Estaba exhausto aún bajo el cuando me dijo al oído mientras comenzaba a mover de nuevo sus caderas contra mí—A partir de ahora ya no te daré duelos. Si quieres conseguirlos ve a un campeonato. A partir de ahora solo vendrás a estar conmigo, sin excusas—
Yo sentí que palidecía. De alguna manera parecía que había caído en una trampa pues el ojos azules me estaba cortando la única salida útil, estaba pidiendo que le declarase mi deseo abiertamente, sin tapaduras pero durante el beso que me dio perdí el norte y me encontré de nuevo atrapado por su cuerpo. De pronto empecé a gemir alto.
Se-ría mejor… que nos en-contraramos… en otro lugar. Como en… tu empresa. Mokuba puede…--le dije. Me preocupaba que mi pequeño amigo nos oyera al pasar por la puerta. Después de todo esta también era su casa.
¿A la empresa?—me pregunta jadeante mientras se introduce más y más hondo dentro mío--¿Con todas esas cámaras de seguridad… y empleados? Wheeler… déjame planear esto a mí. ¿Quieres? Nada es mejor que esta casa. Es pri-vada y lo que ocurre aquí muy pocos ojos lo pue-den observar. Créeme… que podré controlar la situación. ¿Por qué crees que sigues viniendo aquí?—
Lo tenía todo metódicamente controlado, como si fuera un duelo y yo su rival.
Pero Mo-kuba—objeté mientras me arrastraba de un lado a otro por la madera gracias a sus embates.
Él no oirá nada. Esta habitación está insonorizada perro—me dice.
Deja de decirme, perro—le exijo casi suplicante y el sonríe de manera ladina.
¿Por qué?—me pregunta con su boca sobre la mía—Yo nunca dije que fuera un insulto. Los perros son lindos. Hacen lo que su amo quiere y son premiados por ello. ¿No te gusta ser mío Wheeler?—me dice con su mirada intensa taladrando mis ojos y una mano en mi mentón para que no pueda desviar mi mirada. Me toma tan por sorpresa que el sonrojo de mi cuerpo aumenta desmesuradamente—Sé que te gusta—me dice luego antes de fundir su boca con el costado de mi cuello, luego de mordisquear un poco lo lame y lo chupa mientras mi interior arde y su mano acaricia mi abdomen.
¡Kaiba, no1 Voy a ve…--digo y él me detiene en seco.
Sé que vas a venirte. Es… lo que quiero—me dice con su cabello rozando la piel de mi oreja y su cálido aliento golpeando con mi húmedo cuello. Me arqueo y doy todo de mí en un grito, agotado me dejo caer sin mas mientras él termina casi a la par mía. Se separa de mí agitado y me mira con ojos entrecerrados, los azulinos faros parecen oscuros en esa mirada y me pregunto que planea, de pronto su boca baja y muerde mi pezón con fuerza.
¡Auch! ¿Y eso por que fue?—pregunto algo cabreado.
Me gusta marcar mi propiedad—me dice el muy cabrón.
Pues yo no soy… mmmm—él detiene mis palabras con un beso pasional y al retirarse me retruca.
Si lo eres, ya lo verás. La próxima vez que vengas a mí no será por interés en los duelos ni por fastidiarme. La próxima vez no tendrás redención—me dice muy confiado el hijo de su madre. En parte quisiera gritarle que no vendré y en parte me asusta su seguridad porque algo muy dentro mío me dice que terminaré cayendo de nuevo en sus brazos.
Se aleja y arregla su ropa. Yo intento arreglar la mía pero mis manos tiemblan de una manera perturbadora. Jamás antes me pasó eso. Él ya arreglado me mira silencioso--¿Qué sucede?—le pregunto.
Me gustas más cuando tiemblas chucho—me dice con esa voz sordina de siempre que me hace enfurecer pero descubro que me he sonrojado hasta la coronilla.
Mañana ven a las 6, que tengo hora con el médico—me dice como al pasar cuando estoy girando el pomo de la puerta. Me devuelvo a mirarlo. Ni siquiera me mira. Esta ya metido en su laptop.
Los acontecimientos de ayer aún me perturban y es que ver a Seto Kaiba como la persona que deseo es muy difícil para mí. Estoy buscando mesa en la cafetería de la universidad cuando escucho que una voz familiar grita mi nombre. Es Yugi, a unas cinco mesas a la distancia. Voy allá y me siento. De pronto descubro una sorpresa desagradable. A Yugi se le ha pegado vaya a saber como un antiguo conocido que no me agrada mucho.
¿Qué pasa, perro?—me pregunta en tono casual.
Miro a Yugi como si la otra persona no existiera.
Es muy descortés no saludar, Joey—me dice Devlin.
Es más descortes vomitarte encima yo creo—le digo a él.
No es por nada pero vaya a saber porque me crispa que me llame por el apodo que me dio Kaiba.
Joey…--dice algo preocupado mi amigo y me dispongo a calmarlo porque él no tiene la culpa de nada cuando Devlin con esos ojos ladinos me mira y suelta la parca.
Me parece que la novia de Wheeler lo tiene estresado—dice.
¿Qué?—pregunto sorprendido ante tal comentario.