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Lionhart por desire nemesis

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¿Pero que podemos hacer?—preguntó la castaña.

 

¡Sí! ¿Cómo detenemos esa cosa?—preguntó Taylor.

 

La losa. Tiene que ser la losa—dijo el rubio—Él murió debajo de ella por lo que su espíritu quedo encerrado ahí. ¿Se ha roto?—preguntó a Kaiba.

 

¿Y como quieres que yo lo sepa? ¿Tengo cara de guardabultos?—preguntó Seto un tanto frustrado y enseguida mandó a control a que le despachara uno de los asistentes del profesor a la sala de reuniones donde estaban.

 

El hombre llegó quince minutos más tarde.

 

Si, fue al llegar, la grúa la bajó muy de pronto, el profesor se enojó mucho pero la verdad es una rajadura de nada, casi ni se nota—dijo el hombre.

 

Fue suficiente—dijo el preocupado Joey.

 

¿Y qué pretendes hacer? ¿Arreglarla con  cemento?—preguntó irónico Kaiba después de que el empleado se fuera.

 

No sé. Tal vez debiéramos llamar a una sacerdotisa que lo exorcise o algo—dijo Wheeler.

 

De pronto vio ante él la mano extendida de Kaiba que le produjo pasmo.

 

La piedra—dijo el otro—Devuélvemela—

 

Se había olvidado del todo de ella, la miró en sus manos con la sensación de que se desprendía de algo de él pero la deposito en las manos del otro porque después de todo le pertenecía. Es entonces cuando lo vio de nuevo.

 

En una esquina asomaron esos ojos ávidos de sangre.

 

Rápidamente le arrebató al otro la joya.

 

¡Wheeler!—gritó el insultado Kaiba.

 

Estaba estupefacto del susto por lo que apuntó con la mirada y dijo—Está esperando que me deshaga de ella para atacarme—lo dijo con miedo real pero Seto no se fijaba en tales cosas por lo que forcejeó para sacársela y los amigos de él para detenerlo.

 

Es cuando el pánico del rubio volvió a jugarle la misma pasada y se desmayó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Abrió los ojos y estaba ante ella. Era la chica del sueño. Pero esta vez no estaba en un espejo.

 

Ella le sonrió.

 

¿Qué pasa…?—preguntaba él.

 

…aquí?—preguntó ella.

 

Esto no es un sueño. ¿Verdad?—preguntó el ojos mieles.

 

Por supuesto que lo es. No estás muerto todavía y de estarlo no me verías. ¿No es así?—preguntó la joven.

 

¿A qué te refieres?—preguntó él algo asustado.

 

Te lo explicaría mejor pero tenemos poco tiempo—dijo ella—Sabes quien soy y porque estoy aquí—

 

Tu me diste esos sueños—dijo el rubio.

 

Por supuesto, fue mi forma de avisarte de tu pasado y de que corrías peligro—le contestó ella.

 

Pero eso fue…--dijo el melado.

 

Hace dos días—dijo la rubia—La piedra y la losa ya estaban aquí, sentí su presencia en la ceremonia de inauguración—el rubio recordó que estuvo ahí antes de que empezaran los sueños.

 

No le expliques tanto y dile lo importante—dijo de pronto una voz masculina desde un costado, estaban en un vacío tan blanco como el papel pero de pronto había allí un hombre, algo parecido a él, sentado en una piedra y con algo parecido a un vestido con mini.

 

¿Quién…?—preguntó Wheeler.

 

¿…soy?—terminó el otro y Joey dedujo la respuesta—Todos somos uno—

 

 

 

Si—dijo el otro con una sonrisa de lado—Todos somos uno—

 

Pero usas una falda—se escandalizó el melado haciendo sonreír a su igual que era más musculoso y tenía algo como una espada en su costado.

 

Ella también—se defendió el nada agitado fantasma.

 

¡Pero es chica!—gritó el ojos mieles.

 

Todo esto es asombroso—dijo el otro rubio.

 

¿Asombroso?—preguntó Joey.

 

Si, en la realidad esta charla no hubiera sido posible porque todos hablaríamos distintos idiomas, en fin… lo importante es que llegado el caso debes dejarnos tomar las riendas—dijo el rubio.

 

¿Las qué?—Wheeler no entendía de que hablaba--¿Quién eres?—

 

¿Mi nombre importa? Solo baste decir que soy el dueño original de esa piedra y por ello me hallo presente—dijo el otro rubio.

 

¿El dueño original?—preguntó Joseph interesado.

 

Mas o menos, mis ancestros la obtuvieron del campo de batalla del difunto rey Leónidas del cual desciendo. Alguno de los persas lo perdió en el campo de batalla y…--el espíritu de la vida pasada de Wheeler no pudo decir más.

 

¡Esparta!—gritó de pronto el rubio.

 

¿Has oído de ello?—preguntó sorprendido el otro melado.

 

Vi la película—aseveró el ojos mieles.

 

¿Película?—preguntó el desconocido mientras la princesa los miraba.

 

¡No importa! Sé lo que pasó en Esparta. Pero dime que tiene que ver con…--pidió Joseph.

 

No tenemos tiempo—dijo el otro de pronto poniéndose serio—Solo te diré que estamos aquí por un motivo. Cuando llegue el momento déjanos tomar el control. Somos los únicos que podremos evitar tu muerte—

 

Dicho esto Joey despertó de ese amargo sueño justo cuando veía que tras la cara de un preocupado Yugi se abalanzaba la figura negra en su pos. Buscó a tientas para encontrarse con que la piedra ya no estaba en su poder.


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