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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Un revuelo en la noche llamó su atención y pensando en lo que podía ser acudió raudo por los pasillos de la desconocida casa con el objetivo de llegar hasta la habitación. Al llegar a la puerta la gente aglomerada ahí le hizo darse cuenta de que no estaba equivocado.

 

El padre de Seto estaba ahí y asustándose un poco al inicio le anunció después que su hijo había despertado. Sin esperar más entró en la habitación y al ver al joven sentado en la cama con el vendaje siendo tocado por el doctor que revisaba a su paciente pues dormía en esa casa hasta que pasara lo más agudo de la crisis.

 

Su alteza no debe estar aquí—le dijo el médico.

 

¿Usted va a decirme donde puedo estar?—preguntó el rey.

 

Lo siento, pero es mejor que espere afuera—le dijo el doctor.

 

¿Quién es?—preguntó el ojos azules mirando con sus lagos hacia la posición del melado pero sus ojos no acusaban la presencia de nada y un frío corrió por la espalda de Joseph.

 

¡Majestad! El no puede verlo—dijo Gozaburo entrando en el dormitorio y agarrando la mano de su rey—El doctor halló que no puede ver…--

 

Pero eso…--dijo el rubio. No era posible. No debía serlo.

 

¿Quiénes son ellos?—preguntó de pronto el castaño para sorpresa de todos.

 

¿No reconoces la voz de tu padre?—preguntó el médico sorprendido.

 

¿Mi padre?—preguntó el joven haciendo que los temores de todos se agudizaran.

 

 

 

 

 

 

 

 

Me temo que es cierto sumo defensor Kaiba. Su hijo no solo perdió la vista en este trágico accidente sino que ha perdido también la memoria—les informó el médico a la familia Kaiba, a la familia de Isis que lloraba por el destino del otro y al desgraciado rey que lo escuchó todo sin moverse.

 

Debería estar feliz. Así se solucionaba para él todo entonces. Ahora Kaiba quizás jamás recordaría… ¿Entonces porque esto le dolía? Se preguntaba Joseph mientras salía de esa casa. Lo último que le había dicho eran amenazas para que no le dijera a nadie lo que juntos habían hecho y ahora que era inevitable que su deseo se cumpliera… ¿Dudaba?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando Fye despertó el pelinegro estaba ahí, dormido en una silla nuevamente y se preguntó si todo había sido solo parte de un sueño pero al querer levantarse un extraño dolor le avisó de que lo que pasó era muy real.

 

El fiel guardián se levantó de un salto al oír el quejido que salió de labios del otro y fue a su lado con prontitud preguntando--¿Siente algún dolor?—estaba muy preocupado.

 

Si, pero tranquilo—le contestó restando importancia al asunto el ojos azules.

 

¿Cómo que tranquilo?—preguntó el ojirojo cabreado porque el otro lo tomara tan a la ligera—Llamaré al doc…--fue cortado por el antiguo rey.

 

No creo que quieras que el doctor sepa lo que me duele o porqué, Kurorin—dijo con media sonrisa el rubio y el otro se paró ante la puerta con espanto al darse cuenta de la verdad tras sus palabras y también porque el otro volviera a usar ese mote que debía enfadarlo pero extrañamente le alegraba oírlo de nuevo—Pero ya que vas a salir tráeme el desayuno. ¿Quieres?—pidió displicente DeFluorite.

 

¡Yo… no soy… su mucama!—le gritó el pelinegro furioso.

 

¿Ah, no? ¿Y entonces que eres?—preguntó el otro con una sonrisa socarrona.

 

Era verdad. Ya no tenían porque tener ninguna relación. Kurogane miró al otro sorprendido. El otro lo estaba retando con su actitud a que dijera las palabras que por en sus 5 sentidos jamás mencionaría. Como era de esperar para el ojos azules, el otro azotó la puerta al irse de mala gana por lo pedido. El rubio sonreía como el gato que se comió al ratón por ver la actitud del ojos rojos.

 

Rato después el otro volvió con noticias de su primo y la sonrisa del rubio se apagó un poco.


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