¡Vete Devlin! Necesito hablar con el perro. Después hablamos—le dice él y el sonriente pelinegro hace un saludo medio militar y se va lo más campante riendo de cuanto he caído en la estupidez.
Eres mío, solo mío—dice la voz de Kaiba en mi oído en un susurro.
¡No!—intento negarme tratando de voltear mi cara pues él ha quedado atrás evitando que llegara a Duke. Entonces mis labios quedan atrapados por los suyos y no puedo emitir más sonido.
Me voltea pegándome a sí con mucha fuerza, trato de no corresponder pero es Seto, sus manos, su cuerpo. Aunque yo no quiera correspondo, ataca mi cuello como siempre logrando que expulse un pasional gemido. Quiero que se detenga pero mi cuerpo se entrega porque es él.
De forma brusca para y me arrastra del brazo. Al principio estaba confundido por eso no luché para separarme. De pronto veo el aparato junto al muelle, posado en el helipuerto. Grito que no y jalo pero él no se inmuta, se mete al aparato por el lado del copiloto y me arrastra dentro para luego prender esa cosa y echarla a volar con una sola mano.
¡Detente, detente ya! ¡Déjame bajar!—digo luchando por sacarme sus manos de encima, cuando empieza a despegar solo allí me mira.
Cuando estamos a cierta altura me dice—Mas vale que cierres la portezuela si no quieres caerte—y me suelta. Yo miro por la abertura y entonces veo que ya estamos sobre el mar.
Cuando bajemos del otro lado desapareceré—le advierto.
¡Eso dices tú!—me dice sin creerme.
Para mi asombro bajamos en su casa. ¿Qué coño quiere este tipo de mí? Me pregunto mientras intento irme ni bien bajamos pero él atrapa mi manga antes de que logre bajarme del aparato y otra vez hala de mí.
A trompezones me hace entrar en la edificación. Si piensa que de nuevo me le entregaré en su despacho esta muy loco el hijo de un buen vecino. Pero de pronto me sorprendo. No estamos yendo hacia allí sino arriba. Me hala por los pasillos sin misericordia mientras lo insulto y trato de liberarme sin causarle grandes problemas porque él no me dice ni mu. Entonces llegamos ante una puerta, la abre y me lanza adentro de la habitación. Me detengo en medio y volteo para intentar de nuevo la huída, entonces lo veo entrar y cerrar la puerta con llave.
¿Querías una cama, no perro? Pues ahí la tienes—me dice apuntando a un lado mío. Entonces miro la fina cama con edredón blanco purísimo. Observo con cuidado la habitación. Por un momento pensé que era una habitación cualquiera pero al ver la decoración y las fotos caigo en la cuenta de que es su dormitorio.
Aún así no tuvo tiempo de pensar en nada más pues fue empujado sobre el edredón. El peso de su cuerpo y su intensa mirada hace que los latidos de mi corazón se aceleren. Sus labios se apoderan de los míos mientras intento resistirme. Lo empujo. ¿Por qué? Ya consiguió lo que quería. ¿No? ¿Por qué insiste conmigo?
Mo-kuba—trato de invocar el nombre de su hermano para detenerlo. Es lo único que lo llamaría a recato en un momento como este.
Está de campamento—contesta él simplemente acabando con mis esperanzas.
¿Tú lo planeaste?—le pregunto.
¡Así es!—me contesta el muy idiota mientras siento como mi corazón se empequeñece al corraborar que solo fui un instrumento para él.
¡Lo planeaste desde el inicio, por eso me dejaste entrar a tu casa!—reclamo.
¡Dime Wheeler!—me dice muy serio--¿Cómo iba yo a saber que ofrecerías cualquier cosa a cambio de un duelo?—pregunta de pronto él dejándome sin palabras. Sus manos atentan contra las mías, reduciéndolas contra el acolchado mientras su boca marca de nuevo mi cuello y yo exhalo una especie de quejido-gemido.
¿Por qué…? Tu dijiste… ¡Ah!—me corto al sentir su mano derecha halar mi pantalón desde la cintura mientras la izquierda aun me tiene sujeto—Dijiste…--mis pantalones bajan dejándome expuesto e indefenso mientras mi calor aumenta rápido al sentir la proximidad de él—Dijiste que el doctor…--estaba balanceándome en la línea entre el deseo y la razón.
Perro, vivimos en el siglo XXI, hay más de mil cosas que bajan el stress aunque debo aceptar que esta es la más divertida—dice antes de tomar mi mandíbula con su mano para evitar que no lo mire.
¡Tú… lo pla-neaste desde ent-onces?—pregunto víctima de sus caricias que me roban gemidos cada vez más altos que intento sin éxito contener.
No—responde él sobre mi oreja—Debo aceptar que tomé la oportunidad que me ofrecías porque hacía tiempo que tenía ganas de ti—me susurra roncamente sorprendiéndome hasta la locura. ¿Él me deseaba a mí?—Primero fuiste una molestia pero a la vez esa insistencia tuya en perseguirme y enfrentarme. ¡Nadie me ha enfrentado tanto como tú, perro, con todas las de perder siempre volviste por más y supongo que siempre quise cerrar esa boca tuya—agrega antes de tapar mis labios con los suyos.
Mis gemidos se alzan en la habitación sin encontrar sosiego, su pene atrapado en sus pantalones roza mi erección de forma suave y perversa mientras la intensidad de su beso me saca fuera de mí, saca su boca y me saborea intermitentemente, mi camisa ha sido halada y mi pecho yace ante él descubierto con los ojales rotos y botones faltantes.
En ese torneo sirvió para dos cosas—me dice muy confiado—Una para obtener la victoria sobre Motou y la otra, era una prueba para ti. Tenías que elegir entre Yugi y yo. Quería saber que harías. Además tenías tu oportunidad. De quedarte callado no volverías a estar debajo de mí pero no lo hiciste Wheeler. Perdiste tu oportunidad de ser libre por tu propia voluntad—dice antes de elevar mis caderas ante su miembro ya libre y dispuesto.
Entra en mí sin preparación y casi sin esfuerzo. ¿Tanto se ha acostumbrado mi cuerpo a él? Entonces también hizo eso para probarme, para que yo demostrara si le pertenecía o no y fallé miserablemente en esconder esto que siento aunque no lo quiera. Sé que lo deseo pero… Su cuerpo embiste profundamente en mí mientras su cara está a centímetros de la mía.
¡Ahora dilo, perro! ¡Dilo antes de que me venga! Admite que eres mío—me ordena.
¡Nunca!—le digo mientras mis manos se agarrotan sobre sus hombreras y mi cuerpo roza con la fina tela del edredón en cada vaivén. Eso es lo que debe querer ahora. El juego no terminará hasta que yo diga esas palabras. Kaiba debe estar esperando que yo se lo diga. Después me humillará con eso. Es muy capaz. Y yo no quiero pasar por eso.
¿Por qué te resistes? A estas alturas todos saben que me perteneces—me dice algo contrariado.
¡Jamás te lo diré!—le digo mientras siento como mi miembro roza su vientre con cada embestida, y mis gemidos acompañan cada movimiento. Estoy cruzando la línea entre la lucidez y la locura pero jamás me rendiré. Jamás le diré aquello que busca.
¡Tienes miedo… de que lo use en tu contra!—me dice como leyéndome el pensamiento—Tienes miedo de perder ante mí—dice mientras se detiene y me observa con una sonrisa de esas de ganador porque sabe que acierta—¿Temes que te rompa el corazón?—me pregunta mientras ríe y yo lo odio por conocerme tanto. Toma de nuevo mi barbilla con su mano—Esta bien perro. No lo digas. Ya no importa porque ya no puedes ocultar que soy tu dueño—su cuerpo vuelve a embestirme mientras nuestras bocas se unen, segundos después lo empapo con mi semilla al alcanzar el orgasmo intenso que solo él me ha proporcionado. Mi interior se comprime y lo abraza férreamente por lo que él deja dentro de mí parte de su ser.