31 Desencuentros, tristeza y desconcierto.
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Fue a verlo pero no estaba. Había esperado tener más suerte ya que estaban de vacaciones pero no. Al parecer se mantenía alejado de la casa de todas formas. En verdad se había prometido no volver a buscarle pero esa mirada de odio que el otro le dedicara lo tenía inquieto. Debía saber la razón. Además, cuanto más tiempo pasaba sin verle más sentía su ausencia. Bajó por el ascensor y salió preguntándose que haría ahora cuando su oído percibió en la lejanía y entre los sonidos del viento invernal y el tránsito la voz del rubio.
Volteó buscando su figura y es cuando vio a alguien que se despedía de otra persona que le había acompañado en un auto. Era Joey y por la ventanilla cuando volteó pudo ver la figura del tipo con que estaba la última vez que se vieron. Su mirada se ensombreció y ni bien el tocó la vereda de su lado fue en pos suyo. Ambos subieron al ascensor antes de que el rubio se diera cuenta de que le seguían.
¿Tú? ¿Qué haces aquí?—preguntó sorprendido.
¿Te molesta verme ahora que andas con tu nuevo novio?—preguntó el castaño siseante.
Tú no tienes derecho—afirmó el melado y antes de terminar la última sílaba con el cuerpo temblando de furor sus labios estaban siendo tocados por los del otro.
Siempre vas a ser mío. Aunque te estés acostando con ese tipo eres mío. Yo seré siempre el primero—dijo el ojos azules y Joseph se sintió tan herido por sus palabras susurradas en su oído. Era como si lo acusara de serle infiel después de todo lo que el otro le había hecho. No solo era el hecho de que no era verdad sino que el otro no tenía en verdad ningún derecho de reclamarle—Lo que quiero saber es porqué rayos me odias—agregó mirándolo a los ojos. Fue como si el mundo se hubiera vaciado de oxígeno para el melado.
Lo empujó y mirándole coléricamente se alejó por las puertas recién abiertas del ascensor. No miró atrás pero sintió la mirada de Seto en sus espaldas.
Ese fin de semana no lo pasó bien pues el otro había dejado su impronta y Karada notó el lunes que al otro le pasaba algo pues era evidente su actitud apagada. Terminado el trabajo Haruhiko se ofreció a llevarle a casa y el otro aceptó con mirada cabizbaja, voz apagada y un encogimiento de hombros.
¡Ahora dime que te pasa! Y no me digas que nada que eso no es creíble—le dijo el pelinegro mientras conducía.
El otro miraba por la ventanilla, contestó—Seto fue a verme el otro día. Estaba frente a mi edificio cuando me dejaste—
¿Te hizo algo? No puede acosarte así. Tú no eres…--estaba preocupado por el rubio.
Joseph pensó en el beso—No me hizo nada—
Algo te hizo—declaró el ojivioleta.
¡Quería reclamarme! Dijo no saber porque lo odio—dijo el melado con mirada aún más triste. Estaba repasando lo ocurrido sospechó su senpai. De inmediato giró en una esquina que no era--¡Oy! No es…--trató de aclarar.
¡Seguro! Él no sabe que estás al tanto de lo que ha hecho—indicó Haru—Cree que debieras seguir engañado—
¿Dónde vamos?—dijo volviendo a su posición de antes Wheeler pues le había mirado mientras hablaba y era evidente que no iban a su apartamento que quedaba para el otro lado.
¡Ya verás!—le respondió el otro enigmático.
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¿Estás seguro de esto?—preguntó Joseph mirando larga extensión azulada.
Si. No puede ser que a tu edad no sepas nadar—le contestó el pelinegro.
No estoy seguro—dijo el melado mirando al agua con cierta tristeza pues su mente estaba en otra parte mientras su cuerpo permanecía en el exclusivo club al que pertenecía el otro.
Haru lo hizo fácil, empujó al ojos mieles que cayó aparatosamente al agua. Después que flotó unos segundos agitando los brazos y gritando que se ahogaba el otro se unió a él y le aferró.
¿Cómo rayos se te ocurre…?—preguntó el rubio molesto y algo asustado.
Siempre he dicho que nadar te aleja de los problemas. ¿No es cierto?—preguntó algo alegre Karada.
Joseph le miró unos segundos percatándose de lo que quería decir con sus palabras. Todo eso era un plan para liberarlo de la tristeza que lo agobiara desde que se peleara con Seto.
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Haru enseñó a nadar a Joey, no lo volvió un atleta pero si aprendió los rudimentos básicos por lo que terminaron tarde. Cuando entraron a las duchas ya no quedaba casi nadie en el club y menos allí.
Terminados de bañar se hallaron solos frente a los lockers donde sus ropas habitaban momentáneamente.
¡Quería agradecerte! Por lo que hiciste hoy. Siempre me ayudas cuando me siento mal. Gracias—le dijo algo nervioso el rubio.
Haruhiko supo que había llegado el momento. Estaban frente a frente con toallas envolviendo sus cinturas y muy cerca aunque el otro no le miraba de frente pues se sentía cohibido al expresarle su agradecimiento. Sus labios traspasaron el umbral del decoro con rapidez, encontrando los del ojos mieles en su camino.