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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Notas del capitulo:

Considerenlo un flash back

y un lemon

Sus labios se enredaron mientras las manos de ambos buscaban en el cuerpo del otro la sensación de que todo estaría bien de por vida. Joseph se sentía protegido por esos brazos fuertes que lo apretaban contra si con todo el deseo posible. Seto volteó la cabeza como para percibir algún peligro y el rey tomó con sus manos su faz para que la volviera hacia él—Tranquilo. No hay nadie más que nosotros—era una mentira. Por el cielo surcaban sus dragones y en tierra descansaban los cuerpos calcinados de los bandidos y aquellos que estos habían masacrado.

 

Seto se irguió sobre sus rodillas mientras continuaba besándolo y despacio y con paciencia empezó a despojar al otro de su ropa. Sus labios bajaron la línea del cuello hasta la parte donde este se une con el hombro provocando los ya conocidos gemidos y comprobando de nuevo su efecto devastador en él. Para terminar de sacarle la camisa y chaquetas ya abiertas lo hizo voltearse y mientras las mangas estaban por debajo del codo el ojos azules comenzó a atacar la zona aledaña a la oreja bajando con sus labios por la espina.

 

Joseph sentía que se hundía sin esperanzas en la sensación de estar entre sus manos mientras sentía sus labios en la mitad de la espalda produjo un sonido gutural y después el ansiado nombre--¡Seto!—

 

El otro reaccionó como un torbellino bajando su cara a tierra y colocándose sobre él, sus manos se colaron entre las mangas del pantalón y la aterciopelada piel de sus caderas para bajar por los laterales de sus piernas descubriendo de a poco cuanta piel podían. Cuando las asentaderas se vieron descubiertas y Joseph sintió su sensible piel siendo contactada por los pantalones del castaño no pudo refrendarse al pudor y volviendo un poco su torso  buscó desesperado esos labios que se abrieron a su simple contacto.

 

Kaiba estaba alarmado de la respuesta que provocaba el tacto y olor del otro en su persona, con solo oírlo o sentirlo todo su ser reaccionaba. Era capaz de cometer una locura ahí mismo llevado por su lujuria. Sus lenguas peleaban por el contacto mientras sus líquidos se fusionaban en uno solo. El calor de ambos cuerpos era agobiante, tanto que peleaba por el premio con el ardoroso sol desértico mientras ambos se desnudaban sobre su arena.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Terminaron ambos abrazados y recostados en la arena con la capa marfil de Seto cubriendo a ambos. La cabeza de Wheeler descansaba en el hombro de este y se encontraban fatigados en extremo. Fueron horas de hacerse el amor mutuamente y es que ninguno de los dos pudo o quiso parar. Seto se preguntaba que extraña condición se apoderaba de ambos en momentos así como para enviciarse con sus sentidos a tal extremo de perder el hilo conductor de la realidad. Por alguna extraña razón sentía que eso pasaba desde siempre.

 

Quisiera quedarme aquí para siempre y no volver a la realidad jamás—le dijo el rubio, pero en el fondo sabía que aún un rey es esclavo de ciertas cosas, no puede desaparecer por capricho.

 

Dime—le pidió Kaiba, era el momento de preguntar lo que tanto había deseado--¿Es cierto que te casaste con una mujer y que tienes un hijo?—

 

Si—le respondió el melado y el ojos azules se sintió mal por ello—Pero a la vez no—añadió el rey.

 

¿Cómo es eso?—preguntó Seto.

 

El es en realidad el hijo de mi hermano. Si lo hice mi hijo es para que algún día herede el trono que debió ser de él—le respondió Joseph y Kaiba entendió sus razones.

 

Una pregunta más. ¿Cómo supiste donde estaba?—preguntó el castaño y el otro le contó--¿Por qué…?—trató de preguntar.

 

Eres importante para mí. ¿Acaso lo dudas?—le preguntó el monarca.

 

Pronto estuvieron vestidos y Wheeler guió a Kaiba a un lugar, luego hizo que posara su mano sobre una cosa dura y cálida.

 

¿Qué es?—preguntó extrañado Seto pues era algo diferente al metal pero a la vez tan duro y pulido como este con estructuras como estrías.

 

Es uno de mis dragones—le contó Joey.

 

¿Tus…?—preguntó sorprendido Seto pues nadie le había contado sobre ellos y luego recordó el caos y el calor de hacía unas horas, trató de alejarse pero el otro lo detuvo.

 

Jamás les temas. Ellos representan mi voluntad, siguen mis instintos. ¿Crees que yo te dañaría?—le preguntó Joseph y Kaiba lo dejó guiarlo para terminar ambos sentados a lomos de uno que levantó majestuoso vuelo junto a los demás.


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