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Una sombra entre nosotros... por Kitana

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Notas del capitulo:

Hola a todos¡¡¡¡

 

Perdonen el retraso y una enorme disculpa para las personas que me han hehco el enorme favor de dejarme review, lamento no haberles contestado, pero prometo que me esforzaré por responder todos sus comentarios a la brevedad posible. gracias, bye¡¡¡

 

No sé como fue que me deje arrastrar a todo esto por el pony. Nunca me han gustado los niños. Nunca me han gustado sus niños. Pero aquí estoy sentado en una muy incómoda silla sonriendo como idiota cada vez que Hyoga voltea a mirarme. Esto es tan humillante... cualquiera diría que después del maldito escándalo que arme por el embarazo de su casi ex esposo al fin me desharía de él. Pero no pude. Es condenadamente insistente el muy imbécil.

Miro a Seiya corriendo como poseso detrás de su hijo mayor, el chico del cumpleaños esta muerto de risa al ver que el pony corre detrás de él los niños son francamente desesperantes.

- ¡Dioses! - grito tragándome una maldición contra el estúpido niño que se ha atrevido a mancharme con una porquería que no me atrevo siquiera a imaginar que es.

- Será mejor que vayas a  asearte, aunque dudo que esa mancha salga. - me dice muy divertida Esmeralda.

- Ya vuelvo. - deposito un insípido beso en los labios de Hyoga... al menos esto ha tenido algo bueno. Me libraré de Hyoga por unos minutos. A veces me asfixia con tanta miel.

Entro a la casa y me dirijo al baño. Malditos chiquillos horrendos, han estado a punto de tirarme. Murmuro un par de maldiciones y sigo mi camino.

Después de intentar arreglar el desastre que ese niño descerebrado hizo en mi pantalón, vuelvo a la famosa fiesta de cumpleaños. Hyoga tiene una  cara de velorio que me hace pensar que algo no esta bien. Sigo la trayectoria de sus ojos hasta una diminuta y obesa figura. Un pelirrojo... es el insignificante Shun, y el niño ese debe ser su hijo y el rubio, ¿quién demonios es ese rubio? Lo cierto es que esta como quiere, debe tener la edad de Hyoga. Ese tipo si que luce como un hombre debe lucir.

- ¿Qué pasa mi cisne? - susurro al oído de  Hyoga solo por guardar las apariencias, no le puedo quitar la vista de encima a ese rubio.

-¿Qué hacen ellos aquí?

-¿Quiénes? - digo fingiendo que no sé nada.

- Shun y Milo.

- Tu esposo... - bajo el tono de mi voz para darle un efecto dramático al asunto.

- No entiendo que hace aquí. - a decir verdad yo tampoco. Pero todas mis dudas se disipan cuando veo al enorme esposo del pony saludar efusivamente al delicioso rubio.

- Al parecer el tipo que viene con él es amigo de Aldebarán. - comento sin querer mostrarme sino deprimido. Hyoga se ha tragado el cuento y me abraza. Bien. Si ese enano no es de piedra me divertiré mucho esta tarde.

- No tenía idea...

- Yo tampoco.

- Él era el esposo de Camus. - susurra Hyoga. Así que no se ha olvidado de ese maldito cadáver... bien, da igual, yo solo quiero fastidiar. - Lo siento... eso es algo que no debí mencionar.

- Descuida, ya sé que yo solo soy un sustituto de ese tipo, igual que en su tiempo lo fue tu esposo. - murmuro fingiéndome dolido.

- Eso no es cierto... tú nunca serás lo que fue Shun. Yo te amo Ikky. - dioses, voy a vomitar. Le dedico una sonrisa hipócrita. El pony viene hacia acá con cara de susto. Trae a su hijo menor en brazos y una cara que da mucho que pensar.

- ¿Podemos hablar un momento Ikky? - dice con ese tonito infantiloide que tan bien le sale.

- Claro, vuelvo en un momento Hyoga. - Seiya me arrastra hacia la casa.

-¡Tienes que largarte inmediatamente con ese ruso imbécil y sin hacer escándalo! - es lo primero que me dice cuando hemos entrado en la casa.

- ¿Por qué?

- Porque cuando ese Milo vea a tu noviecito júralo que le va a dar una paliza. Según me ha dicho Al solo espera la oportunidad de partirle la cara.

- ¿Y que? Será un buen espectáculo.

- ¡Idiota! Es el cumpleaños de mi hijo y no quiero líos, si quieres que se maten, que lo  hagan en otra parte porque no quiero líos en mi casa y mucho menos hoy.

- Demasiado tarde. - murmuro mirando por la ventana como el rubio de Shun se dirige directamente a mi pseudo novio.

- Ay no, ay no, dioses, tienes que hacer algo antes de que ese Milo lo haga papilla aquí en mi casa. - Seiya está histérico, y yo, simplemente me divierto.

Salimos de la casa al jardín, Seiya para intentar detenerlos y yo para ver el show de cerca. Aldebarán esta entretenido con sus hijos y no se ha percatado de nada.

El tal Milo es impresionante... ahora entiendo porque ese Camus lo escogió a él y no a Hyoga, Hyoga es una insignificante criatura al lado de ese esplendido hombre. Luce magnifico en ese traje que a todas luces es italiano y muy costoso.

Me acerco fingiendo no saber nada de nada. Los ojos de Milo no se separan de Hyoga. Está furioso. Pero antes de que pueda llegar hasta él, un chiquillo de cabellos rubios se le acerca y la expresión de su rostro cambia completamente, vuelve sobre sus pasos para reunirse con Aldabarán. El tal Shun los sigue. Así que la diversión se acabó antes de empezar.

- Los dioses bendigan a ese niño... me ha salvado el pellejo sin siquiera saberlo. - dice Seiya con gesto aliviado.

- ¿Qué tratas de decir?

- No mucho... Al ya sabe para que usamos toda la información que le saqué de ese tal Camus y esta furioso. No quiere que me mezcle más en tus asuntos Fénix.

- Y como el buen esposito que eres lo vas a obedecer, ¿cierto? - él no me responde, pero esa mirada en su cara me indica que es así como será.

- Entiéndeme... Al y los niños son lo único limpio que tengo en la vida y no voy a arruinarlo, ni siquiera por mi mejor amigo.

- Descuida. Aunque no lo creas, te entiendo y respeto tu decisión. La familia es la familia y contra eso, ni yo  me atrevo.

- Gracias por entender Ikky... - susurra mientras mece a su hijo, este infeliz es la única persona que logra despertar cierta ternura en mí... y no me gusta.

Voy a reunirme con Hyoga. Esta perturbado. Me siento a su lado y le pasó un brazo por los hombros.

- ¿Estás bien?- le digo fingiendo preocupación.

- No... en realidad no...

- Tranquilo, yo no tenía idea. Seiya acaba de decirme que el amigo de tu esposo es amigo del suyo. Parece que fueron juntos a la universidad o algo así.

- Lo había olvidado por completo, Aldebarán y Milo eran las estrellas del equipo de fútbol, eran los mejores amigos... ¿cómo pude olvidarlo?

- Son cosas que pasan, vamos a casa.

- Si no te molesta... quiero caminar un rato.

- Está bien, solo no tardes mucho, necesito tenerte cerca. - él me sonríe, lo beso, insisto, es muy fácil de manejar sabiendo exactamente que hilos mover. - Yo me quedaré un poco más... te veo en casa.

- De acuerdo. - si me importara un poco trataría de confortarlo, pero en realidad su deseo de estar solo simplemente viene a facilitarme las cosas. Tengo una cita con Julián Solo en una hora. Así que el que se vaya es simplemente perfecto.

Al ver al insignificante Shun entrar en la casa se me ocurre una idea, solo un jueguito, pero que sin duda me hará sentir bien. Necesito sentirme bien para tener estómago para lidiar con el imbécil de Hyoga después de ver a Julián.

Sigo a Shun al interior de la casa. El pobre esta enorme, según mis cálculos debe estar en el quinto mes de embarazo, parece un enorme globo. Si pudiera me reiría ahora mismo.

Espero el momento justo para chocar "accidentalmente" con él. Esto va a ser divertido.

- Lo siento... - dice, demonios, es hermoso. Pero esto jamás lo admitiré frente a nadie. Me mira fijamente.

- No te disculpes, fue un accidente, estaba distraído. - él no deja de mirarme. Eso significa que sabe algo. Perfecto. - ¿Qué sucede? - le digo con toda la naturalidad del mundo.

- Nada, no es nada... tú... tú ¿conoces a Hyoga Olenko?

- Sí... él y yo somos pareja. - pobre insignificante, debe sentir deseos de que la tierra se abra y lo devore en el acto. - ¿Te sientes bien?

- A decir verdad... no. Yo soy el esposo de Hyoga. - murmura y sale de inmediato. Esto fue mejor de lo que pensé.

Bien, ahora a buscar a Julián. Ese tipo tiene todo lo que me gusta, dinero, es guapo y un dios en la cama, además de que me esta ayudando a acabar a Mitzumasa Kido sin siquiera saberlo. No podría pedir más

Salgo de la casa del pony, por primera vez en mucho tiempo su esposo me ha mirado mal. Imagino que debe ser por causa de ese rubio que tenía intenciones de golpear a Hyoga. Habría sido divertido, con sinceridad, me habría gustado verlo.

Vuelvo a casa después de entrevistarme con Julián Solo. El tipo esta completamente loco, pero tiene un punto a su favor, detesta casi tanto como yo  a Mitzumasa Kido. Los dos tenemos cuentas pendientes con ese viejo bastardo según se ve.

Julián lo odia porque le impidió  casarse con su hija mayor, Saori. Una razón bastante infantil si me lo preguntan considerando que Julián podría tener a cualquier ser humano que se le apeteciera.

Las razones de mi odio son algo más profundo, aunque igualmente egoísta que eso. Mitzumasa Kido es mi querido padre. En realidad no me es querido, francamente lo odio. Y también odio a su insignificante cachorro. Es culpa suya que mi infancia haya sido un verdadero infierno en la tierra. Es su culpa que mi madre haya muerto en la más absoluta pobreza, es su culpa que yo sea lo que soy ahora.

Mi madre cometió el estúpido error de involucrarse con el maldito infeliz de Mitzumasa Kido estando casada con otro hombre que en cuanto se dio cuenta de aquello la golpeo en forma brutal y la echó  a la calle. Mi madre creyó, ingenuamente, que Kido le ayudaría al saberlo. El viejo se limitó a decirle que aquello no era su problema.

En cuanto se repuso y las cosas estuvieron mejor para ella, mi madre volvió a buscarlo y una vez más se tragó sus mentiras, le creyó a pie juntillas que estaba harto de su esposa, que la dejaría, que necesitaba un heredero varón y esas sandeces en las que mi madre cayó como la tonta que era.

Mi madre se embarazó y nací yo. Pasó cinco años creyéndose todas esas cosas que el viejo le decía para mantenerla calmada. Y entonces nació mi insignificante medio hermano. El chico nació débil, y a decir verdad, eran pocas las esperanzas de que sobreviviera. Tal vez sea por eso que el viejo se encariñó con él, no lo sé. Solo sé que en cuanto el mocoso estuvo sano Mitzumasa Kido se presentó en el departamento de mi madre para decirle que no volvería. Le dio una buena cantidad de dinero y le pidió que desapareciera junto conmigo.

Mi madre se tragó su orgullo y le suplicó que al menos me reconociera como su hijo, el maldito anciano solo le dijo "¿Qué necesidad tengo de reconocer a un hijo bastardo si ya tengo a un hijo legítimo que va a perpetuar mi apellido?" si hubiera podido, mi madre lo habría matado en el acto. Solo que no lo hizo, desaparecimos de su vida.

Mi madre se empeñó en que lo odiara, y debo decir que no fue difícil hacerlo cuando me enteré de las razones por las que nos había mandado al demonio a mí y a mi madre.

Pero mi madre no era del todo buena. Siempre actuó estúpidamente. Si no hubiera sido tan estúpida su esposo jamás la habría atrapado en medio de una aventura con alguien tan infame como Mitzumasa Kido. Si no hubiera sido tan imbécil hubiera hecho lo necesario para que nos tocara una tajada de la norme fortuna de Kido y no habría muerto en medio de la pobreza como murió.

Y yo no soy ningún estúpido y voy a desquitarme, lo haré a mí modo, sin escrúpulos y sin miramientos.

No hay nada que me importe más que destruirle la vida a mi insignificante medio hermano y a mi maldito padre. Ambos van a pagarlo y muy caro. Pagarán con sangre todas  y cada una de las humillaciones y vejaciones que sufrí de niño, los maltratos a los que fui sometido en el orfanato cuando mi madre murió y ni siquiera tuvo una tumba. Mi madre fue a parar a la fosa común porque ni ella ni yo teníamos en que caernos muertos.

Todo eso me deben, todos esos años de vagar por las calles en busca de un sitio en que pasar la noche, todas las veces que tuve que venderme para poder comer, mientras ese imbécil y su hijo se daban la gran vida. Mientras ese chico asistía al mejor colegio del país yo tuve que aprender a leer por mi cuenta. Mientras el chico vacacionaba en la costa Azul o alguno de esos sitios para ricos, yo me partía la espalda trabajando para vivir.

Todo eso me deben, y pienso cobrarlo a precio de oro. Esta vez serán ellos quienes sufran y no yo.


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