Cuando Toya escuchó el pedido que había hecho ese sacerdote contestó--¡Déjenlo si es lo que quiere!—
Pero señor—dijo el hombre de rodillas ante él.
Si quiere curar a sus heridos no veo porque detenerlo. Esos hombres serán vendidos como esclavos. Cuanto mas sanos estén más nos darán por ellos así que no me preocupa algo así—dijo el pelinegro.
Entonces al otro día oyó el reporte de su hombre de confianza y lo miró extrañado.
Así como lo oye mi jeque. Ese hombre no solo ha curado a los suyos sino también a varios de los nuestros—dijo después Asula.
¿Y quien le dio el permiso?—preguntó enojado el jeque.
Mi señor, no creo que ese hombre haya actuado de mala fe. Él…--dijo el asistente del jeque.
¡Yo juzgaré eso!—dijo el joven pelinegro levantándose de su almohadón. Caminó rígido por la ira y lo buscó por el campamento con los ojos luego de que Asula le indicara el camino correcto.
Miró con su fulminante mirada en derredor hasta que vio su cabeza gris junto a unos hombres acostados, mientras los vendaba sonreía gentilmente y esa imagen conmovió el interior del jeque. Algo turbado se volvió a su tienda sin hablarle y por más de un día reflexionó mientras se movían en la noche.
Asula vino al otro día con lo que su amo le pidiera—Señor mío, le traigo al sacerdote—dijo antes de retirarse el ojiazul dejando al de ojos café parado en medio de la tienda.
Me pregunto… ¿Qué es lo que pretendes?—preguntó el ojinegro mirándolo directo a los ojos.
¿Pretender?—preguntó sorprendido Yukito.
Has estado aliviando a mis hombres. ¿Acaso planeas que bajen su guardia contigo para escapar? Si es así te advierto que es inútil—le advirtió Toya.
Lo sé—respondió Tsukishiro sorprendiéndolo sobremanera. Los ojos negros se abrieron con estupor mirándole atento—Su gente le es muy leal. ¿Acaso cree que todo propósito ajeno atentará contra vos? Se me ha enseñado a respetar la vida, señor jeque. Solo ayudo con mis conocimientos a quien esté a mi alcance—
¿Aunque sea vuestro enemigo?—preguntó el jeque algo cabreado.
Las disputas de este mundo no puedo arreglarlas. Solo puedo hacer lo mejor que pueda para que todos vivamos mejor—dijo el sacerdote haciendo que algo raro recorriera al jeque. Él siempre pensó que esos egipcios de alta clase eran gente engreída y frívola, nunca hubiera pensado encontrarse uno así. Toya intentó no mirarlo más, entonces el otro hizo una petición--El esclavo que estaba conmigo, quisiera verlo si usted me deja—era una petición simple y en otra ocasión no hubiera habido problema pero en esa Toya sintió algo dentro.
¿Por qué tanto interés en un esclavo?—preguntó.
Joseph no solo es un esclavo, también es mi estudiante, además soy responsable por él—dijo el joven noble de Egipto.
No pensé que para vosotros los esclavos fueran tan importantes. Después de todo tienen toneladas de ellos. ¿No es lo mismo uno que otro? ¿No podeis simplemente olvidaros de él?—preguntó Toya buscando saber, sus ojos negros no se apartaban un momento de sus reacciones o sus actos.
¿Cómo puede una persona ser simplemente dejada de lado si no ha hecho nada para merecerlo?—preguntó el de mirada gentil sorprendiendo al jeque que se sintió inquieto--¿Puedo verlo?—
Tal vez eso buscabais conseguir. Como sea os concederé vuestro pedido—dijo el pelinegro haciendo ademán para que se fuera.
Muchas gracias—dijo el gentil ojos café antes de retirarse. Fuera lo esperaban unos hombres para acompañarlo a su tienda prisión. Asula entró en la tienda.
Has que vea a ese esclavo que estaba con él. Un tal Joseph—ordenó.
Si mi señor—contestó el ojos azules tratando de retirarse pero se detuvo cuando oyó a su jeque decir…
¡Observa a esos dos! Quiero saber que clase de relación tienen. Ese hombre está demasiado preocupado por su esclavo y he oído que los egipcios son gente sin moral—ordenó Toya.
El mano derecha del jeque se asombró un poco pero nada dijo. Partió con una duda en el corazón. Conocía bien a su jeque pues fueron criados juntos ya que él era un primo adoptado. Toya nunca había mostrado interés en sus enemigos o prisioneros.
Cuando se vieron Tsukishiro abrazó a Joseph con alegría mientras Asula los veía. No sintió nada de lujuria o posesión en el aire pero si algo de cariño y alivio. Su relación con el esclavo parecía anormal pero no pervertida en todo caso y es lo que anunció a su jeque pero este no parecía nada contento.
¡Acércate a ellos! ¡Descubre si traman algo!—ordenó el jeque con su ceño fruncido.