ra una casa de campo azul y blanca, tenía una planta alta y d
E os habitaciones. En una de ellas descansaba el rubio de gran abolengo. En la otra el vampiro quien estaba amarrado y rodeado de ciertos objetos de oscura apariencia. En el living se sentaron Zero y Seto. No por mutuo acuerdo y no con una feliz convivencia.
Kaiba miraba torcidamente al otro mientras soplaba su café y Kiryu pretendía no darse cuenta mientras miraba que las ventanas fueran seguras.
No creo que los vidrios aguanten tanto así que no te preocupes de revisarlos. Si esos tipos vienen por nosotros, ellos pasaran limpiamente—dijo el castaño.
Cuanto susto tienes—le dijo en contestación el cazador.
No es susto. Tu y yo sabemos que esos tipos podrían atravesar la pared si quisieran—dijo el ojos azules.
Joseph despertaba en ese instante con cierto desconcierto. Tenía vagos recuerdos, todos revueltos, de lo ocurrido y se sentía débil y magullado y se levantó dándose cuenta de que sus gafas se le habían caído. Las buscó hallándolas en la mesita ratona del dormitorio y recorrió con la mirada la habitación no logrando reconocerla.
¿Estaría en aquella casa?
De inmediato. Fruto de la inquietud que le embargaba salió de la habitación pero no se dirigió hacia las escaleras de inmediato pues viendo que en el pasillo había otra puerta probablemente a otra habitación la abrió para atisbar dentro.
Lo que halló dentro lo dejó pasmado.
Un hombre al cual no conocía pero que a la vez hallaba conocido de alguna forma estaba atado a una cama y rodeado de espantosos símbolos que se le hacían semejantes a los pentagramas utilizados por los brujos.
Iba a irse de ahí algo asustado cuando los ojos borgoñas se abrieron y lo miraron directo.
¡Tatsukete!—casí ordenó el otro.
Era una rara fascinación lo que sentía en esos momentos, pensó el ojos mieles.
Se acercó con paso indeciso a la cama y observó al castaño atentamente. Tal vez por simple inercia bajó su cara hacia el otro quién fue directo por sus labios y su lengua la cual succionó a placer mientras la sangre de ambos comenzaba a bullir.
El rubio no se sentía alelado ni nada por el estilo, sino raramente impelido a inspeccionar sus sentidos junto con el otro.
Después de estar rato así sus bocas se separaron. Para entonces el ojos mieles se encontraba recostado directamente sobre el vampiro quien, atado al cabezal de la cama como estaba, no hubiera podido amenazarle ni atraparle de manera alguna y sin embargo lo tenía esclavo de esa extraña fascinacación que envuelve a los de su clase.
Tal vez su olor peculiar a rosas era excitante, o esa mezcla de atractivo y seductora mirada. O, quizás era el don de los vampiros para atrapar a sus presas como el que tienen las serpientes que con su profunda mirada sacan a sus presas de este mundo y para cuando se dan cuenta están siendo engullidas.
Estoy muy débil. Esos signos no me dejan alimentarme—dijo Kuran antes de acariciar el cuello de Wheeler con su nariz.
Extrañamente Joseph sintió que la debilidad del otro solo podía ser menguada con el fruto de sus venas y más extrañamente aún se sintió empelido a ofrecerle su vivo carmín pero no hallaba cómo.
Kaname lo miró profundamente con esos ojos borgoña y observando su agitado aliento tuvo una idea.
Si muerdes tu lengua quizás…--mencionó.
Joey hizo lo que se le sugería y entonces el vampiro que no podía morder pero si succionar aquello que brotaba por cuenta propia de su manjar se dedicó a la tarea de alimentarse succionando el néctar de la propia lengua del rubio que disfrutaba del roce de la otra lengua que envolvía la propia.
Mientras succionaba el líquido los cuerpos se iban enferveciendo hasta que el más alto pidió al ojos mieles con ronca voz que le soltara y fue cumplido su pedido.
Así el vampiro giró las cosas y se colocó sobre su alimento ya no con el simple deseo de alimentarse sino con su líbido muy subida. Planeaba quitar de la categoría de exquisita la sangre que momentos antes se le había ofrecido.
Seto terminó de hablar con Zero y fue a atisbar en el cuarto del rubio para ver como estaba pero al no encontrarlo se alarmó.
Habrá bajado por algo. Tal vez se sentía débil y confundido y no vio que no era su casa—dijo el cazador y bajaron a la planta baja pues aunque la casa no era muy grande una persona podía bajar por las escaleras al pequeño hall sin ser visto desde el living pues había una división.
Buscaron en toda la planta baja sin resultados y mirándose se les ocurrió.
¿No pensarás que…?—la pregunta de Kaiba quedó en el aire mientras ambos miraban hacia el techo y piso de la planta alta.
Corriendo llegaron a la puerta y el castaño que fue el más veloz la abrió sin esperar encontrándose con un espectáculo nada feliz para él.
El rubio estaba sin camisa y Kuran con la suya abierta.
El ojos azules lleno de frustración corrió hacia ellos y arrancó de los brazos de Kaname a Wheeler antes de que ambos, que tenían los sentidos embotados, se dieran cuenta de que estaba allí.
Molesto el joven vampiro enseñó los colmillos y arrodillado en la cama como estaba alargó un brazo en pos del que le robaban mientras Zero llegaba junto a ambos justo a tiempo para frenarlo con un golpe en la sien que de no ser por los símbolos mágicos en el lugar que debilitaban la potencia del ojos borgoña, no hubiera hecho efecto.
Kaname miró al peliplateado mientras este lo hacía tambien pero desde detrás de la boca de la “Bloody Rose” con claros signos de no aguantarse si le daba una excusa por lo que el otro no se la dio y cerró la boca aunque sus ojos no estaban felices.