¿Quién dijo que hemos terminado perro?—me repite al ver que no le contesto—Recuerda que ahora no solo soy el dueño de la compañía para la que trabajas sino tu superior—
¿Qué rayos?—trato de reclamar pero de pronto siento sus labios sobre los míos y mientras mi cuerpo se deja llevar sin mi permiso recuerdo que solo soy un juguete para él. Algo que usa para sacarse el stress. Está manejándome como quiere y me pregunto hasta que punto me dejaré llevar. Está tratando de dominar mi vida. Es cierto que este trabajo me conviene pero… ¿hasta cuando durará todo? Algún día se aburrirá de mí y me dejará sin nada. Sí, ese es el Kaiba que conozco. El que ataca cuando menos esperas, el que tiene siempre una trampa preparada, juega metódicamente y cuando menos piensas estás en sus garras, luego se burla de ti por haber caído.
Maldito tipo sin escrúpulos y yo que estoy enloqueciendo por sus trampas y por él. De pronto estamos como en el sillón de su oficina, él me ha bajado el saco y estira cuello de mi remera para apoderarse de parte de mi hombro el cual acaricia con sus labios porque sabe lo que causa en mí, su cuerpo está adelantado en el mueble para que su parte viril quede expuesta mientras sujeta mis caderas que están sobre él de manera que no pueda alejarlas, pero no puedo, mi cuerpo se niega a darme el consentimiento de una voluntad verdadera atendiendo solo sus necesidades. Se entrega de manera constante a él.
¡Más rápido!—me indica Kaiba con voz un tanto molesta.
¿Por qué? ¿Por qué me cuesta tanto resistirme a él?—me pregunto con desasosiego mientras su mano se cierra brutal sobre mi falo como si intentara arrancarlo de mí, Lo deja quieto, como negándome toda posibilidad de alivio.
No antes que yo—me susurra de repente en el oído logrando que una descarga eléctrica me recorra rápidamente. Su voz en ciertas ocasiones, con ese tono demandante que siempre tiene el hijo de su madre, provoca ese efecto en mí. Sin quererlo lo ha provocado, El muy idiota ha extendido mi semen sobre los dos y este escurre desde sus piernas. Me comprimo y eso hace que él también se venga.
Observo el desastre que hemos hecho mientras lo miro—¿Cómo harás para salir así?—pregunto inquieto por su reacción.
Tranquilo perro—dice mientras camina al perchero de donde saca su gabardina—Este aditamento se hizo para esa clase de cosas. Es cierto, con la gabardina puesta nadie se dará cuenta de la mancha. Es posible que en Kaiba Corp tenga ropa o envie a por ella mientras esta sentado tras su escritorio. Es un tipo de recursos. Eso también resalta la distancia que nos separa.
¿Y yo que voy a hacer?—pregunto mirando mi propio pantalón manchado.
No tienes de que preocuparte. Nadie se fijará en ti mientras estás conmigo—me dice lo más suelto de cuerpo. Como lo odio.
Ambos nos subimos al helicóptero que ya está en marcha y nos sentamos en la parte trasera. Mientras nos elevamos veo con algo de pasmo como por la ventana el mundo se mueve y se aleja el edificio de mí, luego el mar nos envuelve con ese increíble azul que veo cuando miro a los ojos de cierto predador. No por primera vez me pregunto como saldré de esto. Ileso no, conociendo a Seto Kaiba.
¿Atemorizado perro?—me pregunta de pronto al oído y me dan ganas de chillarle pero no. Empiezo a perder las ganas de argumentar con este idiota y no puedo pegarle a cientos de metros de altura. ¿Qué si se le ocurre tirarme? Estamos solos en el océano y yo tengo malas experiencias con el agua.
Lo miro. Ahora se recarga en la ventanilla del aparato pero me mira con una sonrisa torcida y sus ojos predadores--¿No pensaras…?—pregunto alarmado. ¿Ese hijo de perra podría querer tener sexo aquí arriba? Me señala delante y puedo ver al piloto en la cabina. Se está riendo de mí. De seguro piensa que mi mente esta pensando siempre en eso pero… ¿De quien demonios es la culpa?