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EL REY DE LOS ASESINOS 4 "SED DE SANGRE" por desire nemesis

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La mano de Kaiba se coló entre la remera y la piel acariciando suavemente la sedosa epidermis del estómago al inicio e inició su ascenso mientras los labios cálidos de Seto también acariciaban muy levemente los labios de Joey y después la barbilla y el cuello.

 

La otra mano del castaño se coló por la parte de la espalda mientras las manos del rubio se tomaban de las sábanas. No quería dañar al convaleciente ojos azules. Además, el calor que este despedía por la fiebre lo convertía en un horno que calentaba su piel y sus sentidos.

 

El castaño se puso a jugar con las tetillas de Wheeler primero frotando y luego pellizcando mientras su otra mano se dirigía al sur por la espalda y terminaba sobre una de las posaderas, llegada ahí apretó con fuerza la carne en un puño logrando el efecto deseado. Tratando de alejarse de la agresión el otro levantó las caderas y sus intimidades bajo la ropa se rozaron de tal manera que un gemido escapó de la boca de Joseph provocando un ronco ronroneo en la boca del CEO.

 

El castaño despojó al rubio de su prenda íntima como de su pantalón hasta más o menos la altura de las rodillas y como vio que pensaba alejar sus labios de los suyos para terminar la faena Wheeler retuvo su cara con sus manos y le dijo—Yo me ocupo—

 

Con sus pies bajó su ropa en unos movimientos y luego haló la ropa de Seto mientras sus bocas hablaban en un lenguaje jamás escrito.

 

Las lenguas apasionadas torturando cada parte de la boca ajena, dejando solo para humedecer tres dedos en la del rubio que los recibió como un exquisito manjar, las manos obsesionadas con descubrir lugares recónditos e inexplorados. Una mano empezó a estimular el erecto miembro de Joey mientras otra terminaba de penetrar cierto lugar para dar paso el falo ansioso de un CEO particular.

 

Entró en el estrecho espacio que lo abrasó con su calor mientras peleaba por contener la catarata de deseo que pugnaba por salir de sus entrañas en busca de que el encuentro no durara tan poco.

 

Joey se aferró a los hombros de Seto mientras sus piernas se entrecruzaban en la espalda del otro impulsadas con inusual frenesí por el vaivén agobiante del ojos azules que no planeaba dejar vestigio de piel sin su olor ni parte interna del melado sin explorar. El ya conocido escroto recibía los empellones con una sensación que aunque familiar era siempre inaudita para el ojos mieles que tiraba para atrás la cabeza en pos de más aire y luego recibía la abrasadora lengua con igual pasión.

 

El climax se acercaba para ambos, sus rostros de mejillas sonrojadas por el éxtasis no daban lugar a dudas a que ambos disfrutaban de esa conocida experiencia.

 

¡Ahhh! ¡Ahhh!—recibían los sentidos de Kaiba en su oído pues su tacto era tocado por el aliento caliente del otro en su oreja. En sus brazos tenía un casi agonizante rubio mientras trataba más y más de entrar a él de una forma que quizás jamás nadie lograra separarlos.

 

¡Perro!—era lo que brotaba de los labios del castaño y lo que fuera en otra época material de discusión era ahora otra forma de llamar al rubio que a este le producía distintas sensaciones--¡Eres mío, perro! ¡Argh! ¡Mío! ¡Argh! ¡Y de nadie más!—añadió Kaiba--¡Soy tu amo! ¡Argh! ¡No lo olvides!—y dentro siempre el miedo perenne de perder al otro de alguna manera.

 

Cuando estaban en esas situaciones, ambos se complementaban y entendían más que ninguna persona de la Tierra y era por eso que eran el uno para el otro. No había ofensas, solo sentidos. No había doble sentidos, solo sentimientos y deseos. No había mentira, solo verdad.

 

Joseph estaba en una fase totalmente vulnerable y esta le permitió decir lo que realmente sentía, sin tapujos--¡Te amo! ¡Ahhh! ¡Soy tuyo! ¡Ahhh! ¡Es por eso… ¡ahhh! …que no… ¡ahhh! …quiero perderte! ¡Quiero… ¡ahhh! …cuidarte!—

 

Otras palabras dichas en situación más riesgosa no hubieran calado tan hondo en el ojos azules que culminó con una embestida final. Seto se arqueó arrastrando hacia adelante al otro en la cama que se aferró en esta mientras su miembro desparramaba semen entre los dos al sentir la presión del semental en su parte más desprotegida y un placer inmenso le nublaba la visión.

 

Seto cayó sobre él como leño partido y él acarició despacio, después de un momento, la frente perlada del castaño y con devoción miró al que yacía, ahora dormido, sobre él.

 

Descansa Seto, yo estaré a tu lado cuando despiertes. Tranquilo, yo te protegeré—fue lo que dijo antes de él también dormirse a su lado bajo la luz de una vela.


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