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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Joey quedó rendido pero feliz. Ahí con el ojos azules encontraba una paz y seguridad que le era extraña en su vida adulta. Antes de lo acontecido con su hermano las conocía pero desde entonces…

 

Sé que no es acertado decirlo pero quiero quedarme así siempre—murmuró el ojos mieles.

 

¿Y por que no podrías?—preguntó el castaño y después de un momento de extrañamiento el rey recordó que hacía poco el otro había perdido la memoria, tal vez él… no recordaba las leyes.

 

Seto se preocupó un poco cuando el otro se alejó de su lado para sentarse—Está prohibido. Las leyes lo prohíben. Hay pena de muerte para los que hacemos actos como estos—

 

¿Acaso no eres el rey? ¿No puedes cambiar las leyes?—preguntó Kaiba asombrándolo.

 

¿Sabías que yo era el rey?—por la forma en que le había hablado pensaba que nadie se lo había dicho pero ahora…

 

Te portaste como un bastardo y en ese momento me importaba un comino quien eras—le contestó con sencillez el irreconocible Kaiba tan tranquilo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde el día en que su hermano tomó el trono la vida de Serenity transcurría monótona y falta de vida. Trataba de hablar con él pero siempre se encontraba ocupado y cuando lo hacían era como si hablara con una niña. A ella le asustaban los dragones y quería que dejaran de cuidarla pero él le dijo que esas eran tonterías. Que ellos nada malo le harían y que debía acostumbrarse a su presencia. Que mejor encontrara algo en que dedicar su tiempo.

 

Ella se decidió a hacer una de las cosas que más le gustaba. Pintar. Se pasaba la tarde en los jardines y de vez en cuando conversaba con alguien que generalmente eran los encargados de llevarle la comida pero nadie podía conversar tranquilo con ella bajo la atenta mirada de los dragones.

 

Un día, cansada de dibujar paisajes floridos decidió ir hacia la azotea de una de las alas para dibujar la ciudad desde ella, tomó sus bártulos y comenzó a subir la empinada escalera techada del edificio que llevaba a una de ellas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sería divertido que eso ocurriese—dijo alegre el ojos azules para espanto del ojos rojos que lo miró con cara de pocos amigos mientras caminaba a su lado. De pronto un grito aterrador y una sombra que se cernía sobre el rubio. Kurogane tenía unas décimas de segundo para actuar y se decidió por ir en contra de lo que caía sobre él. A mitad de camino se dio cuenta de que era una joven que caía por las escaleras y en vez de golpear su objetivo se contentó con atraparla.

 

Después de bajarla todos se miraron--¿Estás bien, princesa?—preguntó Fye realmente preocupado.

 

E…estoy bien—dijo agitada la joven—Gracias, maj…--añadió ella con una caravana.

 

¡No, no! Recuerda que ya no es así—le recordó DeFluorite.

 

Cierto. Lo siento—rememoró ella—Y gracias a usted—dijo después Sere con algo de temor en la mirada, dirigiéndose al ojos rojos que tenía cara seria.

 

Desde luego—respondió el poco entusiasmado pelinegro.

 

¡Kurogane! ¿Es esa manera de hablarle a una princesa?—preguntó espantado el rubio con los modales del otro.

 

Ella es quien me debe algo. ¿Recuerdas?—preguntó el ojos rojos, de pronto se sentó en el suelo con las piernas flexionadas y cara de espanto.

 

¿Sabes? Hay momentos en que me pareces divertido. ¡Como estos!—dijo una voz desde arriba de las escaleras y todos miraron en esa dirección.

 

¡Hermano!—dijo la joven conmovida.

 

Recuerda dirigirte a ella con propiedad la próxima vez o no seré tan comprensivo. ¿Vale?—preguntó el melado terminando de bajar con cara de satisfacción. Los dragones terrarios estaban detrás de él y de ellos--¡Buenas tardes Fye, Sere!—les dijo.

 

¡Buenos días majestad!—dijo Fye inclinándose.

 

¿Por qué el idiota no se copia de ti?—preguntó el ojos mieles al ex rey—Bueno. Tengo asuntos que atender por lo que debo irme—les dijo pasando al lado de su hermana, le dirigió una sonrisa al pasar.

 

¡Hermano, tengo algo que hablar con…!—trató de llamar su atención la menor.

 

Después. Tengo asuntos importantes que tratar—le dijo el rubio ojos mieles sin voltear.

 

La cara de tristeza que puso la joven entristeció a DeFluorite.

 

¿Qué sucede? Si puedo ayudarle…--dijo Fye.

 

Mi hermano… no me quiere aquí—dijo ella con tristeza.

 

¿Cómo crees? Él se preocupa por usted todos los…--trató de calmarla el ojos azules.

 

Apenas me oye. Es como si yo fuera un fantasma—dijo ella antes de echarse a correr con lágrimas en los ojos. Al correr soltó los papeles con sus dibujos y estos se esparcieron por el pasillo. El ex rey levantó uno que tenía el dibujo de una flor.

 

No envidio la suerte de esa muchacha—dijo el ojos rojos sintiéndolo por ella también.

 

Vamos, levanta esos dibujos—le dijo el rubio.

 

¿Y yo por qué?—preguntó pasmado Kurogane.

 

Porque te lo pido. ¿Eh?—preguntó sonriente el otro aunque ambos sabían que debido a su jerarquía eso era una orden.

 

Con mala cara el otro hizo lo que le “pedían”.

 

¿Por qué no va a “ayudarle”? Puede que le “necesite”—preguntó Kurogane.

 

No estoy seguro. Tal vez no quiera hablar conmigo de eso—le dijo el otro mientras reflexionaba.

 

Es probable que sí. Recuerde que estuvo a punto de convertirse en su esposa—contestó el ojos rojos y entonces el otro se dio cuenta de la forma en que le estaba hablando. De pronto Kuro se dio cuenta de que el otro sonreía--¿Y tú de que te ríes?—preguntó.

 

¡Me sorprende! Jamás pensé que fueras celoso—dijo con cara feliz DeFluorite y el otro apartó la vista rojo para seguir levantando esos malditos dibujos.


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