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About Us por Nayen Lemunantu

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Capítulo X

 

—19—

Lo estaba besando… ¡Dios mío, lo estaba besando! ¿Por qué rayos hice eso? Debía parar en ese preciso instante, la situación se había salido completamente de control y amenazaba con arruinar nuestra amistad para siempre. ¿Cómo justificaría una acción como esta? ¿Qué explicación le daría? Era un idiota y lo estaba arruinando todo. Tenía que detenerme ahora mismo… Pero no podía.

En vez de detenerme, ladeé el cuello hacia la derecha, sintiendo como nuestros rostros encajaban a la perfección, como dos piezas de un mismo puzle y mi mano se sostuvo con firmeza de su mandíbula. Ese beso, que en un inicio era un contacto sutil entre nuestras bocas, se había transformado ahora en una unión más profunda y sensual. Yo había abierto la boca para deslizar mi lengua por la forma carnosa de sus labios y ésta fue atrapada y succionada por la boca de Kagami.

Él pasó una de sus manos por mi cintura y me acercó a él a la vez que profundizaba el beso, introduciendo su lengua en mi boca, su otra mano me sostenía la cabeza con fuerza, evitando que pudiera alejarme, aunque eso fuera lo último que yo quería hacer.

Me sentía completamente perdido. Mi razón me había abandonado por completo y mi cuerpo, y las sensaciones que Kagami provocaba en él, habían tomado el control de mí.

Ambos respirábamos agitados por la nariz para evitar morir ahogados, negándonos a separarnos. De pronto sentí cómo un instinto animal se apoderaba de mí y lo único que podía procesar mi mente era que me moría por estar aún más cerca de él.

Me incorporé un poco y me dejé caer a horcajadas sobre su cuerpo mientras le pasaba uno de los brazos por el cuello y con mi otra mano, sostenía posesivamente el costado de su rostro, sin dejar de besarlo en ningún instante. Lo sentí jadear profundo cuando me senté sobre él y ese gesto bastó para terminar de erizarme la piel por completo. Era tan tremendamente sensual, cada parte de su cuerpo, cada gesto suyo, cada suspiro de su boca… Sentía que me llevaba lentamente a la locura.

En esta nueva posición, Kagami me estrechaba la cintura con ambas manos, atrayéndome y alejándome de su cuerpo en un vaivén de movimientos que nos hacía rozarnos interrumpidamente, en un tortuoso juego del “dar y quitar”. Con una caricia lenta hacia abajo, sus manos se introdujeron bajo mi playera y sostuvieron mi cintura con fuerza. Sentí cómo sus grandes manos me apretaban, éstas se sentían demasiado cálidas, lo que unido a mi temperatura corporal que estaba subiendo anormalmente, me hacía sentir un calor excesivo, aun cuando nos encontráramos a las orillas del Océano Pacífico y el viento marino nos llegaba de frente.

Esta vez, las manos de Kagami subieron lento por mi torso. Sus palmas estaban abiertas y las sentía delinear el contorno de mi cuerpo, haciéndome contraer los músculos instintivamente, como un acto reflejo a sus caricias. Sus manos se detuvieron en mi pecho, donde sus pulgares se dedicaron a jugar con mis tetillas, girando en círculo sobre ellas y haciéndolas endurecer.

—Ka… aahh… Kagamicchi… —gemí su nombre sin poder soportar las intensas sensaciones que me invadían.

La respuesta automática de mi cuerpo frente a sus caricias, fue mover mi pelvis, apegándome más hacia su cuerpo y pude sentir que todo lo que él provocaba en mí, era completamente mutuo, pues el bulto que sentí en sus pantalones lo delató. Volví a bajar mis caderas, haciendo que de nuevo mis glúteos chocaran con su endurecida entrepierna, y esta vez ambos liberamos un gemido bajo que se ahogó en nuestras bocas a través de ese beso que no habíamos parado de darnos. Las manos de Kagami volvieron a mi cintura y aplicando la fuerza de sus enormes bíceps, me obligó a permanecer apegado a su pelvis, sintiendo su miembro palpitar bajo mi cuerpo.

Sentía mis mejillas arder al igual que el resto de mi cuerpo y agradecí internamente que ya estaba anocheciendo, para que Kagami no pudiera notar el evidente sonrojo que me invadía.

Él volvió a subir sólo una de sus manos a mi nuca y separándose momentáneamente de mis labios, haciendo que un hilillo de saliva nos uniera por un breve momento, dirigió su boca a mi cuello a la vez que me ladeaba la cabeza con su mano, para dejarle el espacio que necesitaba.

—Ryota… —Lo escuché susurrar contra mi cuello, con una voz tan grave y suave a la vez, que me provocó un escalofrío.

Era extraño oír mi nombre pronunciado por esa boca. Kagami nunca antes me había llamado por mi nombre de pila y ahora esto me resultaba lo más sensual del mundo, como si el sólo hecho de que me llamara así pudiera crear entre nosotros una nueva conexión.

Su boca me recorrió el cuello de abajo hacia arriba, subiendo por los músculos tensos hasta perderse en la línea de mi mandíbula y de vez en cuando, jugueteaba con el lóbulo de mi oreja. Rozaba con sus labios rojos mi piel blanca, intercalando esta suave caricia con sensuales lamidas, hasta que finalmente me mordió con fuerza.

Yo solté un gemido largo y grave ante tal acción, sorprendido y excitado a la vez. Cerré los ojos con fuerza e incliné más aún mi cabeza, dejándole todo mi cuello a su disposición para que hiciera con él lo que quisiera, mientras mis dos manos se sostenían con fuerza de su cabello corto, tirándolo en el proceso. 

A esas alturas, habíamos perdido totalmente el control de nuestros cuerpos y de aquella situación. Yo había dejado de pensar por completo y lo único que deseaba era estar con él… Lo quería, lo quería junto a mí, lo quería dentro de mí. Y me habría importado poco o nada terminar teniendo sexo ahí mismo, siempre y cuando, fuera con Kagami.

Fueron las risas animadas de un grupo de jóvenes que pasaban cerca, las que nos hicieron reaccionar, recuperando al instante la cordura. El grupo de tres muchachos junto a dos chicas que pasaban entre las rocas muy cerca nuestro, no habían reparado en nuestra presencia aún, reían divertidos entre ellos, probablemente bajo el efecto de las cervezas que llevaban en las manos.

Al darme cuenta de toda la situación, me puse de pie apresurado, casi de un salto, separándome con brusquedad de su cuerpo y me giré de inmediato, dándole la espalda. Me cubrí la boca con ambas manos y luego me pasé una mano por la cara, adquiriendo consciencia de lo que había pasado ahí, de lo que acababa de pasar entre él y yo.

¡Hola chicos! —Uno de los muchachos, reparando en nuestra presencia, nos levantó la mano en gesto amistoso mientras sus amigos le seguían, levantando las botellas de cervezas que llevaban.

Hola… —les respondí sin mucho ánimo y seguí mirándolos cómo se alejaban, atravesando las rocas y encaminándose nuevamente hacia la playa, riendo y tarareando una pegajosa canción pop.

Kagami y yo habíamos quedado solos de nuevo y sentí cómo un terror súbito e inexplicable invadió mi cuerpo. No nos habíamos mirado desde que yo me separara de él obligado por la situación y ahora me encontraba dándole la espalda mientras mi mirada se perdía en el horizonte del mar, completamente oscuro y en calma. Mis manos colgaban desanimadas a cada uno de los costados de mi cuerpo y por más que agucé el oído para tratar de escuchar su reacción frente a lo que había pasado, no logré oír sonido alguno preveniente de él.

Sabía que tenía que darme la vuelta, encararlo y decirle algo, darle una explicación mínimamente aceptable para lo que había hecho, pero no podía… No sabía realmente qué decir y de a poco fui consciente de que había arruinado en un par de minutos, toda nuestra amistad. 

—Discúlpame, Kagamicchi… —susurré con la cabeza gacha y voz baja, tan baja que dudaba que él realmente pudiera escucharme—. Lo siento, no sé por qué hice esto, yo… lo siento.

No oí ninguna respuesta de su parte. ¡No me dijo nada! Posiblemente estaba odiándome en ese momento, posiblemente me consideraba indigno de una palabra suya. Me moví con rapidez bajando por las rocas y luego de un par de saltos, estaba de nuevo sobre la arena húmeda de la playa debido a la marea que comenzaba a subir. Traté de alejarme lo más pronto posible de ahí, caminaba con dificultad por la arena, pero con paso rápido, hasta que sentí como mi brazo era sostenido con fuerza.

—Kise, espera. —Kagami me sostuvo por el brazo, pero no me obligó a dar la vuelta, por lo que no pude ver su rostro, sólo escuché su voz baja y seria, más seria que de costumbre.

—¡No! Déjame solo por favor —dije mientras tiraba mi brazo con fuerza y me lanzaba hacia adelante, corriendo con todas mis fuerzas.

Cuando llegué a la costanera de asfalto, esta tarea se hizo mucho más fácil, no me costó ningún problema alejarme de ahí a toda velocidad, corriendo sin rumbo fijo. Sentía el viento frío de la noche golpearme el rostro y cómo éste me despejaba la frente. Corrí hasta que mis piernas se quedaron sin fuerza y temblando tuve que dejarme caer al suelo, respirando agitado por el esfuerzo físico, tratando de recuperar el aliento e importándome poco que me encontraba derrumbado sobre el mugroso suelo de una calle pública.

En todo el trayecto, no me había atrevido a mirar hacia atrás, no quería saber si Kagami había salido corriendo tras de mí, aunque tenía la seguridad, que de haber querido, él podría haberme alcanzado sin problemas. Sólo ahora me aventuré a ladear la cabeza para asegurarme que por aquella calle no venía nadie que yo conociera, sólo un par de norteamericanos haciendo deporte a estas horas de la noche envueltos en sus coloridas ropas sport, quienes no repararon en mi presencia.

Me llevé las rodillas al pecho y me las abracé con ambas manos, escondiendo el rostro ahí. Mi espalda estaba afirmada en la fachada de algún edificio que no me había tomado el tiempo de mirar, sólo sentía la frialdad del cemento congelándome la piel, lo que me agradó. Esa leve incomodidad me permitía mantenerme alejado del dolor que comenzaba a sentir en mi pecho y que me dificultaba la respiración.

De a poco, fui consciente que mis ojos habían comenzado a llorar en contra de mi voluntad, haciendo que mis hombros se agitaran mientras yo trataba de detener mis sollozos. ¿Por qué estaba llorando? Eso no tenía caso, yo sabía que no solucionaría nada de esa manera, pero no lo podía evitar, la pena que sentía era demasiada como para contenerme en ese momento.

¿Qué sería de Kagami y de mí de ahora en adelante? ¿Cómo haría para salvar nuestra amistad?

Me sentía como el peor bastardo sobre la tierra ¡Cómo podía haber hecho algo así! Kagami se encontraba dolido y frustrado, la ira que sentía hacia el nuevo esposo de su madre lo había cegado y yo me había aprovechado de toda esa situación, había esperado el momento justo en que estuviera débil y necesitado, para aprovecharlo y cumplir mis egoístas deseos. Yo no era más que un maldito bastardo, el peor amigo sobre la faz de la tierra.

Además, él había mencionado a Himuro. Ese había sido el motivo de su ira ¿no? El esposo de su madre lo había insultado a él y a Himuro, haciéndolo estallar en cólera. Era más que evidente que el azabache era alguien intocable para Kagami, era alguien demasiado especial ¡Si hasta el día de hoy lleva ese collar en su cuello! Era más que obvio que la relación entre él y Himuro era más que especial, era única.

Apreté con mayor fuerza mis manos en mis rodillas, sintiendo cómo las lágrimas que bajaban por mi rostro y empapaban mis jeans, habían aumentado considerablemente mientras reflexionaba. No entendía por qué, pero ahora sentía que eran los celos los que me asaltaban.

No sé cuánto tiempo exactamente permanecí ahí, derrumbado en el frío y mugroso suelo, sólo sé que por fin mis lágrimas cesaron y mi cuerpo ya se sentía agarrotado por haber permanecido tanto tiempo en la misma posición, me puse de pie con dificultad y decidí regresar.

No quería volver al hotel realmente. No tenía ganas de ver a Kagami en ese momento, pues aún no sabía qué decirle o qué explicación podría darle, y tampoco quería escuchar lo que inevitablemente sabía que me diría: que todo eso había sido un error, que él y yo no podríamos seguir siendo amigos nunca más… Yo no estaba listo para decirle adiós, no quería alejarme de él, ni ahora ni nunca.

Pero como no tenía otro lugar al cual dirigirme y a que mañana debía partir al trabajo nuevamente, no me quedaba otra alternativa más que volver a aquel hotel donde sabía que Kagami me esperaba. Sentía que de alguna forma era como caminar hacia la silla eléctrica o algo parecido, cada paso que daba me costaba más que el anterior, por eso caminaba maquinalmente, arrastrando los pies por el asfalto.

Luego de lo que calculo fueron horas de caminata, llegué por fin al hotel. Temblaba visiblemente, no estaba seguro si se trataba del frío que sentía luego de casi congelarme apoyado en el cemento o por el miedo que me provocaba tener que enfrentar nuevamente a Kagami.

Puse la llave en la puerta y giré la manilla con lentitud, poniendo cuidado de hacer el menor ruido posible, sin saber realmente por qué lo hacía. Al ingresar a nuestro dormitorio y pasear mi vista por todo el lugar, comprobé con cierto grado de sorpresa y miedo, que Kagami no estaba ahí. Es más, parecía que no había vuelto al hotel en todo el tiempo que yo estuve ausente.

Me dejé caer sentado sobre la cama apoyando los codos sobre las rodillas y bajando la cabeza, haciendo que mi cabello me cubriera el rostro. Miré el reloj sobre la mesita de noche y me di cuenta que marcaba las 2.00 am. Era demasiado tarde para que anduviera vagando por ahí, seguramente había vuelto a la casa de su madre o de algún amigo. Ahora estaba irremediablemente seguro: Kagami no me quería ver ni en pintura.

Me dejé caer boca arriba sobre la cama y cerré los ojos con cansancio, pues pronto sentí que todo el peso del mundo era sostenido por mis hombros y la fatiga me invadió, pero haciendo un esfuerzo por mi buena salud mental y física, me puse de pie con dificultad y me encerré en el baño para darme una ducha rápida, debía sacarme la suciedad tanto física como mental que sentía que llevaba encima.

Luego de varios minutos, salí del baño secándome el cabello con una toalla pequeña. Como no había tomado la precaución de llevar mi pijama hacia el baño, tuve que salir con sólo la toalla grande cubriéndome de las caderas hacia abajo, pero no creí que fuera problema, ya que me encontraba solo en la habitación.

O eso creía yo hasta que, arrojando la pequeña toalla con que me acababa de secar el pelo al piso, girando sobre mis talones me di cuenta de mi error. Pude ver a Kagami que se encontraba de pie en la puerta de la habitación, mirándome fijamente y con seriedad, en una expresión que me resultó indescifrable.

Permanecí completamente estático en mi posición, mirándolo con los ojos muy abiertos, sin saber qué hacer ni qué decir, pues su presencia ahí me había tomado por sorpresa, sin tener la más mínima noción sobre cómo reaccionar. No estaba preparado para verlo ni para sentir la abrumadora fuerza de su mirada sobre mí, menos aun considerando que yo iba prácticamente sin ropa.

Como mi cabello estaba revuelto, debido a que me lo acaba de secar, me pasé las manos por él, tratando de peinármelo y a la vez de despejarme la mirada para poder contemplar en detalle a Kagami.

Él permanecía de pie en el umbral de la puerta principal, pero lentamente dio un paso hacia adelante y la cerró con suavidad. Arrojó sus llaves sobre la mesita del living y se encamino hacia nuestro dormitorio con pasos lentos y cuidados, como si estuviera caminando por un campo minado y no por el inofensivo suelo de una habitación de hotel. No me miraba mientras avanzaba hacia a mí, mantenía la mirada baja y sus brazos colgaban casualmente a cada lado de su cuerpo… Todo en él me resultaba completamente indescifrable.

No tenía ni la más mínima idea de lo que él pudiera estar pensando en ese momento y su silencio me desesperaba. Lo único que yo podía hacer era imaginarme todos los peores escenarios posibles en los que se encontraba nuestra relación, preparándome mentalmente para lo peor.

Suspiré hondo tratando de tranquilizarme a mí mismo y de contener las lágrimas que sentía que inundaban mis ojos en esos momentos, a la vez que rogaba al cielo porque no me pusiera a llorar ahí mismo. Trague saliva con dificultad y lo encaré.

—Supongo que quieres una explicación —comencé a decir con voz entrecortada y suave, tratando de que mis palabras no temblaran y no le revelaran a él que estaba tratando de contener mi llanto, pero no estoy seguro de haberlo logrado.

Él se limitó a levantar la mirada y mirarme con seriedad. Su ceño estaba fruncido y su boca se apretaba en una línea dura, parecía que contenía las palabras, que se estaba cuidando para no decir lo que tenía atorado en la garganta. Seguramente y conociendo lo dulce que es, a pesar de todas las cosas horribles que hice, él no quería decirme nada hiriente, pues no lo consideraría justo con alguien que alguna vez fue su amigo.

Esta suposición se me hizo tan insoportable, que tuve que ladear la cabeza hacia la ventana, buscando inútilmente algún refugio afuera de aquella situación. No soportaba más verlo a los ojos. No soportaba que me siguiera viendo así.

—Sé que lo mínimo que te debo es una explicación, pero… pero yo… —no podía continuar hablando, mi voz temblaba ahora audiblemente al igual que mis manos— yo no sé qué decir… —solté finalmente sintiendo cómo las lagrimas que luchaba por contener, escapaban de mis ojos, por lo que tuve que cerrarlos con fuerza, perdiendo por completo la visión de la figura de Kagami. 

 


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