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Hermosos y malditos por Kitana

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Estaba nervioso, no podía creer que las cosas estuvieran sucediendo de esa manera, no podía creer que toda su vida estuviera a punto de dar un giro de trescientos sesenta grados. Exhaló un suspiro de hastío, llevaba un par de meses en esa casa y las cosas no parecían mejorar de ninguna manera. Su futuro esposo no parecía ser del tipo que se deja manipular, al contrario. Giovanni había cortado de tajo todas y cada uno de sus maquinaciones, había conseguido captar al instante sus propósitos y le había frenado aún antes de poner en práctica sus planes.

Ese día se casaría. Y no era que le desagradara la idea de ser el esposo de alguien tan poderoso como lo sería en adelante Giovanni Altovelli, lo que le desagradaba era que Giovanni era muy parecido a Luigi, la pequeña gran diferencia radicaba en que Giovanni no le permitía llegar más allá, Giovanni no permitía que sus deseos se vieran cumplidos. Giovanni pretendía en efecto controlarlo.

Para Giovanni, la situación con Camus era un simple juego de estrategias, a pesar de todo le divertía jugar con él. Se dijo que tal vez en otras circunstancias, él mismo habría pedido unirse a ese desquiciado pelirrojo. Pero estaba consciente de que no todo era diversión, había que apretarle bien las tuercas a ese niño antes de que creyera que podía escapársele.

La boda se celebraría en menos de una hora, estaba listo. Alessandro se apareció por su habitación con un paquete.

- Toma, es para que estrenes algo esta noche. - dijo burlón.

- Cretino... - Giovanni sonreía, al igual que Death Mask.

- Jamás creí que al viejo se le ocurriera que te casaras con ese.

- Alguien tiene que pagar los platos rotos, ¿y quién mejor que el  ilegitimo?

- Eres más inteligente que yo... sabrás aprovechar esto.

- Mi única carta es que ese crío es hijo de Luigi, o al menos eso es lo que nuestro padre cree.

- Gio, el crío de verdad es suyo, sabes que a Luigi no le gustaba compartir sus juguetes.

- ¿Estás seguro?

- Sí. Él me obligaba a vigilar a ese maldito francés.

- Entonces hay mucho de él que tú sabes.

- Suficiente como para que lo tengas quieto.- los dos sonrieron con malicia.

- Cuando regrese de la luna de miel hablaremos.

- El viejo esta considerando hacerte su sucesor.

- Te lo dará todo a ti, tú eres legítimo, no yo.

- Con lo duros que se están poniendo los rusos... no lo creo. Escuché algo, el jefe de los chinos regresa.

- ¿El Tigre abandona el retiro?

- Sí. Las cosas se pondrán peor todavía. El viejo está nervioso.

- ¿Y quién no? Le debe una y muy grande a ese tipo.

- ¿Es cierto lo que dicen?

- Todavía era muy joven cuando eso pasó... pero es cierto. Todos creímos que el Tigre vendría hasta aquí a descuartizarlo vivo, pero no sucedió. Sus motivos habrá tenido. La cuestión es que debemos averiguar que intenciones tiene, solía ser aliado de los rusos, y si se unen, esta vez nos acabarán.

- Somos fuertes.

- Pero no tanto como para enfrentarlos a todos, es hora de buscar alianzas.

- Los únicos que nos quedan son los japoneses, y esos malditos están demasiado locos.

- Medidas desesperadas para casos desesperados. Tenemos que buscar aliados. O conseguir a alguien que los traicione desde dentro.

- Será difícil...

- No dejo de pensar que Penrill Navokov tuvo algo que ver con la muerte de Luigi, no es que me importe que nuestro gran hermano mayor este muerto, solo siento curiosidad por saber como lo logró sin que nadie pueda señalarlo directamente.

- ¿Por qué odiabas a Luigi?

- Nunca lo odie, pero tampoco puedo decir que me haya agradado.

- Él no le agradaba a nadie.

- A nuestro padre sí.

-  Nuestro padre solo es un viejo enfermo y débil que no sabe que hacer ahora que él esta muerto.

- Casi es hora. - dijo Death Mask consultando su reloj.

- Si, voy a darle unas últimas instrucciones a ese pequeño cretino y me reuniré contigo en la biblioteca, quiero decirte algunas cosas antes de esta estupidez.

- Como digas. - salieron de la habitación. Giovanni se dijo que no había mucho que pensar acerca de ese asunto de la boda, todo lo que tenía que hacer era mostrarle quien mandaba, enseñarle que no había lugar para tonterías y que, aún si no le gustaba, debía hacer todo lo que a él se le antojara que hiciera.

Endureció el rostro una vez que llegó a la puerta detrás de la que se hallaba Camus. Con gesto duro y frío abrió. El pelirrojo estaba tendido en la cama, aun con el pijama puesto y sin intención alguna de salir de ahí.

- Falta menos de una hora para la ceremonia, esperaba que al menos te hubieras bañado.

- Te repito que puedo hacer lo que se me venga en gana.

- Y yo te repito que harás lo que a mi se me venga en gana. - dijo y le arrastró fuera de la cama tirando de la larga melena del francés.

- ¡Eres un idiota!

- Tú eres el único idiota aquí, aún no entiendes tu lugar en todo esto.

- No sé que te estás pensando pero... - Giovanni no le dejó terminar, cruzó su rostro con una certera bofetada que le hizo sangrar.

- Volveré en media hora, espero que estés listo para casarte conmigo o para deshacerte de tu hijo. - Camus lo vio salir, sintió la desesperación abrirse camino en su pecho, no podía creer que las cosas hubieran tomado ese rumbo. Giovanni era mil veces peor que la peor de sus pesadillas.

Con desánimo se preparó para la ceremonia. Todo le parecía irreal. No tenía idea de si se presentaría su madre, estaba seguro de que su padre  había terminado muerto a manos de alguno de los hombres de los Altovelli.

Giovanni era particularmente cruel, gozaba de ponerle contra las cuerdas. Los últimos meses de su vida habían sido un verdadero infierno. Giovanni estaba muy lejos de ser el hombre gentil y educado que aparentaba, era con mucho, peor que Death Mask y Luigi  juntos. Le parecía que disfrutaba de humillarlo y amenazarlo en cualquier oportunidad que se le presentaba. Había llegado a entender que cualquier intento de resistencia se vería aplastado sofocantemente. Aún así,  no se resignaba a su suerte.

El tiempo transcurrido al lado de Giovanni había bastado para terminar desdibujando lo que él solía ser.

Comenzaba a ser una persona completamente distinta de cómo solía ser.  No quería resignarse a esa suerte, a sufrir  a Giovanni.

Sabia que una vez que estuvieran casados no podría escapar por ningún motivo de esa esfera de cristal en la que le habían encerrado desde su llegada a la casa Altovelli. Se acarició el vientre apenas  sobresaliente, se dijo que tenía que hallar la forma de salir de eso bien librado y con su hijo.

Uno de los guardaespaldas se presentó, era la hora. Se sintió nervioso, no podía creer que las cosas se hubieran dado de esa manera.

Camus hizo su aparición en el salón donde ya el juez esperaba. Se veía espléndido. Giovanni se dijo que por primera vez en su vida, recibir las sobras de Luigi le sentaba bien.

Camus no atendió ni media palabra de lo que el juez decía, simplemente se limitó a decir acepto cuando Giovanni le presionó la mano con fuerza. Al termino de la ceremonia tuvo que aceptar el beso que su ahora esposo le dio, fue el beso más amargo de su vida.  No podía creer que todo aquello le estuviera sucediendo de verdad a él.

Por la noche se despidieron de la familia de Giovanni y se hospedaron en una suite de lujo en el mejor hotel de Atenas.

Mientras subían al último piso de aquel hotel, Giovanni recordó las palabras que le dirigiera su padre pocos días después de que Camus llegara a la mansión Altovelli, "Te exijo que lo respetes, no  intentes nada hasta estar casado con él y estar seguros de que mi nieto no corre peligro. Ya casados podrás hacer lo que se te venga en gana con él."  Estaba decidido a ejercer sus derechos de esposo sobre Camus,

El chico era realmente atractivo y no iba a desperdiciar la oportunidad de gozar un poco teniéndolo en su lecho.

Al otro lado de la ciudad, en el hospital de la comunidad libanesa, la familia Gemini se hallaba reunida en la sala de espera de la sección de maternidad. Milo estaba a punto de dar a luz.  Kanon se paseaba con desesperación por el corredor. Saga le dio alcance.

- Relájate Kanon, solo va a tener un bebé. - dijo Saga palmeándole la espalda.

- Eso lo dices porque no es tu novio el que esta allá adentro solo y asustado.

- Esta en las mejores manos, tú lo sabes, debes tranquilizarte, todo va a salir bien.

- Tengo miedo... el médico dijo que es demasiado joven para algo como esto.

- Él es fuerte, y esta completamente sano, todo va a salir bien.

- Nunca debió embarazarse...

- Vamos Kanon, tú eras quien decía que ese bebé era lo mejor que pudo pasarles. - Kanon sonrió, su hermano tenía razón, ese bebé era lo mejor de la existencia de ambos.

- Es cierto... pero no dejo de temer por Milo.

- Verás que todo estará bien, pronto vas a tener a tu hijo en brazos, y a Milo sano y salvo.

- Es verdad.

Los padres de los gemelos los miraban desde lejos, complacidos por la actitud de ambos, sabían de lo cerrado en sí mismo que era Kanon. Saga era la única persona que lo hacía abrirse lo suficiente como para reconocer sus sentimientos.

Alcestes estaba bebiendo un poco de té que Penrill había conseguido después de caminar durante media hora.

- Está delicioso. - dijo Alcestes con una sonrisa que hizo que a Penrill se le olvidara lo molesto que había sido caminar durante media hora en busca de un lugar donde vendieran te de jazmín.

- Más te vale... - susurró Penrill.

- ¿Dijiste algo lobito? - le dijo Alcestes con una sonrisita que lo desarmó.

- Nada, nada, solo que tengas cuidado porque aún está caliente.

- Eres tan considerado. - dijo Alcestes sin dejar de sonreír. - Pero si te escuché.

- Gnomo por los dioses, ¿y esperas que sonría después de caminar media hora solo para conseguir un maldito té?

- Soy tu maldito esposo y tu deber es consentirme. - dijo Alcestes comenzando a ponerse de mal humor.

- Es verdad... - se resignó Penrill. - ¿De verdad no quieres tomar el bisquet? Se ve francamente apetecible. - dijo Penrill contemplando el panecillo. Finalmente se decidió y mordisqueó el pan. Las carcajadas de Thol lo hicieron aterrizar en la realidad. - ¿De que demonios te estás riendo?

- De que si sigues comiendo como hasta ahora te vas a poner más gordo que el gnomo.

- Eres un idiota. - sin quererlo, Penrill terminó sonriendo, solo que su sonrisa se borró al ver aparecer a Hagen y Mime, no tenía nada en contra del menor, pero Hagen era otra cosa. Estaba furioso, ¿cómo se atrevía a acosar a su esposo?

- Ay Zeus, debo estar maldito. - dijo Alcestes.

- Tranquilo gnomo, yo me hago cargo esta vez.- dijo el ruso mirando con gesto asesino a Hagen. - Tú ve a fastidiar a tus hermanos, yo me encargo del soldadito.

-Claro que no, te dije que voy a patear su rosado trasero yo mismo. - dijo Alcestes.

- ¿Con mi bebé en camino? No lo creo gnomito loco, ve a fastidiar, anda.

-Al menos déjame ver como lo haces. - dijo Alcestes con gesto infantil.

- Gnomo, no me gusta repetir las cosas...

- A mí tampoco, ya te lo dije, soy tu maldito esposo y tu maldito deber es consentirme.

- Esta vez no, no voy a arriesgarme a que resultes herido, además, el médico dijo que no debías sobresaltarte en exceso.

-Ese médico sabe un demonio. - dijo Alcestes contrariado.

- Hazme caso, Thol, sácalo de aquí. - el gigante asintió y tomo a Alcestes por el brazo.

-Vamos gnomo, tú no tienes que estar presente en esto.

- Vete al demonio Thol, y tú también Penrill, llévame al auto. - dijo Alcestes algo molesto, no le gustaba que Penrill adoptase esa actitud, se creía capaz de solucionar el asunto por sí mismo.

Anaximandro se acercó al ver lo furioso que estaba Alcestes al salir con Thol.

-¿Ocurre algo Penrill? - dijo el patriarca Gemini

- No, solo que hay un asunto que debo atender con Hagen y prefiero que Al no este presente.

-Comprendo, ¿hay algo que pueda hacer por ti?

-Sí, mantener a Alcestes lejos por el momento.

- De acuerdo. - Anaximandro no aprobaba los métodos de su yerno, sin embargo, creyó que esa era la forma perfecta de hacerle entender a Hagen que no era aceptable la cercanía que pretendía mantener con Alcestes, en especial porque su hijo no se cansaba de maldecirlo.

- Hola chicos. - saludo Mime con una sonrisa, los muchachos le respondieron el saludo y él se integró al grupo.

Penrill no perdía de vista a Hagen. No iba a darle oportunidad de ir a buscar a Alcestes. Se mantuvo lejos de la vista del rubio hasta que le vio dirigirse en dirección al pasillo en el que Alcestes y Thol habían desaparecido.

-¿A dónde crees que vas? - dijo Penrill. Hagen se descolocó, la mirada de Penrill le recordó al salvaje peleador que solía ser el ruso. Hagen se sintió acorralado por esa mirada violeta y el rostro decididamente furioso de ese hombre al que consideraba un verdadero enemigo.

- No te metas en esto Navokov.

-Escucha bien mis palabras soldado porque no pienso repetirlas. - dijo Penrill con una mueca amenazadora. - No te le acerques, no le hables, no lo mires siquiera, tú no eres nada en su vida, entiende tu derrota y sal de su vida de una vez por todas.

- Tú no eres nadie como para decidir por él.

- Por si no lo habías notado, él ya ha decidido. Y se decidió por mí. - Hagen lo miró con desprecio.

-Eso es porque esta agradecido de que le hayas salvado la vida a su hermano, solo eso, no te sobreestimes Penrill.

- Tal vez... tal vez tengas razón, pero no en cuanto a que quiere volver contigo,

- Tú eres quien debería apartarse de él. Estar al lado de alguien con tus antecedentes solo lo daña, ni siquiera su familia te acepta.

- Eso es algo que no te incumbe soldado. - escupió Penrill con franco desprecio.

- Afróntalo Penrill, no eres más que un criminal que finge haber enderezado su vida.

-Eso no tiene importancia... no me interesa tu opinión, lo único que quiero de ti es que te apartes de mi esposo.

-¿Y si no qué? ¿Me matarás como mataste a tu rival de negocios?

- Hay que ver la cantidad de estupideces que te hace decir la desesperación. No tuve nada que ver en lo de Altovelli, no es mi culpa que su padre y el mío hayan sido enemigos.

- Te aseguro que me encargaré de descubrir hasta donde estás metido en los negocios de tu familia y entonces, nada ni nadie te sacará de Cabo Sunión si no es muerto.

- ¿Tú soldado? ¡Odín! Si no has sido capaz de ver tus errores, ¿serás capaz de algo más? - dijo el ruso en tono burlón. Hagen enfureció, su puño voló en dirección al sonriente rostro de Penrill.

El ruso se movió lo suficientemente rápido como para esquivar el golpe.

- No toques ese botón soldado. - dijo Penrill con gesto homicida.

- ¿Por qué? ¿No me crees capaz de partirte la cara?

- No, claro que no te creo capaz, estoy seguro de que no podrías. - la burla de Penrill hizo mella en Hagen, el rubio estaba furioso.

Se liaron a golpes ante la mirada estupefacta de los presentes. Solo Saga se atrevió a intentar separarlos.

- No, deja que lo hagan. - le pidió su padre. Saga lo miró sorprendido, Anaximandro siempre había sostenido que la violencia no era el medio de solución de conflictos por excelencia. Saga se quedó mirando como los demás a Penrill pelear con Hagen. Mime reaccionó y se acercó.

- Espera Mime, no te acerques, podrían lastimarte. - le dijo Afrodita. El sueco se adelantó unos pasos, estaba decidido a terminar aquello. Se aproximó a Saga.

- ¿Por qué no los separan? - dijo con cierta molestia.

- Porque así es como arreglan ellos las cosas. - dijo Anaximandro con tono que no admitía replica.

- A mí no me parece  que sea la mejor manera.

- Afrodita, es mejor que nadie intervenga en esto. - dijo  Saga, Afrodita lo miró. No estaba de acuerdo. Mime comenzó a gritar. Kanon apareció y pasando junto a su gemelo fue a separar a los dos hombres.

- ¡Basta ya! - gritó el menor de los gemelos.

- Tranquilo cuñado... por mi parte ha sido todo. - dijo Penrill con una sonrisa torcida.

- Pero no para mí Navokov, esto no se va a quedar así.

- Déjanos en paz soldado, es lo mejor que puedes hacer.- dijo Penrill.

-¿Me amenazas?

- Por supuesto que no... solo te digo que no voy a permitir que lo dañes de nuevo. - dijo el ruso mientras se limpiaba el rostro con un pañuelo. Kanon los escuchaba sin entender, era obvio que se referían a Alcestes, sabía que Hagen había sido buen amigo de su hermano, pero desconocía las razones por las que un buen día Alcestes había decidido odiar a Hagen.

- Tenemos que hablar lobo. - dijo Kanon mientras Hagen se alejaba seguido por Mime.

- Si es sobre Alcestes no te diré nada, habla tú con él, es asunto suyo si te lo dice o no.- dijo Penrill.

Kanon lo vio alejarse, Saga tenía razón, Alcestes era un cofre repleto de problemas y secretos.

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