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Capacidades por Yoshita

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Notas del capitulo:

Hey, ¿cómo van?

Me disculpo por no actualizar antes. 

Este capítulo lo sentí algo raro, cuando lo escribí no tenía mucho ánimo, sin embargo procuré que fuera agradable y con la historia de nuestros dos chicos. También debo admitir que escribí mientras oía "Singing in the rain" de Gene Kelly, entenderán cuando lo lean el por qué mencionar esto. 

No gasto mas tiempo, adelante con el capítulo 5. 

PD: si el formato se ve mal o feo, recuerden que estoy subiendo desde un dispositivo móvil, lo editaré en cuando tenga oportunidad. 

5.   

 

Robin bufó. Estaba ya aburrida de no poder leer, no solo porque Luffy estuviera encerrado en la biblioteca y no le abriera a nadie, sino también porque no tenía las ganas suficientes. Luffy se le había quitado todo y al chico ni le importaba. Sonrió. Luffy solamente se preocupaba por lo que le proporcionara diversión, y si leer lo hacía, no podían evitarlo. 

Respiró hondo, la mañana fresca y azul no amenazaba con mucho sol ni mucho calor, podía concluir que probablemente lloviera en la tarde. Por ahora, disfrutaría la brisa marina y acompañaría a Nami mientras dibujaba. 

-Robin, ¿qué capacidad piensas que perdió Zoro?

Robin bajó sus gafas. No podía decir lo que ya sabía.  -No lo se- se encogió de hombros. 

-¿No lo sabes?- comentó extrañada- ¿cómo es posible que no sepas algo? -La capacidad- dijo despreocupada. 

-Ah- comprendió- ¿no tienes hambre?

-¿Quieres que responda?

-No- rió- vamos a ver que hizo Zoro. 

-Por favor.   

 

Usopp picaba insistentemente la espalda de Zoro mientras este terminaba el desayuno. Él, por mas que quisiera ignorar al irritante moreno, no lograba concentrarse. 

-¿Se te ofrece algo?- preguntó sarcástico.  

-Si- respondió sin comprender el tono del espadachín- quiero un poco de eso. 

-Ah... ¡Pues espera sentado como todos!- lo lanzó de un grito a una silla vacía al tanto que entraban las dos chicas. 

-Oye Marimo, apúrate a servirles a Nami-swan y a Robin-chan primero.  

-¿Por qué debería hacerlo?- apagó el último fogón- todos esperan de la misma manera. 

-¡Súper!, Zoro no es cruel con nosotros- exclamó el cyborg, alegre al fin de no sufrir las preferencias del rubio. 

-Conmigo si lo fue...- murmuró Usopp desde la silla. 

-¡Tu te lo buscaste!- respondieron al unísono. 

-Zoro- llamó. 

-¿Si, Chopper?

-¿Por qué aun no has cambiado con Sanji?

-Porque ese imbécil no sabe que capacidad me quitó. 

-Oh... Sanji...

-Dime.  

-¿Es tan difícil saber qué capacidad es?

-Si no lo fuera- prendió un cigarrillo- no estaría en estas. 

-Yohohohoho, ¿sabe alguien cuál es la capacidad que perdió Zoro-san?

Zoro volteó asustado. Robin NO podía alzar la mano ni mucho menos decir cuál era. Porque si, Nico Robin había descubierto la capacidad perdida del Marimo. 

-Yo lo se- mierda. 

-¡Robin-chan! ¡Dime cuál es, mi querida princesa de los mares! ¡Dime para poder recuperar mi cocina!

Miró a Zoro por un momento y le sonrió.  

-No- sentenció.  

-¿¡No?!- exclamaron. 

-Cocinero-san debe descubrirlo por si mismo, como hicimos todos. No sería justo ayudarle.  

-Tiene razón...- murmuró Chopper.  

-¡Lo tengo!- Nami se puso de pie y golpeó la mesa. Zoro palideció- ¡hagamos una apuesta! ¡El que primero descubra la capacidad perdida de Zoro se gana lo que vale su cabeza!

-¡Espera un momento! ¡No apruebo eso!- Zoro no podía detener sus gritos. 

-¿Por qué? Puede ser divertido. 

-Eh... ¡Porque el Cejillas tiene que averiguarlo solo!

-No le diremos a Sanji-kun, le diremos a Robin. 

Suspiró. No sabía si sentirse aliviado o no. 

-¡Hecho!- gritaron todos. 

Sanji expulsó el humo del cigarro y cerró los ojos. Era la tripulación, después de todo, aunque, en realidad, agradecía que Luffy no estuviera presente, sería muy molesto. Pensó en Zoro y luego pensó en qué había cambiado (para ver si lograba dar con la maldita capacidad de una vez por todas), aparte de ver al espadachín cocinar, y debía admitir que ni siquiera en sus mas alocadas fantasías con el cabeza de alga se lo había imaginado en esas. Y ahora ahí estaba... Y no se arrepentía de nada. Tal vez ese cambio fue bueno: logró ver a Zoro cocinar (con ganas, debía admitir), lo sintió preocuparse por él (como las dos veces que cayó dormido fuera y despertó dentro, cómodo) y además oírle decir su nombre (en la primera ocasión, cuando estaba lavando los trastes. La segunda, ojalá no hubiera ocurrido). Pero no daba, ¡simplemente no entendía cuál era! Siguió con sus ojos cerrados y dio una mueva calada, pero cuando botó el humo, se sintió acosado. No hallaba razón para ello, pero una insistente mirada lo hacía ponerse nervioso. Abrió los ojos y lo primero que vio fue a Usopp a pocos centímetros de su rostro, estudiándolo. 

Gritó. Obvio que gritó. Y lo pateó. Claro que lo pateó. Y luego lo maldijo. ¿Cómo no hacerlo?

-¿¡Pero qué hacías?!

-¡Intentaba buscar la capacidad de Zoro!

-¿¡Y es que la tengo escrita en la frente?!

-¿¡La tienes?!- Chopper se arrojó a Sanji mirándole la cara y analizando su frente.  

-¡No! ¡Quítate Chopper!

Usopp seguía en el piso mientras Sanji, se podía decir que bailaba (extraño pero lo hacía... O eso parecía), para quitarse el renito de su rostro. Usopp sonrió. Era hora de la venganza. En uno de esos movimientos extraños que el cocinero hizo hacia atrás, inocentemente puso su pie para hacerle caer en el momento en que arrojaba al renito por los aires y Nami lo agarraba antes que se diera con el suelo. Y Sanji... Pues él se precipitaba de espaldas directamente al piso de la cocina.  Zoro miró la escena y se resignó. Dejó uno de sus brazos libres, colocando los platos que llevaba en el derecho en la barra para llevarlos después, y atrapó a Sanji, dándole una curiosa vuelta (que fácil podía relacionarse con una de sus técnicas del Santoryu) y dejando luego al cocinero de pie, con los ojos bien abiertos, el cigarrillo en el suelo, la boca desencajada y completamente a salvo. Él, por su parte, seguía su camino a la mesa, donde los chicos tenían la misma expresión del rubio. 

-¿Qué? ¿No van a comer?- les dijo mientras estaban en estado de sorpresa luego de haber dejado los platos sobre la mesa- oi Cejillas, trae los platos que faltan- se sentó en un puesto que aun no tenía comida y esperó a que Sanji llevara los platos faltantes. Esperó en vano- ¿qué aquí nadie ha visto como salvan a otra persona de una caída? Cielos...- se puso de pie y trajo los platos faltantes. Luego, en un acto, ¿bueno?, empujó al cocinero suavemente de los hombros hasta sentarlo en una silla- oye- chasqueó los dedos frente al estupefacto rostro rubio- despierta. 

Sanji, y los demas, parpadearon saliendo del suceso. Usopp y Chopper, quienes aun no estaba en las sillas, tomaron asiento y comenzaron a comer. Zoro los imitó, sentándose, de nuevo, al lado del rubio. 

Increíblemente, el desayuno fue incómodamente silencioso. 

-¿Pero qué les pasa?

-Mira Zoro... Es que no todos los días te vemos haciendo eso.  

-¿Querías entonces que lo dejara caer?

-¡No dañes mis palabras!- Franky bufó- quiero decir...

-Que fue extraño ver que, de todos, sostuviste a Sanji.  

-Pues era él quien caía. 

Zoro no entendía el punto de los chicos y ellos lo sabían: razonar con Zoro a veces era complicado.  

-Pero es que tu y Sanji se llevan muy mal- comentó Chopper. 

-Es que...- ¿qué decir? No podía sacar excusas y ya. Simplemente lo vio caer y fue en su ayuda, ¿era tan difícil de creer?- sólo lo ayudé, no se por qué tanto drama. 

Los chicos cuchichearon un momento entre ellos. 

-¿Y si Zoro perdió su rudeza?

/Si lo hubiera hecho no me hubiera golpeado- afirmó Usopp. Los demás asintieron.  

-Bueno, si, especulen luego, acaben de comer que tengo que entrenar y dormir. A menos que vayan a lavar los platos y organizar la cocina, no se demoren. 

Robin miró el rostro confundido y perdido de Sanji y jugó de nuevo. 

-Yo organizaré la cocina- musitó despreocupada- puedes irte, Espadachín-san.  -Te lo encargo Robin- y salió. 

Los demás siguieron comiendo y sacando conjeturas de la capacidad perdida. Entre tanto, Robin se acercó al cocinero, quien acababa su plato pero no se ponía de pie. 

-Anda- lo sobresaltó- ve y habla con él, quieres agradecerle, ¿no?

Asintió levemente. 

-Ánimo- le puso una mano en el hombro- ve por él. 

-Gracias, Robin-chan.   

 

Zoro estaba en la parte trasera del barco, igual que la noche en la que lo sorprendió entrenando, hacía ya como dos o tres días. La luz mortecina apenas y se reflejaba en las pesas que alzaba.  

-Gracias- musitó. 

-¿Eh?

-Por la caída, gracias por sostenerme. 

-No hay de que. 

Lo miró. Seguía entrenando. ¿Por qué Zoro tenía que ser tan complicado?

-¿Por qué?

-Porque te ibas a caer. 

-¿Eh?

-¿No fue eso lo que preguntaste?- bajó las pesas- ¿por qué te había salvado?

-No, yo... Quiero saber por qué eres tan complicado. 

-¿Yo? ¿Complicado?- eso si lo hizo reír. Estalló en carcajadas sonoras- te equivocas. Aquí el complicado eres tu. ¿Yo? Yo soy muy simple, soy predecible y no me preocupo de mas, ¿qué hay en mi de complicado?

-Todo. Tu forma de actuar, tus reacciones, eres complicado. 

-Bah, mira quién habla. Me lo dices por lo de antes. Bien, confieso, no quise que te cayeras.  

-¿Por qué?

-¡Y qué se yo! ¡Soy simple! ¡Sólo no lo quise! 

-¿¡Ves como si eres complicado, tu, lechuga!?

Suspiró.  

-Mira, podemos seguir jugando a "tu casa es mas fea que la mía", pero hay mejores cosas que hacer, ¿no? Por qué no mejor te pones a pensar en la capacidad que me robaste, ¿si?

Encendió un cigarrillo y asintió, sentándose en el suelo.  

-Lo siento. 

-¿Y ahora qué te dio?

-Zoro- lo miró- ¿te has preguntado por qué peleamos tanto entre nosotros?

-Antes lo hacía.  

-¿Y ahora?

-Ya no. 

-¿Por qué?

-Porque descubrí la razón por la que lo hago. 

Sanji se interesó. ¿Razones del Marimo? Ni que él mismo usara espadas. 

-¿Cuál es?- preguntó intrigado. 

Lo miró y sonrió.  

-Mi capacidad perdida, esa es la razón. 

-¡Ay por favor! ¡Eso es cruel!- dijo enojado pero riendo.  

-Vamos- rió también- ¿cuál es tu razón?

Se calló. Sabía de sobra que la razón para pelear con él era simplemente que lo amaba, y pelear con Zoro era una forma de tenerlo sólo para él. La única que había encontrado. Era el único momento en que la atención dispersa del espadachín se centraba única y exclusivamente en él. Por eso lo hacía. Pero claro, no iba a responderle eso. 

-...- lo meditó un momento- no lo se. 

-Piénsalo... ¿Quién sabe? Quizá cuando descubras mi capacidad puede que sea la misma razón... Aunque eso es imposible. 

Abrió los ojos grande, igual que antes. "Mi capacidad puede ser tu misma razón". Eso deseó. Pero Zoro no sabía cuál era su razón. 

-Creo que no sabes cuál es mi razón. 

-No, no la se. 

-Entonces, ¿por qué afirmas que mi razón es tu razón?

-Nunca afirmé nada- aclaró- ¡vamos Cejillas, era una broma! ¡No te lo tomes tan personal!

Pero lo hacía. Amaba a Zoro, y si había posibilidad de ser correspondido, no iba a desecharla. 

-Definitivamente te falta la cocina...- lo estudió: Sanji estaba cabizbajo- te lo diría... Mi capacidad, quiero decir, pero no sería justo. Sanji, debes darte cuenta por ti mismo. 

El rubio levantó su cabeza para verle desaparecer por las escaleras y acostarse en el mástil. ¿Por qué tenía Zoro que ser así? ¿De dónde sacaba la habilidad de confundirle? Pero lo que mas le intrigaba: ¿cómo podía cantar tan suave su nombre?  

 

 

Robin estaba decidida. Sacaría al jodido capitán de una vez por todas y lo obligaría a devolverle su capacidad. Dispuesta, caminó a la biblioteca donde se fijó por la ventanilla de la puerta que a Luffy únicamente le hacía falta el libro que leía en ese momento. Suspiró. No podía dejarle a medias.   

 

 

-Usopp, ¿tienes un segundo?- llamó encendiendo un nuevo cigarro. 

-Tengo varios, ¿por qué?

-¿Puedo hablarte?

-Si, supongo- se acercó a Sanji, quien reposaba sentado en las escaleras externas que se habían astillado el día anterior.  

-¿Crees que Zoro es complicado?

-No- dijo- no lo creo. Es simple y predecible, ¿qué le vez de complicado?

-Lo que hizo hoy...

-Vamos, lo que hizo hoy nos dejó atónitos a todos, pero es Zoro, sabes que no puede dejar que nos pase algo, él mismo no se lo perdonaría. 

-Es cierto... 

-¿Por qué te preocupa tanto?

-El problema, Usopp, es que he tenido demasiado tiempo libre por no poder cocinar y me he puesto a pensar, es molesto tener que perderme en estupideces una y otra vez. 

-¿En qué has pensado?

-En Zoro, obviamente. En su capacidad perdida, en su falta de atención, en su estupidez. ¿Crees que Zoro me ame?

-¿Qué clase de pregunta es esa? Eres como una chica. 

-¡No soy una chica!- botó el cigarrillo al agua- el problema es que me he puesto a pensar mucho en cosas sin importancia y eso me está afectando. ¿Crees que Zoro me ame?

-No en este momento- musitó Robin despreocupada, dejando a los dos chicos con las palabras en la boca.   

 

Cuando comenzó a llover, era casi mediodía y Zoro no despertaba para hacer el almuerzo. Un hábito arraigado era un hábito arraigado y por mas responsabilidad que tuviera el espadachín, no le impedía dormir profundamente. No hasta que el frío y la lluvia lo levantaron, porque si, Zoro por mas monstruo, seguía siendo un humano, no común y corriente, sólo un humano, que también podía enfermar. 

-No volveré a la enfermería por una simple gripa- masculló mientras se ponía de pie. 

-Anda, al fin despiertas, pensé que tu cerebro de alga se había ahogado en la lluvia. 

Y ahí estaba, picándolo como siempre. 

-¿Qué?- espetó. 

-Venía a decirte que tienes que hacer el almuerzo. 

Recordó. Se estaba cansando. Por mas que la capacidad de Sanji incluyera el gusto por la cocina, eso no era lo suyo. 

-¿Por qué no me dices tu capacidad?- le tentó- así podremos cambiar. 

-Ni de coña- lo apartó del camino y entró, seguido por el rubio. 

-¿Por qué te rehusas tanto a decirme?

-Porque no quiero decirte. 

-¿Qué tiene de malo?

-Absolutamente nada. Pero por esta vez quiero que la descubras tu mismo. 

-¡Zoro!- gritó. Estaba enojado- ¡¿no confías en mi?!

-Si confío- confesó- en quién no confío es en mi- entró dejando a Sanji, de nuevo, con las palabras en la boca.   

 

Estaba absolutamente abrumado. Y aburrido. Acababa de terminar de almorzar y el Marimo se había escapado a dormir, de nuevo. Luego de llevarle algo de comer al capitán (quien estaba por acabar el último libro), miró por una de las ventanas y vio como la fuerte lluvia caía. Nami y Robin se fueron a su habitación, las chicas dijeron estar cansadas e iban a tomar una ligera siesta. Chopper se retiró a la enfermería, alegando estar desarrollando una nueva medicina que les ayudara en futuras batallas. Usopp y Franky estaban en el taller, desarrollando nuevas armas para el tirador. Y Brook componía una nueva canción para enseñarle a Nami. Por otro lado, Zoro debía estar en el nido del cuervo durmiendo. 

Sonrió. No iba a haber nadie en cubierta. Salió procurando no alertar a nadie y abrió la puerta para salir: efectivamente, estaba solo. Sonrió de nuevo. Se quitó la chaqueta y la corbata, colgándolas del picaporte para evitar que se mojaran, y luego los zapatos y medias, colocándolos al lado de la puerta. Desabotonó la camisa roja que tenía pero no se la retiró, la dejó en sus hombros, ondeante como una capa, y salió a la tormenta. Sin poder evitarlo, dibujó una sonrisa mirando al gris cielo nublado. Abrió los brazos recibiendo la lluvia gustoso y abrió los ojos. Las gotitas se confundían en sus cabellos rubios y delineaban su rostro. Sus manos se deslizaron por su rostro y luego por su pelo, mandándolo hacia atrás, descubriendo su rostro completamente. Luego las arrojó violentamente a sus lados y comenzó a bailar al son de un imaginario tango torrencial que repiqueteaba en la madera del barco. Bajo la lluvia danzaba con delicadeza y galante, sus movimientos fluidos acariciaban la fuerte tormenta y la seducía, poniéndola a sus pies. En momentos la besaba y sonreía cuando ella, tan poderosa, se dejaba acariciar y luego seguía el baile, perdida en sus ojos. 

En un momento alzó los brazos y un rayo atravesó el cielo encapotado. Un rayo amarillo cortó con la calma de ella, pero la de Sanji era impasible.   

 

Zoro no podía hablar, y si hubiera podido, no hubiera sabido que decir ante el espectáculo frente a sus ojos. Porque no todos los días se ve a Sanji bailando bajo la lluvia, desistió de su idea principal de dormir. En su lugar, se asomó por el borde evitando ser visto y admiró todo el baile mientras el artista ignoraba a su público. Lo vio alzar los brazos hacia un lado y a lo lejos vio un destellante relámpago. Y cuando alzó los brazos al lado contrario, sucedió lo mismo. Era como si la tormenta fuera su pareja y él la guiara como si ella fuera ciega. Entonces finalizó la hipnótica danza con una decidida venia al mástil y un trueno sonó en el momento que un rayo surcaba el cielo verticalmente, acabando tras el cocinero en una visión mágica que dejó anonadado al espadachín espía. En ese momento comenzó a llover mucho mas fuerte y el cocinero se dio por vencido, subiendo al cálido nido de cuervo para secarse.  Zoro, por su parte, se había cuestionado qué hacer. Podía quedarse ahí echado y ganarse una reprimenda del rubio por espiarle. Podía, también, hacerse el dormido. O podía esconderse. Optó por la última.   

 

Cuando Sanji entró al nido del cuervo, la luz estaba encendida y Zoro no se veía por ninguna parte. Se encogió de hombros, restando el hecho de Zoro y comenzó a desvestirse. Se retiró la camisa y la escurrió fuera, esta goteaba inmensos chorros de agua hasta que quedó prácticamente decente, entonces la colgó al borde de una silla. Hizo lo mismo con el pantalón y antes de que se quitara la ropa interior, unos aplausos lo hicieron voltear a ver la puerta. 

De la parte de atrás surgía un alga parlante chocando sus palmas abiertas en un aplauso y sonriendo. 

-¿¡Pero qué...?!

-Estaba esperando el momento de decirte que ese baile estuvo divertido. Me pareció prudente hacerlo antes que te desnudaras. ¿Por qué no entraste?

-Estaba demasiado mojado como para entrar, preferí secarme. Además, ¿qué hacías tu espiándome?

-No, no, no te espiaba. Yo sólo miraba afuera antes de dormir. Tu te atravesaste en mi campo de visión.  

-Bien podías haber dejado de mirar. 

-Decidí no hacerlo.  

-¿Por qué?

Se encogió de hombros. 

-Me gusta bailar. Jamás aprendí y creo que no es para mi debido a que tengo dos pies derechos. 

-¡Pero eres un espadachín!

-Si- rió- pero una cosa es pelear y otra muy diferente es bailar. Aunque parece que ambas se te dan.  

-Bueno- se fijó que había dejado los cigarrillos en la chaqueta colgada del pomo de la puerta de abajo- no me quejo, después de todo, soy un caballero.  

-Uno que se va a congelar- se quitó la yukata y se la pasó por los hombros, sujetándola en la cintura con su cinto rojo. 

-¿Qué...?- se sonrojó... De nuevo. 

-Te vas a congelar si sigues así de...- lo miró de arriba abajo buscando la palabra-... Bueno, así. Vamos, muévete, corre, salta.  

-¿Para?

-Para que entres en calor- se sentó en el sofá, que Franky también había dispuesto para que alguien (Zoro, que se tomaba muy a pecho el "descansar") cuando hiciera guardia, pudiera hacerlo. 

Sanji ladeó su cabeza. Y aprovechó.  

-Oi Marimo.  

-¿Hmmm?- musitó con los ojos cerrados. 

-¿Quieres bailar? Abrió los ojos.

¿¡Él!? ¡¿Bailar!? ¿¡Con Sanji?! 

-¿Por qué no?- se puso de pie y se acercó. 

Sanji se puso nervioso. Estaba esperando que lo rechazara, pero no, y ahora iba a bailar con un completo idiota. 

Suspiró. Debía relajarse y no mostrar nada. 

-Toma mi cintura... Eso, así, firme- colocó su mano en el hombro desnudo de Zoro. La piel tostada quemaba al tacto y no sabía si era porque estaba él demasiado frío, Zoro demasiado caliente o él demasiado enamorado. Lo olvidó por un momento y se concentró en tomar la otra mano del espadachín entre la suyas para alzarla y empezar un bonito baile de salón. 

Sanji tarareaba bajito una melodía que bien podía pasar por una movida canción de cuna. 

-Sigue mis pies Zoro, no es difícil. 

-Tsk. 

-Ay, por favor, es sólo un baile. 

Se decidió por seguir a Sanji y a sus pies, su voz y su ritmo. Debía admitir que era divertido y hasta relajante.  

-No te ves nervioso- comentó. 

-No, ¿debería?- preguntó intentando no perder el tempo. 

-Pues... No- agachó la cabeza y miró al suelo. 

Zoro no intentó nada. No alzó su rostro para encararlo. No le dijo palabras tranquilizadoras. Ni siquiera le apretó mas fuerte. Él sólo seguía bailando. 

-Levántame.  

-¿Ah?

-Levántame. 

-¿Cómo?

-Pero si serás menso...- le reprendió. Soltó la mano que sostenía la del espadachín y la guió a su propia cintura, poniendo la suya misma en el hombro de Zoro- ahora arriba. ¡Con cuidado!- le dijo antes que lo levantara. 

Zoro bufó y luego se carcajeó antes de despegar a Sanji del suelo y darle una vuelta en el aire. Sanji, sin salir del asombro, sonrió apoyado de los hombros enormes del espadachín. Con delicadeza lo puso en el suelo de nuevo.  

-¿Así estuvo bien?

No respondió. Intentaba calmar los erráticos latidos y cuando apartó la vista la centró en la ventana que, por el oscuro clima, servía de espejo. Se sonrojó violentamente al verse abrazado por Zoro de una manera tan íntima. 

Zoro siguió la dirección de la mirada del cocinero y descubrió el reflejo que había llamado la atención de Sanji. 

Ahí se sonrojó mas. 

La mirada de Zoro era indescifrable. Pero la suya propia le preocupaba mas. Zoro podía, en cualquier momento, descubrir lo que escondía tras sus ojos.  Pero, por mas peligro, no lograba apartar la vista de la ventana. La visión de Zoro desnudo del torso y él con la yukata verde era... Era increíble. Pero su rostro era carmín. 

-Anda, de nuevo estás rojo. 

Apartó la mirada del hermoso reflejo y la centró en el rostro de Zoro. 

-Seguro es por andar de imbécil mojándote en la lluvia.  

-Yo no te pedí permiso.  

-El problema no es mío- lo soltó, dejando a Sanji añorando el tacto. Caminó al sofá y levantó uno de los cojines de los asientos sacando una pequeña manta- las chicas la usan cuando vienen, toma- se la lanzó y luego se acostó en el mueble. 

-¿Vas a dormir?

-Ese era mi plan en un principio pero me lo arruinaste. Ahora, si me disculpas, me echaré una siesta.  

-Vale... Pero déjame espacio, también quiero dormir- dijo sin pensar. Luego se dio de bofetadas internas. 

Zoro chistó pero se pegó mas al espaldar dejando un pequeño sitio para el cocinero. Le dio la espalda. 

Sanji soltó un suspiro. Era prácticamente imposible que Zoro le correspondiera. No notaba nada fuera de lo común cada vez que se acercaban, ni el roce lo había hecho colorarse o ponerle nervioso. Zoro se preocupaba por él porque eran nakama, no había razón escondida. Aunque tal vez estaba siendo un poco mas amable que de costumbre, eso era todo. 

Resignado, avanzó hasta acostarse al lado del Marimo y antes de dormirse, le arropó a él también, quedando ambos bajo la cobija.   

 

 

Estaban tomando chocolate caliente luego que la noche cayera. En un lapso de poca lluvia, Sanji y Zoro lograron escapar del nido del cuervo y entrar para poder cambiarse a una ropa que no estuviera mojada. Sanji, además, tomó un baño de agua caliente.  

-¿Hay mas pan?- preguntó Usopp.  

-Si- Zoro se puso de pie y le alcanzó la otra bandeja. 

Comieron entre conversaciones sin importancia, pero el golpe de la puerta al abrir casi hizo que Usopp y Chopper regaran sus chocolates. 

-¡Luffy!

-¡Robin! ¡Estoy orgulloso de tu capacidad de leer como loca!

Fruncieron el ceño pero luego comprendieron: Luffy había acabado los libros.  

-Capitán-san, estoy...- comenzó, pero luego miró el apetitoso filete que Zoro le había preparado y dudó. Mierda, que la carne era deliciosa... Y mas con hambre voraz. Pero no, ella era una chica correcta- estoy orgullosa de tu extraña capacidad de comer sin saciarte y del ilógico gusto por la carne. 

El sobre se deslizó por debajo de la puerta y quedó a los pies de Luffy. 

-Por favor, que alguien diga algo. 

-¡Carne!- se lanzó a la mesa. 

Rieron. Había vuelto. 

Usopp, Chopper y Franky oían a Luffy relatar las historias que había leído con emoción. Los ojos le brillaban mientras narraba una y otra vez grandes aventuras.  

-¿Y no leíste Los viajes de Gulliver?

-¿Qué? No, no estaba. 

-Bah, ese lo tengo yo- musitó Nami- lo tomé prestado hace poco. 

-¿Y es de aventura?

-Si- afirmó.  

-¡Robin! ¡Devuélvemela! ¡Devuélvemela! ¡Yo quiero leer ese otro libro! Pero es que leer es aburrido- dijo con un dedo en la nariz.  

-Vamos Capitán-san, yo te leeré el libro cuando Navegante-san lo termine.  

-¡Yay! ¡Sanji, quiero mucha comida!

-Te lo dije- le murmuró Zoro al cocinero. 

-¿Eh? ¿Por qué Zoro está cocinando?

-Porque fue él quien cambió con Sanji. 

-Oh... ¿Entonces Sanji es el nuevo espadachín?

-No lo sabemos. 

-¿Qué cosa?

-No sabemos cuál es la capacidad de Zoro. 

Luffy lo miró. Zoro estaba igual que siempre, pero estaba cocinando. Miró a Sanji.  

-Bueno... ¿Qué le vamos a hacer?- suspiró y comenzó a comer lo que Zoro acababa de servirle.   

 

 

-Pst, pst Marimo- picó el hombro del moreno. Zoro se revolvió en su hamaca y roncó. Sanji no se dio por vencido- anda Marimo, despierta- movió un poco mas fuerte al espadachín. 

-¿Qué quieres?- le dijo somnoliento. No le agradaba que le despertaran en la noche.  

-Sucede que tengo ganas de bailar, que mis chicas ya están dormidas y que no invitaría a nadie mas, así que te vas poniendo de pie y te vistes, vamos afuera. 

Lo pensó un corto momento.

-No- y le dio la espalda.  

-Esa no es una opción- sopló el humo de su cigarrillo en la cabeza de Zoro, causándole tos. 

-¡¿Te importa?! Intento dormir.  

-Tampoco es una opción. Arriba Marimo, vamos a bailar. 

-¿Por qué no vas y te cuelgas del ancla a ver qué pasa?

-Muy gracioso. Vamos Zoro- insistió- se que también tienes ganas. 

Ahí lo encaró.  

-En eso te equivocas. Que haya disfrutado del extraño baile de esta tarde no significa que quiera mas y mucho menos a esta hora de la noche, estoy durmiendo. 

-Dormiste en la mañana y un buen pedazo de la tarde, ¿no puedes hacerme un favor?  Entrecerró los ojos y enfrentó a Sanji, de verdad estaba decidido. 

-No. 

-Te... Te prometo hacer onigiri por un mes. 

-¿Adivina quién está cocinando?

-Vamos Zoro, cuando recupere la capacidad de cocinar te haré onigiri cuando quieras por un mes.  

-Cuatro- estaba empezando a caer.  

-Dos- rebatió.  

-Tres- respondió. 

-Dos y te doy sake. 

-No hay. 

-Soy el cocinero, tengo mi propia reserva de todo, eso incluye licores. 

Lo sopesó mientras Sanji dibujaba una sonrisa ganadora.  

-No. 

-¡Está bien! Tres y sake.  

-Hecho. 

Suspiró derrotado, pero por lo menos lo había logrado. 

Zoro se puso de pie y miró su ropa, no iba a salir de nuevo en la yukata (que, por cierto, estaba mojada porque Sanji la había usado), pero tampoco saldría casi desnudo. Entonces vio una camisa negra de mangas largas de botones en el fondo de su armario y le pareció que venía al momento, después de todo estaba haciendo frío. Calzó sus botas negras y ató la pañoleta en su brazo izquierdo, eso no podía faltar. Miró a sus espadas, recostadas en la pared mas cercana a su hamaca y se dijo que por una noche no estaba mal dejarlas dentro, ¿qué podía pasarles en medio del océano? Sanji lo observaba en silencio, zapateando al ritmo de una melodía interna. Se movía apenas para quitarse el cigarrillo de la boca y expulsar el humo, de resto, yacía apoyado en la pared de madera, esperando al Marimo.  

-Ya- cuando Zoro volteó a verlo, se tragó el humo del tabaco. No recordaba la última vez que le había visto de negro como en ese momento. Había dejado los primeros dos botones sueltos (porque era Zoro) y el cuello estaba ligeramente levantado (también porque era Zoro).

-Vamos- abrió la puerta y dejó que el aire frío del pasillo enfriara su cara roja, era en momentos como esos donde se daba cuenta cómo había comenzado a atraerle el espadachín. 

Cuando vio a Zoro fuera, cerró con cuidado de no despertar a los chicos y salió a cubierta seguido por el moreno. 

-¿Y? ¿Dónde piensas bailar?- dijo bostezando.  

-En el nido de cuervo, aquí hace mucho frío. 

-Ah- dijo despreocupado y comenzó a subir, "entre mas rápido acabe esto, mejor", se dijo. 

Sintió a Sanji seguirlo a sus espaldas y encendió la luz tan pronto llegó. 

-Lo feo es que no hay música- dijo el rubio soltando un poco el nudo de su corbata y dejando la chaqueta negra sobre una silla. La camisa azul hacía juego con sus ojos. 

-¡Qué lástima!

-Ni lo pienses- lo tomó del brazo antes que intentara bajar- tenemos un trato. 

-Lo se- musitó y abrió los brazos- a ver... Y que no duela. 

Sanji rió. Era el Marimo con quien estaba tratando. 

Se acercó y Zoro lo tomó por la cintura, agarrando con su mano libre la palma blanca del cocinero mientras que este colocaba la mano restante en el hombro del espadachín, igual que en la tarde.  Sanji comenzó con el movimiento, llevando el ritmo y Zoro, como la tormenta, se dejaba llevar.  Primero comenzó con un lento y agradable vaivén que se perdía entre sus pies, pero luego, en el momento en que vio sus reflejos por la misma ventana de antes, el rubio aceleró el paso con frenesí y nerviosismo, tanto que el espadachín lo notó y lo alzó del suelo dando una vuelta para calmarle. 

-¿Por qué te aceleras? Llevábamos buen ritmo. 

-Me puse nervioso. 

-¿Por qué?- le picó, ansiaba molestarle- ¿olvidaste bailar?

-¡Eso jamás!- lo había logrado- ¡sólo me distraje!

-Por eso te aceleraste... Entiendo- lo bajó. En realidad no había creído una sola de sus palabras. Era nerviosismo, lo sabía por la cara del cocinero, que en lugar de blanca era carmín. Sonrió.  

-Estás cansado, cocinero.  

-No lo estoy.  

-Claro que si- soltó una de sus manos y le dio una vuelta para luego volver a tomarlo- estás completamente rojo.  

-Eso es por otra razón- tartamudeó bajando la mirada y luego enfrentando a Zoro de nuevo- y no te importa. 

-Tal vez- le dio una vuelta inesperada que lo dejó dándole la espalda- tal vez si- lo devolvió a su sitio- pruébame. 

-No le veo necesidad a hacerlo. 

Suspiró vencido. Estaba cansado. 

-Estoy pensando en decírtelo. 

-¿Qué cosa?

-Mi capacidad perdida, la verdad, la quiero de vuelta.  

-Dila. 

Tomó aire y cerró los ojos. Detuvo el movimiento y Sanji lo miró con cautela, no podía ser tan malo. 

-No- abrió los ojos, seguro- te daré mas tiempo. Si al acabar la semana no has dado con cuál es, te la diré. 

-Apuesto a que lo sabré para entonces. 

-Pues mas te vale- le dijo y bostezó, una pequeña lagrimilla escapó de su ojo por el cansancio- tengo sueño cocinero, ¿podemos ir a dormir? Por favor. 

-Una última pieza, una sola- rogó. Quería seguir bailando. 

-Una sola- volvió al baile y Sanji comenzó a tararear una curiosa melodía suave entre dientes.  

-Oh, yo conozco esa canción- dijo extrañado de si mismo y comenzó a tararearla con él. 

Sanji se sintió completamente satisfecho de la elección de canción que había hecho y se recostó en el hombro del espadachín, quien al principio se quejó en intentó zafarse, pero al ver que era inútil, lo dejó ser. 

Tan sumido estaba en la canción que no se fijó el momento en que Sanji dejó de cantar y era él quien guiaba el baile. Sanji estaba quieto, dormido en su hombro. 

-Vaya, ¿que no estabas cansado? Mentiras- lo alzó y lo acostó en el sofá para luego arroparlo con la manta que había usado en la tarde. Antes de salir, se devolvió y ató en la muñeca del cocinero la pañoleta negra que llevaba en el brazo, dejando un recuerdo de que habían bailado y bajó a cubierta para hacer guardia, ya que el cocinero de turno había caído dormido en sus propios brazos. 

 

Notas finales:

Gracias por leer


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