27 Mi nuevo cuñado. Una apoteósica sorpresa.
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Karada no era hijo único, ni siquiera el mayor. Era el tercero y aunque tenía un puesto asegurado en la empresa de la familia no se esperaba gran cosa de él, solo que cumpliera sus deberes de hijo. El mayor trabajaba junto a su padre y era un hombre casado con casa propia. Su hermana mayor estudiaba en Tokyo después de haberse pasado un año sabático por Europa por lo que ambos estaban en primero de la universidad.
Usualmente Marie Karada pasaba los fines de semanas en casa con la familia, eso no era sorpresa pero al verla tan atareada con los preparativos para el almuerzo se olió algo raro pues estaba encima de la mucama y la cocinera para que todo saliera perfecto y había mandado traer muchas flores.
El se fue al club pues pocos sábados la familia en pleno se reunía y el tenía la rutina de ir a nadar con algunos amigos en la piscina techada. Al volver vio algo que lo dejó impactado. El castaño que había dejado a Wheeler subía a un auto delante de su casa mientras su hermana le despedía muy alegre.
En un momento en que él y Marie quedaron a solas le preguntó--¿Celebrabas algo y no me he enterado, nee san?—preguntó Haru.
¡No me llames así! No te llevo diez años, apenas uno—le llamó la atención ella que era muy susceptible en esas cosas.
¡Como sea! ¿Qué sucede?—preguntó el curioso.
Marie invitó al chico que le gusta a comer en casa, eso pasa—dijo su orgullosa madre mientras la otra se ponía algo nerviosa.
¡Tanto lío por eso!—se quejó él de las mujeres.
¡Va! ¡Tú no entiendes! Eres tan frío como un glaciar. Así ninguna chica va a quererte—le dijo la menor de las mujeres.
¡Marie!—la regañó su madre.
En cambio Seto es tan elegante y sabe siempre que decir—dijo le por entonces en las nubes muchacha.
¿Seto?—se extrañó de la coincidencia el joven Karada.
Si. Seto Kaiba se llama. ¡Es muy propio y no niego que es muy guapo!—dijo la madre—Si yo tuviera veinte años menos…--
¡Mamá!—fue esta vez su hija quien la regañó.
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¡Ese bastardo! Pensaba furioso en su habitación el pelinegro mientras recordaba la mirada triste del otro día del rubio que seguía enamorado del otro. Recordó también cuando se vieran frente a frente.
Era trágico lo que le estaba pasando al otro, se descubrió pensando Haru.
¿Han salido juntos?—le había preguntado a su hermana.
¡Por supuesto!—había respondido ella.
Le hervía la sangre de solo recordarlo y de pronto se preguntó porqué. La respuesta era más que evidente aunque pusiera como excusa la indignación y la piedad.
Wheeler le gustaba. Y no poco.
¡No!
¡Tenía que asegurarse de que no era una simple confusión de hormonas! Pues a él nunca le habían atraído los chicos.
¿Cómo?
“Me besó”.
“Yo no sabía que le gustara ni que él me gustara a mí”.
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El domingo fue a visitar al rubio quien le miró sorprendido—Tengo que hablar contigo—le dijo y el otro le invitó a ir a su cuarto para hablar tranquilos después de saludar a Serenity. Viendo que sobre la cama había ropa en desorden y que el melado estaba vestido como para salir le preguntó si eso iba a hacer.
Si, saldré con un par de amigos del colegio. No nos vemos casi nunca pero esta noche iremos a comer pizza. ¿Quieres...?—preguntó Joseph.
En ese caso voy a ser breve. Seto Kaiba—dijo el pelinegro paralizando al otro con ese nombre.
¿Cómo sabes su…?—preguntó Joey sorprendido.
¡Estuvo en mi casa ayer!—le explicó el de ojos amatistas.
¿Pero que…?—preguntaba Wheeler visiblemente sorprendido y molesto.
¡No vino a reclamarme! ¡Está saliendo con mi hermana! Solo vine a informarte para evitar situaciones incómodas en el futuro—le dijo el mayor y vio como la sorpresa primero y la tristeza después asomaban a la cara del otro--¿Todavía tenías esperanzas de que todo funcionara entre ustedes después de lo que te ha hecho?—preguntó algo molesto Haruhiko.
¡Tú no entiendes! Igual gracias—dijo el rubio tomando la chaqueta de sobre la cama.
¿Qué debo entender?—preguntó mas molesto Karada mientras lo agarraba de un brazo muy fuerte—El tipo te engaña y tú ahí estás esperando por una señal, realmente eres…--iba a decir patético pues lo embargaba la ira pero se detuvo al visualizar la mirada triste y anegada del ojos mieles.
Cuando quieres a una persona como yo le quiero no hay un switch para apagarlo todo y pasar a otra cosa. Tengo la sensación de que voy a quererle siempre—le contestó el melado—Ahora, con tu permiso, debo irme—
Se fue y le dejó solo en su habitación, sintiendo que no podía entenderlo, era cierto, y sin embargo quería.