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Lionhart por desire nemesis

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Notas del capitulo:

Este es el final

 

Ella apretó más su brazo y él la miró. Sus ojos lucían nerviosos, entonces se dio cuenta que contaba con cierto parecido al perro. ¿Cómo era que no se había percatado antes? En fin… su nerviosismo evidente solo indicaba una cosa. Él era la única persona… ¿Por qué de pronto lo agobiaba una sensación de ansiedad? Se preguntó. Entonces ella lo miró a él y Seto se oyó decir—Vos siempre seréis mi princesa—y suavemente depositó otro beso en esa cálida frente de la nerviosa novia. Un beso lleno de amor y respeto. Muy diferente a los que él compartiera con el rubio rato antes.

 

En ese momento su conciencia recorrió el tiempo de esa vida. Vió imágenes como la de él con su rodilla en tierra repitiendo la misma frase ante la misma persona. Un picnic en el jardín y miles de otras cosas de esa vida para terminar con la imagen de si mismo muriendo ante esos ojos rojos, por el rabillo del ojo pudo ver su cabellera al final del pasillo y a su enemigo volver la mirada pero él ya estaba débil para hacer nada.

 

No la había protegido.

 

Era esa la sensación que le angustiaba desde que conociera la pubertad, que le atacaba siempre con Mokuba. Su gran miedo. No poder protegerlo.

 

Ahora sentía una gran frustración. Una promesa sin cumplir, un juramento sin realizar, un deber que no pudo llevar a cabo. Los idiotas que creían en espíritus y tales tonterías siempre decían que los espíritus se ataban a cosas que no habían podido llevar a cabo a heridas abiertas.

 

Tal vez tenían razón… pensó Kaiba con su último gramo de espíritu.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Joseph atrapó el cuerpo de Seto antes de que cayera al suelo y lo depositó de la mejor manera posible dadas las circunstancias mientras veía esos increíbles ojos azules perder su brillo. Su mano acarició la herida de la que la sangre manaba mientras la miraba sabiendo que no lograría salvarlo.

 

¡Idiota! Es la última vez que te inmiscuyes—dijo el ojos rojos al caído Seto.

 

¿De que hablas?—preguntó el rubio sospechando de un significado oculto.

 

Esta espada—dijo mostrando la susodicha—Es una mata almas.—

 

¿Una mata almas?—preguntó el ojos mieles preocupado, si era asi…

 

Una vez que te haya herido con ella tu alma estará depurada y no recordarás como controlar la piedra, más importante, ella no te reconocerá como su amo. Entonces dispondré al fin de ella. No te preocupes, para cuando eso suceda tú ya no serás nada—dijo el príncipe antiguo.

 

Wheeler estaba dividido entre el coraje que sentía el dolor porque pese a todo sentía que le habían arrebatado a personas especiales, Marco Julio y el Marqués, en su interior sus dos antecesores sufrían una terrible pérdida.

 

No la tendrás tan fácil, hijo de tu madre—dijo Joey levantándose.

 

El castaño corrió hacia él pues el espadachín de llamas debido a la conmoción y a la repentina pérdida de poder del rubio había desaparecido de ese plano. Ácato invocó sus espadas aunque no era rival para la espada del otro era todo lo que podía hacer de manera repentina.

 

La espada del espíritu brilló al chocar contra la suya y aunque era mejor espadachín la disparidad de poderes deshizo la espada del griego y casi se clava en el corazón de este. Solo una enorme sombra que como un enjambre le rodeó pudo detener su actuar y el egipcio pudo sentir como otra fuerza incomparablemente más fuerte lo separaba de su presa y lo arrastraba hacia atrás. Lleno de frustración gritó mientras llegaba al otro extremo de la habitación.

 

¿Qué habéis hecho?—preguntó Atem apareciendo por la puerta con ojos furiosos.

 

Tanto Moto como Wheeler le miraron impactados y es que su poder en ese momento se mostraba un tanto superior que el del otro y es que en efecto un faraón es un faraón aún después de muerto mientras que el hermano de este no pasaba de príncipe del alto y bajo Egipto.

 

¿Tu? ¿Qué haces aquí?—preguntó su hermano confundido y enojado de que estuviera ahí.

 

Defiendo a mis amigos. Eso hago. Te atreviste a atacarlos, mataste a Tea—dijo con enojo el otro.

 

¿Y eso te entristece? Pues entonces me alegro de haber matado a esa perra aunque solo lo hice por necesidad.

 

Te arrepentirás—dijo el faraón lleno de enfado.

 

¡Oye! ¿Tú no estabas en la tierra de Osiris?—preguntó el mayor—¿No habías logrado la paz definitiva y descansabas rodeado de los lujos que eran tuyos junto a tu familia?—

 

Así es—respondió el tricolor.

 

¿Y volviste? ¿Sabiendo que no podrás volver jamás?—preguntó sorprendido el castaño.

 

Te lo dije. Vine a proteger a aquellos que cuidaron de mí—le respondió el otro, por desgracia fue cuando el ojos rojos vio la figura tras la suya.

 

¿A tus amigos o a alguien especial?—dijo el que tenía la cara de Tristán. Entonces se lanzó en pos del pequeño Yugi.

 

¡Yugi te dije que no vinieras!—soltó su abuelo preocupado mientras Atem invocaba dos espadas largas parecidas a cimitarras.

 

¡Ten cuidado, es una mata almas!—gritó el rubio un segundo antes de que la princesa tomara control de su cuerpo de nuevo y levantando la mano invocara el poder del dije.

 

Dos pisos más abajo la losa tembló y las letras en ella gravadas comenzaron a brillar mientras el miserable espíritu en el cuerpo de Tristán se disponía a atacar al pequeño Yugi tras evadir a su hermano pero como era el caso él no podía igualar los poderes de un Faraón por lo que una de las espadas de Atem desvió la suya mientras la otra, que no podía lastimarle, lo empujó lejos.

 

Entonces fue el turno de la princesa quien como la vez anterior invocara al poder para que encerrara en la losa al espíritu una vez sellado y reparando en el acto la grieta que en ella había.

 

 

Notas finales:

pròximo el epìlogo


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