Cuando la derribaron con un brazo hacia atrás frente a él pensó que era el delirio de una mente enferma.
¡Deteneos, loca!—gritó el de seguridad que se afirmaba en su espalda.
¡Loca vuestra madre!—gritó la enloquecida melada con la mejilla apoyada en el suelo pues le sujetaban la cabeza contra el piso.
¡Llamad a la policía!—dijo el de seguridad a su compañero—Es rápida. Llevamos dos pisos corriendo tras ella—le dijo a los sorprendidos custodios. ¡Rayos, eran unos inútiles! Se dijo el hombre. Si él y su compañero no hubieran atrapado a ese pedazo de loca quien sabe qué le hubiera pasado al senador. Y especialmente ese castaño que miraba con cara de alucinado… ¿Qué estaba pensando?
¡Espera! ¿No es…--dijo su compañero agachándose para ver la cara de la loca--¡Si! Es Josephine, la princesa—añadió.
¿Princesa?—preguntó preocupado por las implicaciones de lo que podía estarle haciendo a un personaje importante el hombre de seguridad y ella usó ese momento de debilidad para liberarse.
Levantándose Josey miró a los ojos a Seto y le dijo--¡Vos!—con mirada asesina mientras le apuntaba con el dedo.
Entonces la puerta de la oficina se abrió y salió el político y compañía para que ver de que se trataba ese estruendo, tenía una edad considerable y cara de pocos amigos--¿Qué está aconteciendo?—preguntó.
¡Devolvédmelo!—le dijo en tono imperativo la melada al viejo mientras señalaba al asombrado Seto que todavía no se lo creía.
El político la miró sorprendido por un momento y luego preguntó--¿Quién es esta mujer y que quiere?—
Es Josephine, la princesa del j-pop—dijo el de seguridad más joven.
¿Del J-pop?—preguntó sorprendido a disgusto su compañero.
¿Una cantante?—preguntó el otro custodio sorprendido de que la loca fuera una artista reconocida según lo demostraba el de seguridad más joven.
Usualmente el tiempo de reacción de Seto era muy rápido pero esto… no había forma de que lo procesara pues era muy bizarro.
¡Vos me lo quitasteis! ¡Devolvédmelo!—le ordenó la furiosa rubia.
¿Todo este escándalo es por él?—preguntó el senador y luego miró furioso al estúpido provocador de tal lío—Si lo queréis lleváoslo. Yo no voy a tener que ver con tales barrabasadas—le gritó a Josy apuntando también a Kaiba.
Entonces el castaño recuperó el sentido—¡Yo me la llevaré!—dijo alarmado mientras la empujaba camino al pasillo.
¡Y no regreséis! ¡No quiero personas como vos a mi alrededor!—le gritó el viejo antes de que salieran.
Josy se dejó conducir hasta los ascensores porque se consideraba ganadora y una vez ante las puertas el consternado ojos azules dejó de empujarla con ambas manos para retenerla con una mientras con la otra golpeaba el botón llamador.
No sabía ni que decir. Él había considerado que todo estaba acabado entre ellos y ahora el otro se presentaba así y…
Se abrieron las puertas e iba a decirle algo grosero para despedirlo cuando el otro lo haló dentro del aparato y mientras se cerraban las puertas lo abrazó para después decirle al oído--¡Os extrañé un montón! ¡Estaba perdido sin vos!—De pronto todo lo que iba a decirle murió en sus labios y se dejó abrazar por el cuello con ademán resignado.
Estoy tan feliz de que volváis a estar con nosotras, Kaiba san—le dijo la joven de ojos azules mirándolo a los suyos con admirativa contemplación. Por su lado Otome no estaba nada feliz y lo demostraba su gesto.--¡Gracias por traerlo de vuelta, Josy san!—le agradeció a la melada.
¡No fue nada!—dijo la otra haciendo un gesto como si nada con la mano y le gritó al custodio—¡Oye! ¿No piensas seguirme o qué?—
Era una actitud muy diferente a la del ascensor y Seto dedujo de esta y de la conversación con Seraphine que el otro solo lo había hecho porque su amiga le extrañaba y estaba supuestamente enamorada de él.
Con pesar por lo que le depararía el destino la siguió.
Yo puedo abrirla—aseguró la joven agarrando la lata de frutillas como si fuera un millón de dólares mientras la apartaba del ojos azules.
¡Yo lo haré! Vais a haceros daño—dijo el otro tratando de sacársela y todo fue como él anunciara.
Josephine, pues no se había cambiado aún, resbaló por sus tacos en su intento de alejar la lata y cuando estiró los brazos buscando asidero golpeó con el dedo en el mostrador de la kitchenette y se quedó agarrando esa parte mientras gritaba—¡Mi dedito, mi dedito!—
¡Dejad ver!—le ordenó el castaño preocupado mientras agarraba y halaba la mano.
¡Ay!—gritó de dolor la melada cuando tiró de su dedo--¿Qué rayos estáis pensando? Me duele, hijo de la mala suerte—
¡Dejadme revisar puede que esté fracturado!—le ordenó el ojos azules intentándolo de nuevo.
¡No! ¿En serio?—le preguntó el otro lleno de sarcasmo mientras ocultaba su dedo con la otra mano y lo mantenía como un correback a su balón en un partido de football americano.
¡Poneos serio vos y mostradme eso!—le indicó el otro con tono exasperado.
¡Muy bien pero tened cuidado!—le pidió la ojos mieles.
Es solo un disloque…--dijo Kaiba mirando al otro como si fuera una niña mimada—Os lo colocaré en su lugar y toda esta feria se dará por terminada—añadió.
¿Cómo haréis eso?—preguntó desconfiada la rubia mientras retiraba de nuevo al susodicho dedo.
Pues tirando de él como es lógico—le contestó Seto sin atisbo de broma.
Aún así la melada le dijo--¡Debéis estar de coña! Esto no me lo halaréis por muy doctor que os creáis. ¡Llamad a uno de verdad!—le gritó Josy.
¿Llamar a un doctor por una cosa así? Entrad en vuestros cabales—le gritó Kaiba tratando de asir la mano lastimada.
¡Ni de coña!—le gritó Josephine tratando de alejarse de nuevo mientras él iba por su mano--¡He dicho que me dejéis de una puñetera vez! ¿No me entendéis?—al decir esto último tuvo la mala fortuna de asirse del respaldo de un sillón que más que en L estaba construido en V por lo que se desplomó hacia delante.
En fin que Josy terminó sentada en la parte donde se apoya la espalda y halado por el impulso el castaño inclinado sobre ella con sus caras a milímetros una de la otra.
¡Voy… voy por algo de hielo—articuló como pudo el ojos azules sin aliento de tenerla tan cerca y se alejó un poco descontroladamente.
Pero Joey no lo notó. Raramente lo notaría en el estado que semejante experiencia le había deparado. Sentía los latidos de su corazón retumbando en sus oídos desde que viera el rostro del otro tan cerca.
Estuvo tan alelado que no se dio cuenta de cuando el otro volvió y menos de cuando colocó el dedo en su lugar hasta que sintió el chasquido por dentro de su cuerpo y así despertó a la realidad.
¡Oye!—gritó pero nada más dijo pues estaba perplejo.