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About Us por Nayen Lemunantu

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 Capítulo XII

 

—22—

Sentir el contacto tibio de su mano sobre la mía, entumecida después de haber estado todo el día dentro del mar, fue reconfortante y mágico… Lástima que haya sido algo que duró sólo un instante y como todo hechizo, su efecto tenía que pasar. Y sentir cómo retiró su mano abruptamente de la mía, fue como sentir una puñalada.

Desde el día del incidente no habíamos vuelto a mencionar el tema y parecía haberse creado cierta distancia física entre ambos. Los abrazos efusivos de mi parte habían cesado y de él, pues él había continuado siendo como siempre: reservado. Porque ese día, las cosas se habían aclarado, al menos para mí. Él quería hacer como si nada hubiera pasado ¡Como si nada hubiera pasado! Esas habían sido las palabras exactas que habían salido de su boca, como si algo así fuera posible de olvidar, como si el corazón pudiera reiniciarse igual que una computadora cada vez que uno lo deseara.

Pero no era así, yo aún seguía pensando en él, no podía olvidar sus besos, ni sus caricias, ni la suavidad de su piel, no podía sacarme de la mente aquel beso que nunca debí darle y que nos había metido en todo este problema ahora. Fue por causa de mi curiosidad, de mi deseo incontenible, que se había armado toda esta situación, aun cuando sabía de antemano cómo terminarían las cosas.

Me pregunto cuándo empezó todo ¿Cuándo fue que me enamoré de él? No fue a primera vista, no. Fue con el tiempo, con la convivencia, un afecto que se transformó en cariño y luego en amor debido a todos los días que pasamos juntos, nuestra mutua compañía, los pequeños detalles, su actitud preocupada y reservada, todo eso llevó a que ahora me sintiera irremediablemente enamorado de él… De su sencillez, de su dulzura, de su fuerza y rudeza que contrastaba con esa timidez, él era completamente especial.

¡Pero qué triste me hacía sentir este amor! Sentía el rechazo en cada movimiento, en cada actitud.

Después de haberme dicho que no quería nada conmigo, que quería que olvidáramos todo lo que había pasado, me había tomado de la mano justo ahí, recostados sobre la arena con la luz crepuscular de sol ahogándose en la inmensidad del mar, sacando miles de destellos naranja a nuestras espaldas, en aquel ambiente tan romántico… ¿Por qué lo hizo, si él tenía claro que no quería nada conmigo? ¿Qué esperaba que hiciera? ¿Cómo se supone que debía reaccionar?

Simplemente no lo supe.

Sólo atiné a girarme sobre la arena, quedando ahora boca abajo, un poco más lejos de él. Nuestros cuerpos eran cubiertos completamente por el traje de surf, pero debido a lo ajustado, el traje no dejaba mucho a la imaginación, aunque al menos resguardaba bien del frío. Mientras lanzaba un suspiro cansado, apoyé la mejilla en la arena, girando la cabeza en la dirección contraria a Kagami, sintiendo que la arena se pegaba a mi rostro húmedo y a mi cabello, pero no me importó.

Ya nada me importaba realmente. Había tratado de aparentar naturalidad, pero sinceramente había momentos en los que no podía aguantar más esa situación… ¿Qué hacer ahora? ¿Debía arriesgarme y acercarme a él, sabiendo que sería rechazado? ¿Me arriesgaba a arruinar lo poco que quedaba de nuestra amistad?

Él no había dicho nada en todo ese lapsus. Seguía recostado de espaldas sobre la arena y probablemente ya dormía, su voz había sonado somnolienta cuando hablamos y no era para menos, llevábamos practicando surf todo el día y sin comer, lo que para Kagami debía ser toda una hazaña. Me aventuré a girar el rostro en su dirección y pude verlo por entre los mechones de mi molestamente largo cabello que ahora me nublaba la visión de su cuerpo.

Estaba acostado a todo lo largo, el agua le cubría hasta las rodillas igual que a mí, pero a él no parecía incomodarle el frío. Tenía la cara mirando hacia el cielo que comenzaba a anochecer, pero sus ojos estaban cerrados y sus brazos se estiraban en cruz a cada lado de su cuerpo, respirando con tranquilidad. Seguro se había dormido.

Y en un movimiento más arriesgado, casi inconsciente, estiré la mano y rocé con la yema de los dedos, la palma abierta de su mano. Él cerró inmediatamente sus dedos alrededor de los míos y giró el cuello en mi dirección, para mirarme con mirada fija y seria directamente a los ojos, sorprendiéndome de inmediato. Abrí los ojos de par en par, evidenciando elasombroque sentí al ver que estaba despierto y rápidamente ladee el rostro en la dirección contraria, ocultándome de él.

¡Maldición! Se suponía que debía estar dormido.

No supe qué hacer, así que simplemente permanecí inmóvil. Me había aventurado a tocarlo porque creí que estaba dormido, pero no era así, estaba muy despierto y ahora me había atrapado. No sabía qué decir ni cómo explicar aquello, habíamos vuelto nuevamente al punto cero.

Preso de la frustración y el miedo, quise romper el contacto que nos unía y traté de quitar mi mano de la suya, pero él me apretó con fuerza, impidiendo que mealejara.

—¿Qué crees que estás haciendo? —Preguntó. Su voz sonó más grave que de costumbre, un poco áspera.

—Suéltame por favor —pedí con voz igual de ronca. No supe si era debido al frío, a los nervios o a la tristeza, pero mi voz había sonado extraña hasta para mí.

—¿Por qué huyes de mí, Kise? ¿Por qué no quieres verme a la cara? —Su pregunta fue implacable, llegó directo a la médula del asunto ¿Y qué podía responderle yo? ¿Debía decirle la verdad? ¿Debía decirle que ya no soportaba más estar a su lado sin tocarlo? ¡Claro que no podía decírselo!

—¡De qué hablas! —Dije con voz animada y naturalidad, girándome a verlo, mostrando la sonrisa que acostumbraba tener siempre en los labios. Había veces en las que podía fingir muy bien— Yo no estoy huyendo de ti ni nada por el estilo ¡No sé qué clase de películas te estás pasando, Kagamicchi! —Ahora fue una sonrisa socarrona la que curvó mis labios mientras me sentaba sobre la arena y quitaba finalmente mi mano de la suya.

Él me imitó y se sentó también sobre la arena, alzando una pierna para usar su rodilla como descansabrazos. Yo lo vigilaba por el rabillo del ojo, terriblemente nervioso por todo lo que estaba pasando, mientras sentía que todo el ambiente se había tensionado y no sabía qué hacer para revertir la situación. 

Kagami estiró el brazo en mi dirección y rozó con el dorso de su mano mi mejilla sucia de arena. El toque fue suave, delicado, haciéndome caer bajo su efecto, como si de una hipnosis se tratara. Cerré los ojos y me dejé tocar por él

—Tienes la mejilla sucia —su voz se oía tan suave, casi ahogada por el ruido del mar frente a nuestros ojos ¿O eran mis oídos los que habían dejado de oír bajo el efecto de sus caricias?—. ¿Puedo limpiarte?

Asentí con un movimiento de cabeza sin abrir los ojos aún. Él continuó simplemente rozándome la piel con la mano, quitándome hasta el último rastro de arena de ésta y cuando finalizó, comenzó a pasar los dedos por mi cabello, hasta que finalmente acomodó mis mechones rubios detrás de la oreja, dejándome el perfil derecho del rostro despejado. Sentí el peso de su mirada rojiza e intensa sobre mí e inevitablemente, mi corazón respondió latiendo acelerado.

Sólo ahí me atreví a abrir los ojos. Yo tenía ambas piernas flexionadas y mis brazos caían pesadamente sobre mis rodillas, mis pies los había alejado del agua, pero ahora sentía más frío que antes, por lo que no podía evitar el temblor de mi cuerpo… Aunque tal vez ese temblor no era sólo debido al frío, tal vez se debía a la presencia de Kagami ahí.

Permaneció así, mirándome, por largos minutos mientras yo tenía la mirada fija en el sol que se había ocultado por completo. Ahora la penumbra volvía a acorralarnos y su rostro apenas me era visible. Yo lo continuaba vigilando por el rabillo del ojo, pero no era consciente de si él se había dado cuenta de ello. En todo caso, tuve que dejar mis pensamientos cuando lo escuché hablar.

—Kise… —hizo una pausa larga, o al menos a mí se me hizo eterna— Creo… creo que hay algo que debo hablar contigo —su voz no sonaba con esa seguridad que acostumbra usar, parecía que dudaba.

Presentí lo que quería decirme, después de todo, era obvio ¡No debí tocarlo! No debí dejarme llevar nuevamente por mis deseos y aventurarme a tocarlo, no después de saber cómo habían resultado las cosas desde la última vez que había dejado libre mis instintos.Tal vez lo mejor sería huir de aquella conversación, lo mejor era cambiar abruptamente el tema, pero qué decir…

—¡Kagamicchi, muero de hambre! Y me imagino que tú también —me sobé el estómago en un gesto exagerado—. Es mejor que vayamos a comer algo y regresemos al hotel, o tal vez podemos comer en el hotel mismo… o…

—¡Kise! —Su voz fuerte interrumpió mis divagaciones— Deja de jugar, te dije que necesitábamos hablar.

—¡No quiero! —Grité con fuerza. Mi primer impulso fue lanzarme a correr y alejarme de él, como lo había hecho días atrás, pero ahora permanecí inamovible— No quiero escucharte Kagamicchi… Yo… no puedo hacerlo —terminé la frase en un susurro.

¿Para qué seguir escuchándolo? Yo ya sabía lo que me diría y no quería volver a pasar por eso nuevamente. Me diría que nosotros éramos buenos amigos, nada más que esoy que este tipo de actos eran un atentado contra nuestra amistad, pero… ¿Acaso no se daba cuenta de lo difícil que me resultaba fingir ser simplemente su amigo?

—¿Por qué no? —Su voz estaba teñida de incredulidad.

—Porque ya sé lo que dirás y no quiero oírlo.

—¿Cómo sabes qué es lo que diré? ¿Acaso ahora lees el pensamiento? —Aunque podría parecer irónico, pude captar que era sólo una broma para distender el ambiente.

—Estoy muy cansado, Kagamicchi —le sonreí suave, ya no quería pelear más con él—, mejor vámonos al hotel.

Me puse de pie y él sólo me siguió. Caminamos por el borde de la playa cada uno con su tabla de surf bajo el brazo, rumbo al local donde arrendamos el equipo y donde estaban guardadas nuestras mochilas. Él caminaba detrás de mí, sentía que vigilaba mis pasos y aquello me hizo sentir incómodo, e incluso avergonzado ¡Por qué ese estúpido traje debía ser tan apretado!

—¡Kagamicchi! No te vayas tan atrás —ordené mientras me giraba para verlo y de paso usaba la tabla para taparme, sólo rogando al cielo que él no se diera cuenta—. Camina junto a mí.

—¡Como quieras! —Sonrió ampliamente, con esa sonrisa inocente que era casi una marca personalizada.

Cuando llegamos al local de artículos de surf, la noche había caído de lleno sobre nosotros y en medio de tiritones producto del frío, entramos. Nos atendieron a la perfección cuando entregamos las tablas y nos ofrecieron usar las duchas, para no irnos con esa incómoda sensación de sal sobre la piel, lo cual agradecí abiertamente.

Kagami fue el primero en meterse a las duchas. Yo busqué una excusa para no ir con él al notar que simplemente era un largo pasillo con varias regaderas ¡Eso era más de lo que podía soportar! Asíque me quedé sentado en los vestidores ubicados fuera de las duchas. Me quité la parte superior del traje y dejé que simplemente me colgara de la cintura para abajo mientras sacaba mi celular y trataba de matar el tiempo esperando a que Kagami saliera de las duchas.

—¡Kise, ya estoy saliendo! —Su voz animada desde las regaderas fue la que me alertó y me puse de pie caminando con la toalla en la mano— Es mejor que te duches pronto para irnos a comer ¡Ahora sí que muero de hambre! —Su figura imponente apareció en la puerta mostrando una enorme sonrisa, sólo llevaba una toalla alrededor de la cadera y su torso estaba mojado aún, escurriendo el agua de su cabello— Siempre se me abre el apetito después de un baño.

Yo le sonreí en respuesta, eso sonaba tan típico de él que me dio hasta risa, pero como a estas alturas yo también moría de hambre, decidí hacerle caso. Como él obstaculizaba la entrada, me moví hacia la derecha para poder pasar, pero al parecer él pensó lo mismo y volvimos a encontrarnos, y al volvernos a mover hacia el otro extremo, volvimos a encontrarnos y así sucesivamente otras tres veces.

—¡Kise! Quédate quieto —ordenó sosteniéndome por la cintura.

Sentí sus manos posadas con firmeza sobre la piel desnuda de mis costados. Sus manos se sentían cálidas debido a la ducha que acababa de tomar y me produjeron un efecto eléctrico en todo el cuerpo, porque de inmediato se me erizó el vello de los brazos. Bajé la mirada tratando de no reparar mucho en su escultural cuerpo semidesnudo y tragué seco, él aún no me había soltado y me pareció que se me acercaba cada vez más, aunque sus movimientos me resultaban imperceptibles. Alcé la mirada y vi con claridad cómo su manzana de Adán subía y bajaba, evidenciando su nerviosismo.

Mis manos se movieron en contra de mi voluntad, aunque sabía que no debía hacerlo, no después de cómo habían resultado las cosas la última vez, pero estando a su lado, sentía que el deseo anulaba mi voluntad. Recorrí con las manos todo lo largo de sus bíceps, hasta que llegué a sus hombros y bajé con las palmas extendidas por su pecho. Aún con miedo, me aventuré a alzar la mirada y lo vi: había cerrado los ojos, sus labios estaban entreabiertos y sus cejas se juntaban en un gesto de… ¿placer? Dejé escapar un jadeo suave al contemplarlo así.

¡Ya no pude resistirlo más!

Alcé levemente mis talones y me acerqué nuevamente a su boca, volviéndolo a besar. Él me respondió. No rechazó mi boca cuando nos acercamos, sino que la recibió de inmediato, sintiendo como si nuestros labios calzaran a la perfección, por eso me atreví a subir las manos desde sus pectorales firmes hasta su cuello y abrazarme a él. Kagami ladeó la cabeza para aumentar la profundidad del contacto y sus manos cálidas subieron por los costados de mi cuerpo hasta que una me sostuvo la cabeza con fuerza, ladeándomela, y la otra volvía a mi cintura, delineándome los huesos de la cadera.

Creo que jadee mientras lo sentía apegarse por completo a mi cuerpo y me sostuve con una de las manos de su nuca. Él me volvió a tomar de la cintura y me guió hasta la pared, haciendo que mi espalda chocara con fuerza con aquel frío soporte, debido a la fuerza de aquel arrebatado movimiento, mis labios soltaron un quejido de dolor, pero me negué a separarme de su boca.

—¡Fuck! —Susurró con sus labios sobre los míos— ¡Lo siento! ¿Estás bien?

—Sí… sí… —respondí casi mecánicamente, ahogado por sus besos.

Me volvió a besar en los labios y yo volví a cerrar los ojos, degustando la dulzura de sentirlo junto a mí. No tuvo sutileza al meter su lengua en mi boca, simplemente lo hizo en medio del arrebato del momento, mientras una de sus piernas se colaba entre las mías y me rozaba con descaro. Como respuesta, mi espalda se curvó instintivamente, haciendo chocar nuestros vientres desnudos, dando paso a que sus brazos se colaran por la parte baja de mi espalda y me mantuvieran firme en esa posición.

De vez en cuando mis labios soltaban pequeños y cortos gemidos que por más que traté de evitar, no lo conseguí. No habíamos dejado de besarnos con ansias e intensidad en ningún instante, parecía que ambos respondíamos al mismo impulso y buscábamos lo mismo: devorarnos con aquel beso.

¡Si sólo el resto de la vida fuera como en esos instantes, donde nuestros cerebros dejaban de funcionar! Pero no era así… La realidad siempre caía sobre nosotros cada vez con su peso más imponente. Sabía perfectamente como volvería a terminar aquello: pesar y arrepentimiento, culpa y recriminación… y la terrible soledad. No quería pasar por eso otra vez, así que decidí parar ahí.

—Ka… Kagamicchi… —abrí los ojos y ladee la cabeza, despegándome de su boca, pero sólo logré que sus labios se cerraran sobre mi cuello— ¡No! Para, por favor.

—Kise… —alzó la cabeza para besarme otra vez en los labios. Tenía los ojos cerrados, parecía absorto de la realidad.

Me dejé llevar por unos segundos bajo sus implacables besos, entrecerrando los ojos y sintiendo la delicia de sus pulgares que se movían circularmente sobre los huesos de mi cadera, pero finalmente recuperé la cordura y rompí el beso otra vez. Tuve que poner mis dedos sobre sus labios para evitar que continuara besándome y ambos terminamos recostados sobre el hombro ajeno, jadeantes.

—Es mejor que volvamos al hotel —hablé cuando por fin pude recuperar el aliento—. Debemos comer algo y descansar… Yo mañana tengo sesión temprano… y…

—¡Tienes razón! Debemos volver.

—Sí, debemos volver.

Muy a mi pesar, lo vi alejarse de mi cuerpo mientras se pasaba ambas manos por la cara y luego se peinaba el cabello, parecía que buscaba tranquilizarse, porque respiraba con fuerza. Yo permanecí inmóvil contra la pared, vigilándolo con la mirada hasta que sus ojos me miraron fijamente. Se veía extremadamente serio y se mordía el labio inferior.

—No puedo hacer esto… No puedo alejarme… de ti… —fue lo último que dijo antes de lanzarse sobre mi boca nuevamente.

—Ka… Taiga…


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