¿Y bien? ¿Qué decides perro? No tengo todo el día—me dice Kaiba sentado debajo de mí. Me paro mientras trato de pensar a todo lo que da. Una objeción o duda viene a mí y le replico.
Pero Yugi sería mejor para…--digo y el me corta.
¿En serio crees que metería a Motou en mi academia?—me pregunta muy serio. Es obvio que no. Son rivales naturales y lo último que haría Kaiba es ofrecerle trabajo allí. No permitiría que nadie lo opaque en su propio negocio--¿Lo quieres o no?—pregunta algo molesto o más bien ansioso de terminar con el tema. Debe tener mucho que hacer.
La oferta es tentadora pero…--digo tratando de ganar tiempo para encontrar una excusa.
Bien. Empiezas mañana a las 8. Toma el ferry desde el puerto de Unazu—me dice él como cerrando el tema.
¡Hey! Yo no dije que…--digo cabreado.
Sé sincero Wheeler y no agotes mi paciencia con idioteces. Es el mejor trabajo que te han ofrecido y te ha llegado en el momento justo. Con el dinero podrás pagar tus gastos y la universidad ya no te será tan pesada por lo demás tengo asuntos importantes de que ocuparme así que esto ya queda terminado—dice y se sienta ante su laptop como si nada.
Como quisiera golpearlo, pero… todo lo que dice es cierto, mis manos se cierran en un puño. Ese idiota.
Esa mañana el frio de la mañana me hace temblar las manos y me las soplo mientras espero poder embarcar antes que me salgan cubitos de hielo de la nariz. Luego de un viaje confortable llego a la jodida academia y me quedo sin habla. El idiota se ha comprado toda una isla para la dichosa escuela. Hay muelle, edificio de administración y dormitorio para los alumnos. Todo se ve nuevo, limpio y eficiente. Eso me hace pensar que es de Kaiba. El tipo siempre parece rodeado de este tipo de ambientes. Aunque sé que él estuvo en un orfanato y que luchó mucho por llegar donde está eso no cambia mi visión interna de él que lo cataloga como un riquillo que nunca ha tocado el polvo.
Una de las secretarias de administración me da la bienvenida y me muestra todo. Hay cafetería, ultramodernos aparatos todos hechos en Kaiba Corp para la instrucción de duelos, cafetería, hasta gimnasio y cosas deportivas para los que deseen practicar deportes en su tiempo libre, hay un minihospital, y empleados de seguridad y mantenimiento en tres turnos. Esto parece una ciudad, la ciudad de Kaiba, me digo con algo de desespero al comprobar de nuevo cuan lejos estamos el uno del otro.
Él maneja un imperio, yo soy un mediocre estudiante universitario. ¿Querrá recalcármelo con este trabajo?
Hoy no deberá trabajar tan solo firmar unos papeles. Su clase empezará mañana—me dice la secretaria.
“¿Qué?” Me digo mentalmente. “¿Ese idiota me hizo levantar a las seis para estar aquí a las 8 por unos simples papeles?” No me lo creo. De lo furioso que estoy voy y le pego pero para su suerte no se encuentra en la isla. Maldito Mar del Japón, si no tuviera que cruzar una parte de él le daría una buena gresca al creído y manipulador ese. Voy a firmar los dichosos papeles aunque no tengo ninguna gana de trabajar para ese explotador hijo de su soberana madre.
Después de colgar el teléfono mientras yo firmaba la secretaria me dice—El señor director desea verle cuando termine de firmar—
Es muy lógico. El director querrá saber que clase de bicho le manda Kaiba. Debe pensar que estoy abusando de mis influencias o algo así. Tal vez me adorne para quedar bien con su jefe o me pregunte que hago aquí si conoce mi pasado en los duelos. Me pregunto quién será el tipo.
¡El muy hijo de su madre! Me mira con una sonrisa de medio lado, se mofa de mí en mis narices.
¡Que coño haces tú aquí, Kaiba?—pregunto.
¿No te dijeron que el director quería verte?—preguntó detrás del escritorio muy pancho.
¡No me digas que tú eres el director!—me asombré y también me indigné--¿Eres presidente de una compañía y director de una academia a la vez?—pregunto. Me gana el asombro. Con todo lo ocupado que debe estar dirigiendo Kaiba Corp. ¿Cómo coño puede tener tiempo para dirigir esto? Yo tengo problemas para estudiar y trabajar al mismo tiempo. Pero no debo asombrarme. Ese tipo tiene mi edad y está donde está.
No estoy aquí todo el tiempo. Este lugar se dirige casi solo. Yo solo vengo por cuestiones administrativas—me dice como si nada el hijo…
¿Y no piensas delegar? Te va a dar un infarto antes de los 28—le digo muy serio y el me mira ladeando un poco la cabeza.
Este lugar no me provoca ningún stress y puede que algunos de los duelistas que salgan de aquí me hagan ganar prestigio mundial aunque ya viene gente de todo el mundo—me dice con esa mente de calculadora que tiene. Se levanta y mira hacia abajo por el ventanal pues estamos en la última planta. Entonces me doy cuenta de que llegó en el helicóptero que sobrevoló el lugar hace un rato. El tiene transporte propio. Por eso puede llegar e irse cuando le viene en gana.