- ¿¡Alemania!? –repitió asombrado.
- Un talento como el suyo no puede perderse… Y además, veo que aquí no es feliz –añadió con tristeza. Era la primera vez que Yukimura lo veía con signos de desánimo.
- Yo… Yo no puedo, Dr. Aihara. Quiero quedarme aquí y tomar el riesgo que sea necesario para poder competir con mi escuela.
- Seiichi –otra primera vez, pues jamás lo había llamado por su nombre– por favor, considérelo.
No puedo considerarlo, no puedo… No quiero estar lejos de Sanada aunque ni siquiera sé dónde está. Pero tampoco puedo dejar a mi equipo sin un capitán si la operación no es exitosa…
- No puedo darle una respuesta ahora.
- No tiene que hacerlo –respondió rápidamente–, pero sólo me queda una semana aquí y necesito saber si me acompañará.
Se despidió con una leve reverencia, dejando con inseguridad a Yukimura, quien a estas alturas, ya no sabía qué decisión tomar. Era un poco tarde y se sentía cansado, por lo que prefirió no pensar en ello hasta mañana.
Yukimura había dormido de más debido a que, aunque las caminatas lo mantenían activo, terminaba muy cansado y cada vez más. Necesito la cirugía ya. Cuando despertó, eran más de las 9:00 a.m. y lo que vio cuando abrió sus ojos lo dejaron en shock: había un hermoso arreglo floral con preciosas dalias, las más rosadas que había visto nunca, tenía las margaritas azules en la parte de la base y girasoles que se intercalaban con las dalias dando un bello espectáculo de colores en contraste con las hojas verdes que decoraban el arreglo. Es hermoso, es… ¡Precioso! Yukimura se disponía a levantarse, pero sus músculos no le respondían completamente, por lo que al momento de pararse, se tambaleó y tuvo que sujetarse al barandal de su cama para no caerse completamente.
- ¡Arghhh! –soltó mientras seguía resbalando tratando de pararse.
- ¿Yukimura? ¡Yukimura! –entró el Dr. Aihara al escuchar el gemido y se horrorizó por verlo tan frágil sosteniéndose de su cama.
- ¡No… No se acerque! –trataba y trataba de levantarse por sí mismo. El doctor se quedó inmóvil: nunca había visto tanta terquedad en una persona. No pudo más con la orden.
- Seiichi… –fue directo donde Yukimura y lo sostuvo en sus brazos, levantándolo con gentileza, de la misma forma en que lo había hecho Sanada. Increíblemente para el mismo albino, no protestó; se sostuvo en cuello del doctor y aceptó que lo dejara en la cama.
- Ven a Alemania conmigo, yo te cuidaré –le susurró mientras lo dejaba recostado.
- No puedo, no puedo… –empezó a soltar un par de lágrimas que inmediatamente las secó con sus muñecas.
- ¿Por qué n…? –recién se percataba de las flores. La pregunta siguiente simplemente salió de sus labios– ¿De parte de quién son esas flores?
- No lo sé… Quería ir a ver si había una tarjeta en el arreglo y… no pude…
- No hay ninguna, Yukimura –había ido a ver y, efectivamente, no había tarjeta alguna.
¿Son tuyas, Sanada? Quiero creer que sí… Pero no sé hasta dónde creer. Si no vienes, no sé qué haré.
- ¿Hay alguien que te mantiene aquí? ¿Es por eso que no quieres irte de Japón? –preguntó seriamente y directo al grano. Vamos, responde…
- … –me atrapó.
- Si es eso, pues es triste que no sepa valorar a alguien que piensa sólo en él –miró hacia abajo para que no viera su tristeza– ¿Te ha venido a visitar siquiera?
- … –ya vendrá, espero…
- Piénsalo, Seiichi. Tienes 6 días.
Esta vez Ryoichi no acompañó a Yukimura a su caminata, éste había pasado la mayor parte del día en cama y su caminata fue más corta de lo usual. Sentía cómo se estaba muriendo, como su cuerpo empezaba a debilitarse más rápidamente. Si no tengo tiempo, no tengo elección.
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- ¡Hasta que por fin apareces, Sanada! ¿Dónde has estado estas 2 semanas?
- Lo siento Renji, he estado la mayor parte del tiempo en el templo, tratando de encontrar algunas respuestas.
- ¿Y has descubierto algo?
- No puedo ir rápido, Renji. No sé cómo es esto, no sé qué espera Yuki de mí…
- No has ido a ver a Yukimura, ¿verdad?
- No, pero le envié algo –confesó Sanada.
-Genichirou, él te necesita. Tienes que ir a verlo pronto.
- Dijo que no quería volver a verme… –empezó.
- ¡No seas idiota, es cuando más te necesita!
- ¿¡Hace cuánto que estás escuchando, Niou!?
- Escuché todo. Puri.
Me vuelven loco… Pero extrañaba conversar con ellos. Te extraño, Yuki.
- ¿Y bien?
- Iré a verlo, Renji. Iré mañana. Lo de hoy fue un adelanto.
- ¿Adelanto? –preguntó Niou.
- No es de tu incumbencia –respondió dándole un ligero golpe en la cabeza.
- Pyo. Le diré a Yagyuu que me golpeaste ni bien regresaste –dijo en son de broma.
- Espera a que vuelva a dirigir los entrenamientos, ya verás –dicho esto, Niou palideció y se fue refunfuñando a buscar a Yagyuu para que lo mime.