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Lionhart por desire nemesis

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¿Qué le has hecho?—preguntó lleno de pánico y furor el ojos mieles mientras el ojos azules se vestía y observaba que el otro no se preocupaba de la desnudez de su cintura para abajo.

 

Lamentablemente ella no podrá reunirse con nosotros—le respondió el otro—Nunca más—añadió con una sonrisa sepulcral.

 

Esta vez la princesa se hizo cargo y levantando la mano trató de, con el poder que le prestaba el collar, tirar al otro contra el muro a sus espaldas pero el otro lo evitó con un majestuoso salto digno de un saltamontes.

 

¿Tu actual vida no te ha enseñado que no puedes usar dos veces el mismo truco contra los demás?—preguntó el ente que habitaba en Taylor mientras caía sobre ella y la joven dentro del rubio lo miraba sin titubear.

 

¿No has olvidado algo?—le preguntó y este se percató de que era mientras caía evitando por un pelo el peligro. Se detuvo en el aire y vio aparecer entre ambos en ese momento a uno de los causantes de sus desdichas.

 

El espadachín llameante.

 

¿Pensaste que en esta realidad solo sería una carta más?—preguntó ella mientras Joseph recordaba ahora con claridad ese día.

 

El día en que encarceló el alma de ese desdichado hijo de su madre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Te encontré!—dijo el ser oscuro que le ocasionaba terror. Aquel que matara a sus seres amados.

 

Se separó un paso hacia atrás y con los ojos cerrados gritó--¡No! ¡Ayuda!—

 

Entonces a través de sus párpados percibió la luz de las flamas. Pensó que el otro planeaba convertirla en una antorcha como al resto del palacio y horrorizada abrió los ojos preparada para escapar pero no había de que.

 

Ante ella había la espalda de un guerrero que sostenía separadas dos espadas cuyos filos estaban envueltos en furiosas llamas. Los ojos del enemigo estaban fijos en el guerrero y lucía una tes más pálida ahora.

 

Es ahí cuando se dio cuenta del verdadero poder de lo que tenía en su cuello y eso le infundió el valor necesario para vengar a su familia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahora 250 años más tarde la mirada de la joven, empañada por la mirada de una persona que le recordaba al ser más querido y que sin embargo no era este, estaba lista para asumir un nuevo riesgo.

 

Seto no podía creer que su suerte le hubiera llevado de nuevo a uno de esos espantosos duelos de sombras, o al menos a algo parecido.

 

Entonces se abrió la puerta y entró el profesor Moto. Viendo la escena se dio cuenta de lo que ocurría—Ten cuidado Joey, este no es solo un espíritu—

 

Lo sé. De alguna manera es Atem—dijo el joven recordando a un antiguo amigo y enemigo de Ácato.

 

¡No, no lo es!—dijo el abuelo.

 

Lo he visto sin su disfraz. Es él—le contestó Wheeler.

 

No lo es. Es su hermano mayor. El padre de ambos los puso en un cuerpo. Imagino que se separaron cuando el juego de las sombras atrapó el alma y el cuerpo de Atem y él ha encontrado la manera de reencarnarse aparte pero busca la joya porque puede conceder su deseo—dijo el ojos violetas.

 

¿Qué puedo desear?—dijo el alma dentro de Tris—Aquello que era mi derecho y me fue quitado. Y lo tomaré del mismo Anubis que me lo arrebató todo. Además al fin podré tomar venganza de mi padre—explicó el alma torturada.

 

¿De tu padre?—preguntó la princesa sin comprender que podía tener que ver el antiguo Faraón en ese enredo pero sospechando de un antiguo dolor al acecho.

 

¿De tu padre?—preguntó así mismo Moto—Pero si el solo intentaba que siguieras vivo—dijo sin entender el pensamiento del antiguo príncipe de Egipto.

 

¿Llamas a encadenar mi alma a la oscuridad y a la sumisión durante casi veinte años mantenerme con vida?—preguntó el irascible Tristán con ojos relampagueantes.

 

El solo intentaba…--dijo el viejo comprendiendo lo que debiera sentir un alma que no podía moverse ni hablar a su albedrío por esa cantidad de tiempo.

 

¡Silencio!—lo calló el hermano mayor de Atem—No necesito escuchar tus patéticas excusas para con mi padre—dijo el antiguo.

 

Pero te amaba, por eso lo hi…--dijo el anciano.

 

¿Amor? Si eso es amor prefiero que me odien—dijo el enfurecido egipcio.

 

Como el mayor se acercara durante la intensa conversación la princesa le advirtió—¡Cuidado! Él le ha hecho algo a Tea y puede que…--

 

Lo sé. La vi en el camino—dijo cabizbajo ante el recuerdo el profesor.


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