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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Nosotros…--dijo el embajador.

 

¿Si?—preguntó Joseph.

 

Para mayor tranquilidad tanto de la vuestra como de la nuestra quisiéramos que considerara…--dijo el embajador.

 

¿Qué considerara…?—preguntó el rey.

 

Verá, nos sentiríamos mas tranquilos si los lazos entre nuestro reino y el suyo tuvieran una relación más profunda por lo que desearíamos que considerara que nuestra segunda princesa es una doncella de la que es conocida su hermosura y talento. Viendo que usted se encuentra todavía soltero sería deseable para nosotros el estrechamiento de los lazos que conforman una relación tan cercana…--el embajador continuaba hablando pero Joseph no le prestaba mayor atención, ya sabía a lo que se refería. Por un momento se le cruzó la idea de negarse contundentemente pero después de un momento lo pensó mejor.

 

¿Para qué? Seto Kaiba iba a casarse en semana y media y a él no le quedaría nada porque el otro sinceramente no pensaba en él más que como un acostón en un momento de calentura.

 

Era duro admitirlo pero eran las palabras que el otro tal vez por una moral recordada había obviado utilizar.

 

Entonces tendrán que traerla—dijo el ojos mieles dando la espalda a sus invitados que estaban recelosos de los sempiternos dragones de compañía de este que los miraban a veces como si quisieran preveer sus movimientos.

 

¿Traerla?—preguntó el embajador.

 

A menos que no quieran que piense en serio en su proposición—les dijo el rey y después de un momento los preocupados Qinsiseños se marcharon luego de pedir permiso e inclinarse.

 

Ya no había futuro posible con Kaiba. Una próspera relación con el imperio mercantil beneficiaría a todos, después de todo él era un rey y su casamiento solo era un negocio de estado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fye se despertó. Era de mañana por lo que parecía ya que los tibios rayos del sol entraban por la ventana. Se levantó y miró en derredor. Trató de sobreponerse a la sensación de que tal vez el otro se hubiera ido y ya no podría encontrarle. Tenía la sensación de que hubieran pasado años desde que entró a la cama y todo era confuso en su cabeza. La última emoción que recordaba era el miedo de perderlo para siempre.

 

Fue a la ventana intentó calmarse y en ese momento escuchó la puerta abrirse, después de un momento en que un extraño hubiera hablado esta volvió a ser cerrada y el rubio sintió alivio cuando los familiares pasos se acercaron por su espalda. Sonrió al voltear pero se topó con un adusto rostro.

 

Iba a hablar cuando se dio cuenta de que algo captaba el interés del moreno y volteó de nuevo. Un enjambre de dragones negros aterrizaba en el jardín central y en la espalda de uno de ellos iba la princesa.

 

 

 

 

 

 

 

Todos se sorprendieron al ver bajar a las bestias. No solo montadas por la princesa sino que a bordo también se encontraban una joven un poco mayor que ella y en sus brazos un niño… no mayor a dos años.

 

Todos bajaron y se dirigieron hacia palacio bajo la atenta mirada de todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La mujer en su camino a ver el rey sufrió un decaimiento por su condición y hubo de ser llevada a una habitación donde este la fue a ver presuroso.

 

La joven de cabellos y ojos miel lo miró con algo de desazón desde la cama.

 

No te preocupes. El médico de la corte vendrá y…--le dijo él arrodillándose a su lado.

 

No importa quien venga. Ya es tarde para mí—le dijo ella en un susurro—Solo temo por una cosa. El futuro de mi hijo. ¿Para que lo has traído?—había un deje de miedo en su voz.

 

Todo se ha calmado aquí por ahora y es mejor que esté aquí donde podemos protegerlo—dijo el rey y al ver la duda en sus ojos supo lo que ella estaba pensando—No te preocupes. Solo quiero asegurar su futuro—

 

Pero tus hijos…--dijo Gentilea.

 

Ellos serán mis hijos pero nadie más que Arpeggio heredará el lugar que mi hermano debió ocupar—le dijo a la que fue esposa de Párafes.

 

Pero los demás no aceptarán que él… y yo no estaré aquí para protegerlo—dijo preocupada la joven madre—Por favor protege a mi hijo. No te pido el trono para él solo…--

 

El será el rey y yo me aseguraré de que así sea. Tengo la manera de que ya no te preocupes por su bienestar o como será tratado—la tranquilizó Joseph.

 

Minutos después Gozaburo Kaiba casó a la joven con el rey en su lecho de muerte y ratificó a su hijo como heredero del reino.


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