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REY DE DRAGONES (HELIOS SAGA) por desire nemesis

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Por todo el reino se supo la noticia. Las nuevas leyes que aplicara el rey eran muy… ¿Innovadoras?

 

Primero decretó que las relaciones entre personas de un mismo sexo no estaban prohibidas ya y derogó también el castigo que dichas relaciones traían consigo. O sea la pena de muerte.

 

Luego fue la abolición de la esclavitud y la prohibición de trata de personas.

 

Puso un impuesto más alto para los ricos y puso un tope a lo que los nobles podían sacarle a sus vasallos.

 

Después persiguió al mercado negro y sus conexiones con dinero sucio y espionaje.

 

La gente estaba absorta.

 

¿Qué tipo de rey era ese?

 

El pueblo estaba feliz pero los nobles eran otra cosa y Fye lo sabía.

 

Cuando tomó el poder tenía grandes ideas como las que llevaba a cabo Wheeler pero todas fueron desbaratadas por ellos. Le hicieron ver cuan poderosos eran en realidad y cuanto debía temer el rey a perder su propio camino como ellos lo llamaban.

 

Pero Joseph era otra cosa. Ellos no podían amenazarlo ni atemorizarlo porque él era quien inspiraba temor. Ninguna fuerza por muy grande que tuvieran podía hacer palidecer a la fuerza que el ojos mieles tenía y que se imponía sobre todos los habitantes de la tierra.

 

Incluso esas indignas leyes que trataban del decoro habían sido atacadas y las viejas matronas y los antiguos caballeros miraban con odio a tan degenerado rey, porque este se atrevió a no solo vivir con un hombre sino revelarlo a sus ojos y elegir de entre los suyos al que le serviría en la cama.

 

Fye estaba preocupado y Kuro también pero por otras razones.

 

 

 

 

 

 

El rey se levantó de la mesa y se disculpó con aquel que no veía pero estaba atento a cada uno de sus movimientos—Nos veremos en la cena. ¡Disculpa que no pueda acompañarte más pero hoy tengo varias tareas que llevar a cabo—le dijo.

 

Lo entiendo—contestó Seto mientras se levantaba ayudado por uno de los sirvientes.

 

De continuo el rey se comportaba así con el castaño y lo que todos hallaban frío era el trato propio de alguien que se sentía intimidado e intranquilo pero esas sensaciones eran dadas porque lo que deseaba el monarca y lo que recordaba sobre su piel le hacía demasiado vergonzoso hablar de otra manera con aquel que ahora se había adueñado de sus noches.

 

¡Joey!—era el único aparte de su hermana que lo llamaba así. Casi a desgana el melado se volvió. Una mano lo reclamaba así que se acercó. Las níveas manos se posaron en su cara y después de un momento desconcertante este haló su cara hasta que sus labios estuvieron sobre su oído—Esta noche no escaparás tan fácil—le susurró.

 

El rey tragó con esfuerzo. Era tanta la sorpresa, tanto el cambio y lo peor es que le hacía feliz. No era que no extrañara la otra forma de su amado sino que esta forma aún lo amaba, con más intensidad que la otra si cabe. El rey dio un paso hacia atrás al ser soltado y lo vio irse tratando de calmar sus nervios. Su ansiedad. De que llegara la noche y unirse a él.

 

Trataba de calmar su cabeza cuando alguien entró y le llamó--¡Su majestad, necesito hablarle!—

 

Él no tenía tiempo ni serenidad para eso ahora. Pedidos, reclamos. Todo sería confuso ahora.

 

¡Más tarde!—dijo sin levantar la vista para irse. Estaba incómodo y avergonzado consigo mismo por ser tan fácil de estremecer.

 

¡Mi rey, necesito hablar con usted ahora!—le dijo una voz casi amotinada que él reconoció de inmediato.

 

¿Qué rayos quieres?—preguntó a Kurogane.

 

¡La verdad!—respondió este.

 

¿La verdad sobre que?—preguntó desconcertado Wheeler. ¿Qué pensaba reclamarle ese idiota ahora? Pensaba que ya estaba todo saldado entre ambos.

 

¡Quiero que me explique esto!—le dijo el moreno abriendo una mano con el pequeño frasco azul--¿Cómo puede ser que la cura para mi amo sea tomar sangre? ¿De quién es?—

 

Creo que ya sabes de quien es y es por eso que te molesta—le contestó tranquilamente Joey.

 

¿De que se trata esto?—preguntó el ojos rojos con la mirada encendida.

 

¡Creo que has entendido mal, el rey aquí soy yo! ¿Cómo te atreves a…?—le preguntó el melado con desdén en la mirada. ¿Cómo se atrevía ese idiota a…? ¡Ya había aguantado suficiente de ese sujeto!

 

¡Nada más quiero saber porque! ¿Cómo…?—preguntaba el pelinegro, se le veía realmente absorbido por sus propios demonios.

 

Puede que los de mi familia tengamos una trágica historia pero jamás nadie se ha enfermado en ella—le contestó el rey--¿Es eso suficiente? Supuse que lo que hace especial a mi sangre podía curar a tu amo. ¿Acaso no sirvió?—preguntó luego. El ex gekkian estaba confundido y desorientado y ver así al supuesto campeón invencible no hizo sino hacer que el monarca sintiera algo de compasión por él--¡Tú y yo hemos pasado por pruebas similares! Ya no es hora de planteos. Me alegro que tu amo esté a salvo a cambio prométeme algo—

 

Creí que ya le había prometido lo que su majestad quería—dijo de mala gana Kurogane cosa que el rey pasó por alto.

 

Esto es aún más importante y puede que jamás tengas que llevarlo a cabo—le explicó el ojos mieles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque nadie de los sentados a la mesa lo supiera el día siguiente era el cumpleaños de Seto. Él tampoco lo recordaba. Cumpliría los 25 pero nadie lo sabía. Excepto por el rey que miraba desde el otro lado de la servida mesa la cincelada cara de su ex amo que no podía verle pero aún así hacía que perdiera el apetito por sentir esos ojos en su dirección.

 

Su hermana no le hablaba desde el incidente Midas y él estaba decaído también por eso pero no por esa causa iba a olvidar sus planes. Tenía preparada una sorpresa. Cerca de su aldea natal se levantaba un castillo en ruinas que él había enviado a componer. Faltaban meses para que quedara en condiciones pero era el regalo apropiado para un noble y un dormitorio adecuado para el rey. Tenía planeado todo. De día llevaría su vida a cabo en el palacio como siempre pero en el atardecer, a menos que hubiera algún ágape preparado, él se iría hacia allí en sus dragones. Varios permanecerían cuidando aquel castillo para que nadie tuviera ideas con su amado castaño.

 

La placentera vida que se imaginaba en ese lugar hizo sonreír a Joseph. Todo sería preparado en la noche. Un gran surtido de víveres y bebidas estaban preparados. Esa noche levantarían vuelo como el día en que lo rescató del desierto. Y lo llevaría a aquellas ruinas medio renovadas que tenía un par de habitaciones útiles. Es todo lo que precisaban para estar solos, lejos de todos y juntos.

 

Bebió de la copa de vino mientras sonreía. A su lado el ojos azules comía despacio la comida que desconocía.

 

 

 

 

 

 

 

 

Seto sintió un sabor extraño. ¿Qué era eso? Era agridulce. No le desagradaba. Estaba volviendo a averiguar que le gustaba en gustos culinarios y el rubio se esforzaba por mantenerlo atareado pidiendo al chef cosas cada vez más extrañas. Sí, era cerdo. ¿Y lo otro? ¿Manzanas? Algo interesante.

 

Entonces sintió un golpe seco  y otro sonido como de una silla cayendo y levantó la cara sorprendido, como si pudiera otear lo que sucedía. Se oyeron murmullos y él preguntó que estaba pasando. Nadie le respondía lo que le ponía nervioso.

 

De pronto un silencio  profundo se adueñó del lugar y luego unos pasos penetraron en el salón. ¿Qué sucedía? ¿Por qué nadie le contestaba? ¿Por qué él no le contestaba? Los pasos eran de al menos tres o cuatro personas a su parecer.

 

¡Bajaste la guardia demasiado pronto! ¡Podías ser descendiente de una divinidad pero de ningún modo eras un dios!—dijo una voz muy conocida con un feroz desdén.

 

¿Padre?—fue la pregunta que hizo mientras procesaba las palabras oídas lo que le provocó más temor. ¿Por qué estaba hablando en pasado? ¿Dónde estaba Joey? Se movió hacia la derecha a la cabecera de la mesa donde sabía que estaba pero antes de dar dos pasos su pie tropezó con algo y estuvo a punto de caer.

 

¡Creo que ahora te sentirás muy solo hijo mío!—la voz despiadada resonó mientras la mano del castaño se acercaba al suelo buscando la causa de su casi caída que había percibido con su pierna. Era una muñeca y pegada a ella una mano, con la otra mano también buscó mientras rogaba que no fuera lo que creía que era--¡Él se buscó su propio destino! ¡Tan temido y odiado! ¿Quién no hubiera pensado que esto pasaría al cabo de un tiempo? Ni siquiera el rey Midas trasvasó ciertos límites, ni siquiera él fue tan temido. ¿Cómo creía este hombre poder sobrevivir al propio odio que generaba?—

 

Eres un…--dijo el ojos azules saltando furioso hacia su padre.

 

Unos brazos lo aferraron por detrás para que no lograra llegar a su objetivo ubicado por el sonido.

 

¡Ten cuidado! ¡Puedes ser mi hijo pero…!—le amenazó Gozaburo Kaiba.

 

¿Quién es tu hijo?—preguntó el castaño feroz y dolido.

 

De pronto se oyeron sonidos de una espada siendo manipulada y los brazos que lo agarraban lo soltaron mientras dos sonidos secos se sintieron. Una esperanza brilló en su interior. Antes el otro se había hecho pasar por muerto para descubrir a Midas. Se lo contó el mismo. Él percibía las traiciones por adelantado y tomaba medidas en su contra.

 

Pero todo acabó al oír—¡Esto era digno de una serpiente como usted!—No era su voz--¿Qué hizo? ¿Puso veneno en su bebida? Tan bajo… ¡Estamos de acuerdo! ¡Cometió un grave error! Perdonó su traición a sabiendas de que su hijo sufriría por el resto de su vida el estigma de ser hijo de un traidor y para no tener que castigarlo ante él. Pero siempre he pensado que el lugar de una sabandija es debajo del pie—dicho esto se oyó el roce de la espada en el aire y después un pequeño grito.

 

¿Tú? ¿Proteges a este hombre después de lo que te hizo?—preguntó Gozaburo con incredulidad y enojo al que le había herido mortalmente en el pecho.

 

¡Te equivocas! ¡Yo no lo protejo! ¡Protejo lo que era importante para él!—contestó Kurogane, luego de que el otro cayera mandó a los soldados que se habían aproximado al oír el alboroto y al ver que los dragones se iban--¡Aseguren el palacio! ¡No dejen que nadie se vaya! ¡Traigan a la servidumbre, al chef y todos los que hayan estado cerca de la cena de esta noche! De los demás nos ocuparemos luego—después miró hacia el solo y ciego Seto Kaiba. Parecía afectado por un dolor intenso. ¿Y cómo no estarlo?

 

¿Kurogane? ¿Cómo?—preguntó el aturdido castaño.

 

¡Esta tarde me nombró Capitán de los Gekkians! ¡Me encomendó que llegado el caso protegiera lo que más amaba!—contestó el duro gekkian mientras era mirado por Fye desde el otro lado de la aturdida mesa.

 

Con cuidado el ojos azules se volvió pretendiendo llegar a la figura en el suelo mientras el ojos rojos veía el rostro inerte del melado, que ya no veía ni oía nada más.

 

Serenity estaba tan aturdida como todos pero aún así se acercó y empezando a llorar se lamentó--¡Nunca… nunca pude decirle… yo… yo en realidad no… no sentía eso… yo… lo siento… lo siento tanto!—luego de eso, presa de inconmensurable dolor se arrodilló en el suelo toda llorosa. Fye se acercaba y Kuro pensó con no poca molestia que a consolarla pero el rubio solo le dio una palmada en el hombro y fue al lado de Seto que tenía una mirada muerta.

 

Primo…--le murmuró Fye consternado.

 

El otro puso su cara hacia él--¡No podré!—le dijo y DeFluorite  quiso preguntarle a su amigo y primo pero antes de que pudiera decir algo el otro añadió--¡No podré recordar su rostro!—Kaiba estaba a punto de venirse abajo y entonces tanto él como Kurogane cayeron en la cuenta. Es como si en verdad su amigo jamás hubiera conocido la cara del rey. Le estaba siendo negada hasta la posibilidad de recordar el rostro del ser amado perdido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FIN

Notas finales:

Y así termina la historia

ya había dicho

trágico final

espero no me maten ni me amenacen

este fue siempre el final

jamas hubo otro

hasta otro fic

u.u

Agradezco a mis revieras de cada cap

yare lorsenge

Kshi Aruki

MRgamegirl y 

00

 

y otro por si estas ahi a Chocoleche que se leyo por tres dias el fic casi completo


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