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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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¡Maldito! Una vez yo sea de nuevo rey…--le trató de amenazar el antiguo monarca pero una voz lo interrumpió.

 

¡No creo que eso sea posible!—dijo una cabeza rubia mientras su dueño se alzaba de una silla. El otro miró al que se levantaba y se preguntó quien diablos era ese pues nunca había conocido a Joey y lo creía muerto a sus pies—Esto no sería mejor si fuerais mi regalo de cumpleaños—dijo el melado con una cara extrañamente feliz.

 

¿Tú quién…?—intentó preguntar pero fue cortado.

 

¡El rey Joseph!—reveló el alegre regidor dejando de piedra al otro, Midas miró al cuerpo caído, Joey después de un momento ordenó con voz seca--¡Tú el del piso, levántate! Ya no eres necesario, puedes salir pero ni se te ocurra dejar palacio o mis guardias personales darán cuenta de ti—todos sabía a quienes se refería.

 

Pero ellos dejaron palacio cuando…--dijo Midas intentando no creer en su mala suerte.

 

¿A sí? ¡Pues haremos que vuelvan! ¿No?—preguntó el rey con una mirada alarmante.

 

En ese momento tres de los grandes alados cruzaron sendos ventanales y se pararon a cierta distancia de su enemigo con sus bocas jadeantes y sus dientes chirriando.

 

¿Qué esperas? ¡Ordénales que me ataquen de una vez!—le gritó el padre de Fye mientras este intentaba detenerlo y a su vez Kurogane lo halaba hacia él para evitar que fuera hacia el peligro.

 

¿Ordenarles? Pero si apenas puedo contenerlos. Desde que llegaste aquí solo han deseado destruirte. Deberías agradecerme. Si no fuera por mí ya te hubieran despedazado—le contestó Wheeler.

 

¿Desde que llegué?—preguntó Midas.

 

¿Creíste pasar desapercibido, no es así? Al momento de llegar todos estaban tras de ti. Tuve que utilizar un gran autocontrol para dominarme y dejarte seguir. Eras el señuelo. De seguro tenías aliados entre los nobles y yo quería descubrir quienes te ayudaban—dijo Joseph sorprendiendo al viejo y a su hijo. Con que todo el tiempo el rey había sabido de su presencia y su complot. Todo eso no era más que una elaborada trampa para capturarlo y mostrar a todos que aún vivía, y luego, cumplir su venganza.

 

Al menos eres mejor que tus ancestros—comentó Midas—En cierto sentido serías mejor hijo que el que me ha tocado—esto entristeció al ojos azules. Joey se compadeció mentalmente de Fye al ver el padre que le había tocado--¿Y por qué los contienes? Creí que serías el mas interesado en matarme—le preguntó el ex rey. Mientras los demás, conociéndolo, se preguntaban lo mismo.

 

Sería demasiado rápido—declaró el rey—Tu muerte tiene que ser lenta y dolorosa. ¿Sino cual es el punto de la venganza?—Ambos se midieron con los ojos y de pronto el rubio volteó hacia una gran puerta ventanal que daba a la terraza oeste, fuera brillaba el sol de la media tarde. Kurogane sintió entonces una opresión y aunque mantenía al otro contra sí estaba paralizado por algo más grande, era como el sentimiento de que algo enorme se acercaba, algo que de cierta manera le aterrorizaba. Fye lo miró por encima del hombro lleno de confusión y preocupación pues jamás lo había visto así—Parece que ha venido. Dejemos que él decida—Una enorme sombra se posó en la terraza oscureciendo el interior.

 

Tanto la enorme puerta de cristal y madera tallados a mano como el marco y parte de la pared fueron arrasados por la figura que como al abrir los ventanales decorados de muchos colores cual vitral se veía negra para los que dentro fueron cegados por la luz que ahora entraba a su alrededor del exterior.

 

Esta aquí—susurró con reverencia el ojos mieles.

 

Poco a poco todos se acostumbraron a la luz y pudieron ver a la imponente bestia de dos cabezas. Era un dragón pero en modo alguno era como los otros. Además de su tamaño ella poseía la blancura de la nieve y los ojos del color del cielo. Una de sus cabezas miró a Joey.

 

¿Acaso trajiste otra de tus bestias y le pedirás consejo?—se intentó mofar el ex rey pues todos sabían que esas bestias eran incapaces de razonar.

 

El imponente animal lo miro estirando un poco su cuello hacia él quedando a escasos dos metros de este--¡Así que eres el pequeño humano que ha osado atacar a los míos!—pronunció este con voz clara y firme. Midas y los demás, excepto por el rey, quedaron pasmados al oír hablar a un dragón.


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