Estaba tratando de no pensar en él pero descubrió que le era imposible. Se terminó preguntando cómo estaría Seto y recordando la última conversación que tuvieran semanas antes. El trabajo se convirtió en un infierno para Joseph pues el otro trataba de humillarlo cotidianamente.
Entonces recibió el mensaje. Primero se alucinó con el remitente. Se trataba de Kaiba. El mensaje en sí también era sorpresivo aunque conciso.
“¿No queréis ir al shopping?”
“¿Ahora?”
“Si”
Josephine se preparó en el acto para salir.
¿Josephine chan?—preguntó sorprendido Hiro san.
¡Voy al shopping!—declaró ella.
No estaba previsto—exclamó el otro.
Necesito unas cosas—exclamó la rubia molesta porque últimamente vivía como un preso--¿Vos os probaréis los vestidos por mí?—preguntó retadora la ojos mieles y el otro comprendió que era mejor no argumentar.
Estaba en medio del shopping sorprendida porque le sudaban las manos y miraba nerviosa a todos lados tratando de disimular. Trataba de aparentar que estaba interesada en los vestidos de la vidriera mientras esperaba algo, ni ella sabía qué… y de pronto sonó el celular con otro mensaje que revisó. Lo de los mensajes era genial porque podía borrarlos y no quedaba registro.
“¿No queréis ir al baño?”
Después de un segundo de pensar se dirigió allí conmovida. ¿Estaría él esperando dentro?
Una vez entró miró pero… ¿Qué haría Seto en un baño de mujeres?
“Revisa el tercer cubículo”
Fue allí. Había un bolso con ropa. Joseph sonrió.
“¿Dónde estáis?”
“Afuera, salid como antes”
Del otro lado de la ventana se hallaba el estacionamiento del shopping. El joven vestido con jeans gastados, camiseta de baseball, campera, tenis y gorra saltó por ella como muchas veces antes para encontrarse parado junto a un apuesto joven de ojos azules, chaqueta de cuero, polera negra, pantalones del mismo color y borceguíes marrones. Este tomándolo del brazo lo haló mientras le decía--¡Venid!—lo llevó hasta un auto donde le abrió la portezuela para que entrara y después entró por el lado del conductor.
¿A dónde iremos?—preguntó el melado.
¿Importa eso?—le preguntó el otro a su vez.
Supongo que no—le contestó Joseph con una sensación de felicidad muy cálida.
Un hotel de paso en Tokyo fue el lugar elegido por Seto para el encuentro.
¡Jeje!—se rió Wheeler--¿Quién iba a decirme que algún día un chico me traería a este tipo de lugares—
¡Sabía que era mala idea!—le dijo Seto echando para atrás para irse disgustado consigo mismo.
¡No, no!—gritó el rubio mientras le agarraba de la manga para que no se fuera--¡Perdón… yo… tenéis que entender…!—trató de explicar enrevesadamente.
Entiendo. Es por eso que…--le dijo con lenguaje tranquilo Kaiba pues entendía todos los cambios que el otro estaba pasando. El mismo pasaba por algo parecido, sus palabras de consuelo fueron acalladas con un beso del impulsivo rubio que hizo que olvidara lo que iba a decir.
¡Me gustáis demasiado para perder una oportunidad como esta!—dijo feliz Joey—Pasamos por mucho para conseguir estar aquí y es mejor que lo aprovechemos pues no tenemos demasiado tiempo—
Seto y Joseph se besaron como si en ello se les fuera la vida mientras sus inquietas manos trataban de llegar a todos los lugares que pudieran en el menor tiempo posible. El castaño lo recostó en la cama mientras el rubio lo despojaba de su chaqueta. El ojos azules comenzó a sacarle su campera mientras el melado rozaba con su rodilla su entrepierna avivando así el fuego que residía en el interior del otro que enseguida de terminar con el abrigo comenzó a tirar de los jeans mientras Wheeler seguía su ejemplo con los pantalones.
¡Nunca estaréis con otro hombre que no sea yo! ¿Verdad?—preguntó en medio del deseo el guardaespaldas—No os quiero con otro. Yo fui el primero y seré el único. ¿No es cierto?—no se miraban a los ojos pues Joseph estaba atrapando su cuello y gimiendo en su oído de tal forma que el otro enloquecía por el contacto. Seto quería asegurarse de que siempre fuera suyo pues sentía al otro escapársele de las manos.
Joseph tenía un mal presentimiento. Sentía que esa pregunta y su respuesta traerían nuevos dolores a ambos así que dijo—No penséis en eso ahora. Yo…--entonces el castaño entró en él y se arqueó desesperado por esa nueva sensación.
¡Respondedme!—exigió el otro ahora con sus labios sobre los suyos y una expresión tensa en el rostro que dibujaba la agonía del coito y la desesperación de estarse conteniendo para oír su respuesta.
Yo siempre seré…--Wheeler temía seguir pero sentía que si no seguía todo se desbarataría allí mismo--…vuestro y solo vuestro—
Hicieron el amor muy rápido pues no tenían tiempo y volvieron al shopping media hora más tarde de lo que salieron pues el hotel quedaba prácticamente al lado. Ambos estaban un poco satisfechos pero nunca al nivel de lo que deseaban pues debían separarse antes de que los descubrieran.
Al menos pudimos estar juntos—le dijo el ojos mieles algo resignado con una leve sonrisa en los labios antes de volver a saltar por la ventana y dejó un vacío en el estómago del otro.