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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Estaba preocupado. Vaya que lo estaba. Su rey actuaba extraño desde hacía días lo que incomodaba al feroz oficial. Acostumbrado a tener la certeza de lo que acontecía alrededor de su majestad la idea de que el otro le guardaba secretos lo ponía de mal humor. Tanto que lo acababan pagando sus subordinados

Su mal humor se extendió por todo el palacio haciendo que todos susurraran su nombre en los pasillos y al pasar a su lado el ojos azules pudo escuchar su nombre siendo murmurado. El otro no parecía darle importancia pero al rubio le fue cayendo mal y mal cada nuevo murmullo y sobretodo la manera en que la gente parecía criticar al pelinegro así que cuando escuchó la duodécima vez el nombre de Kurogane se paró en seco y con su rostro oscurecido preguntó a los dos que murmuraban a su paso--¿Qué rayos se traen con Kurogane? Hagan el favor de informarnos que esta sucediendo o los mandaré a las mazmorras—

 

La amenaza sorprendió a los que susurraban pero más que nadie al ojos rojos que estaba acostumbrado al carácter dócil y picarezco del rey, jamás le había visto alzar la voz a no ser para un ruego intransigente, un capricho o para salvaguardar a alguien de un castigo. La faceta de un dominante rey jamás se había hecho presente en Fye  como en su padre y esa era una de las razones por la que muchos nobles sospechaban de sus habilidades de liderazgo para con el reino.

 

Yo… eto…--dijo uno de los tipos.

 

¡De una vez!—gritó Fye que de continuo era paciente y educado a mas no poder con los que mostraban reparos en hablarle sinceramente por ser el rey. Pero sencillamente hoy no era el día del conocido rey sino más bien de su gemelo malvado, pensó su guardián muy asombrado.

 

Es que se dice que el oficial Kurogane está de mal humor, majestad y que no hay que ponerse en su camino porque igual lo avienta a uno por una ventana—respondió el hombre pensando que tal vez aquello era contagioso y de ser así al rey se lo veía contagiado.

 

Los ojos azules escrutaron al ojos rojos. El otro desvió molesto la vista porque aunque sabía que era cierto, ser desenmascarado así… frente al rey…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Es cierto eso, Kurogane?—preguntó su rey y él tuvo que admitirlo. Estaban ahora en el salón personal del rey. Un lugar que era como un estudio-biblioteca y recibidor—Está mal—dijo el ojos azules medio pensativo.

 

Sé que lo está y pido discul…--decía el pelinegro cuando fue interrumpido.

 

No me refiero solo a eso—le cortó el rey—Sabes que eres la base de mi consolidación. A nosotros no se nos respeta pero en cuanto a ti. Si pierdes tu prestigio. Este no te protegerá cuando…--

 

¿Cuándo qué?-preguntó el curioso ojos rojos.

 

¡Eso no importa! La cuestión es que…--decía el rey cuando una mano tomando fuerte su muñeca para que volteara lo hizo detenerse y ver a los furicos ojos.

 

¡Hay algo que me oculta! ¿No es así? Esa repentina falta de interés y sus distracciones…--estaba llegando demasiado lejos y Kurogane lo sabía pero lo acicateaba una preocupación mayor que él mismo.

 

Eso no es de tu inte…--le trató de decir Fye, queriendo marcar distancia entre los dos.

 

¿Bromea acaso? ¡Todo lo que le pase a su majestad es de mi interés!—declamó el gekkian enfervecido.

 

El otro jaló su brazo para sacarlo de su mano y le dijo casi con rencor--¡Claro! ¿Es tu trabajo, no?—

 

El pelinegro impresionado se lo quedó viendo mientras el otro daba un violento giro después del cual se quedó quieto un momento como quien busca el equilibrio--¿Majestad?—dijo de pronto preocupado mientras el otro comenzaba a desvanecerse.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué tiene su majestad?—preguntó preocupado el ojos rojos.

 

Nada. Solamente algo de estrés y no ha comido muy bien por los nervios. Le he dado una tintura para que se le pase. Un poco de descanso y estará como nuevo—respondió el médico de la corte mientras pensaba que fácil era ganarse el dinero de su majestad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El capitán gekkian entró en el dormitorio de su majestad y observó su pálida tes unos momentos. De pronto los ojos azules lo miraron.

 

¿Parezco un cadáver, no?—preguntó con su sonrisa torcida el rey Fye.


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