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Lost past por Kitana

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La mente de Kanon se esforzaba por armar  un argumento. Una guía, algo que le permitiera acercarse a Milo sin ser rechazado. Se maldijo mil veces por haber actuado como lo hizo, tal vez si le hubiera dicho la verdad a esas alturas aún estaría juntos.

 

Pero no lo estaban... la cruda y fría verdad era que todo había sido su culpa. A su cabeza acudía la eterna disculpa, la misma que solía darse a sí mismo cada vez que el dolor de no tenerlo a su lado se hacía presente. Solo era un muchacho, un muchacho torpe y asustado que había arrancado de su lado a la única persona en todo el mundo que le había entendido y amado por lo que él era, a Milo.

 

- ¿Sabes? El mirar el reloj de esa forma no va a hacer que el tiempo pase más rápido o que el tránsito disminuya. - dijo Isaac exasperado por el hecho de que Kanon no dejaba de mirar el reloj desde que bajaran del avión. El auto se había detenido ante un congestionamiento bastante pesado.

-Eso ya lo sé. - le respondió el otro de mala gana.

- Déjalo en paz Isaac, ¿no te das cuenta de que esta de muy mal humor? - dijo Hyoga mientras contemplaba la ciudad con gesto curioso, vaya que las cosas habían cambiado en nueve años. - Dioses... este sitio si que ha cambiado. - dijo el rubio sin poder reprimir una expresión de asombro.

- Nueve años son mucho tiempo. - dijo Isaac, Kanon quiso obviar el doble sentido de las palabras de Isaac, pero sabía que justamente la intención que él había entendido era el mensaje de su amigo.

 

Finalmente llegaron a su destino. Kanon se encerró en su habitación con una botella de vino. Isaac lo miró con gesto reprobatorio. No entendía la forma de actuar de Kanon. Se suponía que dejaba todo atrás cuando salieron de Atenas nueve años atrás. Se suponía que iba a alejarse de la vida de ese chico del que seguía enamorado, se suponía que no haría nada estúpido... pero había hecho todo eso que no se suponía que debía hacer.

 

Y ahora estaba sentado junto a su hermano, a nueve años de distancia esperando las órdenes de Kanon, la cabeza financiera del grupo. Kanon había dejado de ser lo que solía ser en muchos aspectos. Si años atrás enfurecía contigo podías tener por seguras dos cosas, la primera que te arrepentiría, la segunda que él no lo olvidaría; en el momento presente, si Kanon enfurecía contigo, solo había una cosa cierta, no quedaría nada sobre que lamentarse.

 

La realidad era que Kanon y no Shura era quien dirigía los destinos de la familia Gemini sin que siquiera los miembros de la misma lo supieran. Solo los más cercanos eran quienes sabían de este secreto. Esa era la única condición que Kanon le había impuesto a Shura, en apariencia no tenían ningún nexo y así seguiría siendo hasta que conviniera a sus intereses.

 

La razón oculta era que esperaba que en algún momento, habiéndose deshecho de todos los Wyvern como estaba a punto de suceder, pudiera volver a la vida de Milo. Ciertamente dudaba de que Milo estuviera esperándole con los brazos  abiertos después de la forma en que había decidido separarse de él. Pero lo intentaría, sí había conseguido su corazón una vez, bien podía recobrarlo. Le diría la verdad, toda la dolorosa verdad de esos nueve años separados.

 

Sabía donde podía encontrarlo, sabía lo que tenía que hacer... pero aún había un par de detalles que ignoraba.

 

Y dirán tal vez que fuiste mi cruz

Contarán vete tú a saber

Pasarán verán y luego se irán

Volarán todos rumbo sur

 

La mañana llegó muy rápido a juicio de Milo. Había pasado prácticamente la noche en vela, meditando... pensando... pensando  en Kanon. Aún lo amaba, esa era la verdad... pero, no podía vivir atado a su recuerdo. Él le había dejado, había sido el propio Kanon quien le dijera que no lo amaba más. No tenia sentido que lo mantuviera en sus pensamientos.

 

En especial ahora que se había decidido a aceptar a Camus.

 

Camus había esperado el momento preciso para decidirse a hablarle de sus sentimientos una vez más... y esta vez no iba a dejar la oportunidad... no podía seguir muerto en vida, así era como se sentía después de que Kanon desapareciera de su vida.

 

Ciertamente le ilusionaba la perspectiva de volver a sentir lo que en su momento sintiera al lado de Kanon. Ciertamente tenía miedo de que todo resultara ser tan desagradable como entonces. Pero Camus, Camus era tan distinto a Kanon...

 

Camus se había hecho un sitio en su vida a pesar de todo, en la suya y en la de Emmanuel también. El pequeño lo adoraba, y Camus también a él. No podía pedir más, Camus aceptaba todo en él, le conocía bien. Camus parecía saber exactamente como se sentía con solo una mirada o una frase al teléfono. El francés era completa y absolutamente hermoso y perfecto. Milo no podía encontrar a alguien mejor con quien intentar rehacer esa parte de su vida que había querido cortar de tajo años atrás.

 

Y si te tengo que olvidar

Recordaré de ti

Ese verde canalla

Y si te extraño alguna vez

Me acordaré de ti

De mi verde canalla

 

Aquella tarde saldrían a comer. Emmanuel iría con ellos; Camus había insistido en hablar con el niño antes de llevar adelante aquello que planeaba hacer. Antes de salir de su elegante privado, Milo se tomó unos segundos para pensar... era el momento preciso de dejarlo todo atrás, de dejar que al fin se disipara el veneno que le corroía las entrañas desde la partida de Kanon... si, había albergado en su corazón la esperanza de que Kanon volviera y le dijera que aún lo amaba... pero la esperanza había terminado por tornarse en un anhelo desesperado. Lo había esperado cada día durante nueve años sin que él diera señales de vida. Era el momento de cerrar ese capítulo de su existencia y seguir adelante.

 

- ¿Estás listo Milo? - dijo Camus asomándose por la puerta entreabierta.

- Sí, claro que lo estoy solo hacía memoria, no quiero que ningún asunto pendiente nos arruine esta tarde. - Camus se acercó y lo tomó en sus brazos.

-Mon petit amour... ¿sabes que me has hecho el hombre más feliz de este mundo al darme una oportunidad como la que me has dado? Te juro que te haré feliz mon amour.

- Camus... - susurró Milo dejándose llevar por el tibio calor del francés... Camus siempre había tenido ese efecto en él, hacerle olvidar con solo un abrazo.

 

Camus lo tomó de la mano y abandonaron la oficina. Salieron a la calle, Milo sonreía mientras caminaba de la mano de aquel hombre que en los tiempos difíciles de París se había ganado su amistad. París... se dijo que jamás dejaría de relacionar esa hermosa ciudad con el dolor y la desesperanza.

 

Sonrió al encontrarse los esmeraldinos ojos de Camus posados en él. Y eso le hizo pensar en Kanon, en las primeras esmeraldas que le habían arrancado el corazón con una sola mirada, esas mismas esmeraldas que su hijo había heredado.

 

El francés lo amaba, esa era la verdad. Y ahí estaban, a punto de decírselo a su hijo. Y eso incomodaba. Solo que no podía descifrar si era porque tenía miedo de cómo reaccionaria Emmanuel o si porque aún albergaba la esperanza de que Kanon regresara algún día y le dijera que todo había sido un malentendido.

 

Odiaba sentirse así. A ciencia cierta ya no sabía lo que sentía por Kanon, si acaso lo amaba todavía o si es que todo ese amor que solía tenerle había sido suplantado por una profunda rabia debido a su abandono.

 

Llegaron hasta donde se encontraba el auto del francés, Camus le abrió la puerta para que entrara y luego abordó él. No podía evitar sentirse feliz, a su lado se encontraba la persona más importante de su vida, el hombre con el que había soñado durante años y que al fin había aceptado ir más allá de la amistad.

 

- He estado pensando que deberías dejar de trabajar tanto. - comentó Camus mientras enfilaba hacía el colegio de Emmanuel.

- ¿A que te refieres?

- A que te pasas la vida encerrado en tu oficina, a tu hijo y a ti les hace falta aire libre.

-¿Qué planeas? - inquirió Milo con una sonrisa que a Camus le pareció maravillosamente reluciente.

-  ¡Me conoces tan bien! - exclamó Camus sin borrar de sus labios la sonrisa.

- Solo dímelo, ¿sí?

- Bien, te lo digo, quiero ir a la playa con Emmanuel y contigo el fin de semana, por supuesto que esto será solo sí Emmanuel esta de acuerdo con que tú y yo nos veamos como algo más que amigos.

- Él dirá que sí... siempre le ha gustado el mar. - dijo Milo esbozando una sonrisa algo triste. - Él te quiere mucho.

- Y yo a él, y no solo porque es tu hijo, el chico tiene algo especial, algo que me hace querer estar cerca y sentirme orgulloso de que sea como es.

- Al oírte hablar de esta manera me haces pensar que tú serías un padre perfecto.

- Merci- susurró Camus, no podía evitar perderse en ese par de trozos de cielo que le miraban con algo que quiso definir como ilusión.

 

 

Llegaron hasta el colegio de Emmanuel. En cuanto el chico salió corrió a abrazar a Milo, el peliazul correspondió al gesto inclinándose un poco para poder acoger al chico. Lo miró, era idéntico a su padre... a Kanon.

- ¡Mamá! - dijo el chico después de besar las mejillas de Milo.

- Cariño, saluda a Camus. - dijo el peliazul con una gentil sonrisa reservada únicamente para su hijo.

- Hola Camus, ¿A dónde vamos hoy?

- A comer, quiero hablar contigo. - dijo el mayor despeinando los rebeldes mechones azulados de la cabellera de Emmanuel.

- Mamá, ¿me dejarás ir a la fiesta de Hermes? Es este sábado y no me has respondido.

- Irás, después de la comida podemos ir a buscar el regalo... si a Camus no le importa acompañarnos. - dijo Milo volteando a mirar a Camus.

- Por mi no hay inconveniente. - dijo el peliverde con una sonrisa que desarmó aún más a Milo.

- ¡Quiero comer sushi! - gritó Emmanuel corriendo hacia el ya conocido auto de Camus.

- Creo que él ya lo decidió. - suspiró Milo resignado a que sus planes de comer algo distinto habían pasado a mejor vida.

 

Comieron en medio de cierta tensión por parte de Milo, no estaba seguro de cómo iba a tomar aquello Emmanuel. Se sorprendió mucho cuando su hijo simplemente sonrió feliz cuando Camus le pidió su opinión acerca de una relación entre él y Milo. Emmanuel era tan inteligente como Milo, comentó Camus.

 

Milo decidió no regresar esa tarde a su oficina. Necesitaba hablar con Shion de todo lo que estaba sintiendo.

 

Volverán dirán lo mismo y más

Contarán una y otra vez

Pasarán por si aún sirven quizás

Pasarán nunca más se irán

 

Un lujoso convertible rojo se detuvo frente a las puertas de las oficinas centrales de la corporación Scouros. Un muy nervioso Kanon descendió de él. Nunca se había sentido así de nervioso, ni siquiera cuando asesinó a Radamanthys Wyvern.

 

Contempló su reflejo en el cristal de la entrada al edificio. Él tampoco era un adolescente ahora. Era un hombre de veintiocho años con un difícil y tortuoso pasado detrás suyo, había hecho muchas cosas en su vida, pero la única de la que se arrepentía era de haber abandonado a Milo.

 

La recepcionista no perdió detalle de la varonil figura que se encontraba frente a ella. Era un hombre sumamente apuesto, tremendamente alto y dueño de una figura escultural. Los intensamente verdes ojos de ese  hombre le hicieron recordar otros iguales, pero... ¿en donde los había visto?

 

- ¿Sabe en que piso puedo localizar al señor Scouros? - inquirió el visitante.

-  El señor Scouros no recibe visitas, pero sí lo desea puedo hacer que su asistente le de una cita para que el señor Scouros lo reciba.

- ¿Sería mucho pedir si pudiera ser esta misma tarde?

- No lo creo... el señor dijo claramente que no volvería hoy, seguramente estará con su hijo, solo por él sale temprano de la oficina. - comentó la muchacha.

 

Kanon había quedado petrificado ante aquella noticia, ¿Milo tenia un hijo? Aquella era demasiada información, más de la que su cerebro podía procesar en esos momentos. Se excusó con la recepcionista y abandonó el lugar sin saber a ciencia cierta que hacer a continuación.

 

Salió a la calle, una oleada de furia lo acometió, Milo no se había quedado tan solo como él había pensado después de todo ese tiempo. Estaba furioso, pero no con él sino consigo mismo... todo aquello era culpa suya y de nadie más.

 

Subió a su auto y condujo hasta el bar más cercano, necesitaba con urgencia dejar de pensar en Milo, en la mirada cargada de amor que siempre le dirigía, en esa sonrisa cálida y franca que fue su sostén en los momentos más desesperados de su vida.

 

Luego de beber un par de copas regresó al departamento que había alquilado para instalarse a su llegada a Atenas. Estaba devastado, un hijo... eso solo podía significar que Milo había encontrado a alguien más, que alguien ocupaba ya su corazón y que él definitivamente estaba fuera de la jugada.

 

Se dejó caer en el sofá donde Isaac contemplaba dormir a su hermano.

 

- Te fue mal, ¿cierto? - Kanon solo asintió con una mueca de hastío.- Te dije que lo dejarás por la paz... él y tú... simplemente no podía ser...

- Pudo ser, pero yo lo eche a perder.

- Hiciste lo que tenías que hacer, solo eso. Si te hubieras quedado, si lo hubieras llevado contigo... quizá uno de los dos estaría muerto.

- Aún así... debí decirle porque me iba...

- ¿Qué habrías conseguido con eso? Solo amargarle aún más la vida, al menos así se refugió en su familia, en el abogado.

- Tiene un hijo.

- ¿De quién?

- No lo sé... solo sé que es suyo.

- Eso no es gran cosa. Esto sí lo es. - dijo Isaac sacando un enorme sobre de los dioses sabían donde. -Ábrelo, en ese sobre esta todo lo que he podido investigar acerca de él en estos años.

- ¿Por qué nunca me lo dijiste?

- No fue idea mía... Hyoga dijo que no era el momento... además siempre juraste que no lo buscarías más.

- Las cosas han cambiado.

- Lo sé, Shura se muere y el resto se pelea por tomar su lugar, todos lo quieren excepto tú.

- Nunca quise nada de Shura... al menos nada que quisiera darme.

- Lo sé... y por eso te digo esto... es el momento de desaparecer del radar de tu familia. Nadie puede comprobarte nada, no hay nada que te incrimine. Vete. Si quieres vete con él y olvídate de esto, pero vete.

- A veces haces cosas extrañas Isaac.

- Tal vez... no sé... pero aquí el extraño eres tú. - dijo Isaac sonriéndole. -  Sí tanto te interesa búscalo antes de que sea demasiado tarde. No me he tomado la molestia de revisar nada de eso, pero he oído por ahí que vive con abogado, seguro que ahí vas a encontrarlo. Aunque no te garantizo que seas bien recibido.

 

Kanon lo pensó un momento. Isaac tenía razón... debía buscarlo, y si tenía que enfrentarse a medio mundo para tenerlo a su lado de nuevo, lo haría. Tarde había comprendido que necesitaba a Milo más que a nada en el mundo y que dejarlo había sido el peor error de su vida.

 

Y si te tengo que olvidar

Recordaré de ti

Ese verde canalla

Y si te extraño alguna vez

Me acordaré de ti

De ese verde canalla

 

Milo se encontraba sentado en la biblioteca esperando a que Shion terminara de alimentar a una enorme víbora que alguien le había enviado para que estudiara. Shion estaba fascinado con aquel ejemplar, decía que no había visto nada tan espectacular como eso en mucho tiempo.

- Camus y yo estamos iniciando algo. - dijo de repente el peliazul.

- ¿Algo? - preguntó Shion retirándose de la enorme vitrina en que había colocado al animal. - ¿Cómo que?

- No sé... algo como ser novios o como se le llame ahora.

- Eso es bueno, pero no te veo feliz, nada feliz debo añadir.

- Y es que no lo estoy.

- ¿Kanon? - Milo simplemente asintió. Shion se sentó a su lado.

- ¿Culpa o miedo?

- Ambos... no sé como manejar esto, Camus es maravilloso, pero no puedo arrancarme a Kanon del pensamiento y del corazón.

- Entiendo...

- Dame un consejo.

- Solo tengo uno; sigue a tu corazón. No pienses en nadie más que en ti.

- ¿Ni siquiera en Emmanuel?

- Si siquiera en él, cuando Emmanuel sea mayor y forme su propia familia, no estará a tu lado, cuando te hagas viejo solo tus decisiones te harán compañía Milo.- los ojos de Shion le miraron con ternura. -Eres como un hijo para mí Milo, y por eso quiero que vuelvas a sonreír. Camus ha hecho mucho por ti, te ha devuelto la sonrisa, a raíz de que él regresó a tu vida tú volviste a ser el de antes. Dohko le esta muy agradecido por eso, y yo también. Pero esa no es razón suficiente para que hagas algo de lo que no estás convencido. Acéptalo solo si tú quieres y llega solo hasta donde tú quieras, no te sientas presionado.

- Ya  lo acepté... pero no dejo de pensar en Kanon... todavía lo amo... a pesar de los años y de la distancia... lo amo.

- Es lógico, es el padre de tu hijo, tu primer amor y todas esas cosas... - dijo Shion intentado no denotar en su voz lo que sentía hacía Kanon.

- Quisiera olvidarlo... quisiera olvidar que aún lo amo.

- No me gusta mucho eso de que todavía lo ames después de todo lo que pasó... pero es cierto eso de que en el corazón no se manda. Aún así, te felicito por lo de Camus.

- Él es un buen hombre.

- Y Emmanuel lo adora.

- Sí, es cierto, se quieren mucho.

- Alégrate Milo, algo bueno esta resultando de esto, has dejado de ser un ogro en la oficina. - comentó Shion con una sonrisa.

- Papá te dijo, ¿cierto?

- Sí, Dohko dice que Camus es buena influencia.

 

Meu pensamento è con vosse

 

Y si te vuelvo a recordar

Solo veré un color

Verde canalla

Y si algo vuelvo a recordar

Será sólo un color

Verde canalla

 

Luego de cenar en compañía de la familia, Milo fue a dormir, aunque hubiera sido más preciso decir que intentó dormir.

 

Se había repetido tantas veces en las últimas semanas que debía olvidar a Kanon que parecía la mejor opción. No quería pensar más, además, a la mañana siguiente tenía que estar listo a primera hora para ir a supervisar los trabajos de la instalación de la filial en Roma. No estaba muy convencido de aquello, pero Dohko había terminado por ofrecerle argumentos que no pudo dejar de lado.

 

Consideró que ese viaje era la oportunidad perfecta para aclarar su mente. Necesitaba saber que era exactamente lo que sentía ahora por Kanon. Una cosa estaba clara, no podía sacarlo del todo de su vida, siempre sería el padre de su hijo. Y ese era un hecho que nada ni nadie podría cambiar.

 

A la mañana siguiente, como de costumbre cada vez que salía de viaje, Dohko, Shion y Emmanuel lo llevaron al aeropuerto, solo que esta vez también Camus los acompañaba.

 

Se despidió de los cuatro sabiendo que a su regreso todo tenía que cambiar. Tenía que tomar una decisión, la disyuntiva era básicamente seguir adelante o enzarzarse en una espiral de recuerdos en la que se le iría la vida.

 

Subió al avión convencido de que el trabajo y la lejanía le ayudarían a despejar un poco su mente. Cuando volviera, tendría una respuesta para Camus y un curso de acción a seguir, estaba decidido a ser feliz y no dejaría nada al azar.

 

Milo volvería a Grecia tres días después, cosa que por supuesto, Kanon ignoraba cuando se presentó esa misma tarde en la casa del peliazul.

 

Una empleada con un impecable uniforme fue la encargada de abrirle la puerta. No podía creer que estaba tan cerca de encontrarse de nuevo con él, de mirar de nuevo esos ojos tan azules como el cielo a mediodía. Ansiaba verlo, suplicaría si era necesario, sólo quería volver a estar al lado de la única persona a la que amaba en todo el mundo. No  le importaba que tuviera un hijo, él lo amaba y aprendería a querer a ese niño.

 

La empleada le había dicho que esperara en el recibidor. Kanon hubiera querido correr escaleras arriba y buscar en cada habitación de aquella casa hasta dar con su amado Milo, pero se dijo que lo más prudente era atenerse a las reglas de la casa y esperar a que el dueño se presentara ante él.

 

Ensayó mentalmente el discurso que había preparado para recitarlo frente a Milo cuando una voz que reconoció inmediatamente le sacó de sus pensamientos.

 

-- Buenas tardes Gemini. - siseó Dohko Poulantzas con todo el odio que era capaz de transmitir.

- Poulantzas... ¿dónde está Milo?

- De viaje. - dijo Dohko sin perderlo de vista, a pesar de ya estar entrado en años, Dohko aún lucía imponente. - ¿A que has venido? Hasta donde sé, la última vez que nos vimos me dejaste muy claro que no querías nada con mi hijo.

- ¿Tu hijo?

- Sí, mi hijo. ¿Tienes algún problema con eso? - le espetó el mayor en un intento por contenerse. Quería molerlo a golpes. Kanon sonrió, esa revelación le aclaraba muchas cosas. Entre ellas el excesivo interés que Dohko mostraba hacía Milo y que más de una vez le había hecho desconfiar.

- A mi lo único que me interesa es verlo.- dijo Kanon cruzándose de brazos.

- Eso no va a ser posible.

- ¿Por qué? ¿Por qué lo dice el perro de presa?

- Porque él no lo desea. - sentenció Dohko.

- Él mismo me ha buscado.

- Eso fue antes de que le hicieras llegar esa maldita carta. Él ha decidido olvidarse de ti Gemini, entiéndelo. - dijo el abogado.

- No te creo.

- Tú mismo puedes preguntárselo cuando regrese de su viaje. - añadió Dohko sintiéndose al borde de la furia. Kanon iba a decir algo más, pero la irrupción de un niño de no más de diez años lo impidió. Se sorprendió grandemente al ver al chico, era idéntico a él y a Saga a esa edad. El chico corrió hacia Dohko y se abrazó a él.

-¡Abuelo! - dijo, el rostro de Dohko se suavizó y le regaló una sonrisa al niño.

- Emmanuel, te recuerdo que a Milo no le gusta que corras por la casa. - dijo Dohko a modo de cariñoso regaño.

- Pero mamá no está aquí ahora.

- De todos modos se enterará si rompes algo. - dijo Dohko. - Sube a tu habitación, según recuerdo aún no terminas tu tarea y mientras mamá no está en casa tienes que hacerte cargo de Antares. - dijo el mayor. - Y por cierto, olvidaste saludar. - dijo señalándole a Kanon con una mirada.

- Lo siento. - dijo el chico y con una sonrisa se giró para encarar a Kanon. - Hola. Soy Emmanuel Scouros. - dijo el niño y le tendió la mano. Kanon se apresuró a estrecharla, estaba admirado, al verlo supo de inmediato que Emmanuel era hijo suyo y de Milo

- Kanon Gemini. - dijo el mayor sin salir de su asombro. Era su hijo.- Tienes los ojos de Milo. - dijo Kanon sin soltar la mano de su hijo.

- Sí, Camus dice lo mismo. - repuso el chiquillo sonriendo.

- ¿Camus?

- Sí, el novio de mamá. - aquello le sonó a blasfemia a Kanon, ¿de qué se trataba aquello?

 

Dohko los miró, viéndolos  juntos nadie podría atreverse a negar que eran padre e hijo. Milo iba a infartarse cuando se enterara de aquel encuentro entre ellos.

 

- Emmanuel, sube de una vez, no quiero que te duermas a las doce solo porque no has terminado tus deberes.

- Sí abuelo. - dijo el niño. - Adiós Kanon.

- Adiós. - susurró el mayor y vio al pequeño correr en dirección a la escalera sin mirar atrás. - Él es...

- Sí, él es la razón por la que te buscamos después de que abandonaste a Milo. Es tu hijo. Él quería que lo supieras. Solo que después de la carta que le enviaste, decidió no intentarlo más.

- Sí yo hubiera sabido...

- Sí tú hubieras sabido te habrías largado de cualquier forma. Gemini vete de una vez, le diré a Milo que lo buscaste, pero no esperes que él te reciba con los brazos abiertos.

- ¿Qué fue eso del novio?

- Pues eso, tiene una pareja, ¿o es que pensaste que se quedaría esperando por ti eternamente? - le espetó Dohko con dureza. - Te largaste Gemini, te largaste cuando más necesitaba de ti. ¿Esperabas que se mantuviera fiel al recuerdo de un pedazo de cabrón que se encargó de destrozarle la vida y el corazón con una maldita carta?

- No... en realidad yo le pedí que hiciera eso... que encontrara a alguien más. - dijo Kanon con cierta dificultad.

- Como pudiste darte cuenta el niño no tiene idea de quien eres, Milo jamás le ha hablado de su padre, ni siquiera cuando el niño le ha preguntado.

- Tiene derecho a saber.

- ¿A saber qué? ¿Qué su padre era un muchacho inmaduro que abandonó a su pareja cuando más lo necesitaba? Sí, supongo que  es la clase de información que todo niño debe tener.. - dijo Dohko con ironía.

- Tuve mis razones...

- Eso a mi no me importa, sin mencionar que no es a mí a quien tienes que explicarlo sino a Milo y tal vez a tu hijo, esto último considerando que Milo no te despelleje vivo cuando te vea. - comentó el mayor sintiendo la furia hervir de nuevo en su pecho. - No voy a permitir que vuelvas a dañarlo, no ahora que por fin ha decidido volver a vivir lejos de la sombra de tu recuerdo. Vete, y no vuelvas a menos que quieras enfrentar toda la furia que he contenido estos años por atención a mi hijo.

- Poulantzas, te recuerdo que esto es entre Milo y yo.

- Esto dejo de ser entre él y tú el día que lo dejaste botado en casa de esa arpia que tienes por madre. Lárgate de mi casa Gemini. - dijo Dohko empleando un tono amenazador que si bien no atemorizó a Kanon, si lo puso en alerta.

- De acuerdo, pero no creas que me olvidaré del asunto.

- Descuida, tampoco yo lo haré.

 

Kanon abandonó la casa sintiéndose  el ser más despreciable que hubiera pisado la tierra. No podía más. Por una parte le daban la alegría más grande, ese niño tan vivaz era su hijo, y por el otro, se confirmaba lo que ya sospechaba, Milo tenía a alguien más.

 

Era demasiado doloroso, demasiado como para poder pasarlo por alto. Pero se resistía a dejarlo ir, quería pensar que Milo aún sentía algo por él y quería creer que si se esforzaba lo suficiente, volverían a estar juntos.

 

Se dijo que haría hasta lo imposible por recuperar al que consideraba el amor de su vida y no importaría el precio.

 

Notas finales: Hola a todo el mundo espero que les haya gustado, la canción de esta semana es "Verde canalla" de Miguel Bosé, bye!!!

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