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EL LOST EMPEROR por desire nemesis

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11  Impacto y traición

 

Estaba en su habitación tomando el aire de la mañana. Desde que hiciera aquello 15 años atrás el emperador se había ensañado con Wheeler, este aún se preguntaba porqué no lo había mandado matar pero suponía que era por mantener su gobierno sobre los acasians pues temía que se unieran a los rebeldes ante semejante traición.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quince años antes…

Al día siguiente de salir de cuidados intensivos estando aún internado se durmió y cuando despertó se encontraba en una habitación, solo y desnudo, atado a una silla de metal. Al rato apareció él con una siniestra sonrisa en los labios y odio en el corazón.

 

El que no pueda tener más hijos contigo no implica que no pueda disfrutar de mis derechos conyugales—le dijo—He preparado esta silla especialmente para ti, contiene un artilugio muy especial—

 

Joey puso mirada furiosa—Me hagas lo que me hagas yo…--

 

¡Ahórrate el desabrido discurso! No me importa lo que pienses. Esto solo es para mi satisfacción personal aunque dudo que no lo disfrutes—dijo mientras apretaba un botón en un control remoto.

 

Joseph lanzó un grito desesperado al sentir como desde el asiento algo penetraba su entrada.

 

Algo rudo, lo sé, pero no pude evitar quererlo probar cuanto antes—dijo el pelinegro feliz.

 

Joey sintió como un metálico pene entraba y salía de él con la cadencia de un reloj—No me matas porque no tienes las pelotas para hacerlo. ¿Verdad? Pero no podrás…--

 

Estás enfermo. ¿Recuerdas? Nadie vendrá en tu auxilio porque nadie sabe donde estás o que te pasa realmente y si tienes la desgracia de fallecer pues será gracias a tu enfermedad—le contestó el emperador.

 

Los que me vieron…--dijo el lost emperor.

 

Ya murieron. Cuido los cabos sueltos, Joey. ¿Acaso piensas que soy un improvisado? ¡Jajajajajajajaa!—fue lo que le contestó Gideon—Te haré sufrir tanto que desearás estar muerto pero dudo que eso ocurra, es demasiado divertido verte a mis pies—

 

 

 

 

 

 

 

Quince años más tarde…

 

Aún intentaba olvidar esa época. Salió de ese lugar anémico y con treinta kilos simplemente porque ya no percibía el mundo y eso no divertía a su captor. Gideon creyó que ya había aprendido su lección al parecer y su niña reclamaba a su papá con lloros que nadie paraba. Tenerla junto a sí trajo su mente de vuelta a la realidad y una sonrisa a sus labios.

 

Tener a Kisue fue lo mejor que pudo pasarle pues la niña alegró su vida. Verla crecer fue lo mejor y se sintió mal porque se perdió eso mismo de la hija mayor que no tenía. Se encaminó a otra parte del palacio con paso lánguido cuando escuchó la voz de Gideon…

 

¿Qué sucede?—

 

Hemos recibido información de nuestros espías. Los líderes rebeldes estarán en un lugar de las montañas en una hora específica, su majestad—dijo un general.

 

Así que por fin terminaremos con esa peste—dijo el emperador.

 

Con suerte aunque dicen que uno de ellos es capaz de adivinar nuestros movimientos, un tal Kaiba—le dijo el otro y el corazón de Joey se detuvo por un momento. ¿Sería que Seto estaba aún con vida?

 

¿Kaiba? ¿De donde conozco ese nombre?—se preguntó en voz alta el confundido pelinegro.

 

Estarán en las montañas sagradas a eso de las 10 mi señor. ¿Confirmo el ataque?—preguntó el general.

 

¿Acaso eres estúpido? Por supuesto que si—indicó el otro mientras el rubio tomaba una decisión.

 

 

 

 

Media hora más tarde le informaban al emperador—Su majestad—

 

¿Qué?—preguntó este con disgusto pues estaba con su hija esperando a su otro padre para discutir algunos puntos del futuro de ella.

 

Me han informado su majestad de que el lost emperador ha tomado una mano y se ha ido a las montañas—dijo el general de antes.

 

Gideon observó la hora con disgusto, pero si habían quedado… y entonces lo recordó… recordó de donde le era familiar ese nombre Kaiba. Habían pasado quince años por eso se le había pasado el nombre de un hombre que debía estar muerto--¡Maldita sea!—gritó mientras se levantaba y pateaba la mesa, dado como era a las rabietas.

 

Su hija sorprendida preguntó--¿Qué pasa con papá?—

 

¡Tú mantente en tu lugar! ¡No seas como tu padre!—le gritó él hecho una furia--¡Y tú manda naves para que lo traigan de vuelta y si no vuelve que lo derriben! Ya me cansé de sus demostraciones de rebeldía y traiciones. Esta vez tendrá un verdadero castigo—

 

Pero padre…--dijo Kisue.

 

¡Que te calles!—dijo el pelinegro fuera de sí—Y tú… ¿Qué haces aún parado ahí?—preguntó al general que se inclinó y se fue rápido.


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