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Standing for you… por Kitana

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Notas del capitulo: Solo puedo decir que este es el final, espero que les guste.



 

Pasaron tres semanas desde que Afrodita volviera a España. Shura se había salido con la suya y le había convencido de casarse el mismo día que Milo y Shun. La premura de todo aquello lo había tomado por sorpresa, pero una vez más la capacidad de adaptación de Shun y el apoyo de Yanis fueron determinantes para que su boda fuera un éxito.

 

La boda fue de lo más sencilla, sin embargo, había sido perfecta a sus ojos y los de Shun. Había agradecido que no se tratara de una boda fastuosa sino simple y con muy pocos invitados. Se habían tomado una semana para su luna de miel. Había sido maravilloso. Milo y Shun volverían de Grecia en una semana más. Ellos no habían perdido la oportunidad de gozar de una semana más en el país natal de Milo.

 

Las ocupaciones de Shura le habían impedido prolongar su luna de miel, así que había prometido que en cuanto fuera posible harían un viaje más largo al caribe.

 

Era medianoche, sentado en la orilla de la cama, Shura contemplaba a su ahora esposo, ese delicado muchacho sueco que dormía plácidamente con una mano apoyada sobre su abultado vientre. Estaba en el sexto mes de embarazo.

 

Lo miró y recordó aquella otra noche, su primera noche juntos. La noche en que habían concebido a ese bebé que se gestaba en las entrañas del bellísimo sueco que dormía a su lado. No pudo sino agradecer a los dioses por la buena fortuna que había tenido al encontrarse con semejante ángel. Con una sonrisa en los labios observó la fotografía que estaba junto a la cama, la habían tomado durante la luna de miel, sin duda tenía al mejor esposo del planeta, Afrodita no solo era una belleza, tenía un corazón repleto de amor, y quizá eso era lo que más disfrutaba de su esposo, además de lo  apasionado que podía llegar a ser.

 

Tres meses después Afrodita dio a luz a un varoncito que volvió loco de felicidad a Shura; y al que Milo no dejaba de mirar conmovido.

- Cariño, ¿qué pasa? - dijo Shun al notar los acuosos ojos de su esposo mientras sostenía al bebé de su amigo.

- No es nada bombón... es solo que estoy conmovido... pero no se lo digas a nadie. - susurró Milo. El griego fue el hombre más feliz de la tierra cuando Shura le pidió que fuera el padrino de su hijo. Aquella tarde Milo volvió de lo más feliz de la oficina. Le dio la buena noticia a Shun.

 

El primogénito de Shura fue bautizado como Fernando Luís Cervantes de Salazar Zlatan, todo el grupo de amigos se reunió para tan feliz acontecimiento, aún Camus decidió abandonar París para volver a ver a sus amigos y conocer al pequeño Fernando. Aquel fue un día feliz para todos.

 

Pasaron seis meses. Ambas parejas se mantenían en esa nube de felicidad que sigue al matrimonio.

 

Aquella mañana Milo y Shun se habían levantado tarde, habían ido a bailar al club de Shura la noche anterior. Eran las doce aproximadamente. Era domingo. En la casa en que Shun y Milo vivían se respiraba un ambiente de absoluta tranquilidad. Habían terminado con el desayuno tardío de los domingos.

- ¿En que piensas bombón? - dijo Milo acercándose a su esposo. El jovencito peliverde sonrió mientras los fuertes brazos de Milo ceñían su cuerpo en un cálido abrazo.

-No mucho, en ti y en lo felices que somos juntos. No sé como le puedo agradecer al cielo que te haya puesto en mi camino. - dijo el chico con una sonrisa encantadora.

- Supongo que la mejor forma de agradecerlo es siendo inmensamente feliz, ¿no lo crees?

- Supongo que tienes razón amor.

- Por cierto, Shura nos invitó a comer.

- Que bien, así podré ver a Afrodita y al bebé.

- Te encanta ser tío, ¿cierto?

- Sí, pero me gustaría más tener uno propio.

- ¿En serio?

- En serio. Me parece que sería lo mejor del mundo, un bebé tuyo y mío. Sería lo más lindo del planeta.

-Solo sí se parece a ti. - se besaron con suavidad. El timbre comenzó a sonar. Ninguno de los dos quiso atender. Se dedicaron a acariciarse y besarse, pero el timbre seguía sonando. - Maldita sea mi suerte, ¿es que no pueden dejarnos en paz? - gruño Milo bastante molesto.

- Tranquilo, tenemos todo el tiempo del mundo para esto.

- No... que se cansen de tocar... porque yo no me canso de tocarte a ti. - dijo Milo mientras repartía suaves besos por el cuello de su esposo.

- Cariño, podría ser más importante.

- ¿Qué podría ser más importante que tú? - dijo el griego ciñendo con mayor fuerza la cintura de su esposo. Shun dejó escapar una risita ahogada, Milo sí que sabía como argumentar. - Pero esta bien, vamos a abrir esa condenada puerta antes de que me desquicie completamente.

- ¿Vas o voy?

- Voy, quiero decirle dos o tres cosas al mequetrefe que tanto molesta, apuesto a que es uno de esos vendedores de enciclopedias o alguien sin nada mejor que hacer en domingo. - Milo le dio un nuevo beso y le liberó de sus brazos, Shun lo miró con una sonrisa, si todo resultaba como él esperaba, esa misma noche tendría al griego más feliz de la historia durmiendo a su lado. Milo se aparecido por la puerta con cara de pocos amigos. Estaba fastidiado. Odiaba que los planes se le vinieran abajo. Y aquel timbre inoportuno le había echado abajo algo más que los planes.

 

Abrió la puerta con un gesto que habría espantado hasta al más osado.

-¿Sí? Dígame. - siseo al abrir la puerta. Ese joven de largos cabellos negros frente a él no tenía cara de ser vendedor, pero aún así, le había arruinado la fiesta con su flamante esposo. - ¿Qué se le ofrece? - dijo el griego acentuando aún más la cara de pocos amigos con que salió a abrir.

- Yo... yo busco a Shun Kido, ¿es esta su dirección?

- Si desde hace seis meses, ¿quién lo busca?

- Shiryu Hayashi.

- Shiryu Hayashi, ummm. Veré si quiere recibirte. - dijo el griego dándole un sonoro portazo en la nariz al oriental que se atrevía a perturbar su pacifico domingo. Tuvo que hacer de tripas corazón y no sucumbir a su impulso de partirle la cara ahí mismo. Respiró hondo un par de veces y luego fue a buscar a Shun.

- ¿Ya despachaste al vendedor? - gritó Shun desde la cocina.

- No se dejó despachar y no era un vendedor.

- ¿Y entonces que quería?

- Verte... es tu recontra maldito ex. - dijo  Milo sin poder contener más su enfado y celos.

- Tranquilo, yo lo arreglo.

- Si se trata de arreglar, déjame solo con el diez minutos y verás como le arreglo su asunto, ¿cómo se atreve a venir a buscarte? - Milo estaba al borde de un colapso nervioso - Y decirme en mis narices que si vives aquí... ¡pedazo de idiota! - dijo Milo antes de soltar un puñetazo en la pared. - Lo siento, lo siento, de verdad no sé ni siquiera porque me pongo así, tú me amas y yo a ti... pero me jode que ese imbécil se presente aún sabiendo que ya estás casado conmigo.

- ¿Y si no sabe?

- Pues yo se lo haré saber en este momento.

- Mejor espérame aquí, ¿sí? - dijo Shun en un vano intento por impedir que Milo lo siguiera.

- Ah no, eso sí que no, yo voy contigo. - dijo el griego y tomó de la mano a su esposo. - Siéntate aquí, yo voy por el engendro, quiero decir por el tal Shiryu.

- Milo... por favor... compórtate.

- Te juro por mi madre que voy a intentarlo. - de camino a la puerta Milo recapitulo, Shun estaba extremadamente tranquilo, y él estaba que se trepaba a las paredes solo por la presencia de ese hombre. Se dijo que estaba exagerando. Sí, exagerando, tenía que tomarse las cosas con calma. Shun era lo suficientemente maduro como para charlar civilizadamente con ese hombre y él no tenía porque causar líos. Así de fácil. Respiró hondo y recordó lo que siempre le decía Yanis, antes de golpear, averigua. - Puedes pasar. - dijo haciendo uso hasta de su última reserva de paciencia. Se hizo a un lado para que el oriental entrara. Resopló con cierta furia cuando el chico le dio la espalda. Tenía que ser paciente, muy pero muy paciente. - Sigue por el pasillo y al final doblas a la derecha, Shun está esperándote en la sala.- dijo Milo atropelladamente.  Shiryu no sabía ni que pensar de ese hombre. Se notaba a kilómetros que estaba haciendo esfuerzos sobrehumanos para no lanzarse sobre él.

 

Shun se encontraba justo donde Milo le había indicado. El peliverde estaba soberbio aquella mañana, vestía de mezclilla. Shiryu se sorprendió al verlo con esa ropa, no era algo que Shun acostumbrara usar.

- Hola Shun. - murmuró Shiryu acercándose al menor.

- Hola. - dijo Shun con tono neutro. Se sentía bastante raro, no podía creer que estuviera tan tranquilo teniendo a Shiryu frente a él. De reojo miró a Milo, el griego estaba esforzándose por mantenerse calmado y no moler a golpes a ese cretino que se había atrevido a lastimar a su ángel. - Siéntate por favor. - la voz de Shun sonaba tan calmada que Milo sintió que estaba exagerando con mayúsculas al pensar que algo podría suceder. Se cubrió el rostro con las manos e inhaló profundo, este gesto no pasó desapercibido para Shun.

- Yo... tengo que hacer unas llamadas, cosa de la oficina, los dejo para que hablen.- dijo Milo y se apresuró a llegar a la planta alta de la casa. Shun lo siguió con los ojos sonriéndole. Shiryu pudo apreciar la forma en que se miraban e intuyó quien debía ser ese hombre.

- ¿Él es...? - no pudo terminar de formular aquella pregunta, la sonrisa de Shun decía más que mil palabras.

-Sí, él es mi esposo.

-¿Desde cuándo?

-Hace seis meses. - Shiryu lo miró como si hubiera cometido un gran pecado, Shun se sintió ofendido con aquella mirada. - ¿Por qué me miras de esa forma?

- ¿De qué forma?

- De esa forma, como si estuvieras acusándome de algo.

-Es solo que estoy sorprendido de que te hayas casado tan rápido. Es todo.

-Ah, ya veo. - dijo Shun, sin querer había sonado hiriente. - ¿A que viniste?

- Quería hablar...

- ¿De qué?

- En este momento mi mente esta en blanco y sinceramente no sé si pueda decir algo coherente.

-Pues inténtalo, mi esposo y yo tenemos planes y de sobra sabes que no me gusta perder el tiempo. - dijo el menor con pasmosa tranquilidad. Shiryu fijo sus azules pupilas en Shun, estaba cambiado,  no sabía exactamente que, pero había algo diferente en él. - ¿Y bien? Te estoy esperando.

- Ese día, el día en que me fui... cometí un error. Lo lamento.

- Bien, ya lo dijiste. Lo lamentas, ¿y que esperas que yo haga? No sé ni para que viniste. Pudiste mandarme una carta o algo así.

- Vine porque creí que podría recuperar lo que fuimos.

- Tú y yo ya no podemos recobrar nada. Tú decidiste dejarme, tú decidiste que preferías a Death por encima de mí, tú decidiste que querías buscarte la vida lejos de mí. Admito que me dolió, admito que te maldije en mil formas, pero no te atrevas a pedirme que te acepte de nuevo. No puedo.

- Podrías divorciarte.

- Podría, si quisiera, pero no quiero. Estoy enamorado de Milo, lo amo de una forma en que tú no entenderías, lo amo como nunca pude amarte a ti. Y ¿sabes algo? Creo que debo agradecerte, en palabras de Milo, de no ser por tu notoria estupidez, jamás lo habría conocido.

- Se que me equivoqué, fue un error abandonarte para seguir un espejismo. Él y yo nos dimos cuenta de que no podíamos estar juntos. Nunca nos amamos, solo era sexo.

- Espero que al menos haya sido buen sexo. Adiós Shiryu.

- ¿Todo bien? - dijo Milo apareciendo frente a Shun cuando escuchó que Shiryu se había ido.

- Sí... mejor que nunca. - dijo Shun y se lanzó a los fuertes brazos del griego.

- Te amo ratoncito.

- Y yo a ti a mi bichito. - dijo Shun antes de arranca un beso de los sensuales labios de su esposo.

 

Shiryu se quedó un poco más espiando los exteriores de la casa. Poco después vio salir al matrimonio. Milo era un hombre bastante imponente y atractivo. Y Shun se veía tan feliz a su lado. Ya no había lugar ahí para él, y tenía que afrontarlo. Lo había perdido de la forma más estúpida del mundo.

 

- ¿Qué quería? - dijo al fin Milo  cuando ya estaban algo lejos de la casa.

- Que volviera con él.

- ¡Grandísimo cabrón! Debí partirle la cara en cuanto le abrí la puerta. - dijo el griego soltando un manotazo sobre el volante.

- Tranquilo amor... eso ya pasó, y te pido que no te alteres.

- Oh si, es muy fácil pedirlo pero no hacerlo, me revienta la clase de gente como ese infeliz hijo de puta.

- Milo por favor...

- Mejor cambiamos de tema, ¿sí? Es obvio que le dijiste que no, si no a estas alturas me estarías pidiendo el divorcio. - dijo el griego haciendo esfuerzos por olvidarse del mal rato. Después de todo, Shun estaba con él y no con ese imbécil.

- Ya sabes que te amo a ti y a nadie más, ¿sabes? Se me antoja un helado de chocolate con mucha crema batida y una cereza enorme.

- Esta bien, haremos una escala antes de ir con S. ¿cómo es que comes tanto y no subes de peso? - dijo Milo divertido.

- Porque tú me ayudas a gastar toda esa energía cada noche. - dijo Shun con picardía.

 

Llegaron a la casa donde Shura y Afrodita vivían, el sueco había insistido en mudarse a un sitio más pequeño después de la boda, la casona donde Shura solía vivir le parecía excesiva para una familia tan pequeña como lo era la suya.

 

Shura y Afrodita estaban en la cocina. Afrodita mecía en sus brazos al pequeño Fernando mientras que Shura se encargaba de terminar con la preparación de la comida.

- Ven Dita, prueba esto. - susurró el español, sonriendo el sueco se acercó a su ahora esposo mientras el pequeño Fernando chupaba con singular alegría un mechón de sus largos cabellos. Shura le acercó la cuchara a los labios.

- Dioses, ¡está delicioso!

- Me alegra que te guste, nunca había tenido a nadie a quien cocinarle. Y ahora los tengo a ustedes. - dijo Shura acariciando con suavidad la despeinada cabecita de su hijo. El pequeño era una mezcla perfecta de sus padres. Había heredado la mayoría de los rasgos de Afrodita, pero su piel y cabello eran idénticos a los de su padre.

- Tú sabes que te adoramos.

- Y yo a ustedes. Nunca me imaginé que sería tan feliz, y todo te lo debo a ti.

- No me debes nada, más bien todo se lo debemos a Shun, si no se hubiera empeñado en embarcarnos en ese viaje jamás te habría conocido Shura.

- Creo que Milo tiene razón cuando dice que Shun es su pequeño rayo de sol, nunca había visto a mi amigo tan feliz.

- Ni yo a Shun, y sospecho que pronto serán más felices todavía.

- ¿Sabes algo que yo no sepa? - le preguntó Shura arqueando una ceja.

- De hecho... sí. - dijo el sueco con una sonrisa misteriosa. Shura tomó al bebé de sus brazos. No podía creer que ya tuviera un esposo y un bebé de tres meses, que si bien le había quitado la paz a sus noches, le hacía inmensamente feliz.

- ¿Le guardas secretos a tu esposo?

- Si cuando no son míos, pero ya que Milo es tu mejor amigo... creo que te puedo contar sin que Shun se enfade conmigo. - dijo Afrodita con una sonrisa tierna. Le encantaba ver así a Shura, abrazando a su hijo, mimándolo, compartiendo su vida con él, amándolo.

- Entonces dime, sabes que soy condenadamente curioso.

- Bien... pues resulta que mi amiguito le tiene una linda sorpresa a Milo.

- Por favor Dita, ahórrame el suspenso, ¿quieres? - Afrodita se echó a reír, no supo si por la impaciencia de Shura o por las ridículas muecas que el español le hacía a su hijo.

- Está bien. Te lo diré, pero tienes que prometer que cuando Milo te cuente vas a poner cara de sorpresa, ¿de acuerdo?

- Te doy mi palabra de caballero español. - dijo Shura levantando la mano derecha como para reafirmar la promesa.

- Bien, Shun esta embarazado.

- ¡Que me lleve el demonio! ¡El bicho se va a poner feliz con esa noticia! ¿Sabes por cuantos años me ha fastidiado con lo bueno que sería tener un hijo? ¡Diez años!

- ¿Tanto desea ser padre?

- Sí,  es algo así como su sueño dorado. Él tuvo una de esas familias muégano, así que su mayor anhelo es repetir la experiencia pero como padre, no sé si me explico.

- En pocas palabras, estará loco de felicidad cuando Shun se lo diga, ¿cierto?

- Sí, me alegro por él, por ambos. Al fin el bicho se va a unir al club. - dijo el español abrazando amorosamente a su pequeño hijo. Afrodita sonrió, definitivamente ese viaje a Madrid le había cambiado completamente la vida. Se acercó para besar a su español favorito. Sin duda lo amaba, más de lo que hubiera podido expresar con palabras. Shura era todo lo que siempre había buscado, era dulce, tierno, un amante gentil y cariñoso, un padre casi perfecto, y lo amaba hasta la locura. Se dijo que no podía pedir más, todo era perfecto, y Shura a sus ojos, era el ser humano más maravilloso de la creación.

 

El timbre sonó, Afrodita supuso que serían sus amigos. Había aprendido a apreciar al maniático griego con el que se había casado su amigo a pesar de que había muchas cosas de él que aún le sorprendían y no precisamente en forma grata.

 

- ¡Afro! - gritó Shun al verlo. Milo se limitó a sonreír y levantar la mano derecha a modo de saludo, jamás terminaría de acostumbrarse a la forma en que su esposo saludaba a Afrodita.

- Hola Shunny. - dijo el sueco sonriendo  - Hola Milo.

- Hola Afrodita, ¿Dónde esta mi sobrino? - preguntó el griego con esa mirada que siempre tenía cada vez que hablaba del pequeño Fernando.

- En la cocina haciéndole compañía a su padre. - dijo Afrodita.

- Voy a alcanzarlos, trajimos helado. - dijo mostrando el enorme recipiente que Shun le había orillado a comprar.

 

Milo se dirigió a la cocina mientras que Afrodita y Shun se quedaban en el comedor preparándolo todo.

- ¿Sabes? Nunca me imagine que estar casado sería así. - dijo Afrodita mientras colocaba un enorme ramo de rosas rojas sobre la mesa.

- Ni yo... en realidad no es como me lo habían pintado, ¡es mil veces mejor! - la sonrisa de Shun se desvaneció un poco.

- ¿Qué pasó ratoncito? - le dijo Afrodita preocupándose por el repentino cambio de humor de su amigo.

- Shiryu fue a buscarme... se supone que esta arrepentido. Milo se puso furioso, por un momento creí que iba a cumplir lo que pronosticaste y lo machacaría ahí mismo. - dijo Shun reprimiendo una risita.

- Me extraña que no lo haya hecho, con las cosas que Shura me ha contado de él...

- Déjame adivinar,  ya te contó lo de las uvas, ¿verdad?

- Sí... de no ser porque él jura que es cierto, no lo creería. - dijo Afrodita riéndose. - ¿Ya le dijiste?- dijo el sueco en tono cómplice.

- No, pero se lo pienso decir esta noche.

- Se va a poner feliz, te lo aseguro.

- Si, ya lo creo que sí. - dijo el peliverde acariciando se aún plano vientre.

 

Esa misma noche Shura y Afrodita se encontraban ya en su cama. Fernando dormía plácidamente en la habitación contigua. Los esposos se dedicaban a besarse y acariciarse, Afrodita yacía desnudo en el lecho mientras que Shura besaba cada centímetro de esa nívea piel que le robaba el aliento.

 

Se introdujo cuidadosamente en aquel divino cuerpo que después del embarazo simplemente se le antojaba irresistible. Afrodita gimió entrecortadamente. El vaivén de las caderas de su esposo le hacía enloquecer. Si, habían tenido que redescubrirse uno al otro luego del nacimiento del bebé, pero ese amor que había surgido entre ellos era cada vez más fuerte. Y en aquel momento ambos se sentían plenos y felices. La mano de Shura comenzó a acariciar el miembro de Afrodita quien volvió a gemir para deleite de su pareja.

- Te amo tanto Afrodita... - susurró Shura al oído del sueco.

- No más que yo Shura... - dijo el sueco sintiendo que se elevaría a las estrellas de la mano de ese imponente hombre.

 

Afrodita se aferró a la ancha espalda de Shura. Pronto alcanzaron el orgasmo mientras sus labios se unían en un beso pleno de amor y pasión.

 

Apenas estaban recuperándose cuando el teléfono sonó. Afrodita miró a Shura con gesto infantil, no quería que respondiera.

- Debe ser Milo. - dijo el español mientras abrazaba  a Afrodita. El sueco pegó el rostro al pecho de su esposo. - ¿Qué pasa M?

- ¡Grandes noticias S! ¡Maravillosas noticias!

- Habla claro M, no entiendo.

- ¡Mi esposo esta embarazado! ¿Sabes lo que significa? ¡Voy a tener un hijo! - Milo hablaba en un volumen que hacia que incluso Afrodita pudiera escucharlo.

- Te felicito, hombre, eso tenemos que festejarlo.

-Claro que lo festejaremos, ya le avisé a má, él y papá vendrán a visitarnos pronto. Dioses... ¡estoy condenadamente feliz! - dijo el griego. -Disculpa que te haya despertado, es que eres mi mejor amigo, y como Shun acaba de decírmelo... quise que fueras uno de los primeros en enterarse.

-  Felicidades Milo, y ¿sabes? Tómate el día libre mañana, tu esposo y tú querrán festejar.

- Hecho, te veo el martes. - dijo el griego y colgó. Shura abrazó y besó a su esposo con una sonrisa en los labios.

 

Afrodita lo miró, él era simplemente perfecto. Era todo lo que hubiera podido soñar a pesar de ese extraño comienzo que habían tenido. Lo amaba. Y estaba seguro de que al fin el dolor había quedado atrás y solo quedaba dedicarse a vivir feliz al lado de su esposo y su hijo, quien sabe, tal vez más adelante se decidiría a aumentar la familia, pero por el momento, se conformaba con sentirse tan cerca de ese hombre al que tanto amaba.

- Está loco de felicidad, ¿verdad? - dijo Afrodita.

- Sí... ahora sí que lo tiene todo. - dijo Shura con satisfacción. Él también sentía que lo tenía todo, una hermosa familia, amigos que lo apreciaban, y un maravilloso futuro esperándole a la vuelta de la esquina.

Notas finales: Hola a todo el mundo, mil gracias por leer y seguir este fic, este es el final, esperoq ue les hay gustado, bye¡¡

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