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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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La familia Kaiba salió a las afueras unos días más tarde. Llevaron como era costumbre solo sus sirvientes personales pues en la casa de campo a la que iban estaban sus otros empleados. Joseph se encontraba algo decepcionado de que se alejaran de su majestad. Sentían que le alejaban de su objetivo pero no podía negarse sin atraer la atención. Tuvo una evidente sorpresa cuando se encontró con que en la casa ya esperaban más personas. La familia Irifet, la familia de Isis con ella.

 

Almorzaron en el hermoso comedor que dicha casa poseía y al terminar Seto ordenó a Joseph—Ve a los establos y ordena que preparen los caballos, él mío y el más dócil para la señora Isis—

 

Así lo haré, amo—le dijo el rubio con eficiencia y se fue a llevar al mensaje al lugar.

 

Los establos eran enormes y bien mantenidos por peones muy acostumbrados a ese lugar. Joseph se acercó a uno que parecía el mayor y le indicó—El amo Seto ha ordenado que preparen el caballo más dócil además del suyo—

 

Muy bien. ¡De inmediato!—respondió el hombre antes de recursar la orden a un peón.

 

Al rato apareció este con un caballo tostado de ojos melados--¿Ese es el del amo Kaiba?—preguntó Joey.

 

¿Centella? No. Él no se deja tocar por cualquiera—dijo dando un movimiento hacia un lado con la cabeza como indicando que mirara lo que venía detrás y el otro quedó maravillado por el porte del magnífico animal, era albo como la nieve recién caída y sus ojos relucían como el cielo azul, dos hombres llevaban sus riendas pero aún así el animal parecía disconforme, relinchaba y se movía inquieto, su ceño fruncido delataba toda su ansiedad y esa mirada imperativa lo hacía muy parecido a su dueño.

 

Sin pensarlo extendió la mano para acariciar su pezcueso en un ademán tranquilizador usual para ese tipo de animales. Los peones levantaron las manos hacia él para detenerlo--¿Estas loco? ¿Quieres perder los dedos? Al último que se le ocurrió tocarlo…--

 

Todos se quedaron atónitos porque cuando comenzaron a hablarle la mano del melado se detuvo, en cambio el animal como llevado por la curiosidad empezó a olisquearla. Joey se dio cuenta después de un momento que el animal tal vez…

 

¡Y lo acarició!

 

El animal aceptó de buena gana sus mimos ante los asombrados ojos de los peones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Seto aguardaba a su cabalgadura junto a su joven prometida y se sintió muy sorprendido al ver de pronto como su servidor traía a su animal mientras uno de los peones le traía a Isis el suyo.

 

El rubio se quedó mirando al caballo y acariciándolo tranquilamente como si lo conociera de toda la vida cosa francamente asombrosa pero que contribuyó a los nervios del castaño ya que Isis esperaba a que le trajeran el caballo para montar.

 

¡Trae a Párafes de una vez!—le gritó.

 

El corazón de Joseph se detuvo unos instantes mientras miraba a su amo con ojos muy grandes y repitió en forma de pregunta ese nombre--¿Pá-ra-fes?—Seto lo miraba entre molesto y sorprendido. El melado miró al animal y luego a su amo de nuevo--¿El ca-ba-llo?—No podía ser que semejante coincidencia se presentara justo ahora, se decía.

 

¿Qué otra cosa va a hacer? ¡Apúrate y tráeme a Párafes de una vez!—le indicó el ojos azules hastiado de tener que explicar algo tan sencillo a la vez que curioso porque adivinaba que tras el desconcierto del otro había algo muy profundo pero como debía acompañar a su novia en el paseo no tendría tiempo de averiguarlo ahora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Terminado el paseo el castaño y su novia se separaron en la puerta trasera y quedaron de verse para la cena con el resto de la familia. Pero Seto aún seguía inquieto y de inmediato se dedicó a la búsqueda del melado.

 

En la casa le informaron que no había vuelto desde que salieran y fue hasta los establos donde los empleados le habían perdido el rastro. Excepto por uno que lo vio cerca del lago.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bajo un nogal se hallaba Joey llorando con amargura, las piernas flexionadas y abrazadas mientras sus anegados ojos observaban la hermosura del lago sin verla. ¿Cómo podía pasar eso ahora? Ese nombre le traía tantos recuerdos que ahora eran dolorosos y le recordaban su venganza que ahora quemaba en su pecho como un fuego inextinto que ahora tomara de nuevo fuerzas. Recordaba la sonrisa de su hermano. Su forma de reírse de él cuando planeaba vencerlo y perdía miserablemente causando su enojo. Su preocupación por sus heridas cuando resultaba lastimado por las cosas que él mismo emprendía. De algún modo era la figura paterna que él había tenido.

 

Finalmente el más doloroso de los recuerdos acudía a su mente. La horrible muerte y la actitud de Midas y ante su visión su cuerpo hervía de impotente furia.


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