37 Insulto
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Estaban ante las vidrieras con comida cuando el castaño llegó. Joey que parecía haber olvidado su malhumor apuntaba a una torta de chocolate tamaño gigante con ojos asombrados mientras él se acercaba.
No puedes comer eso ahora, Joey. Estarás cabeceando toda la tarde y no podrás trabajar como es debido—le censuró Haruhiko.
¡Negrero!—le dijo el rubio haciendo un puchero.
¡Déjalo comer lo que quiera!—se metió Seto y los dos lo miraron, el pelinegro hostil y el rubio sorprendido primero y luego desvió la mirada lo que enfureció al ojos azules pues pareciera que se cuidaba de lo que pensara el otro, así que dijo lo primero que se le vino a la mente—Pues eso no va a cambiar en nada su clase de desempeño—era algo neutral pero el tono que usó decía a las claras que pensaba que el desempeño del otro era bajo o que no valía la pena tenerlo a plena condición.
Los ojos mieles se clavaron en los azules algo que el otro quería. Joseph iba a replicar con fuerza como el otro deseaba cuando Haru intervino—No es importante lo que él diga—aseveró—Pidamos uno y compartámoslo… ¿Te parece? Así ni tu ni yo estaremos cansados en la tarde—propuso.
¿Estás seguro, Haru senpai? A ti…--decía el melado cuando el castaño intervino.
¿Llamas senpai a tu novio?—era para fomentar zizaña además de para comprobar si sus deducciones eran ciertas o todo el tiempo sus celos le habían llevado a conclusiones erradas.
¿Novio? ¿Ustedes son novios?—preguntó Ino Takeda.
Un momento incómodo. Entre ellos jamás habían hablado de tales cosas.
¡Etoooo! Ellos son muy cercanos pero…--empezó a tranquilizar a la curiosa muchacha el ojos azules cuando Karada intervino.
¡Si lo somos!—se había precavido de la respuesta al ver relumbrar cierta pizca de curiosidad en los ojos cautelosos de Seto. Con eso daba por tierra con cualquier intento que el otro intentara hacer de frente porque ellos jamás habían hablado con el otro de frente sobre eso.
Los ojos azules y los violetas se echaron chispas mientras los melados preocupados observaron a unos y a otros.
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Era incómodo el silencio que en la mesa de la esquina izquierda se extendía. De la mitad para la izquierda se situaban, Haru en la cabecera, a su derecha Joey, a su izquierda Makoto y al lado de este Matou, después a su lado estaba Ino, frente a ella Tabako y en la otra cabecera Seto.
Joey no se animaba a levantar la cabeza, se sentía un cervatillo sentado a la mesa de los lobos. Estaba sorprendido por la declaración de su senpai. Ellos en realidad nunca habían hablado de ser novios. Su hermana lo había supuesto todo al enterarse de que su hermano era gay.
Todos menos Kaiba y Karada estaban incómodos, ellos estaban francamente furiosos y no paraban de masticar como si tuvieran la carne del otro entre sus muelas, picaban con fuerza y cortaban con la destreza de un carnicero. Eso si, en completo silencio y sin molestarse en mirar al otro lo que daba a su aura belicosa un inconfundible poder materializado en el temor que causaban a sus colegas.
¡Esto no puede seguir así! Si van a comportarse de esta forma es mejor que demos por finalizado el proyecto. No pienso soportar a dos mocosos peleándose por un juguete—puntualizo Ume dejando teatralmente sus cubiertos en la mesa con cara de verdadero enojo que hizo que sus compañeros le miraran sorprendidos—¿Por qué… eso es lo que está pasando, no?—preguntó mirando a ambas puntas—No pienso estar sometido a esta clase de presión además de la propia del trabajo. Yo… yo renuncio—dijo muy mal encarado el pelinegro de ojos azules y se levantó de la mesa con ademán de marcharse. Se levantó y trató de irse pero Haruhiko lo detuvo.
¡Lo siento, Matou! ¡Prometo comportarme!—dijo compungido y algo alicaído el ojos violetas.
Eso no me sirve de nada porque sé que en cuanto alguno de ustedes mencione algo de Joey volverán a estallar—dijo el ojos azules—No sé cual es la historia pero Joey tiene que ver con ambos de alguna manera, eso es más que evidente y no pienso fumarme algo así, así que más vale que se hagan adultos y maduren o esto no tiene salvación—
Todos menos Haru y Seto lo miraban con los ojos como platos.
¡Te figuras cosas Mako! Él es mi cuñado. No tiene ningún interés en Joseph—le respondió Haruhiko y Seto pensó en contradecirlo pero se contuvo, no sabía que le había dicho su hermana y no le sería muy próspero echarse a la familia Karada en contra y contra su padre que vigilaba su accionar como un gavilán y menos por una persona que cuando alguien más declaraba ser su novio no lo callaba de la manera debida.
¡En serio insultas mi inteligencia, Haru san!—dijo con una mirada algo decepcionada el mayor del grupo, sacó su mano del agarre del ojiamatista y se largó.