Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

De Soledad y Recuerdos por Nayen Lemunantu

[Reviews - 61]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

En el capítulo de esta semana: Después de parecer que se aclaraban los sentimientos, las cosas vuelven a complicarse...

Capítulo VI: Preludio de tormenta


 


 


No había tenido tiempo de hablar con Eren desde la noche en que había soñado con Marco, y de eso ya había pasado casi una semana completa.


Todo el castillo era un caos total, se estaban preparando para una nueva expedición al exterior, de acuerdo a la petición hecha por el emisario del Rey: el conde Alexandrus, conocido por ser uno de sus principales consejeros. La visita de un hombre de tan alto rango y que contaba con la confianza absoluta del Rey, lejos de significar buenas noticias, tenía intranquilos a los altos mandos de la Legión de Reconocimiento.


Era sabido que el Comandante Smith era un hombre cauteloso, que sabía moverse a la perfección en los complejos juegos de la política; por eso estaba tratando de sacar el máximo provecho de la situación, con el único objetivo de ganar una mayor confianza en las Tropas de Reconocimiento, una de las ramas peor vistas del Ejercito. Para conseguir este objetivo, estaba dispuesto a sacrificar mucho; entre ello, la vida de muchos de sus hombres con tal de satisfacer al conde y ganarse su apoyo y de paso el del Rey.


Smith creía con firmeza que la principal causa de los desacuerdos y la poca aceptación que tenía la idea de una lucha más abierta contra los Titanes, era que los hombres de la elite, resguardados desde siempre dentro de los muros de Sina, nunca habían visto siquiera un Titán, y la amenaza de los monstruos, se les hacía casi un mito de los campesinos supersticiosos que poblaban las periferias.


Que ahora, uno de los hombres más importantes del reino haya viajado especialmente para aprender más sobre esos monstruos y su amenaza, era uno de los mejores augurios que habían visto hace tiempo. Esta visita era una importante oportunidad, y Smith se propuso aprovecharla al máximo. Pero era un arma de doble filo, porque si las cosas resultaban mal, podría significar una gran amenaza.


El conde Alexandrus le había pedido al Comandante Smith la captura de dos especímenes, de preferencia excéntricos, los que debían ser capturados con vida y transportados al Castillo General de la Legión de Reconocimiento para ser sometidos a nuevos estudios, donde él en persona participaría.


Dicho en palabras, sonaba una misión sencilla: sólo debían salir de los muros de Rose, internarse en territorio de Titanes con el máximo recaudo y sigilo, tender una trampa y capturar los dos especímenes requeridos. Pero todos sabían que los planes nunca funcionan como se espera, y los riesgos en una expedición extramuros son constantes e imprevistos: era un hecho que varios de los soldados que partirían esa misma tarde, no volverían nunca más a atravesar la seguridad de los muros de Rose.


Uno de esos podía ser Jean.


Jean sabía que debía hablar con Eren antes de partir. Había algo importante que tenía que decirle y debía hacerlo ahora, porque tenía el terrible presentimiento de que él no volvería a pisar las piedras del suelo de ese castillo otra vez. Pero durante toda esa larga semana no habían podido verse: los guardias habían vuelto a sus posiciones y los entrenamientos del chico habían vuelto a ser supervisados por Levi. Los escasos momentos en que se veían durante las comidas, Eren se había mostrado esquivo y desinteresado.


Fue sólo instantes antes de salir a la expedición extramuros que lo encontró. Eren estaba afuera de los establos, preparando diestramente su montura. Jean lo miró a los lejos por varios minutos antes de acercársele, extrañado de su cara seria y concentrada. Se veía diferente; más maduro, no como el chiquillo iluso e impulsivo que siempre había sido. Algo había cambiado dentro de Eren. No tenía idea de qué le había pasado al chico en esos días que no se habían visto, pero con toda seguridad había pasado algo que lo había hecho cambiar.


—¡Hey! —Jean se le acercó por detrás. Eren tuvo que dejar su tarea y darse la vuelta para verlo—. Tengo que hablar contigo.


—¿Qué quieres? —Eren se giró y volvió a afirmar con fuerza las correas de su montura—. Estoy ocupado ahora y tú deberías estarlo también. ¿No tienes que prepararte para la expedición?


—Sabes bien que sí.


—¿Entonces?


—¡Ya te lo dije, idiota! Tengo que hablar contigo —Jean le gritó molesto. Estaba seguro que no había otra persona en el mundo que pudiera desesperarlo tanto como Eren.


—¿Ahora quieres hablar? —El tono de la ironía era palpable en la voz del castaño. Parecía estar molesto—. Pero cuando llegué esa noche a mi cuarto ya no estabas.


—¿Esa noche? —Jean sabía perfectamente a qué noche se refería: la noche en que había tenido el inquietante sueño con Marco. Lo que no sabía era el porqué de la molestia de Eren, porque era obvio que se había enojado por su ausencia. ¿Sería por eso que lo había ignorado todos esos días?—. En primer lugar, ¿dónde rayos estabas tú esa noche?


—No es tu problema.


Esa respuesta cortante otra vez. Eren actuaba con total indiferencia y seguía revisando los pertrechos de su montura como si él no estuviera ahí. Jean bufó molesto y se le acercó; le sujetó ambas manos y lo alejó del caballo, obligándolo a que se gire a verlo. El brillo indómito de los ojos turquesa de Eren lo estremeció.


—¡Maldita sea, Eren! Espero que no hayas cometido otra locura —Jean lo encaró molesto, ignorando la corriente eléctrica que atravesó su cuerpo al momento de tocar la piel trigueña de Eren—. Me prometiste que no te volverías a meter en problemas —la voz de Jean era un reproche—, ¿dónde estabas?


Eren chasqueó los labios molesto y rompió el contacto que Jean mantenía sobre sus manos, juntó las cejas en un gesto de indignación y miró fijo a Jean; sus ojos se veían fríos y decididos.


—Fui a dar un paseo, ¿bien?


—Estaría bien si te creyera.


—¡Qué quieres que te diga, Jean! —Eren movió los ojos en un gesto cansado—. No podía dormir, salí a caminar y cuando regresé ya no estabas —habló de forma muy desinteresada, suprimiendo las ansias de preguntarle por qué se había marchado.


—Cuando me desperté y no estabas, no supe qué pensar. Era posible que te hayan mandado a buscar de los altos mandos ¡Yo qué sé! —Jean se encogió de hombros, pero su voz aún se oía molesta. Aunque sabía que el castaño no se lo había preguntado, sintió la necesidad de darle una explicación—. Creí que lo mejor era volver a mi cuarto y no arriesgarme a que alguien me encuentre en el tuyo.


—¿Por qué me dices eso? No te lo estaba preguntando —Eren frunció el ceño molesto, estaba furioso porque Jean había podido ver a través de sus palabras y se había dado cuenta sin problemas del motivo de su molestia—. Lo que tú hagas me tiene sin cuidado.


Jean ignoró el gesto de desprecio en la cara de Eren, aunque se sentía furioso, controló su enojo respirando hondo. Tenía que hablar con Eren y eso era más importante, incluso si para ello tenía que soportar su insufrible carácter. Probó como estrategia ser sincero con el chico.


—Está bien, puede que yo no te importe —Jean ahora hablaba suave; sus palabras eran medidas—. Pero lamentablemente a mí sí me importa lo que te pase, así que quiero pedirte algo —hizo una pausa para mirar los ojos de Eren, dejándose perder en esa profundidad turquesa, pero no vio ninguna muestra de asentimiento de parte del chico—: Cuídate mucho.


—Claro —Eren respondió sin inmutarse.


—¿Cómo puedes actuar con tanta calma? —Jean perdió la actitud serena que había luchado por mantener hasta entonces y encaró abiertamente al castaño—. En un par de minutos más saldremos a una nueva expedición extramuros. ¡Muchos de nosotros no volveremos! —Jean no se percató que en su frase asumía que él sería uno de los caídos en batalla, pero Eren no se dio cuenta o si lo hizo no dio muestras de ello—. Eso sin contar la sospechosa visita del conde Alexandrus ¡Todo esto me tiene demasiado intranquilo como para que además tú decidas unirte a mis preocupaciones! 


—Tú siempre estás nervioso por todo —los labios de Eren se curvaron en una sonrisa burlona. Pareció ignorar por completo que Jean le había confesado abiertamente que se sentía preocupado por él—. Siempre tienes miedo, Jean.


—¡Cállate! —Jean chasqueó los labios, molesto—. ¿No escuchaste nada de lo que te dije?


—Sí, sí —Eren volvió a darle la espalda y siguió revisando las correas de su caballo.


—¡Deja eso de una vez! —Jean volvió a apartar a Eren del caballo—. ¡Te estoy hablando, maldición!


—¡Si estás tan preocupado por morir en esta expedición, te aconsejo que vayas a revisar tu montura ahora! —Eren se libró de las manos de Jean a través de un movimiento brusco y se giró para mirarlo con ojos furiosos—. Me reclamas que soy un despreocupado, pero justo ahora estoy tomando todas las medidas necesarias para volver con vida. Tú deberías hacer lo mismo —Eren bajó la voz y terminó hablando en tono despreciativo—, aunque si regresas o no, me tiene sin cuidado.


—¿A sí?


—¡Nunca me ha importado tu vida, Jean! —Eren lo miró de arriba abajo, soltando una risa suave por la nariz—. De todo el grupo, tú eres el que menos me importa.


—Es bueno saberlo.


—¿No lo sabías? —Eren lo miró descolocado, su expresión era por completo fingida—. Creí que lo tenías claro.


—¡Vete a la mierda!


La actitud de Eren era completamente indignante. Jean había aguantado su fuerte carácter lo más que pudo, porque no quería que enfrentaran esa nueva expedición enojados. El peligro de la muerte estaba siempre presente, y no quería que, si uno de los dos no volvía de esta campaña, la última conversación que tuviera fuera una pelea. Pero Eren no parecía pensar lo mismo; el chico estaba en abierto pie de guerra y lo peor era que él no tenía idea del porqué.


No le parecía posible que Eren estuviera tan enojado simplemente porque él se había marchado esa noche. ¡Eso era ridículo! Más ahora que le había explicado que lo había hecho por el bien de ambos, previniendo una posible sanción de sus superiores. Además, el mismo Eren había desaparecido esa noche, ¿cómo tenía cara para enojarse ahora? Él había sido el primero en marcharse, no tenía derechos a reclamos ahora.


Jean sintió que la poca paciencia que tenía se terminaba de extinguir por completo y miró al castaño con ojos indignados. Sus labios finos estaban fruncidos en una línea dura y su ceño se apretaba con la expresión del reproche, sus ojos se achicaron para mirar con indignación al castaño y escupió al suelo, molesto. Se habría dado la vuelta y se hubiera ido, de no ser por el saludo militar que oyó de otro soldado a sus espaldas y se dio la vuelta maquinalmente para ver la impasible figura de Levi acercándose a ambos.


—¡Capitán! —él y Eren hicieron el saludo militar correspondiente, Levi sólo les indicó con un movimiento casual de la mano que descansaran.


—¿Mi montura ya está lista? —preguntó dirigiéndose a Eren, ignorando por completo la presencia de Jean en el lugar: había caminado con soltura hasta llegar junto a Eren, pasándolo a él de largo.


—Sí, Capitán —Eren respondió con seriedad; la distancia de los rangos de ambos era clara—. Elden está en los establos listo para que usted lo monte.


—Bien. Ayúdame con esto —Levi le dio la espalda al chico y le señaló una correa difícil de asegurar, cerca del omóplato. Esa era una de las piezas más difíciles de ajustar adecuadamente de todo el arnés, pero no era imposible; si Levi se lo había pedido a Eren, era porque simplemente así lo había querido.


—Sí, Capitán —a Eren no le tembló la mano a la hora de acomodarle correctamente la pieza en la espalda al hombre, todo frente a la mirada incrédula de Jean, que tuvo que desviar los ojos para no presenciar la escena—. ¿Voy por su caballo? —preguntó cuando terminó su tarea.


—Iré yo mismo —Levi se acomodó la capa sobre los hombros mientras caminaba tranquilo hacia los establos. Salió a los segundos montando un hermoso caballo bayo, entrenado especialmente para él—. Ya es hora de alistar la salida. Nuestro grupo se reunirá en el patio dos —dijo escueto cuando pasó junto a Eren, bajando un poco la velocidad del trote de Elden.


El chico sólo asintió con la afirmación militar y luego terminó de colocar las alforjas sobre el lomo de su caballo. Jean lo estudió con la mirada por unos instantes en los que reinó el silencio entre ambos: Eren se veía tranquilo, parecía tan imperturbable como Levi, dedicado exclusivamente a preparar su caballo sin reparar en nada de lo que ocurría a su alrededor.


Jean apretó el ceño, sentía un sabor amargo en la boca y no pudo disimular la molestia que lo inundaba.


—¿Así que de eso se trataba todo? —preguntó cuando pudo recuperarse de la impresión que le causó ver tal cercanía entre Eren y el soldado más fuerte de la humanidad. Apenas pudo disimular la rabia en sus palabras—. ¿Has vuelto a ser el perro faldero de Levi?


—¿De qué estás hablando? —aunque Eren no había terminado de asegurar sus alforjas, se giró sobre sus talones y miró a Jean a los ojos; se veía sorprendido de verdad.


—¿Que no sabes de qué hablo? —Jean cargó de ironía sus palabras y las manos a los costados de su cuerpo las apretó con fuerza. Eren sólo parpadeó confundido.


—Si no te conociera, Jean —Eren movió la cabeza, incrédulo; se giró y terminó de asegurar la última de las correas de las alforjas. Habló lentamente cuando se recuperó de la impresión—, pensaría que estás celoso.


—¡Perdiste el juicio!


Eren no le respondió, soltó las riendas de sus manos y se giró para mirar a Jean a la cara. Avanzó dos pasos en su dirección para quedar a centímetros de su rostro y lo tomó desde el cuello de su chaqueta; se veía más hosco de lo acostumbrado. Jean temió que una nueva pelea se armara entre ambos. No era que le tuviera miedo a Eren, pero Jean se sorprendió a sí mismo de pensar que a pensar de lo terco e insufrible que fuera el castaño, no quería hacerle daño.


—¿Qué fue lo que dijiste? —las manos de Eren temblaban de rabia mientras le arrugaban el cuello de la chaqueta de jean.


Jean le sostuvo desde las muñecas, pero la fuerza de su agarre era poca, más bien parecía una caricia. Recorrió con sus manos por los brazos de Eren con lentitud, pero éste no lo soltó; en ese instante deseó no tener que recorrer esos brazos por sobre la ropa sino que anheló sentir la suavidad de la piel trigueña de Eren libremente bajo sus manos. Estaba extrañado de la actitud del chico. ¿Por qué estaba tan malditamente enojado con él? ¿Qué había hecho o dicho para hacerlo enfurecer así?


—Eren…


Frente a la suavidad de las acciones y de la voz de Jean, el castaño se desprendió del agarre abruptamente, como si hubiera sido víctima de una descarga eléctrica. Ambos muchachos quedaron mirándose con intensidad: Jean se veía sorprendido, Eren furioso.


—¡Eren! —la voz de Levi intervino en el momento justo. El mayor venía al trote suave de su caballo y se paró frente a ambos muchachos; su expresión era de enfado—. ¿Qué rayos estás haciendo aquí? Te dije que nos estamos reuniendo en el patio dos.


—No sabía que tenía que seguirlo, Capitán —Eren se disculpó y el mayor sólo soltó un bufido—. Creí que la reunión era sólo para los líderes de escuadrón. 


—Todos los miembros de nuestro escuadrón se reunirán —Levi le dio la vuelta a su caballo—. ¡Vamos!


Eren montó rápido y afirmando con fuerza las riendas en sus manos, se ubicó a la derecha del soldado más fuerte de la humanidad. Antes de que ambos saliera rumbo al patio donde se reunía el escuadrón especial, designado directamente por Levi y aprobado por Smith, que estaba encargado de la seguridad de Eren, Levi frenó el trote de Elden y dio una última orden.


—¡Kirschtein! —Levi giró el cuello para verlo. Su voz era fuerte y seria, llena de mando—. Tú estarás en nuestro grupo, así que prepárate a salir cuanto antes.


 

Notas finales:

Gracias por leer. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).