Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hermosos y malditos por Kitana

[Reviews - 95]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: hola¿¿¿ al fin pude actualizar, una enorme disculpa, es que he tenido problemas de salud, pero al fin aqui esta la actualizaciòn, bye¡¡¡¡
 

Kanon llevaba dos horas en el quirófano. Alcestes estaba desesperado por tener noticias de su hermano. Penrill intentaba tranquilizarlo pero todos sus esfuerzos eran en vano. Alcestes estaba hecho una fiera.

- Malditos médicos hijos de la chingada, si claro, espere, ya quiero ver que esperaran si fuera su hermano al que están destazando.

- Tranquilo gnomo, con ponerte así lo único que vas a conseguir es que te de un ataque de algo.

- Déjame en paz Penrill... es mi hermanito el que está allá dentro. - dijo Alcestes poniéndose a llorar.

- Calma, todo saldrá bien, esta en manos de los mejores médicos.

- Eso ya lo sé... lo que no sé es como demonios se supone que le voy a decir a Milo que su casi esposo esta muriéndose en un hospital...

- Él no se va a morir, además, en cuanto tu hermano esté bien le avisaremos a tu familia. Todo va a estar bien.

- Quisiera creer que eso es cierto... pero tú escuchaste... le hicieron mucho daño.

- Todo estará bien, te lo prometo. - dijo Penrill besándole la frente mientras lo abrazaba con fuerza.

Minutos después el médico a cargo salió del quirófano para anunciarles que aunque estaba delicado, Kanon se salvaría de aquello. Alcestes se sintió aliviado. Ahora solo tenía que decirles a sus padres... y eso no sería fácil. Se dijo que al menos tenía a Penrill a su lado.

Mientras él llamaba a casa, Penrill se quedó junto a Kanon. Estaba molesto. Aquello había sido una franca agresión. Esos italianos se habían metido con su familia. Y eso no iba a perdonarlo. Thol estaba ahí. Salió de la habitación donde se encontraba Kanon y fue a reunirse con el gigante.

- No me gusta tu mirada... estas tramando algo lobo. - dijo Thol.

- Sí... es cierto. Esto no se puede quedar así.

- Concuerdo contigo, pero si desatas una guerra ahora puedes ir despidiéndote de tus sueños de salir del negocio.

- Eso ya lo sé viejo. Tengo que hallar la forma de borrar a Altovelli sin que se sepa que he sido yo.

- Estás decidido a sacarlo del camino, ¿cierto?

- Sí. Estoy seguro de que si comienzo una guerra la familia me apoyaría, pero no quiero hacerlo, sí estallara una guerra el primero en resultar dañado sería el gnomo y eso es lo último que quiero. Debe haber una forma de conseguir mis propósitos sin verme mezclado en esto.

- La hallaras. Siempre sales bien librado de todo viejo.

- Por lo pronto quiero que hables con nuestros amigos en el consejo de la ciudad, vamos a empezar a hacerles la vida difícil a los malditos italianos. Habla también con Antonelli estoy seguro de que querrá saber quién enfrió a su hijo. Esta de más pedirte discreción, ¿cierto? Llama a Alberich, dile que quiero salir de Cabo Sunión a más tardar el lunes de la próxima semana. Hasta donde sé lo de Kanon es cuestión de tiempo, dile que acelere las cosas para mi cuñado, y dile también que no quiero que Sigfried se entere de nada de esto.

- Hecho, iré ahora mismo a buscar a ese condenado infeliz de Alberich.

- Bien, algo más, que el gnomo no se entere... al menos no todavía.

- De acuerdo, cuenta conmigo. - Thol se despidió y fue a cumplir las órdenes de Penrill. El ruso se quedó pensando en quien sería el candidato idóneo para ayudarle en la consecución de sus planes. Entonces lo recordó. Solo había un ser humano en la tierra que odiara tanto a Luigi Altovelli y lo suficientemente desquiciado como para matarle sin temor a las consecuencias. Valentine. Ese chico demente vivía esperando su oportunidad con Altovelli. Y él se encargaría de servírsela en bandeja de plata.

Había que esperar a abandonar Cabo Sunión para buscarle. Después de todo, Valentine no era difícil de encontrar...

 Kanon no tenía idea de donde estaba cuando despertó, pero le bastó con notar el pálido color de la paredes para saber que ya no estaba en Cabo Sunión. Intentó incorporarse pero un dolor punzante en el costado se lo impidió. Exhaló un suspiro de dolor que puso en alerta al otro ocupante de la habitación. Un muy asustado Milo se levantó del sillón en el que había estado sentado y no sin dificultad llegó junto a la cama.

- ¡Kanon!- susurró el rubio sintiendo que el alma le volvía al cuerpo después de tanta angustia. Se acercó lo más rápido que pudo a la cama y sujetó la mano de Kanon entre las suyas. - Gracias a los dioses que estás bien. - dijo el rubio aliviado.

- Milo... creí que no volvería a verte...

- Y yo creí que te perdía, suerte que los dos no equivocamos. - dijo con una tierna sonrisa en los labios. Kanon lo miró con detenimiento. El embarazo comenzaba a notársele, era lo normal, ya tenía seis meses.

- Te ves tan hermoso... y pensar que ese bebé que llevas en el vientre es mío... me hace tan feliz... por eso no podía morirme bichito... - dijo Kanon, las lágrimas fluyeron una vez más de los ojos azules del rubio. Se sentía responsable de aquello.  - Deja de llorar...  me lastima verte así.

- Es mi culpa Kanon... de no ser por mí jamás habrías parado en aquel horrible lugar y esto no te hubiera sucedido.

- No digas eso... yo iría al infierno de ser necesario, haría lo que fuera por ti y nuestro bebé, lo sabes, y eso es porque te amo, te amo como no me creí capaz de hacerlo jamás.

- Kanon... - susurró el rubio mientras Kanon sujetaba con fuerza su mano.

- No digas nada mi amor... todo va a salir bien. Debes mantenerte tranquilo y sereno, por el bebé. - dijo Kanon alargando la mano para rozar apenas el abultado vientre de su novio.

- Lo sé... es que es tan difícil... y ahora que estás aquí no puedo dejar de pensar que todo esto es mi culpa, si no me hubiera atrevido a atacar a Isaac...

- Lo hiciste porque tenías una buena razón para hacerlo. Yo sé que aquí dentro solo hay cosas buenas, a pesar de lo mal que te ha tratado la vida. - dijo Kanon señalando el pecho de Milo.

- Me haces sentir tan bien... no veo la hora en que salgas de ese horrible lugar y estemos juntos con el bebé.

Afuera, la familia se hallaba congregada. Anaximandro se veía francamente furioso. Por lo que Penrill y Alcestes le habían dicho, el ataque a su hijo había sido premeditado y eso le tenía tremendamente iracundo.

- Debes calmarte, no es bueno que los muchachos te vean así. - le dijo Altea mientras masajeaba suavemente sus hombros.

- Lo sé. Tengo que comportarme como un hombre centrado y sereno, pero no puedo, ¡pudieron matar a nuestro hijo!

- Eso ya lo sé, pero gracias a los dioses y a Penrill esta bien.

- De no ser por Penrill seguramente nos lo habrían matado ya. Esto tiene todos los tintes de una venganza. Quieren matarlo Altea.

- ¿Quién podría querer matarlo? Nuestro hijo es algo retraído y quizá no tenga el mejor carácter del mundo, pero es un buen chico, tú lo sabes.

- Kanon es una buena persona, demasiado noble, demasiado ingenuo en ciertos aspectos. Y esto que le han hecho no tiene nombre. Pero como que me llamo Anaximandro Gemini que esto no se quedará así.- sentenció con gesto decidido.

Saga estaba tan furioso como su padre o quizás más.

- Esto tiene que ser obra de ese maldito francés o de Altovelli, ¡esos puercos! - siseó mientras golpeaba su palma con el puño. Mu no sabía que decirle para calmarlo.

- Tranquilízate. Con esa actitud no vas a conseguir nada. - le dijo Alcestes con seriedad. - Si de verdad quieres ayudar a Kanon cálmate y usa la cabeza, ¿quién que tenga el poder suficiente para hacer algo así detesta lo suficiente a Kanon?

- Eso es fácil, ese maldito francés de pacotilla o Altovelli.

- Delluc no es nadie en ese mundo... pero Altovelli es otra cosa. - dijo Alcestes.

- ¿Crees que él lo haya hecho?

- Es probable. - susurró Alcestes. Penrill se acercó hasta ellos luego de regresarle a Thol su teléfono celular.

- Gnomo, tenemos que hablar. - dijo en voz baja para que solo Alcestes lo oyera.  Alcestes se disculpó y se alejaron juntos.

- ¿Qué pasa Penrill?

- No mucho, vas a tener que alejarte un tiempo de mí, las cosas se van a poner algo calientes y no quiero que te veas involucrado, ¿entiendes?

- ¿Qué tratas de decirme?

- Que vamos sobre los italianos.

- ¿Eso significa lo que yo creo que significa?

- Sí, voy a obligar a ese bastardo de Sigfried a sacarme de Cabo Sunión. Según sé, tu hermano tiene un pie fuera, hablaré con algunas personas para acelerar las cosas. Necesito que tú estés a salvo y lejos de todo esto, no hay forma de apartarte por completo, así que me conformaré con alejarte lo suficiente.

- No. Voy a quedarme contigo, mi lugar ahora es a tu lado pase lo que pase. Eres mi esposo Penrill, debo estar a tu lado. - dijo Alcestes. - Además, no me atrevería a dejar a mi familia ahora.

- Gnomo loco... vas a  ponerte en un riesgo innecesario...

- Eso no importa, de verdad. - dijo el pelinegro.

- Te cuidaré... te lo prometo. Antes de que alguien te toque siquiera un cabello, lo destrozo con mis propias manos.

- Lo sé... tú si me quieres. - fue lo que dijo Alcestes mientras Penrill lo abrazaba.

- Cuando salga, ¿vendrás a vivir conmigo?

- Por supuesto... eres mi esposo y así es como debe ser. - Penrill lo besó, de verdad que estaba poniendo todo de sí para que ese matrimonio funcionara. Pronto, pronto lo orillaría a olvidar a ese rubio ingrato...

Una semana después Penrill Navokov abandonaba Cabo Sunión. Lo acompañaban Thol y Alcestes.  Penrill tenía planes para esa tarde. Alcestes había insistido en ir, pero Penrill se negó rotundamente a que el pelinegro estuviera presente cuando hiciera aquello que debía hacer. Él y Thol se harían cargo. Alcestes le pidió que, ya que no podría acompañarlo, al menos lo llevara al hospital para que visitara a Kanon.

Luego de dejar a su esposo en el hospital, Penrill y Thol se dirigieron al lado opuesto de la ciudad.

- Lobo, ¿estás seguro de esto? Sí lo acabas ahora nada ni nadie hará que salgas limpio de esto. - le dijo Thol al reconocer el rumbo que el auto que Penrill conducía había tomado.

- Eso ya lo sé. - dijo Penrill. - Tranquilo Thol. Tú y yo no vamos a hacer nada, solo vamos a disfrutar de un buen espectáculo.

- ¿Qué hiciste?

- Nada más que lo necesario. - dijo Penrill con una sonrisa complacida.

- Creo que te has vuelto loco, pero ¿quién soy yo para juzgarte? - Penrill estacionó el auto. No iba a ser difícil pasar desapercibido, en la calle nadie tenía idea de cómo era él en realidad.

- Tú solo cállate y observa. - dijo Penrill. Bajó del auto y fue a tomar asiento en un cómodo sillón de un café en plenos dominios de la familia Altovelli. Thol lo miró con incredulidad y cierto temor. Fuera lo que fuera que Penrill había tramado iba a desarrollarse muy cerca. Contempló el rostro relajado y casi complacido de su amigo de toda la vida y se dijo que si había un hombre con la sangre fría en todo el ancho mundo ese era Penrill Navokov.

Penrill ordenó un café, Thol se abstuvo de tomar algo. Le ponía los nervios de punta estar en pleno corazón del territorio de los italianos.

Apenas unos quince minutos después se pudo escuchar un tiroteo en el edificio de enfrente. La gente se asustó al ver que un jovencito de rojiza cabellera que corría como desesperado con tres pistoleros detrás de él.

Alcanzó a correr aún un par de calles más antes de que un certero disparo en mitad de la espalda le hiciera caer muerto. Los pistoleros se acercaron. Uno de ellos lo giro con una patada.

- Está muerto. - declaró.

- Bien, vamos, hay que informar de lo que ha pasado.

- ¿Cómo vamos a decirles que este idiota mató al jefe en nuestras narices? Mírenlo, solo es un sucio mocoso de la calle. - dijo señalando el cuerpo sin vida del muchacho.

- Lo recuerdo... es Valentine.

- Dioses... maldito niño... y pensar que nadie le creímos cuando dijo que tarde o temprano se cargaría a Luigi.

Thol y Penrill no perdieron detalle de cómo el cuerpo de Luigi Altovelli era sacado del sitio en el que había sido asesinado minutos antes.

- En cuanto se despeje nos vamos. - dijo Penrill con una sonrisa complacida. Thol estaba más que sorprendido. Nunca hubiera esperado aquello. Pero de sobra sabía que una de las características de Penrill era precisamente esa, nunca se sabía  que esperar de él. Habían eliminado al primero, pero aún quedaba el hermano menor.

En el hospital las cosas parecían ir mejor. Kanon estaba fuera de peligro y a punto de abandonar el hospital.  Ese día había recibido las visitas de Afrodita, Shaka, Shun, Sorrento y Mime. Alcestes estaba en otro piso cuando llegó Mime acompañado de Hagen.  Había ido a conseguir un jugo para Milo.

Salió del elevador y se dirigió a la habitación de su hermano. Estaba preocupado por Penrill y más distraído que de costumbre. No tenía idea de porque su esposo lo había alejado de eso que tenia que hacer. Sospechaba que se trataba de algo que involucraba a Luigi Altovelli.

Su celular sonó, era Penrill avisándole que iba en camino al hospital a recogerlo. Estuvo a punto de caer al tropezar con alguien. Su rostro formó una mueca de disgusto al darse cuenta de que se trataba de Hagen.

- Por los dioses... debo estar maldito porque cada vez que tropiezo con alguien ese alguien tiene que ser un rubio idiota. - siseó Alcestes bastante molesto.

- Hola. - dijo Hagen con un hilo de voz. Alcestes intentó dejarlo atrás. Pero Hagen le sujeto del brazo.

- ¡Suéltame idiota! - dijo Alcestes bastante molesto.

- No, tú y yo tenemos muchas cosas que aclarar.

- No me interesa nada de lo que tengas que decirme, así que suéltame de una vez si no quieres que te patee. - dijo el pelinegro bastante molesto.

- Alcestes, sabes que no podrías.

-¿Por qué? ¿Qué te hace pensar que no lo haría?

- No te atreverías.

- No me retes maldito idiota de mierda.- gruño Alcestes.

- Alcestes, ¿qué te hemos dicho tu madre y yo acerca de expresarte de esa manera? - era el padre de Alcestes.

- Papá... - dijo el pelinegro a modo de disculpa.

- Debería darte vergüenza, esa forma de hablar no es propia de un efebo, suerte que Penrill no te ha escuchado hablar de esa forma. - dijo Anaximandro ya en tono de broma.

- No lo vuelvo a hacer papá... - susurró Alcestes.

- Eso espero... - Hagen no había soltado a Alcestes, no esperaba que Anaximandro los encontrara en esa situación. - Ve con tu hermano, esta preguntando por ti. - le dijo. De mala manera Alcestes se liberó de Hagen y se dirigió a la habitación de Kanon.

- Ya voy papá, solo no me mires así. - dijo Alcestes apresurando el paso. Anaximandro se aproximó a Hagen, la mirada que le lanzó no era nada amable.

- Hagen, me gustaría hablar contigo un momento. - dijo y le llevó más lejos. Hagen no dejaba de contemplar la menuda figura de Alcestes, se dijo que el apodo que se ganara en su último año de escuela nada tenía que ver con su aspecto pero sí con su actitud. - Escucha, sé que hubo un tiempo en que mi hijo y tú eran buenos amigos, y por eso es que me atrevo a pedirte esto.

- ¿A que se refiere señor Gemini? - dijo Hagen bastante confundido.

- A que quiero que te alejes de él. He notado que tu cercanía lo pone muy mal. La última vez que te vio en el colegio de los chicos chocó. No sé que fue lo que pasó entre ustedes, pero me preocupa que él vuelva a tener un accidente, ¿me entiendes? Además, creo que no deberías tener la clase de conductas que presencié hoy con Alcestes, en especial porque él ya es un hombre casado.

-¿Casado?

- Sí, hace unos días se casó con Penrill Navokov, el chico que asistía con ustedes al colegio. No es algo que me haya gustado en demasía, pero Alcestes lo escogió.  Hasta luego Hagen. - dijo Anaximandro y dejó a un confundido Hagen.

No podía creer que Alcestes se hubiera casado, y mucho menos con Penrill. Penrill de nuevo se cruzaba en su camino, pero esta vez no iba a quedarse de brazos cruzados. El rubio estaba furioso.

Tenía que salir y encontrar a Penrill, mostrarle de una vez por todas a Alcestes la clase de persona que era ese que se había atrevido a robárselo.

Bajaba la escalinata que conducía a la salida cuando lo vio, Penrill descendía de un auto oscuro. El ruso lo notó enseguida. Frunció los labios con un gesto de molestia. Hagen nunca le había agradado.

- ¿Es cierto que te casaste con Alcestes? - le espetó el rubio cuando se encontraron frente a frente.

- No tengo porque responderte, si tanto te interesa saber, pregúntale a Alcestes.

- Creí que el día que consiguieras tenerlo ibas a restregármelo en la cara, así que debe ser uno más de los engaños de Alcestes, ¿no es cierto?

- Escucha Hagen, no te debo explicación alguna. Y en respuesta a tu pregunta, sí, estamos casados, ¿es eso lo que querías escuchar? Y déjame decirte algo más... él es mi esposo ahora y no quiero verte rondando cerca de él, no me importa si tus intenciones son buenas o si solo quieres fastidiarle de nuevo la existencia; lo único que quiero es que te mantengas lejos de él o me obligarás a tomar medidas drásticas.

- Estás loco si crees que haré lo que tú pidas... él me ama a mi y no a ti.

- ¿Y si te ama por qué se casó conmigo? - dijo Penrill con una sonrisa confiada- Lo perdiste Benetsnatch, afróntalo, lo perdiste hace siete años. Él ya no te quiere en su vida, entiéndelo de una vez. - dijo el ruso para luego hacerlo a un lado y entrar en el hospital.

Hagen lo miró furioso. De nuevo le arrebataba a Alcestes. Estaba decidido a recuperar a Alcestes y si Penrill se atravesaba en su camino, esta vez iba a eliminarlo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).