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Amor, Traición y Orgullo por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

Finalmente llegó la hora de decir adiós con este fic. Muchas gracias a todas las personas hermosas que se dieron el tiempo de hacerme llegar sus comentarios. Todos son valiosos para mí y les tengo un gran aprecio.

 

 

Capítulo XVI

 

 

Cada quien elige los labios que quiere besar,

Los ojos que quiere mirar,

El corazón que quiere cuidar

Y a la persona que quiere alegrar.

 

 

Kise despertó con dificultad. Le dolía el cuerpo y se sentía cansado, aun cuando estaba apenas abriendo los ojos. Pestañeó un par de veces, haciendo que sus orbes doradas se acostumbraran a la excesiva claridad que había en su cuarto, y soltó un quejido lastimero. Se sentía completamente molido, esa era la descripción gráfica y total del estado en que se encontraba su cuerpo, pero su corazón, era cosa totalmente distinta; estaba más que dichoso, estaba en un estado casi de éxtasis. Todo a causa del moreno que ahora dormía tranquilamente a su lado.

La tarde anterior habían llegado a su departamento con un solo pensamiento en mente, dar rienda suelta a su pasión y demostrarse cuánto se habían extrañado todo ese tiempo que habían permanecido alejados. Tanto así había sido, que ahora no sabía decir a ciencia cierta cuántas veces habían hecho el amor, sólo sabía que no habían parado en toda la noche.

Se tomaban pequeños descansos en medio del frenesí de amor en que vivían, a veces dormitando tranquilamente, otras veces sólo besándose con lentitud por horas hasta caer dormidos sin darse cuenta cuándo, pero despertaban enseguida, sedientos de más besos, de más caricias, de más deseo… y continuaban con su ritual de amor hasta que los acuosos sonidos de los besos eran reemplazados por los gemidos roncos; a veces suaves, otras veces estridentes, incluso pequeños grititos de placer. Los nombres susurrados en la oscuridad en medio del éxtasis del momento, resonaban en sus cabezas, causándoles intranquilos sueños que sólo los hacían despertar otra vez para hundirse en el más delicioso de los placeres.

Así se les había pasado la noche entera… amándose.

No era de extrañar que ahora Kise apenas si pudiera moverse y sintiera todo su cuerpo resentido, porque aunque ambos eran deportistas de alto rendimiento, sus energías no eran inagotables y el exceso de ejercicio había sido demasiado.

Volvió a abrir los ojos, ahora mucho más acostumbrado a la luz del día y fue consciente del peso del moreno que le aplastaba el vientre. Aomine dormía usando su cuerpo de almohada, plácidamente recostado en su hombro, mientras le pasaba un brazo por la cintura y entrecruzaba sus piernas, en un gesto absolutamente posesivo, muy propio de él.

Se giró en la cama para verlo, y al contraer los músculos de su abdomen con el movimiento, sintió cómo el semen que aún quedaba en su interior, escurría por sus piernas. Se sintió sucio, algo asqueroso, pero a la vez se le hizo terriblemente excitante saberse lleno de la esencia de su moreno.

Ahora que podía verlo de frente, lo detalló con la mirada y con las yemas de los dedos, recorriendo en una caricia suave como la pluma, los varoniles ángulos del rostro bronceado de Aomine. Se le hizo tan sensual su manera relajada de dormir: su pecho se movía acompasadamente, su boca estaba entreabierta y el color de sus labios era más intenso, sus ojos se movían de vez en vez en lo que probablemente era un sueño, su frente estaba completamente lisa, ocultando cualquier atisbo de molestia y su cabello aunque corto, estaba despeinado.

¡Cómo lo amaba! Sus ojos no podían ver nada más que a él.

Sonrió mientras se acomodaba más cerca del cuerpo de Aomine, rozando con la nariz el rostro moreno hasta depositarle un beso sutilísimo en los labios entreabiertos, y se escabulló de la cama con el mayor cuidado del mundo. Era un lunes por la mañana, así que ambos tenían que asistir a la Preparatoria, pero aún era temprano y Kise sabía que el moreno podía disfrutar de unos minutos más de sueño mientras él se duchaba y arreglaba para salir. Se puso de pie con dificultad, sintiendo un dolor terrible en la parte baja de la columna, claramente resentida por las fuertes embestidas de las que había sido víctima toda la noche, y con paso tambaleante se encaminó al baño.

Iba completamente desnudo, por eso sólo tuvo que abrir la llave de la regadera y esperar hasta que el agua saliera tibia, para meterse. El chorro de agua impactó de lleno contra su rostro, mojándole el cabello y bajando por su largo cuello estirado hasta humedecerle el cuerpo por completo. Sus músculos agarrotados comenzaron a relajarse debido al efecto reparador del agua y se dejó llevar, cerrando los ojos y disfrutando de la sensación de relajo. El cabelló se le había ido todo a los ojos, tapándole la frente por completo y una gruesa línea de agua escurría por el centro de su nariz y caía a grandes goterones de su mentón. Cuando levantó la cabeza para masajearse los hombros resentidos por la tensión, el agua le despejó el cabello de la frente y dejó el perfil de su rostro a la vista.

Tan concentrado estaba en disfrutar de la agradable sensación del agua recorrer su piel y tan perdido estaba en el hipnotizante sonido de las millones de gotas impactando contra el suelo de baldosas blancas de la ducha, que no se percató de la presencia a sus espaldas, no hasta que ésta se le acercó y lo sostuvo con firmeza de las caderas.

Sobresaltado, se apegó a los azulejos de la ducha, girando el rostro para ver la expresión juguetona de Aomine.

—¿Qué estás haciendo? —El moreno preguntó con voz controlada, casi se podía detectar un tinte de diversión en su voz— ¿Por qué escapas de mí?

—¡Me diste un susto de muerte, idiota!

Kise tuvo que llevarse una mano al pecho y exhalar un suspiro hondo antes de volver a meterse bajo el chorro de agua, por supuesto que su gesto sólo produjo que la sonrisa imperceptible que cargaba Aomine en los labios, se ensanchara.

Creyendo que el moreno sólo quería unírsele a la ducha y alistarse para no llegar tarde a clases, Kise continuó con su baño, sólo que esta vez ya no podría seguir con su proceso de relajación y sólo debería concentrarse en la limpieza, por motivos de tiempo; pero Aomine tenía unos planes muy diferentes, que no contemplaban para nada asistir a la Preparatoria. Lo volvió a sujetar por las caderas y se apegó a su espalda mojada, depositando un beso travieso en su hombro, jugando con sus labios y su lengua.

—Aominecchi, ya déjate de tonteras y mejor apresúrate —Kise rio mientras alargaba el brazo para tomar el shampoo—. O si no, vamos a llegar tarde.

La respuesta que obtuvo fue la mano derecha del moreno recorriendo con lentitud del hueso de su cadera hasta su entrepierna, produciéndole un hormigueo en la zona, seguido de un dulce tirón que hizo que una corriente eléctrica ascendiera por su espalda.

—¿Salir? —Aomine preguntó divertido— Yo no tengo pensado salir… —soltó el frasco de shampoo al instante. Ahora su traviesa lengua subió delineando sólo con la punta, desde el hombro hasta la oreja— ¡De hecho! No tenía pensado que ninguno de los dos saliéramos en un buen tiempo de aquí.

—Pero qué… —Kise hasta ese momento no había entendido lo que el moreno quería decir con su declaración, pero sus planes se le aclararon de pronto— ¡Oh, no! ¡No!

Presa de un nuevo sobresalto, Kise volvió a alejarse del cuerpo de Aomine, dándose la vuelta para encararlo con gesto bastante disgustado. Había quedado apoyando la espalda en el frío material de las paredes de la ducha, y la diferencia de temperatura entre su cuerpo  y los azulejos le produjeron un escalofrió que no pudo controlar. Aun así, sus ojos dorados ahora centelleaban con resolución y el grueso chorro de agua era lo único que se interponía entre ambos.

—¡Olvídalo! No lo vamos a hacer.

—Por haberte negado, ahora sufrirás —Aomine lo miraba con una expresión demasiado seria en sus ojos azules, ya no sonreía—. Voy a hacer que me supliques por más.

—Eso no va a ocurrir ni en un millón de años.

—¿Quieres apostar, Kise?

Sonrió frente a la arrogancia de Aomine, convencido de que esa apuesta, el moreno la iba a perder. Su principal razón era el cansancio; él estaba agotadísimo y le dolía cada fibra de su cuerpo, de seguro que le era imposible soportar otro round más y por lo mismo, creía que era imposible que su cuerpo sucumbiera frente a los estímulos del moreno, por muy buenos que éstos fueran… Pero como todos sabemos, el cuerpo es una perra traicionera.

Aomine se le acercó lentamente, con los movimientos de un cazador a punto de atrapar a su presa, pero Kise no intentó alejarse, convencido de poder probar su punto. El moreno se adentró bajo la regadera y ahora su cuerpo quedó humedecido por completo, el agua le alborotó el pelo y le perló la piel bronceada del pecho. Kise lo recorrió con la mirada, no podía negar que le gustaba cada centímetro de piel que veía, pero estuvo seguro que esto no se reflejó en su rostro, aunque tal vez si en el brillo de sus ojos; como fuera, Aomine no comentó nada al respecto. Terminó de cerrar la distancia entre ambos y sólo lo besó.

Fue un beso lento, de esos besos que son sólo un contacto suave pero intenso entre los labios, apenas abriendo las bocas. Kise ya estaba seguro que el beso se había extendido por varios minutos, y se comenzó a impacientar de sólo sentir el contacto con la boca del moreno y nada de sus intrépidas manos recorriéndole todo el cuerpo, toda esa actitud era por demás extraña y no respondía al comportamiento habitual de Aomine, y fue apenas consciente del momento en que comenzó a anhelar del contacto con el otro cuerpo.

Ansioso, recorrió con la palma de las manos el desarrollado pecho del moreno hasta afirmarse con fuerza de sus hombros. Sólo en ese momento, Aomine volvió a tomar la iniciativa, sonriendo en medio de ese beso que el rubio se estaba encargando de intensificar, por las evidentes contradicciones entre lo que hacía y lo que decía su novio. Sin previo aviso, lo tomó con firmeza de las nalgas, haciéndolo levantarse de puntillas y apegarse más y más a su cuerpo, arqueando la espalda.

La piel que Aomine tenía bajo sus manos era suave, pero firme y tonificada, propia del cuerpo de un deportista; su tamaño era perfecto, cabía cada una en sus grandes manos y podía amasarlas a voluntad, lo que hizo a placer. Con cada apretón que daba, Kise se encargaba de recompensarlo con un pequeño gemido ahogado, porque el chico se negaba a romper el beso del cual eran presa. Y él aprovechó la nueva cercanía entre sus pelvis, para que su miembro, erguido desde el momento en que entrara a la ducha, se rozara contra el miembro del rubio, que recientemente le hacía compañía. El roce fue exquisito e hizo que ambos rompieran el beso para soltar un jadeo caliente.

Cuando Aomine volvió a unir sus bocas en un beso, mucho más apasionado esta vez, fue el momento justo para pasar al segundo nivel. Su mano derecha se recorrió desde los glúteos del rubio hasta su entrada, donde jugó circularmente por un tiempo que a Kise se le hizo interminable. Fue el movimiento de caderas del mismo rubio el que hizo que sólo la punta de su dedo lo penetrara, pero en ese instante tuvo que detenerse para contener el ronco jadeo que salió de su boca, al sentir la punzada en la punta del pene que le causó descubrir, que la estrecha cavidad del rubio ya estaba lubricada por su propio semen.

—Me encantas cuando estás así… tan mojado… tan sexy…

Kise no se quedaba atrás, porque eso de ser pasivo, nunca se le dio muy bien. Gracias al agua de la regadera, el movimiento de sus manos recorriendo el cuerpo moreno fue fluido y pudo sentir a completitud los marcados músculos de la espalda, los fuertes bíceps y los exquisitos abdominales, que se revelaban bajo sus palmas en una caricia lenta y deliciosa. Aomine pasó a atacarle el cuello con besos y mordidas, mientras su dedo se hundía por completo en sus entrañas, haciéndolo gemir más fuerte, ahora que su boca no lo callaba. Y cuando fueron dos los dedos que sintió invadirle, se sintió completamente presa del deseo, pero de la nada, esos dedos que tanto placer le estaban brindando se fueron, haciéndolo sentir vacío.

—Bueno, creo que ha sido suficiente jugarreta por una mañana —Aomine se alejó y comenzó a bañarse, frotándose lo brazos con el jabón que acababa de tomar—, hay que ducharse ahora o llegaremos tarde.

—¡QUÉ!

—¿Qué pasa? ¿Tienes alguna objeción?

—¡Maldito!

—Esa no es la palabra mágica, Kise —Aomine lo miraba ahora verdaderamente divertido, sonreía con los labios y con los ojos. Sabía a la perfección que tenía pleno control—. Tú sabes cuál es ¡Vamos!

Silencio.

—¡Vamos Kise!

—Por favor…

—¿Qué dijiste? —el moreno dejó caer el jabón y lo miró con expresión de duda, obviamente fingida— Creo que no te oí, la ducha hace mucho ruido.

—¡Maldito!

—Otra vez con eso… Te dije que esa no era la palabra mágica.

—¡Maldición! ¡Penétrame de una vez!

Esta vez Aomine no se hizo esperar, sonrió de lado, con esa expresión altanera y arrogante que Kise había visto muchas veces en su rostro, expresión que valga la pena mencionar, lo volvía loco. Lo tomó de los hombros y sin un ápice de delicadeza, lo estampó contra los azulejos, apegándose a su espalda mojada.

—Como ordenes.

Ahora el rubio le estaba dando la espalda y en un gesto osado, pero muy propio de él, levantó el trasero, tentándolo, un gesto corporal que sólo le pedía una cosa: ven y tómame. Y él no se hizo esperar, abriéndole las nalgas para darse cabida, se tomó el pene con una mano y lo posicionó en su entrada, empujando con toda la fuerza de su pelvis.

—¡AAHH! —Kise se quejó y su cuerpo se tensionó al instante. Eso le estaba doliendo.

El agua, que había sido tan buena compañera al momento de acariciar, ahora se volvía su enemiga, impidiéndole penetrar a su chico. Aunque Kise ya estaba lubricado y algo dilatado, el agua que les empapaba el cuerpo y humedecía su pene, producía una fricción que le estorbaba en su intento por penetrarlo.

—Aguanta —volvió a embestir pero esta vez el cuerpo del rubio se alejó, poniéndose de puntillas.

—¡No, me duele! —Kise se giró haciendo que el pene que apenas estaba ingresando en su interior, se saliera por completo— Espera un momento.

—¿Qué vas a hacer? —a esas alturas, Aomine creyó que el rubio se iría, pero lo que hizo sólo logró prenderlo mil veces más, aunque dudaba que eso fuera humanamente posible ¿Acaso podía estar aún más loco por su chico?

Kise se llevó una mano a la boca y sacó una gran cantidad de saliva, que usó para humedecerle el pene; acariciándole con círculos el glande y masajeando toda la extensión con su otra mano. Volvió a repetir la acción, sólo para asegurarse que el moreno estuviera bien lubricado, y volviendo a humedecer sus dedos, continuó con el exquisito roce que ejercía en la cabeza del pene del otro.

—Ahora sí —al terminar de hablar, el rubio volvió a posicionarse contra la pared, dándole la espalda a Aomine.

Y aunque éste pareció convertirse en piedra por unos segundos, el ver el sugerente trasero del rubio tentándolo, lo sacó de su letargo y volvió a posicionarse entre sus piernas, penetrándolo. Esta vez el movimiento fue fluido, y de una sola estocada estuvo llenando por completo la caliente cavidad de Kise. 

—Aaahh… A… Aominecchi… —ese gemido no fue de dolor.

Kise se había apoyado en los fríos azulejos, esperando que eso ayudara a bajarle la temperatura corporal, porque sentía sus mejillas arder. Su respiración era agitada, haciendo que su pecho subiera y bajara con rapidez, tenía los ojos cerrados con fuerza y su boca jadeaba. Aomine por su parte, no había podido ahogar el gemido largo y caliente que salió de su garganta al saberse dentro de las entrañas de Kise. El cuerpo del rubio se cerraba como un anillo haciendo que su pene palpitara intranquilo y tuvo que esperar varios segundos para poder adecuarse a la conocida y exquisita sensación.

Sin poder controlarlo, Aomine sonrió de lado y llevó su pelvis hacia atrás, dejando tan sólo la cabeza del pene atrapada dentro del interior del rubio y aplicando la fuerza de su cuerpo, volvió a embestir. Toda la extensión de su miembro se deslizó dentro de Kise, esta vez con exquisita facilidad, y repitió la acción, infinitas veces. Sus movimientos eran largos y rítmicos, embistiendo con fuerza contra las nalgas del rubio, en una arremetida completamente salvaje.

—Ngh… eres delicioso… —Aomine succionaba una de las orejas del rubio, delineándole la forma con la lengua, mientras sus manos se enterraban en sus caderas, sosteniéndolo con firmeza.

—¡Aaahh! —Kise gimió alto. Esta vez el moreno flexionó las rodillas sin salirse por completo del interior de Kise, para ponerse de pie enseguida, embistiéndolo en un nuevo ángulo que dio de lleno en su próstata.

Repitió la acción un par de veces, pero al sentir el interior de Kise contrayéndose, no tuvo dudas que iba a acabar. Preso de un arrebato de sadismo, detuvo sus embestidas y tomó el pene del rubio en sus manos, apretando con fuerza la punta y haciéndolo gemir de angustia.

—No… no puedo más… —la voz de Kise había sido un quejido— ¡Ya no lo soporto!

—Oye Kise… me siento hambriento —le susurró al oído, oyendo con claridad la respiración agitada del otro—. Y sé que tú tienes una deliciosa leche para mí.

Dicho esto, salió del interior del rubio y tomándolo de las caderas, lo giró, haciendo que ahora la espalda arqueada de Kise impactara contra los azulejos. Se arrodilló frente a él y le masajeó el miembro con fuerza antes de engullirlo por completo, humedeciendo con su boca la sensible piel del pene del rubio. Cuando lo sacó, sus labios se cerraron en torno a aquel rígido trozo de carne, iniciando así un vaivén vertiginoso que se encargó de matizar con sus manos: con una le masajeaba sin mucha delicadeza, los testículos; mientras que la otra la utilizaba para penetrarlo, usando dos de sus dedos. Con todo este estímulo, era obvio que Kise no pudo resistir mucho más y aferrándose con fuerza de las paredes de la ducha, llevó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, tocando el cielo en las manos del moreno que bebió hasta la última gota de su esencia.

Aomine sonrió al separarse del cuerpo de Kise que se dejaba caer afirmando la espalda en la pared hasta quedar sentado en el suelo, y se tuvo que relamer los labios cuando todo acabó ¡Su chico sabía a gloria!

Lo miró detenidamente. El agua continuaba cayendo sobre ambos, haciendo que el pelo de Kise le tapara la cara, velando sus transparentes ojos ahora cerrados, su pecho se movía con rapidez al ritmo de su agitada respiración, su rostro se contraía en una mueca de placer y toda su piel húmeda resplandecía. Se veía completamente exhausto y aun así, prácticamente desmayado de placer, Kise se las arreglaba para excitarlo, porque ahora al mirarlo, su pene, que nunca había mermado su rigidez, volvió a tensarse de manera automática, ansioso nuevamente de poseer ese cuerpo blanquecino y ahora acabar en él.

—¡Ningún hombre tiene derecho de ser así de sensual!

Kise se sobresaltó con sus palabras y abrió los ojos de inmediato, para encontrarse con los ojos azules de Aomine, oscuros de deseo. El moreno no había acabado, de eso estaba seguro, y por la mirada que tenía ahora, era obvio que sólo quería una cosa, y él no tenía ni las fuerzas ni las intenciones de negarse. Le sonrió ampliamente y con dificultad, se incorporó sobre las rodillas, avanzando hasta quedar sentado a horcajadas sobre el moreno.

—El único que exuda sensualidad aquí eres tú —sus palabras provocaron una sonrisa complaciente en la boca de Aomine, que sentado en el suelo, le condujo las caderas hasta dejarlo caer sobre su hombría.

Ambos jadearon con fuerza en el contacto: Aomine sintiéndose deslizar y Kise sintiéndose atravesar. El rubio se sostuvo con ambas manos de la nuca del más alto y comenzó a moverse, auto-penetrándose; usaba ambas piernas como soporte para impulsarse hasta arriba, casi sacando el pene de su interior, para luego dejarse caer con fuerza, llenándose nuevamente. Aomine le apretaba las nalgas con fuerza y había atacado otra vez su cuello para morderlo a gusto, intercalando sus brutales acciones con uno que otro beso.

Un gemido más fuerte de Kise y el correspondiente apretón de sus entrañas, le avisó al moreno que había dado de lleno nuevamente en ese punto que volvía a su rubio loco de placer, y ahora extasiado con oírlo gemir más y más, y encaprichado con hacerlo clamar su nombre, se puso de pie con el chico a cuestas y le apoyó la espalda en la pared de la ducha, para así poder marcar el ritmo otra vez.

Le seguía sosteniendo desde los glúteos y el rubio le había pasado las largas piernas por las caderas, buscando sostenerse para lo que sabía que vendría: una arremetida salvaje. Los movimientos de Aomine ahora eran cortos y parejos, impactando con rapidez contra la entrada de su novio.

—Aomine…cchi…

Sentía al rubio gemir cerca de su oído, cosa que sólo lograba volverlo loco de placer y hacía que su pene se tensara más. Ya estaba por acabar, lo sabía, una corriente eléctrica lo atravesó como un rayo y recorrió todo su cuerpo, ahí estaba, un par de embestidas más y por fin alcanzaría el máximo placer.

Y aunque había sido el mismo Kise quien se había mostrado reticente, casi gritó al alcanzar el orgasmo por segunda vez. Al momento de acabar, la lengua de Aomine reclamó su boca con una fuerza brutal; explorando con ansias esa cavidad, succionándole los labios y mordiéndole la boca. Cuando por fin se separaron en busca de aire, sus labios estaban adoloridos por la intensidad de aquel beso.

Luego del orgasmo, Kise se derrumbó sobre el cuerpo de Aomine, enterrando la cabeza en su cuello y las manos que se sujetaban de sus hombros perdieron fuerza, su respiración era extremadamente agitada y el moreno juraba que podía sentirle los latidos del corazón contra la piel de su pecho, mientras sentía cómo su cuerpo se estremecía de pies a cabeza entre sus brazos. Se preocupó al instante, creyéndolo desmayado de agotamiento y sólo esperó hasta que su respiración se normalizó un poco para salir de la ducha con él en brazos.

Lo dejó caer sobre la cama con una delicadeza extrema, algo inusual en él que siempre se destacaba por su bestialidad. El rubio permanecía con los ojos cerrados, respirando agitadamente, con el cabello cubriéndole el rostro.

—Ryouta, ¿estás bien? —Se arrodilló a su lado y le despejó la frente con las manos— ¡Háblame!

—Estoy bien, sólo… —el rubio entreabrió los ojos con un gesto evidente de cansancio, pero su mirada destilaba ternura— sólo estoy un poco cansado.

—¡No me vuelvas a asustar así!

Aomine lo besó en la frente soltando un suspiro de alivio y se dedicó a repartir suaves besos por todo su rostro. Los cuerpos de ambos estaban empapados y pronto traspasaron la humedad a la cama, pero ninguno de los dos pareció reparar en el hecho, por el contrario, lo agradecieron, porque la humedad de las sábanas enfriaba su temperatura corporal. Aunque Kise sólo se dedicaba a disfrutar de los besos que le daban, Aomine dejó de repartir los dulces besos que nunca antes le había dado al rubio, y que jamás pensó llegar a dar, para acomodarse sobre su costado derecho, usando su brazo como almohada. Podía ver el perfil del rostro del rubio y se dedicó a contemplarlo con tranquilidad, mientras su mano libre le acariciaba el vientre con lentitud.

—Me encanta hacer esto contigo, ¿sabes por qué?

—Porque soy bueno en la cama —Kise había vuelto a cerrar los ojos y ahora se cubría medio rostro con el antebrazo—. Porque tengo buen trasero. Porque puedo aguantar tu ritmo demencial ¡Porque eres un pervertido de lo peor! Y tal vez yo también… No sé, se me ocurren muchas opciones.

—Sí, todas esas son ciertas, pero aún no has dicho la más importante.

—¿Y esa cuál es?

—Porque contigo hago el amor. Tú eres el único en mi vida con el que he hecho el amor, Ryouta.

Si la respiración de Kise antes era errática, ahora había dejado de respirar por completo. Abrió los ojos de golpe y se giró en la cama para quedar frente a frente con Aomine que lo miraba en completa calma. Todo eso le parecía un sueño, un sueño del que no quería despertar, porque tantas habían sido las noches que había soñado que esos labios pedantes y burlones le dijeran un te amo, que ahora las palabras le sabían a sueño y no a realidad.

—Daiki… Te amo.

—Lo sé —la sonrisa altanera se volvió a instalar en sus labios, pero luego de unos segundos, se puso serio nuevamente— Yo también te amo.

Esta vez fue el turno del rubio de sonreír, pero su sonrisa no era arrogante, sino de la más pura felicidad; se acercó al rostro moreno y le besó los labios. Al instante de hacer contacto con éstos, sintió el resentimiento en los suyos, que ya los tenía adoloridos e hinchados de tantos besos, pero aún a pesar del dolor, no se detuvo, sino que trató de expresar todo el sentimiento que tenía guardado en el corazón con aquel beso.

Fue Aomine quien rompió el contacto, pero sólo para continuar con los mimos a lo largo de toda la mandíbula del rubio. Se entretuvo varios minutos besando delicadamente el cuello blanquecino donde ahora destacaban varias marcas rojizas, intercalando suaves apretones de los labios con las traviesas formas que realizaba su lengua sobre la suave piel. Inconscientemente, dejándose llevar por los deseos de su cuerpo, una de sus piernas se coló entre las del rubio y pronto, estuvo nuevamente sobre él, casi aplastándolo con su peso.

Kise aprovechó el momento justo en que Aomine dejaba de besarlo para incorporarse sobre los codos y evitar aplastarlo, para realizar una lenta y sensual lamida, que iba desde la base de su cuello hasta su mentón, causando que un gemido grave y sostenido saliera de la garganta del moreno.

—Maldición… me prendes demasiado, Ryouta —rozó su miembro endurecido nuevamente contra una de las piernas del rubio.

—¿Y qué te hace pensar que tú a mí no? —para probar la veracidad de sus palabras, Kise tomó la mano del moreno y la llevó a su entrepierna, hasta hacerle sentir la rigidez de su carne en las yemas de los dedos.

Kise no esperó nada más, y removiéndose en la cama, abrió las piernas para darle al moreno la cabida que necesitaba. Éste le pasó uno de los brazos por la espalda baja para levantarle las caderas, mientras el otro lo usaba como soporte sobre la cama, y movió las caderas hasta encontrar el lugar perfecto de la fruncida entrada de su rubio.

Aomine lo volvió a embestir, dejándose perder en la deliciosa estrechez de su cuerpo, preguntándose cómo era posible que siguiera estando así de apretado después de todo lo que habían hecho desde ayer. Le parecía humanamente imposible, pero aun así las entrañas de su chico lo recibieron y lo estrecharon a la vez, en la más deliciosa de las combinaciones.

Aomine comenzó a jugar con las penetraciones, a veces sacaba el pene casi en su totalidad, para luego volver a meterlo bruscamente, en una serie de movimientos lentos y pausados que dejaban al rubio sin aliento. Y al instante, rompía el ritmo con embistes rápidos y certeros que buscaban rozar su punto G para terminar de volverlo loco de placer.

Kise jadeaba con fuerza por los continuos embistes de la pelvis del moreno y con una expresión casi desesperada en el rostro, levantó las manos para asirse a su cuello, dejando su torso suspendido en el aire, pero apegado al cuerpo de su moreno que no paró en un solo instante.

El cuerpo de ambos estaba en extremo sensible, los orgasmos anteriores aún les hormigueaban la piel y por eso ambos sabían que no durarían mucho más. Aomine sintió cómo el miembro de Kise temblaba de deseo entre sus vientres y a la vez su entrada palpitaba, apretándole deliciosamente el pene.

—¡Kise espera! —Aomine detuvo por un segundo el movimiento de su pelvis, sintiendo que el rubio estaba a punto de acabar otra vez— Antes… quiero hacerte una promesa.

—¿Una promesa?

—Sí —esta vez reanudó su movimiento, pero era distinto a las salvajes embestidas anteriores, ahora lo penetraba con excesiva lentitud, realizando pequeños círculos con la pelvis que intercalaba con una que otra fuerte embestida, que hacía jadear al rubio bajo su cuerpo—. Quiero prometerte que de ahora en adelante, nunca más habrá alguien además de ti.

En ese instante, sus ojos se conectaron y Aomine volvió a arremeter con fuerza contra el cuerpo de su novio, sin esperar respuesta alguna, sólo concentrado en que ambos acabaran juntos. Y justo antes que la lucidez de su mente se perdiera en el placer del post orgasmo, Kise alcanzó a susurrar…

—Nunca más, nadie más que tú.

 

 

Notas finales:

La frase final está dedicada a mi hermosa partner Cadiie Mustang

Para mí ha sido un placer escribir esta historia y vuelvo a agradecer a todas las personas que participaron conmigo de este proceso, comentando siempre y dejándome sus opiniones

¡Muchas Gracias!

Besos a todos!!!


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