Solo su turbación y el actuar cálido del rey impidieron que el melado contrarestara la amenaza que se cernía sobre su hermana al momento y se dio cuenta de su error cuando salían de palacio.
Tres semanas pasaron hasta el día fijado para la boda. Seto se fue con su prometida dejando a Joey en la casa e imposibilitado de asistir al evento de otra manera que no fuera escabulléndose dentro.
¡No puede pasar!—le dijo el guardia de palacio en la puerta de la servidumbre, los sirvientes estaban dentro y se temía por la seguridad del rey debido a que se casaba con la señora de los dragones, solo Joey sabía que sería un desastre que ella los invocara pues no podría dominarlos y por ello mismo no lo haría.
Lo sé pero eso no me impedirá hacerlo—dijo el melado un segundo antes de derribarlos a los dos con unos movimientos que su hermano le enseñara. Ya no era momento de guardar las apariencias. Ese día se descubriría la verdad y todo cambiaría.
La joven novia accedió por el pasillo adornado hacia el altar en compañía de un viejo conde maestro del rey. Este la esperaba junto al padre de Kaiba que oficiaría la boda. A un lado del rey estaba su mejor amigo Seto que sería su padrino y Kurogane que estaba atento a cualquier movimiento sospechoso de quien sea para arrebatarle la vida y acabar con el peligro que acosaba a su venerado rey.
Fye sonreía con calidez y extendió la mano hacia ella. En ese momento la joven fue halada hacia atrás.
¿Qué es esto, Conde Almirás?—preguntó el rey a quien acompañaba a la princesa destinada a reina. Sus ojos azules no daban crédito a la espada que el otro sacó y que le apuntaba al corazón, la punta rozando la tela del pecho. El ojos rojos estaba escandalizado porque un movimiento suyo significaría sin duda la muerte para su amado rey.
Ha usurpado este trono por demasiado tiempo como toda su maldita familia—dijo de pronto el conde con su ceño fruncido mientras los ojos de Fye lo miraban atónitos pues el otro fue su maestro y siempre lo trató como a alguien querido—Sé que es un joven bueno pero eso no es suficiente…--dijo mientras hombres armados inundaban el sagrado salón—Usted no es el verdadero rey de Iskabad y no tiene derecho a convertirse en él casándose con la verdadera reina. Lo siento pero la farsa termina aquí. Es usted el que ya no tiene poder, es usted quien se irá de palacio para siempre. Su familia no debe perpetuarse aquí—
Es entonces cuando el verdadero rey arribó por una puerta lateral arrastrado con algunos sirvientes del palacio por los soldados del hombre que tenía agarrada a su hermana y escuchó lo que el anciano Conde tenía para decir. Se sintió casi reconfortado de encontrar aliados inesperados entre los asistentes y feliz de que su hermana fuera salvada de ese enlace aunque era cauteloso con la verdad aún.
Acepto que dices la verdad y si esto es lo que quieren los nobles me iré sin más réplicas. Solo deseaba salvar a la joven princesa de un futuro nefasto a causa de sus opositores—dijo Fye.
Y por eso seguirás con vida, se lo agradecemos—expresó el anciano y luego miró a Kurogane—En cuanto a ti—dijo con odio fulminante mientras dos hombres prendían al gekkian por la espalda—Tú eras el que pretendiste terminar con la casa de los Wheeler, tú te pudrirás en las mazmorras—
¡No!—trató de salvarlo el rey depuesto.
Lo siento pero esto no es negociable—dijo el conde mientras Joey reía satisfecho. Era como si le leyeran la mente.
¡Perdónenlo y déjenlo partir conmigo al exilio! ¡Tómenlo como mi última voluntad!—pidió Fye.
¿Su última…?—preguntó con una ceja levantada Almirás.
Una enfermedad mortal me aqueja—confesó el otro para horror de los que le querían—Nadie más que el doctor lo sabe. Si me casaba con su princesa no era más que una forma de devolverle lo que era suyo sin que nadie se opusiera. En unos días sería reina y viuda para reinar sobre su propia vida como mandase su voluntad—
Ese era el plan de Fye. Todos se pusieron tristes, hasta Joey. Todos comprendieron sus buenas intenciones mientras un dolor muy profundo atenazaba el corazón de cierto noble gekkian que ahora entendía muchas cosas, todas de repente.