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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Su majestad estaba demasiado distraído últimamente. Varias veces había que repetirle los informes traídos para que los oyera en su totalidad. Fye era de continuo algo díscolo pero en estos momentos estaba llegando al colmo como olvidar su agenda y dejar colgados a dignatarios extranjeros mientras paseaba por los jardines con todos sus servidores buscándolo.

 

Tiene que hacer algo con esa falta suya—le dijo su guardia más que aburrido de verse repetir su mal comportamiento.

 

Lo sentimos, Kurogane—se disculpó el ojos azules con cara de contrito caradura.

 

No me parece que lo sienta tanto—dijo el ojos rojos algo frustrado. Desde niños lo conocía y estaba acostumbrado a esa caradurez profana que poseía pero algo llamaba la atención del pelinegro. Desde aquel día no había vuelto a ponerle apodos. Cosa que debería agradarle y sin embargo lo traía intranquilo. Dos por tres captaba su mirada sobre él pero al darse cuenta de que había sido atrapado volteaba su vista. Ambos estaban disconformes pero ninguno de los dos se animaba a decírselo al otro.

 

Un día lluvioso estaban en el salón del trono mientras el joven rey miraba desde este por los ventanales caer el agua a raudales—Es un poco frío este salón. ¿No crees, Kurogane?—

 

Los ojos rojos se movieron a un lado en el rostro para poder mirarle pero el silencio en que el otro estaba inmenso perduró.

 

¿Algo te está preocupando?—preguntó ahora Fye.

 

Mis hombres aún no han vuelto—le dijo conciso el pelinegro.

 

¿Le has enviado a una misión?—preguntó el rubio y el otro lo miró un momento con el ceño fruncido para luego menear la cabeza y agarrarla. Sentía una gran frustración--¡Ah, cierto! ¿Sigues con la idea de encontrar a la familia del último progenitor que estuvo aquí?—preguntó el ojos azules.

 

Al menos pudiste recordarlo—dijo como resignado Kurogane—No estaré tranquilo hasta atraparlos. Mientras ellos estén libres serán un riesgo para usted—

 

¡No te preocupes! Podemos vivir con eso—le aseguró el rey.

 

¡Pues yo no! Usted puede porque es un inconsciente que le da igual pero mientras haya algo que ponga su vida en peligro yo me ocuparé de destruirlo. ¡Ese es mi deber!—contestó el pelinegro.

 

¿Y… lo haces solo porque es tu deber o… porque nos quieres un poquito?—preguntó el rey algo juguetón y también interesado en saber la verdad.

 

Una persona en su posición no debe hacer esa clase de preguntas. ¿En que piensa cuando hace esa clase de preguntas?—Kurogane estaba muy disgustado al decir tales cosas.

 

El rey presintió que esa era la verdadera razón de su silencio la vez anterior y pidió disculpas humildemente lo que sorprendió un poco al guardián que esperaba una de sus habituales contestaciones de caradura.

 

Debemos retirarnos—tan solo dijo el rubio antes de salir presuroso.

 

¡Espere!—fue todo lo que pudo decir el ojos rojos mientras el otro casi corría hacia la puerta y casi fue golpeado cuando el rubio sin mirar abrió esta que se abría hacia atrás, se apartó y lo siguió hacia los pasillos quedando fuera de las habitaciones reales con cara de sorprendido.

 

¿Pero que le pasaba ahora al rey? Se preguntó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Apenas pudo llegar a la bacinica antes de largar el magro contenido de su estómago por segunda vez en el día. Fye no deseaba que nadie se enterase y así se lo había dicho al médico de la corte que encantado había aceptado el soborno pues debía dar parte a la corte del estado del rey para que todo el mundo estuviera atento y ayudar en caso de necesidad.

 

Pero el ojos azules no era tan despistado o tonto como todos creían y sus preocupaciones eran mucho mayores a las que todo mundo imaginaba. Inclusive el propio Kurogane. Con paso lento se dirigió al bureau cercano a su cama y tomó de él una tintura(tintura es también una preparación homeopática que se administra en gotas) preparada anteriormente por el médico para casos de necesidad.

 

Su enfermedad incluía esos ataques que con el tiempo se habían vuelto más severos. Seguía una dieta estricta para mantener su nutrición al máximo pero incluso ahora eso era ineficiente. Con el pasar de los días iba sintiendo como sus fuerzas menguaban pero no iba a decírselo a nadie. De todas maneras el doctor le había dicho claramente que eso no tenía cura alguna.

 

 

 

 

 

 

 


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