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Capacidades por Yoshita

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Notas del capitulo:

Bien, muchas gracias por sus motivantrs reviews, me inspiraron y bueno... Zoro y Sanji. Lamento como terminé el capítulo pasado, con esa incertudumbre y de nuevo lo lamento por este, si en el anterior me odiaron, en este me van a asesinar. Lo que sucede es que viene el lemon y no soy muy buena en esas cosas, me disculpo si me demoro mucho. 

Adelante. 

7. 
 
Si. Se hizo silencio. Si. Nadie lo esperaba. Y si. El pequeño sobre caía ajeno a la confesión que se acababa de realizar. Zoro no podía hablar. Su boca estaba abierta, pero no salía ni una sola palabra. 
-Afuera, afuera- incitó Robin al resto, que se habían quedado tan estupefactos como Zoro. Los chicos se pusieron de pie sin decir ni una palabra y salieron de la cocina. Luffy, tanteando la situación, apagó la luz antes de cerrar la puerta. Afortunadamente para ellos, había luna. Y la luz blanca iluminó los rostros de los dos chicos. 
-¿Cómo...?
-Es cierto- murmuró- esa es la capacidad de la que mas orgullo siento. Ahora es que puedes darme la espalda. Anda, adelante. 
Sanji no dijo nada. Y le dio la espalda. No quería que Zoro viera las lágrimas que pugnaban por salir. Era vergonzoso y frustrante. Se sentía feliz, muy feliz y no veía razón por la cual llorar. 
Unos pasos hicieron eco en la cocina y sintió a Zoro a su espalda. 
-Dime algo. 
-Gracias. 
-¿Qué?
-Ahora que ya tuviste todo de mi, puedo tener todo de ti. 
-¿Perdona, qué?
-Ya tenías mi alma, te di mi corazón y mi orgullo, ahora puedes ser totalmente mío- dijo mirándolo al fin. 
Zoro entrecerró los ojos. Seguía sin entender. 
-Quiero decir que también estoy enamorado de ti- explicó. 
-¡Ah! ¡Hubieras empezado por ahí en lugar de dar tantos rodeos!
-¡No hay nada de malo en ser romántico!
-¡Pero no entendí nada!
-¡¿Cómo puedes no entender?!
-¡Eso no va conmigo!
-¡Pues conmigo si!
-¡Pues entonces confórmate con que te diga que si, estoy totalmente enamorado de ti y eso no va a cambiar!
Sanji quedó en silencio. Para haber sido Zoro, eso era algo, y muy grande.
Se carcajeó suave y luego un poco mas fuerte. Zoro lo apuñaló con la mirada, pero, ¿quién puede resistirse a la persona que amas y a su risa? Pronto, Zoro se unió a sus carcajadas. 
Y entre risa y risa, algo se encendió en la mente del espadachín y, mientras veía al rubio reír, alargó con inseguridad su brazo derecho para alcanzar la cintura del cocinero. Lentamente, hasta que la alcanzó. Ahí la risa cesó y Sanji sólo atinó a ver a Zoro a los ojos. La mano que había tomado su cintura se deslizó por la espalda hasta rodearle por completo y con delicadeza lo atrajo hacia si, juntando sus dos cuerpos, como cuando habían bailado juntos. Las manos de Sanji buscaron un lugar en el cuerpo del espadachín y se posaron cómodas sobre el haramaki. Por mas emoción que se sintiera entre ambos, las acompasadas respiraciones se mezclaban y los cálidos alientos se rozaban entre si, sin apresurar el momento. La mano libre de Zoro caminó por la espalda del rubio con lentitud, tortuosa lentitud, para acabar en su cuello y sus cabellos, donde enredó sus fuertes dedos y dio un pequeño tirón para que el apenado rostro de Sanji lo mirara fijamente. 
-¿Nervioso?
-Ansioso. 
Carcajeó por lo bajo y rozó su nariz con la del cocinero. Deseaba alargar ese momento y no iba a tomarse el arrebato de besarle con fiereza, aunque no negaría que lo quisiera hacer. Juntó luego sus frentes y  deslizó la mano de los rubios cabellos al rostro y apartó el mechón de pelo que le cubría casi la mitad. Dejó ambos ojos azules a su merced y los enfocó, hundiéndose, ahogándose. 
-El All Blue son tus jodidos ojos, cocinero. 
-¿Qué...?- sopló contra los labios abiertos de Sanji y este tembló. Sabía que tenía que besarle, pero... Si se demoraba otro poco se lo iba a agradecer. No porque no quisiera, es que ese momento era como pocos. Acomodó el rebelde mechón de pelo rubio tras la oreja del cocinero y regresó su mano al cuello, donde dio un ligero apretón logrando que Sanji perdiera el equilibrio y la fuerza de sus rodillas, teniéndose únicamente del espadachín. 
-Eso fue cruel. 
-Si quieres que lo sea- murmuró antes de besarle. 
Justo cuando tocó los temblorosos labios de Sanji, sonrió y rió por lo bajo, era tan excitante y al tiempo tan relajante. La sombra de barba del rostro del cocinero le hizo cosquillas en el rostro y volvió a reír, en los labios ajenos. 
-¿Qué es tan gracioso?- murmuró moviendo los labios del espadachín con los suyos propios. 
-Tu molesto bigote- respondió mordiendo su labio inferior, recibiendo un tono de reproche por el cocinero- pero me dije que tenía que aceptarte con todo lo que incluyes y eso fue lo que hice. 
Sonrió de manera dulce, por mas que Zoro afirmara que el romance no era lo suyo, habían cosas que surgían de manera espontánea. 
-Gracias, de nuevo. 
-Te besaré, de nuevo. 
La profunda luz lunar los bañaba mientras rozaban sus labios continuamente. 
Lentamente, Sanji comenzó a retroceder, arrastrando consigo al espadachín al cómodo sofá que estaba a sus espaldas y se dio la vuelta en el momento preciso para arrojarlo al mueble y caer encima de él. 
-Entonces si estabas ansioso- se burló. 
-Calla- espetó besándolo. 
Ligeras sombras se dibujaban en sus cuerpos cuando la luz de la luna hallaba interferencia mientras entraba por la ventana. 
Sanji deslizó la yukata verde por los hombros del espadachín al tiempo que las manos de Zoro buscaban desatar el nudo de la corbata, haciendo un inútil esfuerzo del cual no obtuvo frutos. 
-Que torpe- se rió y puso sus manos sobre las del Marimo- así... Aprende...- guió con suavidad y sutileza las manos tostadas por el nudo de la prenda y comenzó a mezclar los dedos finos con los fornidos. Sentado a horcajadas sobre el espadachín, Sanji guiaba las torpes manos hasta que la corbata cedió y cayó sobre el pecho de Zoro, a la que luego le siguió la elegante camisa amarilla de botones, sin embargo, la pañoleta negra aun estaba amarrada en su muñeca. Un jadeo se escapó de sus entreabiertos labios, jamás había imaginado el sabor de los labios del cocinero, era una mar de sensaciones, un gustillo de mil combinaciones y se estaba perdiendo en ellos. Su exquisito aroma emanaba de sus entrecortados jadeos y suspiros y millones de escalofríos caminaban por su paladar... Caminaban como lo hacía esa lengua traviesa por sus labios. 
Levantó su mano derecha y delineó la vertical cicatriz del ojo izquierdo del espadachín bajo suyo, tenía un curioso relieve que trazaba un corto camino por el rostro de Zoro. Luego pasó a besarla y sintió como el yukata caía en el suelo de madera, dejando al descubierto el torso y sus demás cicatrices, unas de las que se sentía culpable, otras de las que se reía y otras que, simplemente, confirmaban la estupidez de su portador. 
Se sentía satisfecho de que Zoro se dejara hacer todo aquello, podía sentir que sus manos apenas descansaban en sus muslos y no hacían ningún movimiento brusco. 
Con delicadeza, deslizó en haramaki fuera del cuerpo de Zoro y lo dejó en el brazo del sofá. Ahí comenzó a trazar la gran cicatriz que surcaba su pecho, la cicatriz que Taka No Me le había dejado de recuerdo. Luego de llegar a la clavícula, donde la línea en relieve terminaba, comenzó el descenso, pero esta vez con su lengua, danzarina y juguetona, zigzagueaba por los puntos que se marcaban en la vieja herida. 
Zoro no contenía su voz, no lo deseaba y no iba a privar a Sanji de un lujurioso concierto. El aliento, acariciando su piel desnuda, la lengua, probando resquicios de su casi inexistente cordura, la pequeña barba, punzante y risueña cosquilleaba su abdomen. Y sus labios, esos labios asesinos se paseaban descarados por la piel, indulgentes. 
Pero hasta ahí dejaría que llegara todo, porque el resto, ja, el resto era completamente suyo. 
Atrapó las manos de Sanji y las aprisionó con las suyas contra el agitado pecho desnudo y el cocinero lo enfocó con la mirada, el mechón rubio ya volvía a caer sobre su cara. Miró los ojos negros y se fundió. Eran ojos de asesino, ojos de cazador, ojos de depredador a punto de devorar a la indefensa presa, pero ojos dulces que no iban a causar el menor daño a su objeto de adoración. 
Alzó un poco su cabeza y suspiró contra el níveo cuello enmarcado en pequeños mechones rubios. Comenzó a morder y besar el descubierto cuello del cocinero. 
-Sanji, hay algo que debo decirte- separó los labios del cuello del cocinero- no seré el pasivo. 
Notas finales:

Gracias por leer. 


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