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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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El leve roce de una mano hizo que Joseph se levantara de su asiento.

 

El no fue rozado, sino la colcha de Seto por su propia mano lo que le hizo pensar que estaba despierto y murmuró su nombre con ansiedad pero el otro no estaba consciente.

 

Es mejor majestad que vaya a descansar, nosotros le avisa…--trató de decir Gozaburo Kaiba pero se detuvo ante la mirada asesina de su antiguo siervo.

 

Yo debo llevarme a Lord DeFluorite a descansar—dijo el pelinegro ansioso pues el otro no se veía muy bien. Fye no dijo nada en contra lo que lo alteró más y llegados al último escalón de la escalera principal el otro se vino abajo. Desmayado lo llevó a un sillón y pidió al médico que aún estaba en la casa que lo auscultara. Cuando el médico le dijo la condición del otro le golpeó como un mazazo. Después de todo aún tenía cierta esperanza de que aquello no fuera real.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esa noche Fye despertó algo confundido por no reconocer el dormitorio y es que estaba en el de las visitas de los Kaiba que ellos habían ofrecido y que el ojos rojos aceptó en su nombre. El pelinegro se hallaba derrumbado en una silla lo que hizo sonreír al ojos azules. El grandulón se portaba hosco a veces pero sabía que le agradaba, era como un papá oso. De puntillas fue a taparlo y mientras lo acomodaba para que durmiera mejor sintió como atenazaba su muñeca con una mano y murmuraba algo. Acercó el oído y quedó perplejo cuando el otro volvió a decir aquello.

 

Sin duda esas palabras no eran para él pero eso no lo turbaba menos. El ojos rojos soltó su mano. Perdió el equilibrio y cayó contra la mesilla de noche derrumbando la botella y la copa de agua que estaban preparadas por si quería algo de beber. El sonido del cristal roto alertó los sentidos del guerrero que se despertó de un salto presto a atacar y vio al otro medio derrumbado junto a la cama y temiendo algún nuevo desvanecimiento acudió pronto a su lado.

 

Mi…--mientras agarraba muy cerca el cuerpo semiderrumbado.

 

Fye solo escuchaba esas palabras y de pronto se dio cuenta que estaban rodeados por una intensa oscuridad a la que podía culpar si… pero no… no soportaría que el otro lo viera como realmente era. Intentó empujarlo pero los fuertes hombros en vez de retroceder se impulsaron y sus bocas chocaron con ansiedad, con el frenesí de algo que se ha ansiado por demasiado tiempo y se teme perder en un momento.

 

Las manos de Kurogane, después de un momento de duda se deslizaron por la espalda y las de Fye se movieron por sus hombros. En su mente solo oía esas palabras que ahora no dudaba iban dirigidas a él con esa voz que tanto conocía y lo estremecía.

 

“Te amo”

 

Kurogane quería detenerse pero su cuerpo no le obedecía y los sonidos que el otro hacía no ayudaban para nada, es que tenerlo tan cerca, tocarlo al fin, besarlo… eran cosas que nunca se había atrevido a imaginar. Ahora conocía el olor que despedía su cuerpo desde cerca. Sentía que estaba enloqueciendo y al mismo tiempo que se sentía culpable ansiaba esa locura.

 

Fue después de unos segundos que se le ocurrió pensar que quizás estaba forzando a una persona inconsciente y se horrorizó de si mismo—Yo… lo siento… no puedo… controlarme—dijo con el poco autocontrol que poseía, víctima de una intensa ansiedad.

 

De pronto escuchó esas palabras que le impactaron de lleno—Pues no te controles—antes de ser besado. Un aura de deseo los rodeaba. El musculoso cuerpo de Kuro entrando en el delgado de Fye aprisionado entre el costado de la cama y el ojirojo, los gemidos, los roces, los gritos descontrolados, la saliva que ahora compartían sus sedientas bocas, el semen del rubio entre ambos, la agonía de conseguir el éxtasis y el momento final llegando para el pelinegro, su ronca voz gimiendo de duro deseo en el oído de su amante y un momento después el blanco néctar que brota de sus entrañas, exparciéndose dentro de la única persona que creyó no tener derecho a poseer.

 

Yo lo…--trató de decir pero un dedo tapó su boca.

 

Shhhh! No arruines el momento, Kurotonto—dijo el otro acurrucándose junto a él, su mejilla en su torso—He querido esto desde hace mucho—añadió para total asombro del gekkian—se podría decir que demasiado pero había muchas cosas… en fin… se podría decir que era mi último deseo—

 

¿Qué rayos estás diciendo?—dijo Kurogane de pronto molesto y lo agarró por los brazos para aún en la posición que estaban ver su rostro un poco en la oscuridad del lugar, de pronto se dio cuenta de nuevo de la fragilidad de esos brazos que con poco esfuerzo podría romper--¡Estás de feria si crees que ahora podrás alejarte de mí!--


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