Cuando salió de la sala de cuidados intensivos el joven rubio parecía más pequeño y más frágil y a Seto le removió su interior verla así pero se mantuvo a distancia viendo como hablaban.
Luego en el taxi camino al hotel lo asaltaron las dudas. No era un tipo despistado y había notado las inconexiones en la voz de los padres al llamarla por su nombre, también se preguntó como era que había pasado por la seguridad del aeropuerto, vestida así y con un pasaporte de mujer. Luego estaba lo natural que se portaba con ese atuendo y su voz algo enronquecida que hablaba de experiencia en fingir ser hombre o…
Descartó la duda por alocada pero esta no abandonó su mente del todo. Llegados al hotel él entró con ella a su habitación pretextando revisarla por seguridad.
¡Haced lo que deseáis!—dijo hastiada la rubia vestida de hombre—Yo voy al baño—
Seto se quedó mirando el lugar y momentos después vio la mochila abandonada en una silla del pequeño estar y algo acudió a su mente. Dentro debía estar su pasaporte y la idea de tomarlo para asegurarse se hizo patente en su mente.
Estaba seguro de lo que diría y casi descartó el tomarlo pero la necesidad de sacarse ese tema de la cabeza fue más fuerte y rebuscó rápido en la mochila encontrándolo y abriendolo.
¡Claro!—dijo abriéndolo confiado de lo que hallaría y miró el nombre casi como una cosa demás.
El piso por un momento pareció desaparecer bajo sus pies. La cara del chico que entró al baño estaba en él acompañada del nombre JOSEPH WHEELER, varón caucásico, ojos mieles, rubio, 1,70 de estatura, nacido en 1994.
Kaiba estaba tan shockeado que no se percató de que la puerta del baño se abría y el chico de la foto salía por ella.
¿Qué estáis haciendo—preguntó el melado saliendo del lugar.
Seto lo miró como si no lo conociera porque en esencia así era.
Joseph se adelantó y tomó de su mano el pasaporte con gesto brusco--¿Quién os dio derecho a…?—fue todo lo que pudo decir antes de que la mano del otro atrapara su antebrazo.
¡Vos sois…!—dijo el petrificado castaño aún no pudiendo creer la realidad--¡Me engañasteis!—el ojos azules se sentía más que agitado, desesperado. ¿Había soñado con otro hombre? Eso era una pesadilla. ¡Tenía que serlo! Su cuerpo vibraba víctima de su total desconcierto y la impotencia que sentía.
¿A vos?—preguntó sorprendido el melado—Sois un empleado de la disquera. Vuestro deber es cuidar de mí sin importar si soy hombre o mujer—
La fría realidad de esas palabras golpeó de lleno a Seto que sintió enseguida su actitud desubicada y soltó la muñeca del cantante. Estaba colapsado. Por él mismo y por todo lo que había descubierto del otro—Entonces los de la disquera… ¿Lo saben?—
Por supuesto. A ellos no les importa en tanto des lleve dividendos—dijo el ojos mieles yendo a su mochila donde guardó de nuevo su pasaporte.
¡Ayudadme a entender! ¿Cómo habéis llegado a esto?—preguntó el castaño preocupado.
Al verlo en tal estado de confusión el rubio se apiadó de él y le contó—No es por gusto. Os lo aseguro—
Vuestra hermana—recordó de pronto Kaiba.
Así es. En esos tiempos recién habían descubierto lo que tenía y como el tratamiento era muy caro buscamos una manera de conseguir el dinero pero los bancos no quisieron darnos un préstamo y terminamos con financistas que cobraban un robo de intereses pero no podíamos hacer nada. No teníamos casa propia y mis padres eran simples asalariados por lo que no contábamos con mucho para salir del brete. Además mamá perdió el trabajo por ocuparse de acompañar a Serenity a sus análisis y a la quicio. En fín, a mí se me daba cantar y conseguir trabajo estaba difícil así que cuando salió el reality me dije que porque no. Pensé que me llevaría algo, no que ganaría y cuando lo hice debí decir la verdad. Los de la disquera fueron comprensivos y dijeron que mientras no cometiera una tontera y se descubriera mi identidad real podría disfrutar de los beneficios de ser una estrella—le contó el joven y el castaño pudo comprenderlo. En tal disyuntiva no sabía si él mismo hubiera tenido el valor de hacer algo tan arriesgado pero era obvio que era un buen hermano.
Debo disculparme. En Japón pensé que erais una loca con aire en la cabeza pero he descubierto que eres una persona digna de respeto—se disculpó el ojos azules formalmente.
Por un momento Joey lo miró estupefacto y luego se rió—Es lógico que lo hicierais. ¿Ese es mi papel, no? Una chica de diecinueve, popera y sin nada de que preocuparse. Pero ni penséis por un momento que voy a trataros diferente, ogi san—le dijo disculpándolo y tomándole el pelo de nuevo. En ese momento le agradó un poco más ese estirado custodio.
Kaiba no se enojó. Estaba pasando una dura prueba pero algo le asustó sobremanera y es que al otro decir eso que siempre le enojaba sonrió con esa sonrisa insolente de siempre y su corazón galopó por unos segundos.
Estaré en mi habitación si me necesitáis—dijo Seto preparándose para irse.
¡Oye! ¿No queréis tomar unas cervezas y comer pizza conmigo? Me ha entrado hambre y no quisiera cenar solo—dijo de mejor humor el melado—Además podréis cuidarme mientras estéis conmigo—
En verdad no era problema. Era lo más optimo para su tarea pero el castaño sintió de pronto una gran aversión a estar solo con el rubio, en especial después de oír esas palabras que a sus oídos sonaban con doble sentido aunque sabía muy bien que el otro no tenía consciencia de lo que a él le pasaba.
Ambos salieron en un vuelo para Japón al otro día de noche. El rubio se sentía mal por irse antes de que su hermana despertara, según le dijo a sus padres, pero tenía que trabajar o sino…
¡Id, hijo!—le dijo su padre que ahora sabía que Seto sabía la verdad--¡No podéis hacer nada estando aquí! Además si no fuera por vos Sere-chan no recibiría los mejores cuidados. ¡Id en paz! Nosotros os avisaremos ni bien haya algún cambio—