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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

El día de hoy y aprovechando para celebrar el cumpleaños del morenazo de fuego, el capítulo se centra exclusivamente en él. 


Capítulo X

 

 

Y fue entonces cuando lo descubrí:

No podía mirar a nadie como lo miraba a él.

 

 

Por fin había llegado el viernes. Ese día era su favorito, y no sólo porque marcaba el inicio del fin de semana, sino porque sólo tenían clases en la jornada matutina y las prácticas en el club eran algo más relajadas… O al menos lo eran para él que se tomaba las cosas a su propio ritmo.

Al menos en la escuela todo parecía estar en relativa paz. Luego de su charla con Sakurai, el chico se le había alejado considerablemente y ahora apenas le dirigía la palabra salvo para lo estrictamente necesario dentro de la cancha, porque fuera de ella actuaba como si él no existiera y aunque sabía que era cruel, creía que eso le convenía. A él tampoco le interesaba en lo más mínimo el castaño, así que mientras menos se le acercara, mejor.

Satsuki era otra que, después de la charla que tuvieron en su casa, actuaba con total naturalidad. Cosa que sólo agradecía internamente, porque no tenía ganas de discutir más. Ahora, este relativo estado de paz, le permitía disfrutar aunque sea en la Preparatoria de una distracción, aunque ésta no fuera más que una ilusión.

Caminaba con desgano rumbo a su casa, con la mano derecha en alto, sosteniendo el bolso en su espalda. Se había bajado varias cuadras antes del autobús en que viajaba, sólo para tener la oportunidad de caminar, esa actividad lo relajaba y le ayudaba a analizar mejor las cosas… Y él tenía bastantes cosas en las que pensar.

Por supuesto que su mayor problema y fuente de frustración constante, tenía nombre y apellido: Ryouta Kise.

Soltó un suspiro cansado sólo de recordar al rubio y levantó la mirada hacia el cielo despejado y azul. Debían ser cerca de las cuatro de la tarde y el calor era prácticamente insoportable. Se pasó el antebrazo por la frente, tenía pequeñas gotas de sudor que le perlaban el rostro bronceado y bajó la vista.

¿Qué estaría haciendo Kise ahora? ¿Tendría calor igual que él? ¿Estaría en su casa? ¿Estaría Kagami con él?

Recordó lo insoportable que le resultaba el calor al rubio y lo que disfrutaba en los días de verano de darse duchas de agua fría, por el puro placer de sentir su cuerpo fresco y limpio nuevamente. Recordó todas las veces que él mismo lo acompañó en esas duchas de donde volvían a salir más acalorados de lo que habían entrado y terminaban haciéndolo en cualquier parte. El cómo, cuándo y por qué nunca fueron un inconveniente para ellos, no cuando se trataba de expresar su amor.

Pero ¿Era realmente eso? ¿Ellos tenían sexo por amor? Ahora él podía decir que sí, que cada vez que estaba con Kise, que se sentía unido a él, cada vez que acababa en su interior, que sentía el fuego de sus labios recorriendo su cuerpo, la caricia de su aliento en su piel, el contacto de sus manos recorriéndolo, sabía que con nadie más se había sentido de esa manera y ahora se daba cuenta que eso era amor… ¿Pero le habría parecido amor a Kise? probablemente no, si fuera así, no estarían como están ahora.

Tal vez si iba a su casa, tal vez si iba a hablar con él y se lo explicaba, las cosas serías diferentes, las cosas serían como antes ¿Pero qué decirle? Discúlpame, he sido un imbécil. Te amo y siempre lo he hecho. De ahora en adelante no habrá nadie más que tú… ¿Pero por qué Kise tendría que creerle?  Lo más seguro era que si llegaba donde el rubio a decirle algo como eso, no le creería ni una sola palabra. Y tendría toda la razón del mundo para desconfiar de él ¿Cómo hacer para recuperar la confianza de Kise? ¿Tenía caso siquiera intentarlo? Tal vez era mejor dejarlo libre, dejarlo buscar su felicidad, aunque sea junto al idiota de Kagami.

¡No! Ni en un millón de años haría algo así. Él era el egoísta de la historia, lo sabía, lo asumía y lo practicaba. Kise era suyo y nadie más en este mundo podría hacerlo tan feliz como él… Y lo que debía hacer ahora era recuperarlo.

Exhaló un suspiro largo y recostó la espalda en una pared cercana, dejando caer el bolso a sus pies. Estaba plenamente consciente que esta sería más que una tarea difícil, tal vez casi imposible, pero no por eso se iba a rendir, no sin al menos dar la pelea.

Aunque ahora que lo pensaba, él ni siquiera podía llamar a aquello como una reconquista, porque él nunca hizo nada por conquistar a Kise, fue un sentimiento natural y fluido que simplemente se dio. Desde la primera vez que se vieron se sintieron irremediablemente atraídos el uno por el otro y estar juntos fue algo lógico. Él simplemente se acercó a Kise un día después de las prácticas y le dijo las típicas frases que los adolescentes usan en esos casos: Me gustas seguido de un ¿Quieres salir conmigo? y con eso quedó todo resuelto. Pero ahora sería distinto, ahora tendría que conquistarlo de verdad y además tendría que competir con Kagami por ello.

Se agachó para tomar su bolso y se encaminó a su casa, sólo le faltaba subir la pequeña pendiente para poder llegar y descansar por fin, pero mientras más se acercaba, se fue dando cuenta que no tendría paz en lo absoluto, al menos no si ese muchacho se encontraba ahí.

Dejó de caminar cuando estuvo de pie frente a la escalera de su vivienda y ahí sentado se encontraba Tetsuya Kuroko.

—¿Qué es lo que estás haciendo aquí Tetsu? ¿Se puede saber qué mierda quieres ahora? —habló con voz grave sin poder evitar el tono de cansancio en la misma.

—Aomine-kun… Creo que tú y yo debemos hablar —el chico le habló con voz seria y monótona, poniéndose de pie.

—¿Hablar? No seas ridículo, Tetsu ¡Tú y yo no tenemos nada de qué hablar! —respondió con un fastidio que ni siquiera consideró disimular.

—Claro que tenemos de qué hablar, Aomine-kun —repuso con seriedad— Ya te mostré, para que pudieras ver con tus propios ojos, la verdad de Kise-kun y Kagami-kun ¿Y aun así no puedes dejarlo ir? —preguntó con una insensibilidad extrema, como si estuviera hablando del clima y no de sentimientos.

Aomine lo miró con seriedad por largos segundos y finalmente respondió con voz grave.

—Tienes razón Tetsu, yo no puedo dejarlo ir, a pesar de todo lo que pase entre ambos, aun cuando él esté ahora con alguien más, yo no puedo dejar de pensar en él, ¿y sabes por qué?

—No quiero saberlo —repuso girándose sobre sus talones y alejándose del lugar.

Aomine, al ver cómo el peliceleste se alejaba, estiró la mano y lo tomó del brazo con fuerza desmedida, obligándolo a darse la vuelta. Estaba consciente que él mismo estaba cometiendo un acto casi igual de insensible que el más bajo, pero sentía que aquella relación ya se había salido de control y era hora de ponerle punto final, de dejar las cosas claras por fin. No dudaba que sus acciones para con el peliceleste no respondían más que a impulsos dementes, actos llenos de egoísmo, arrogancia y vanidad. Pero había llegado la hora de ser realmente sincero.

—¡Ya viniste hasta acá, así que ahora me vas a escuchar! —Habló mirándolo directamente  a los ojos con expresión dura— Yo nunca voy a poder dejarlo ir, porque lo amo ¡Deberías entenderlo de una buena vez!

El más bajo lo miró con expresión inmutable, sin dejarse afectar por las palabras del moreno y respondió con gesto pensativo.

—Creo que entre tú y yo también hay amor, Aomine-kun.

—¿Q… Qué? —Aomine alzó el entrecejo con intriga, no podía creer lo que había oído y soltó al más bajo del brazo abruptamente.

—Sé que no es el mismo sentimiento que tienes por Kise-kun, porque lo que sientes por él es ilusorio e infantil… El amor que hay entre nosotros en cambio, es real.

—No… Tetsu… tú… tú no estás bien… deberías irte a tu casa —dijo mientras sacudía la cabeza, consternado.

—¡No! Yo quiero estar contigo —pidió en un arrebato momentáneo de sentimentalismo—. ¡Déjame quedarme aquí hoy! Déjame pasar la noche contigo.

—¡No! Eso es imposible —negó con la cabeza mientras retrocedía un par de pasos, creando distancia entre ambos.

—¿Por qué es imposible? ¿Por qué me dices que no? ¿Por qué me rechazas? —preguntó en un susurro avanzando hacia el moreno.

—¡Ya te dije por qué! —Respondió alterado— Yo amo a Kise. Sólo a él. No hay nadie más que él y nunca lo ha habido… Y ahora puedo decir con seguridad que nunca lo habrá.

—Pero antes siempre me dejabas estar a tu lado ¡Kise-kun nunca fue un problema! ¿Por qué es un problema ahora? —repuso con el rostro compungido en una expresión de dolor.

—¡Ahora las cosas son diferentes! Ahora me di cuenta que lo amo de verdad y que sólo quiero estar con él —confesó mirándolo con el ceño apretado, entrecerrando los ojos con duda, pues no estaba seguro que el peliceleste estuviera comprendiendo.

—Eso no es verdad… Debes estar confundido —repuso con firmeza, analizando la situación.

—Tetsu… No intentes buscar la felicidad en mí. Yo no puedo ofrecerte nada. Yo no puedo hacerte feliz y si te quedas a mi lado… tu tristeza y frustración crecerá día a día.

—Mi felicidad está a tu lado, así como la tuya está al lado mío… ¡Entiéndelo de una vez!

—¡Claro que no! Porque no importa lo que haga, las personas que conozca, los amantes que me acompañen, los amigos que tenga… ¡Nada importa! Sólo importa el hecho de saber que él no está aquí y sin él… estoy más solo que nunca.

—Aomine-kun… —trató de contener inútilmente las lágrimas que corrían por sus mejillas.

—¡Vete Tetsu! ¡Vete y no vuelvas nunca más! —gritó liberando por fin el cúmulo de sentimientos que llevaba guardado en su interior.

Sin siquiera mirar hacia atrás una sola vez, dio la vuelta y se encaminó a su casa, cerrando la puerta de golpe y dejando caer sus cosas al suelo. Se sentía… ¿asustado? No lo habría querido reconocer en voz alta, pero estaba plenamente consciente que la charla que acababa de tener con ese chico que consideraba uno de sus amigos más cercanos, no había sido nada normal.

Lo de Kuroko era una obsesión y eso era innegable, pero él no llegaba a comprender por qué el peliceleste tenía ese grado enfermizo de fijación con él. Kuroko era un muchacho inteligente, tenía un carácter afable que lo hacía tener amigos con facilidad, en cierto modo era lindo, en definitiva, él estaba seguro que si Kuroko quisiera, podría ser feliz junto a cualquiera… El problema era que el chico lo había elegido a él y él estaba imposibilitado de sentir amor por alguien más que no fuera Kise.

Tal vez lo de él era una obsesión también ¿Quién sabe? Tal vez él era un enfermo al igual que Kuroko.

Caminó con paso cansado y se dejó caer en el sillón largo del living, estaba solo en casa, como siempre, y un silencio sepulcral le hacía oír a la perfección el minutero del enorme reloj de la sala como una sentencia irrevocable del paso del tiempo, del tiempo que ahora tenía que pasar sin Kise.

Y se dio cuenta en ese instante, que ahora mismo estaba enfrentando aquella realidad que nunca quiso aceptar, aquella realidad de la siempre estuvo huyendo. Él estaba solo. Su madre estaba muerta, su padre era un completo extraño al que nunca veía, Satsuki se había transformado en una atadura para su corazón, indolente de sus verdaderos sentimientos, sus amigos, ¿cuáles? No los tenía y Kise… Kise no lo perdonaría nunca.

Ahora no le quedaba más que afrontar su destino y aprender a vivir solo.

Pero ¿Podría lograrlo? ¿Podría aprender a vivir algún día sin Kise? ¿Qué hacer para olvidarlo? Si la verdad era que lo extrañaba. Añoraba todo de él, su cuerpo pálido junto al suyo, sus alegres risas contagiosas, los graciosos e infantiles gestos que hacía, su parloteo incesante, sus inagotables energías y hasta sus ataques de celos.

Nadie en este mundo era como Kise y él no podría amar a nadie más que al rubio.

Se acomodó en el sillón ladeando el cuerpo hacia la derecha y lentamente fue cerrando los ojos. El sopor del verano inundaba el aire con el perfume dulce de las flores del jardín, al otro lado de la ventana abierta, y su mente evocó la figura del rubio un lejano día de verano en días mejores, donde parecía que entre ellos nada podía cambiar. Estaba sentado sobre el verde césped y deshojaba blancos pétalos de flores de la estación y los lanzaba al aire, haciendo que su cabello fuera cubierto por ellos… En ese instante a Aomine le pareció que hasta podía sentir el cuerpo del rubio junto al suyo, cubierto por el aroma de las flores.

En eso se había transformado su vida ahora, en la evocación de su historia con Kise. Ahora vivía completamente en el pasado, perdido en los recuerdos.

No se dio cuenta cuándo, pero lentamente se fue dejando llevar por el cansancio y el calor y se quedó profundamente dormido. No fue hasta que sintió el fuerte ruido de la puerta al cerrarse, que despertó sobresaltado y se puso de pie sin saber dónde estaba, sólo para ver cómo su padre lo miraba con el ceño apretado desde la puerta de entrada.

—Papá, ¿qué haces aquí? —preguntó con voz somnolienta, pasándose una mano por el cabello, tratando de despertar definitivamente.

—¿Cuánto tiempo llevas durmiendo ahí? —habló con voz seria mientras dejaba el maletín sobre la mesa y caminaba hacia la cocina.

Tuvo que volver a mirar el reloj de la pared para darse cuenta que ya eran cerca de las diez de la noche y girando el cuello hacia el exterior, vio que en la ciudad ya había anochecido.

—Quizá cuántas horas llevas ahí ¡Mira, ni siquiera te has sacado el uniforme! —El hombre salió de la cocina con un vaso de agua en la mano y lo reprendió con voz severa— Si quieres dormir, usa tu cuarto.

—¿Te vas a quedar aquí? —preguntó de pronto, sin prestar atención al sermón que acaba de recibir y sobresaltando con su pregunta al mayor.

—Voy a pasar la noche aquí, se dio la oportunidad en el trabajo y lo aprovecharé como un descanso —contestó quistándose el saco y aflojándose la corbata—. Siento haberte arruinado el plan, pero hoy no quiero ruidos en la casa.

—¡No te lo preguntaba por eso! —Respondió molesto— Papá… quiero conversar contigo.

—Ahora no tengo tiempo para esas tonterías, ¿no te acabo de decir que he venido a descansar?

—Papá escúchame por favor… —le habló bajo acercándose a él.

—¡Basta Daiki! No tengo tiempo —respondió cortante, dándose la vuelta para subir hasta su habitación, pero sus pasos se detuvieron al oír el grito de su hijo.

—¡Te necesito! Estoy pedido por la vida y no sé qué hacer ¡Necesito de la guía de alguien!

Se dio la vuelta y pudo ver al muchacho parado de pie frente a él, con el rostro retorcido por la rabia y el dolor, su labio inferior temblaba y tenía los puños apretados a cada lado del cuerpo ¡Ya era todo un hombre! ¿Cuándo había pasado todo eso? ¿Cuándo había crecido tanto? Ahora ese niño que creía que era su hijo se le hacía irreconocible.

—Son sólo dramas de adolescentes —respondió con voz calmada pero firme, tratado de darle el consejo que necesitaba—. Cuando crezcas Daiki, te darás cuenta que a tu edad todo en la vida es extremo, pero es parte de madurar darte cuenta que la vida es mucho mayor que tus pequeños y ridículos problemas.

—¡¿De qué mierda estás hablando?! —Gritó con rabia— Te estoy diciendo que tengo problemas de verdad. Soy una mierda de persona y no sé qué hacer para cambiar. Quiero ser mejor, pero no puedo —susurró al borde de las lágrimas.

—Debes aprender a superar tus problemas solo —el padre soltó un suspiro cansado y meneó la cabeza en gesto desaprobatorio—, nadie dijo que la vida era fácil.

Daiki vio ahora incrédulo cómo su padre se daba la vuelta otra vez y comenzaba a subir escaleras arriba, ignorándolo por completo, simplemente insensible a sus problemas y su dolor. Frente a semejante actitud, no pudo evitar dejar que dos pequeñas lágrimas rodaran por sus mejillas, y aunque ya ni recordaba la última vez que había llorado frente a su padre, ahora no pudo contenerse y con la voz ronca por el llanto, le gritó desesperado.

—¡Maldita sea, ayúdame! ¿Acaso no eres mi padre? ¿Acaso no se supone que estás aquí para eso?

—Estoy muy ocupado ahora, Daiki —pero el hombre continuó subiendo la escalera sin darse la vuelta para verlo—, tengo problemas reales de los cuales hacerme cargo, así que deja de molestarme de una vez.

—¿No puedes ver que te necesito, verdad? —preguntó en un susurro inaudible.

—¡Ya basta de todo este drama!

¿Drama? ¿Eso es lo que era él para su padre? Sólo era un problema, un problema ínfimo dentro de una larga lista de obligaciones. Arrastrando los pies comenzó a retroceder, alejándose de la figura de ese hombre que ya se había perdido de su vista, hasta que sintió cómo su espalda chocaba con la pared. Cerró los ojos y se dejó caer hasta el suelo, derrumbándose por completo. Sus manos temblaban al igual que todo su cuerpo y no podía parar de llorar.

Se sentía tan perdido. No sabía qué hacer.

Hasta que su mente evocó a la única persona que realmente le importaba y poniéndose de pie con dificultad, salió a la calle y se montó en su motocicleta, arrancando velozmente. No había tomado la precaución de ponerse el casco y sólo llevaba puesta la delgada camisa del uniforme escolar, por lo que el viento y el frío producto de la velocidad a la que iba, le hacían temblar. Aún continuaba llorando, pero no estaba seguro si se debía a la pena o al viento que le daba de lleno en el rostro, veía apenas, con los ojos nublados por las lágrimas, pero no aminoró la velocidad, no hasta que se estacionó.

Se secó las lágrimas torpemente con la manga de la camisa, mientras caminaba con paso rápido por la recepción de aquel edificio. El conserje lo reconoció de inmediato y él lo oyó preguntarle hacia dónde se dirigía y advertirle que debía identificarse antes de ingresar al edificio, pero él no le hizo caso y se adentró en el ascensor sin detenerse ni un segundo.

El trayecto en el elevador hasta el trigésimo octavo piso se le hizo eterno y corto a la vez. Mientras sus ansias de ver al rubio crecían en cada segundo que pasaba cada vez más lento, su incertidumbre si sería bien recibido o no aceleraba el tiempo en una contradicción imposible de existir en el espacio y tiempo real, hasta que el agudo sonido del elevador le avisó que había llegado a su destino. La puerta corrediza se abrió y él salió con paso seguro rumbo al departamento de Kise, pero dudó varios minutos cuando estuvo frente a éste. No estaba seguro de tocar el timbre.

La valentía súbita que había sentido, se le había esfumado por completo ahora ¿Qué era lo que le estaba pasando? ¿Por qué Kise era capaz de provocarle todas esas sensaciones? ¿Qué pasaría si estaba con Kagami? O lo que era peor aún, si no estaba en su departamento debido a que había ido a pasar la noche con Kagami. Suspiró con cansancio cerrando los ojos y sin pensarlo más, tocó el timbre.

Pasaron un par de minutos hasta que finalmente la puerta le fue abierta y pudo contemplar a plenitud el rostro sorprendido de Kise.

—Aomine… —susurró incrédulo.

—Kise…

El rubio pestañeó varias veces, como si quisiera convencerse que no se trataba de un sueño y cuando finalmente se dio cuenta que efectivamente el moreno estaba ahí, le preguntó con voz fría y cortante

—¿Qué haces aquí? ¿Se te ofrece algo?

—Hmmm… —la voz del moreno era baja y dudaba, algo sumamente extraño en él.

—No estoy seguro de qué es lo que buscas aquí, pero sea lo que sea dímelo rápido, tengo cosas que hacer —dijo entrecerrando la puerta, dispuesto a terminar ahí mismo con esa plática sin sentido.

—¿Qué cosas? —preguntó repentinamente con voz intrigada.

—Sólo voy a… ¿Qué te importa? Más bien dime qué viniste a hacer acá —replicó cada vez más molesto, más consigo mismo por dejarse envolver en su juego que con Aomine.  

—Te extraño, Kise… —confesó en un susurro.

Kise abrió los ojos impresionado. No podía creer que Aomine siguiera con el mismo discurso ¿Por qué tanta insistencia? Él perfectamente podía ir a pasar la noche con quien fuera ¿Por qué insistía en buscarlo a él? Si lo que buscaba era compañía, bien sabía que tenía a Kuroko y a Satsuki, quienes jamás le darían un no por respuesta.

Se molestó aún más por estar pensando en esas tonterías cuando él ya había decidido que todo lo relacionado con Aomine no era asunto suyo y en un rápido movimiento, trató de cerrar definitivamente la puerta para dejarlo afuera, pero fue detenido por el moreno, que puso el pie en el momento justo, evitando que el rubio pudiera escapar.  

—¡No, espera! Deja que me quede… por favor… —pidió con voz suave, casi suplicante.

—¡Claro que no! ¡Lárgate! —Kise gritó enfadado ¿Cómo Aomine tenía cara para pedirle algo así? Y empujando con todas sus fuerzas la puerta, intentó cerrarla nuevamente.

Aomine por su parte, intentaba con todas sus fuerzas mantener la puerta abierta y sin dejar de empujar, le pidió con voz enérgica y casi enfadada, producto del esfuerzo físico que realizaba.

—Por favor Kise… te prometo que no haré nada para importunarte.

—¡Vete!

—¡Déjame dormir aquí por favor! Lo necesito.

—¡Y a mí qué me importa lo que tú necesites! 

—¡No quiero estar en mi casa! ¡No quiero estar solo!

—¿Por eso viniste acá? —Kise lo miró indignado por unos momentos— ¿Porque no querías estar solo?

—Si, por eso y… porque quiero estar contigo… —susurró mirándolo a los ojos. Su voz era una súplica.

Sólo en ese instante Kise reparó en la mirada abatida del moreno y se dio cuenta además que él nunca lo había visto así antes, parecía que había estado llorando. Sus ojos estaba levemente hinchado y enrojecidos y todo su rostro tenía una expresión de dolor. Ni siquiera pudo imaginarse qué podría haberle sucedido para que estuviera así. Y estos breves segundos de duda lo hicieron aflojar la presión que ejercía sobre la puerta y finalmente Aomine pudo entrar.

—¿Qué haces? ¡Yo no te dije que podías entrar! —preguntó mirándolo incrédulo.

—Por favor Kise ¡Déjame quedarme! —pidió dejándose caer en el sillón del living.

—¡Claro que no! Me importa bien poco lo que te haya pasado, pero tú te vas ahora mismo de mi departamento —habló con seriedad, señalando la puerta con el dedo índice.

—¡Kise por favor! Te juro que no volveré a pedirte nada más en la vida, pero hoy… pero sólo por hoy… deja que me quede aquí.

El rubio lo miró con el ceño fruncido. Sabía que Aomine era un cretino, pero nunca había sido un buen mentiroso, francamente el moreno nunca le había visto el sentido a la mentira y tampoco podía fingir muy bien, por eso Kise supo sin ninguna duda que toda esa actitud tan extraña era real, que verdaderamente le había pasado algo… algo malo.

Y detallándolo nuevamente con la mirada, se dio cuenta que aún vestía el uniforme escolar aunque ya fuera de noche, que su cuerpo temblaba casi imperceptiblemente y que apretaba las manos de vez en cuando, en un gesto lleno de frustración. El moreno no lo estaba mirado, tenía los codos afirmados sobre los muslos y su cuerpo se inclinaba hacia adelante, parecía tener la mirada perdida, como alguien que piensa concentradamente en algo.

El rostro de Kise cambió ante esta vista y alzó las delgadas cejas en un gesto de preocupación. Se pasó la mano por el pelo y se acomodó varios mechones detrás de las orejas, despejándose el rostro.

—Está bien, puedes quedarte —aceptó finalmente con algo de resignación en la voz—. ¡Pero será bajo mis reglas! No voy a permitir que te me acerques ni mucho menos que me toques ¿Me entendiste?... Y… Ya verás que por la mañana todo estará mejor.

—Nunca he podido saber qué es más molesto —Aomine lo miró asombrado—: tu control maniaco o tu ilusorio positivismo.

—¡Aomine! —Abrió la boca asombrado con la respuesta del moreno y replicó con voz fuerte e indignada— ¡¿Cómo puedes burlarte de mí después de acogerte en mi casa y más encima tratar de animarte?!

—¡Ya deja de llamarme así! No lo soporto… Llámame de la estúpida forma en que lo hacías antes —se puso de pie enfadado y encaró al rubio, pues se sentía incapaz de soportar oír que él lo llamara así. Eso era demasiado doloroso, porque era la mejor forma de recordar todo lo que ya no eran.  

—Sólo llamo así a las personas que quiero mucho… Tú ya no eres parte de esas personas, Aomine —recalcó el nombre con voz seria.  

El moreno desvió la mirada y su rostro adquirió una expresión entre molesta y triste, pero de pronto sus hombros comenzaron a moverse producto de una risa inaudible y alzó la mirada para pronunciar con voz suave.

—Supongo que ya no hay nada que pueda hacer al respecto.

—No… no hay nada que puedas hacer —dijo mirándolo seriamente.

Aomine no respondió nada, se limitó a mirarlo fijamente a los ojos, cosa que lo puso más intranquilo aún y suspirando hondo para tratar de calmarse, desvió la mirada hacia el pasillo. Aun no entendía por qué lo estaba ayudando, mucho menos ahora, ahora que no estaba solo, ahora que estaba con Kagami ¿Qué pensaría Kagami si se enteraba que él había dejado que su ex se quede en su casa? Seguro no le gustaría nada… Pero él no había podido negarse. Nunca había podido negarle nada a Aomine.

Movió la cabeza, tratando de reaccionar y a la vez liberar su mente de los confusos pensamientos que la invadían. No quería pensar más en Aomine y debía poner distancia entre ambos ahora mismo.

—Bueno, ya es tarde y me siento muy cansado así que me voy a dormir —le habló con seriedad—. Tú puedes usar el cuarto de huéspedes. Sabes bien cuál es… Que pases buena noche —se despidió y se encaminó hacia su habitación.

—¡¿Qué?! ¿No voy a dormir contigo? —preguntó mirándolo a la cara con un gesto de completo asombro.

—¡¿Qué?! —Gritó espantado dándose vuelta para mirar al moreno— ¿Qué te estás creyendo? Claro que no dormirás conmigo ¿entendiste?

—¡No Kise, déjame quedarme contigo por favor! —se le acercó y alzó la mano para tocarlo, pero se arrepintió y ésta quedó suspendida en el aire.

—No… ya te dije que… no… —respondió dudando.

—Por favor. Te prometo que no te voy a tocar, sólo… sólo… déjame quedarme a tu lado, sólo por esta noche —pidió bajando la mano con una mirada completamente desamparada.

Sin saber muy bien por qué, ni qué había hecho el moreno para convencerlo, Kise aceptó con un movimiento de cabeza. Pero la verdad era que no pudo negarse, no a esos ojos azules que ahora se veían tristes.

Kise se dio la vuelta y comenzó a caminar casi arrastrando los pies hacia su habitación, siendo completamente consciente de la presencia del moreno a sus espaldas y de su fuerte mirada que iba fija en su nuca. Él no dijo nada y Aomine lo seguía en silencio, hasta que ambos entraron a la habitación.

Kise llevaba puesto un short holgado y una camiseta de algodón, su vestimenta preferida para dormir en estos días de verano, pero no podía dejar al moreno dormir con el uniforme escolar, así que se adentró a su armario y regresó con una tenida similar.

—Toma… es mejor que uses esto para dormir —le dijo extendiendo la mano.

—¡Esto es mío! —miró la ropa sorprendido.

—Claro que sí, es la ropa que usabas cuando salíamos a entrenar juntos, pero creo que te servirá bien como pijama… A menos que prefieras dormir así —respondió encogiéndose de hombros.

—No sabía que aún la conservabas, pensé… pensé que habías tirado todo lo que me pertenecía —susurró con la vista fija en la ropa.

—¡Mejor vete a cambiar de una vez! —Kise no respondió y prefirió evadir el tema— Estoy muy cansado y mañana tengo una sesión de fotos temprano, así que déjame descansar.

—Claro —aceptó antes de meterse al baño.

Cuando salió vestido con su propia ropa, limpia y fresca, pudo ver que Kise ya se había metido en la cama y parecía dormitar. Tenía los ojos cerrados y su rostro reposaba tranquilamente sobre una de sus manos extendidas, el lacio cabello rubio caía desparramándose sobre la almohada, mientras que otras hebras le cubrían el rostro. Aomine caminó con suavidad hasta quedar agachado frente a él y estirando la mano, tomó con delicadeza esas hebras de cabello y las quitó del rostro del rubio, acariciándolo de paso sólo con la yema de los dedos.

Kise se tensó de inmediato y abrió los ojos enormemente.

—¿Por qué hiciste eso?

—He tenido un día de mierda… y lo necesitaba.

—¿Qué? ¿Y tú crees que a mí me importa el día que has tenido? —Preguntó con voz indignada, sentándose en la cama— ¡No lo vuelvas a hacer o voy a echarte!

—Está bien, te prometo que no lo haré más —prometió alzando los brazos y mostrando las palmas de las manos, en un gesto de inocencia—. Pero déjame quedarme por favor…

El rubio sólo atinó a asentir con la cabeza, evitando posar su mirada en el moreno, pero la verdad era que se sentía realmente preocupado por él ¿Qué le había pasado para que se encontrara así? Se dejó caer de espaldas en la cama y sin ladear el cuello para mirarlo, con el rabillo del ojo lo vio acostarse a su lado sobre el costado izquierdo, acurrucándose cerca de él y sin dejar de mirarlo.

—¿Qué fue lo que te pasó, Aominecchi? —no se dio cuenta cómo salió ese nombre de forma natural de su boca.

—No es nada… por favor no te preocupes por mí —dijo con voz seria, cerrando los ojos—. Por la mañana estaré bien, es sólo que no me gusta la noche… No me gusta estar solo por la noche —confesó con voz baja.  

—¿Por eso es que siempre te buscas a alguien para pasar la noche? —Comentó irónico, ladeando el cuello para mirarlo— Sabía que debía haber algún trauma ahí.

—No es eso… —Aomine no se inmutó con su comentario, permaneció con los ojos cerrados y le respondió con voz suave— Y yo… ya no hago eso más.

—¿Hacer qué? —preguntó sin entender.

—Pasar la noche con cualquier idiota —dijo abriendo los ojos por fin, posando su mirada abatida sobre los ojos dorados de Kise.

—¡¿En serio piensas que después de todo lo que te conozco te voy a creer eso?! —replicó girando el cuerpo y quedando frente a frente con el moreno.

—Es verdad Kise… yo no he estado con nadie después de que terminamos —susurró con voz queda.

—¡Hace sólo dos días te vi con Kuroko! —dijo rodando los ojos y sin entender por qué había dicho eso, esto ya parecía una escena de celos y él no tenía ni derecho ni necesidad de cuestionar las juntas del moreno.

—¡Sólo lo iba a dejar a su casa!... Y después de que te fuiste, yo también me bajé del tren, No lo acompañé más —dijo sinceramente mientras se removía en la cama, buscando una posición más cómoda.

—¿Por qué? ¿Acaso sentiste culpa? —preguntó burlón.

—No. Porque no podía concentrarme en nada más que en ti… Sólo podía pensar en ti… Sólo pienso en ti…

Kise quedó helado con esta confesión y sólo atinó a girarse abruptamente en dirección contraria, buscando alejarse del moreno, quedando nuevamente acostado de espaldas en la cama y fijando su dorada mirada en el techo. No quería verlo más, ni escuchar sus palabras, ni pensar más en él ¿Por qué venía a decirle todo esto ahora? ¿Qué significaba todo aquello? ¿Qué es lo que quería Aomine?

—¿Por qué tienes esa voz de sabio del universo? —el rubio habló bromeando, buscando romper la tensión que se había formado de repente entre ambos.

—¡Ya basta de charlas absurdas! —Aomine suspiró cansado— Mejor duérmete, ¿no dijiste tú mismo que tenías sueño y debías descansar?

Kise ladeó el cuello y ambas miradas se encontraron de pronto y los dos gritaron a la vez.

 —¡La luz!

—No, Aominecchi… Te toca a ti, tú te acostaste último —replicó sin percatarse que otra vez había usado ese nombre que no quería decir.

—¡Kise! Yo me siento mal… Anda tú, además es tú casa.

—¿Y eso qué tiene que ver? —Kise lo miró con el ceño apretado y como no obtuvo respuesta, se puso de pie enojado, quitándose la delgada sabana con la que se tapaban— ¡No sé por qué te pedí que lo hicieras tú! Nunca fuiste capaz de apagar la luz siquiera —murmuró con voz molesta.

Cuando bajó el interruptor, sus ojos tardaron un par de segundos en acostumbrarse a la escasa visibilidad y con pasos lentos y dudosos, se acercó nuevamente a la cama. Podía ver en la penumbra el bulto que formaba en la cama el cuerpo de Aomine, y usándolo como guía, se dejó caer sentándose en el borde.

—Esta es la línea divisoria —dijo seriamente marcando con el dedo índice una línea imaginaria sobre el colchón, que además era imposible de ver debido a la oscuridad reinante—. Este es mi lado de la cama y ese el tuyo ¡No quiero que traspases el límite!

—¡Ya cállate Kise! duérmete de una vez por todas —replicó moviendo la cabeza y poniendo los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír con el control maniaco del rubio.

Kise miró el bulto que formaba el cuerpo de Aomine en la cama con expresión severa, aunque estaba plenamente consciente que el moreno tampoco lo veía a él y no había podido notar su gesto, así que finalmente se recostó, acomodándose en posición fetal lo más lejos que pudo del cuerpo contrario que no se movió en lo más mínimo, sin dar ninguna muestra de querer acercársele

—No me vayas a tocar —repitió con voz adormilada, sacándole una risa insonora por la nariz al moreno.

Pero el rubio no se dio cuenta cómo en el transcurso de la noche, fue él mismo quien se giró hacia Aomine, buscando su cuerpo, su calor y su presencia. Y levantándole el brazo, se acomodó entre ellos, recostando la frente en su pecho y durmiéndose profundamente por fin. 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado =)

Besos!!!


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