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Derecho de amar por zandaleesol

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Un chico rubio de ojos grises se paseaba nervioso por la habitación en la que se encontraba, acababa de recibir una carta y no eran noticias gratas precisamente, sólo habían conseguido perturbarlo muchísimo, sobre el escritorio estaba la carta que lo había puesto en ese estado, la miraba de vez en cuando como para convercerse de que la noticia que en ella le daban era cierta.


Intentando calmar sus nervios salió del elegante despacho, fue hasta la sala y se sentó en un elegante sofá sin quitar sus ojos de la amplia chimenea de mármol que dominaba gran parte de la pared del amplio salón, las llamas verdes crepitaron repentinamente y un hombre giró rápidamente y salió de la chimenea sacudiendo su capa de seda azul


- Hasta que finalmente llegas - dijo el chico rubio desde su asiento


- Ah... aún estás despierto - dijo el hombre de rostro joven y atractivo, pulcramente arreglado y de maneras finas


- Se suponía que llegarías esta mañana - dijo el chico rubio con tono irritado


- ¡Oh lo siento!... realmente me fue imposible, surgió algo inesperado -


- Sí ya me imagino que fue eso -


- Mi amor... ¿no me digas que estás molesto? - dijo el hombre con una sonrisa sínica


- La verdad ya estoy acostumbrado a tus escapadas, es otra cosa la que me molestas - dijo el chico


- y bien qué fue esta vez -


- En el escritorio del despacho hay una carta... deberías verla -


- Una carta... y qué dice - dijo el hombre poniéndose serio repentinamente


- Bueno dice... que esta casa ya no nos pertenece porque con ella se han pagado unas deudas de juego... tus deudas -


El hombre se quedó en silencio sólo tomó asiento sin decir palabra alguna, su arrogante prestancia de un momento antes se había esfumado por completo


- ¿Ya sabías esto? - preguntó el chico rubio


- Sí, ya lo sabía - dijo el hombre


- ¿Y cuándo pensabas decírmelo?... cuando vinieran a sacarnos de la casa -


- Draco... yo realmente lo siento... te juro que hice todo lo posible por evitarlo, pero no quisieron escucharme -


- No quisieron escucharte - repitió el chico - será porque ya saben todos que eres un vicioso cuya palabra no vale nada


- No es necesario que me ofendas -


- La verdad te ofende... pues que pena... prometiste que no volverías a apostar, otra vez estamos en la calle -


- ¡Mi amor sólo es una mala racha!... nos recuperaremos siempre lo hacemos -


- Ya estoy arto de vivir así - dijo el chico secamente


- Y eso qué significa... vas a dejarme ahora que estoy mal -


- Debería hacerlo - dijo el chico


- ¡Está bien!... vete y olvida quién te sacó de esa porquería de club nocturno donde servías tragos -


- No me ofendes diciendo eso, era un trabajo honesto... me ganaba el dinero con esfuerzo... no como tú -


- Gracias a mí dinero has vivido como un príncipe todo este tiempo -


- Eso piensas realmente que he estado contigo porque deseaba vivir como príncipe -


- No amor... lo siento - dijo el hombre acercándose precipitadamente al chico rubio - soy un idiota perdóname... es que la idea de perderte me enloquece y me aterra


Draco posó su mano en el cabello del hombre junto a él, le acarició con ternura


- Yo también lo siento Edmond... te lo he dicho muchas veces el vicio del juego, de las apuestas sólo provoca desgracias, le arrunina la vida a las personas -


- Mi amor vamos a salir de esto... lo prometo -


Draco guardó silencio mientras seguía acariciando el cabello de ese hombre, no podía evitar sentirse cansado de todo eso, cuando había conocido a Edmond se había sentido atraído desde el primer momento, el hombre era joven, elegante, encantador, seguro de si mismo y sobretodo protector, eso había hecho que se enamorara de él. Una noche había llegado al club nocturno donde el trabajaba atendiendo a los clientes, eso había sido lo único que había podido conseguir para mantenerse, lo habían rechazado en muchos lugares, no lo creían capacitado para el trabajo, lo consideraban la mayor parte de las veces demasiado elegante y sofisticado; el dueño de ese club de mala muerte lo había contratado enseguida, pero al poco tiempo había comenzado con insinuaciones sexuales bastante descaradas, él siempre buscaba la forma de escaparse sin rechazarlo abiertamente para no perder el empleo, también recibía propocisiones de los clientes que llegaban por las noches, su jefe sólo reía diciendo era su culpa por ser tan hermoso.


De esa forma había conocido a Edmond, una noche había llegado acompañado de un grupo de mamarrachos, Draco tuvo que atender la mesa, por supuesto que casi todos lo devoraron con la mirada en cuanto el chico se había acercado a preguntar que ordenarían, pero Edmond le sonrió amistosamente y con cierta admiración, Draco enseguida notó la diferencia de ese hombre con los tipos de baja clase que lo acompañaban, les había prohíbido que lo molestaran.


Después de eso Edmond siguió viniendo al club todas las noches, la mayoría de las veces solo, en un principio sólo cruzaban un saludo y una sonrisa, pero poco a poco habían comenzado a conversar y en esas conversaciones jamás el hombre había hecho una insinuación siquiera de pretender algo con él, de esta forma Edmond se fue ganando su respeto y admiración, esta situación comenzó a molestar al dueño del club y una noche que llevaba unas cuantas copas de más intentó propaserse con el, en realidad habia intentado mucho más que propaserse y Edmond que ya había comprendido las intenciones del hombre, lo rescató justo a tiempo y lo sacó de ese sitio.


Lo instaló en su casa sin pedir nada a cambio. Era al primera vez en mucho tiempo que volvía a sentirse protegido, había abandonado la comodidad y seguridad de su hogar con la convicción de que era lo correcto, lo único que podía hacer. Cuando ya se había hecho a la idea de vivir con el corazón roto, Edmond le habia ofrecido no sólo su compañía y protección, sino también su amor.


En un comienzo él lo había rechazado de plano asegurándole que sólo podía verlo como un amigo, pero la constancia de Edmond logró que el se dejase conquistar, su resistencia fue poco a poco siendo vulnerada, el, que había vivido con la convicción de que jamás amaría a nadie que no fuese Harry se sorprendió a si mismo entregándose a ese hombre que lo había sabido conquistar y, no se entregó por soledad o despecho, sino porque necesitaba volver a amar, necesitaba sentir que seguía vivo, que su vida no había acabado a los diecisiete años porque había perdido a su primer amor, la vida continuaba y el debía vivirla, aceptar agradecido todo lo que esta le ofreciera de bueno, el pasado ya no podía remediarse, el había hecho una elección cuando había decidido no enfrentarse a su padre por el amor de Harry, sabía que de la misma forma en que había amado a Harry no volvería a amar jamás, a Edmond lo amaba con todo el corazón, pero de forma distinta a pesar de que Edmond era el primer hombre de su vida, estaba seguro que una persona podía amar muchas veces en su vida, pero cada una de esas veces eran diferentes y únicas.

Cuando había recibido la carta de Dennis en que le pedía que regresara porque Harry estaba a punto de ser conquistado finalmente por su padre, si bien era cierto que una parte de su corazón se sintió herido, le tranquilizaba saber que Harry finalmente había reencaminado sus sentimientos y se daba una oportunidad de ser feliz, la misma oportunidad que el habia roto cuando lo habia apartado de su vida rompiendo de forma inapelable todos los lazos que los habían unido.

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