Sus labios se mueven sobre los míos con esa dichosa intensidad que hace que electricidad recorra todo mi cuerpo. Mi mano se mueve por su torso de manera ascendente mientras sus caderas hacen mella en las mías haciéndose un lugar entre estas. Su beso es intenso como su deseo. Puedo sentir sus manos contra mi pelvis comenzando a desvestirme mientras yo disfruto el contacto de esos labios.
Recuerdo que ellos fueron los culpables de que todo cambiara. Aquel día, cuando lo besé por primera vez nuestro interactuar tuvo un cambio no tan superficial como puede pensarse. Porque antes de entonces todo había sido un impersonal toma y daca pero desde ese beso maldito, mis ideas se entrevesan a veces. Es todo imaginación mía y más vale dejar todo así pues para Kaiba solo soy otro de sus juguetes. De sus bueyes de sacrificio, me digo mientras mi mano baja hasta su cinturón.
¿Estas apurado por llegar a algún lado, perro?—me pregunta al ver que empiezo a desprender la prenda.
Tengo universidad en 45 minutos y no voy a quedarme una vida jugando contigo—le digo. Me siento aun molesto por ser traído aquí sin mi consentimiento. Pienso que todo esto es una vil trampa de este idiota.
De pronto el acaricia con su índice la raya de mi trasero y me saca un gemido involuntario ante la inesperada acción.
¿Ya estás sensible aquí?—me pregunta e intento aparentar que no pero por la sonrisa que veo por mis ojos entrecerrados no creo estarlo convenciendo. Mi pene se yergue más, puedo sentirlo y él sonríe con satisfacción. Creo que piensa que me pone en mi lugar al verme así. El muy hijo de su soberana madre. Kaiba adelanta un poco sus caderas rozando apenas con ese acto la punta de mi erguido miembro, haciendo que me estremezca y que un quejido escape de mi boca.
¿Sabes?—me susurra al oído con esa voz grave que tiene el muy idiota—Te ves lindo así—prosigue.
¿Lindo? ¿Cómo que lindo? ¡En la vida nadie me llamó así! ¡Que Kaiba sea el primero…! ¡Que me aspen si me gusta esta situación! ¡Lindo! ¡Por favor! ¿No pudo inventarse algo mejor? De seguro a todas esas chicas y chicos que se trajo aquí les dijo lo mismo. Sé que no soy nada especial pero caer con un truco tan barato. ¡Me ofende!
¿Eres idiota o qué? ¿En verdad hay gente que te cree eso? ¡Conociéndote es lo más falso que puedes decir!—le digo sin rodeos.
Entonces se aleja y mira mi cara de enfado—Puede que lo entiendas pero esa cara toda ruborizada da la razón a mi táctica—me dice el muy cabrón todito feliz con su hazaña.
¡No te des coba, Kaiba! Si estoy ruborizado es porque se me subió la lívido no por tus dulces palabras—le retruco algo cabreado.
Entonces el muy hijo de una cabra se acerca a mi oreja y me susurra con esa voz grave y ronca que pone en ciertas cuestiones—Aún así eres lindo, perro. Con solo verte así haces que mi deseo aumente diez veces—luego el idiota va y me muerde como un vampiro en la base del cuello.
Trato de alejarlo pero el éxtasis de su mano que entra y sale de mi interior con un vaivén constante me impide hacerlo con la debida fuerza. Una de mis manos aun sostiene entre los dedos su cierre y mientras sonríe lame y muerde todo entre mi oreja y mi brazo.
¿Será pariente de Anibal Lecter?
Le da por morder y morder al muy tarado.
A mí me avergüenza un poco pero siento que con ese contacto algo se eleva en mi ser, el calor y las ganas se vuelven más intensas.
Sus manos elevan mis caderas, ya esta pronto para entrar en mí mientras una de sus manos aprieta mi miembro como si quisiera romperlo, lo hala y lo empuja con rudeza. Me quejo y trato de apartar su mano pero con la otra él aleja la mía hasta sobre mi cabeza y es cuando sus ojos encuentran los míos. Azul de cielo nocturno. Me mira con esa mirada que tiene en los duelos, como si buscara en mi interior mis flaquezas. Como si intentara infundirme temor. Mientras sostiene mi mirada entra en mí y pronuncia esas palabras.
¡Eres mío, perro! ¡Y lo serás hasta que yo lo quiera!—