de aquí—le dijo su mayordomo y sin darle tiempo a replicar lo levantó en andas. El joven amo estaba algo aturdido primero pero luego, al ver como su presa se escapaba entre el polvo y el ruido estiró una mano deseosa de atraparlo hacia él y gritó un “¡No!” lleno de furia.
Por su parte Seto cuando todo comenzó a venirse abajo tomó al rubio en sus brazos que sostenía una débil respiración y lo sacó por la misma ventana por la que entrara a la mansión, siendo escoltado por el peliplateado claro.
Cuando estuvieron a unos metros de la casa una figura se atravesó en su camino.
Era el vampiro que tenaz los había perseguido.
No pienses que te dejaré llevarte algo que es mío. Lo necesito—dijo el ojos borgoña al ojiazulado levantando una mano hacia él amenazándolo con ese simple acto.
¡Y no pienses que yo te dejaré salir vivo de aquí!—dijo el cazador al lado de Seto con su arma apuntando a la cabeza del vampiro.
¡Si piensas usar eso más vale que lo hagas ahora o lo lamentarás!—dijo Kaname lleno de enojo y Kiryu decidido le disparó.
Pero justo en ese preciso momento el destino quiso que el castaño de ojos rojos se desmayara haciendo que la trayectoria de la bala le pasara por encima por milímetros.
Kaiba siguió adelante pasando por al lado de la inconsciente amenaza mirándole con desconfianza. Cree que el pelo plateado va a darle el tiro de gracia pero al no oírlo después de varios pasos volteó a ver que pasaba.
Zero estaba parado al lado de Kaname con una mirada pensativa.
¿Qué pasa? ¿Por qué…?—preguntó el millonario.
Los ojos amatistas le miraron un momento antes de responder—Voy a llevarlo con nosotros—
¿Qué?—preguntó el incrédulo empresario. Después de todo lo vivido iba a llevarse al tan peligroso predador con ellos--¿No te das cuenta? ¡Esos tipos van tras él! Si lo eliminamos nos dejarán en paz—aseguró.
No estoy seguro de ello—dijo el cazador.
De lo que yo no estoy seguro es de si eres estúpido o loco. ¡Hasta un idiota vería que ellos solo lo siguen a él. Si nos libramos…--dijo Seto pero el otro le cortó.
Ese demonio es más peligroso que este vampiro. Por lo menos yo estoy seguro de poder con este y sé sus debilidades. En cambio ese Sebastian… hay que eliminarlo. No debemos dejar que prevalezca una bestia así—dijo el joven Kiryu.
¡Puedes hacer lo que quieras!—dijo Seto cansado de discutir y ansioso de irse pues esos malditos ingleses se podían aparecer en cualquier momento—Pero ese pensamiento tuyo me parece muy peligroso—
¿Estás alejándote de la ciudad?—preguntó el castaño consciente.
¡Así es! Ellos conocen la casa Wheeler. Debemos ir a un lugar del que no sepan—dijo el peliplateado.
¿Quién crees que eres para decidir eso por mí? ¿Ni siquiera ibas a avisarme? ¡Tú…!—dijo enfadado Seto.
¡Escucha idiota! ¡Nuestras vidas están en peligro y tomaré todas las medidas que hagan falta para protegernos y acabar con ellos! Si estás en desacuerdo—dijo el ojiamatista parando el coche—puedes bajarte ahora mismo y regresar a tu vida normal en donde puedes estar seguro que te hallarán—
¡Maldita sea!—gritó el desaforado ojiazul.
¡Bo chan!—dijo su sirviente sintiéndose un tantito mal por si mismo.
¡Tú no te atrevas a hablar!—le gritó su pequeño jefe.
¡Hai, bo-chan!—respondió su compungido mayordomo.
¿Cómo rayos te atreviste?—preguntó enérgicamente el menor con su puño en alto.
No era posible que saliera con vida de ahí—le respondió Sebastian.
No era necesario. Lo único determinante era llevar a cabo mi venganza—le respondió el otro con su mirada furiosa que de pronto se relajó y al segundo el más alto estuvo a sus espaldas.
No se preocupe, bo-chan. Llevará a cabo su venganza y yo podré consumirle por entero—le dijo al oído Michaellis.
Espero que estés en lo cierto—le dijo el otro sin voltear y con mirada adusta miró la habitación de su casa de campo, en las afueras de Ildegarden, a varios kilómetros de distancia de la casa destruída.
Era un dormitorio amplio. Enteramente hecho en cálida madera de cedro con muebles a tono, combinando con lo agreste del entorno. Las telas de las cortinas y del dosel eran blancas. El edredón sobre la cama, canela.
Sebastian se dedicó a sacar la ropa a su amo quien le dejó hacer. Una vez estuvo desnudo le colocó una bata celeste y le acompañó al baño donde lo despojó de esta y le ayudó a meterse en la tina.
Le observó atentamente mientras se bañaba hasta que como estaba previsto… el joven Phantomhive dijo a su empleado mientras estiraba su mano con la esponja que usara para pasar por la blanca piel de sus piernas con detallismo—¡Enjabóname la espalda!—
Sebastian Michaellis sonrió hasta que sus ojos se volvieron ranuras.