¿O tú que, perro?—
No tienes derecho a encerrarme. Esto es un crimen y…--le digo mientras camina hacia mí.
¿Aún tratando de amenazarme? Todavía no estas bien enseñado, chucho—me dice antes de agarrar fuerte mi brazo y halarme hacia el escritorio.
¡Déjame!—le digo.
¡Aquí el que dá las ordenes soy yo!—me dice con mal talante. Parece furioso pero yo no se la voy a hacer fácil e intento golpearlo para que me suelte pero él atrapa mi mano con su mano libre y luego de eso me avienta contra el escritorio de manera que quede de frente a este, intento ponerme de frente a él pero Kaiba está ya a mi espalda y antes de que pueda hacer nada mete una de sus manos dentro de mis pantalones, su otra mano se desliza por mi cintura con firmeza y suavidad mientras su pelvis apreta mi cuerpo contra el escritorio.
¿Qué crees que haces?—me quejo débilmente tratando de apartar sus manos mientras su mano libre corre mi pantalón desde dentro y se apodera de la piel de mi cadera. Aso fuertemente esa mano para que me deje pero su fuerza es superior a la mía y ni se inmuta, también peleo con la otra mano pero esta está masajeando una zona que nunca antes tocó y que sin embargo reacciona como quiere a sus caricias.
¡Mostrándote quien es el amo aquí, Wheeler!—me contesta con voz dura, empiezo a temblar sin poder contenerme sobre su pecho, mi cuerpo reacciona a sus caricias sin mi permiso, mis manos se crispan sobre la madera mientras él halla pronto lugar tras mis caderas. Ha entrado en mí de manera rápida como diciendo que le pertenezco.
Tal vez digas esas cosas pero se nota cuan acostumbrado a mí estás, perro—me dice.
¿Quién dice que eres solo tú?—trato de retrucarle, me enferma tener que darle la razón aún mentalmente.
¿Así que obedeces a otros amos?—pregunta el idiota.
¡Yo no tengo amo!—le contesto furioso aunque mis nervios se crispan con el toque de sus labios en mi cuello que ya está húmedo por la traspiración.
¡Si lo tienes! ¡Soy yo!—me susurra al oído de una manera que me hace gemir aunque no quiera y eso genera que aumente sus embestidas.
Mi mano izquierda busca y se ase de su hombro derecho mientras mi brazo derecho queda atrapado entre ambos y yo de semi perfil, mi cabeza queda debajo de la suya por la diferencia de altura pero aún así, en mi estado semi convaleciente por el deseo despertado, puedo ver sus labios y una necesidad súbita se apodera de mí que me lleva a besarlos sin dilación. Nunca antes lo había besado. Siempre el sexo fue ahí y de espaldas, sin más contacto que el de su órgano en mi interior, sus labios en mi espalda, sus mordidas y cuando apresaba mis manos con las suyas. Jamás tampoco me masturbó, lo que hizo creo que mi lívido aumentara al punto de desear un beso.
Es sorprendente la reacción que él tiene ante esto porque entonces se despega de mí, saliendo de mi ser y me obliga a voltearme. El beso se vuelve más profundo y pasional mientras sus manos me obligan a sentarme sobre el escritorio y luego una de ellas levanta una pierna mientras su boca intenta devorar la mía con un cálido fuego que se intercambia entre ellos y el pasaje de dos prisioneros que visitan la cueva ajena y se entrelazan en abrazos suaves y húmedos.
Sin pensarlo elevo mi otra pierna y lo dejo entrar en mí de esta nueva manera mientras mis brazos han rodeado su cuello y una de sus manos mi erecto miembro. El orgasmo viene pronto, poderoso y brutal, mis gemidos sonoros se apagan en su boca mientras percibo el esfuerzo de su ingle por llegar más dentro de mí. Abandono su boca para un último grito mientras siento un gutural sonido en mi oreja. Él se derrama dentro mío mientras me derrumbo en el mueble, con su mano aun rodeando mi flácido falo que ha empapado a ambos con su cálido líquido albo.